Faro y estación de salvamento. ¿Algún parecido con la Iglesia?


La primera estación de Salvamento.
Sobre la costa de un mar peligroso, donde se producían naufragios con frecuencia, había una vez una vez una tosca y pequeña estación de salvamento, el faro para náufragos, con luces de ayuda. El edificio era sólo una choza y en ella sólo había una barca, pero los pocos y fieles miembros de la estación mantenían una vigilancia constante sobre el mar y, sin preocuparse de sí mismos, se dedicaban día y noche, de un modo infatigable, a buscar a los perdidos en el mar. Esta pequeña y maravillosa estación salvó muchas vidas, de formas que ella se hizo famosa. Algunos de aquellos que habían sido salvados y otras personas del entorno, quisieron asociarse a la estación y emplearon parte de su tiempo, dinero y esfuerzo para apoyar aquella obra. Se compraron nuevos botes de salvamento y se adiestraron nuevas tripulaciones. Así creció la pequeña estación de salvamento.
Un club social.
Alguno miembros de la estación de salvamento empezaron a sentirse insatisfechos con el edificio, tan tosco y pobremente equipado. Pensaron que debía construirse un lugar más cómodo como primer refugio para aquellos que fueran salvados del mar. Así reemplazaron los catres de emergencia por camas y pusieron mejores muebles en los edificios agrandados. Desde entonces, la estación de salvamento vino a convertirse en un lugar de reunión social para sus miembros, que la decoraron con gran belleza y la amueblaron de un modo exquisito, pues empezaron a frecuentarla como si fuera un tipo de club social. Fue el palacio del faro,; el már hermoso de los faros y palacios de todas las costas del mundo, club para bodas y bautizos de lujo, para convenciones de políticos y negociantes. Se establecieron honores, se hicieron distinciones y jerarquías y los miembros de la vieja estación de salvamento se convirtieron en señores de la belleza del mar y de sus costas.
Negocio de salvamento
Sólo unos pocos miembros de la estación estaban ya dispuestos a lanzarse al mar para misiones de salvamento, de manera que los jefes del gran faro de la salvación contrataron tripulaciones de pago para realizar esa tarea. Había dinero suficiente, por eso se pagaba a los que debían salir todavía y navegar entre las olas para buscar algún náufrago perdido y así poder decir que se dedicaban a la función de salvación de salvamento. Ciertamente, los motivos de salvamento resultaban todavía dominantes en las decoraciones de este club, y había una habitación especial donde se celebraban las reuniones relacionadas con las iniciativas del club… y se creó una editorial de salvamento (para publicar libros sobre el tema) y se hicieron congresos… Pero los miembros de la clase superior del gran faro de la salvación ya no salieron más al mar... Pero el Club del Faro acabó siendo un negocio muy lucrativo, con canal de televisión para hablar de los peligros del mar... y de los salvamentos heróicos, sin que nadie saliera ya al mar en las noches de galerna.
Que no nos ensucien la casa… Ruptura en el club
Sucedió por entonces que encalló en la costa un barco grande y las tripulaciones contratadas fueron trayendo a la costa sus botes llenos de personas agotadas de frío, mojadas y medio ahogadas. Estaban sucios, enfermos y algunos de ellos tenían la piel negra o amarilla. El hermoso club nuevo se convirtió en un caos y así, el comité de limpieza instaló fuera del edificio una ducha para que las víctimas del naufragio pudieran limpiarse antes de entrar en la casa.
En la reunión posterior hubo una ruptura entre los miembros del club. La mayoría de los miembros eran partidarios de que se cancelaran las actividades de salvamento del club, pues ellas eran poco agradables y constituían un impedimento para el despliegue normal de la vida del club. Ciertamente, algunos miembros insistieron en que la acción de salvamento constituía su primera finalidad, poniendo de relieve el hecho de que el club llevaba todavía el nombre de “estación de salvamento”. Pero ellos, perdieron la votación y se les dijo que, si querían salvar las vidas de las diversas clases de personas que naufragaban en aquellas costas, podían comenzar construyendo su propia estación de salvamento junto al mar. Y esto es lo que hicieron: crearon una nueva estación, dejando la otrA como ornamento en la costa… para reuniones de lujo.
Faros y faros, estaciones de salvamento
Pasado un tiempo, la nueva estación experimentó los mismos cambios que se habían dado en la anterior: ella terminó convirtiéndose en un club; y de esa forma otros fundaron una nueva estación de salvamento. Esa historia se siguió repitiendo y si uno visita actualmente aquella costa, podrá encontrar junto a la playa varios clubes de lujo. Los naufragios siguen siendo frecuentes en aquellas aguas, pero la mayor parte de quienes los sufren se ahogan.
Moraleja
Hay una versión antigua de esta parábola en de Theodor O. Bedel, “Evangelism: The Mission of the Church to Those Outside Her Life”, en Ecumenical Review 6 (1953) 24. Ella ha sido retomada por el libro de Groody sobre la Globalization (Crosrroad, New York 2007). Yo le ha retocado… El tema está en ver por dónde anda la Iglesia, en nuestro tiempo…¿Es un faro de lujo? ¿Sigue teniendo luces? ¿Ya no hay asalariados ni voluntarios para el salvamento? ¿No hace falta salvamento)