Hilario M. Nebreda (1945-2020). Poeta, amigo y santo (Homenaje en el Café Gijón)
Falleció el 9 de enero de 2020, para recibir el regalo que los Magos le habían dejado en el cielo.Sus amigos, los poetas de Madrid, se reúnen hoy a la tarde (25.4.22)en el corazón de la literratura y poesía de Madrid (Café Gijón, Calle Recoletos) para ofrecerle un recital y homanaje de recuerdo y presencia... Hoy, pasado el tiempo de los tapabocas, para proclamar al cielo abierto de Madrid la gracia y vida de un poeta como Hilario.
Fue mi amigo del alma; Mabel le quiso también mucho. Había sido mercedario, fue por unos años presbítero en la Iglesia Católica. Fue cristiano de raza, de pensamiento, de amor y buenas obras. No sé si he conocido en mis 80 años de vida un cristiano mejor, de madera y acciones de santo, gran poeta, pensador de cuerpo entero, amigo desinteresado, siempre servidor de los más pobres de los pobres de la calle.
Me han invitado a decir unas palabras, pero no puedo acudir. Por eso he preparado un texto que leerá en mi nombre nuestro común amigo Rafael, Director de la Asociacion de Donantes de risas.
Querido Hilario, donante de risas y amores, presencia directa de Jesús Nazareo, olvidado por muchos, utilizado por otros, pero siempre fiel al amor y a la palabra de vida, te echamos muy de menos. Muchos somos algo mejores por tu Vida, porque estás resucitado en nuestras vidas, con Cristo, como Cristo.
Me han invitado a decir unas palabras, pero no puedo acudir. Por eso he preparado un texto que leerá en mi nombre nuestro común amigo Rafael, Director de la Asociacion de Donantes de risas.
Querido Hilario, donante de risas y amores, presencia directa de Jesús Nazareo, olvidado por muchos, utilizado por otros, pero siempre fiel al amor y a la palabra de vida, te echamos muy de menos. Muchos somos algo mejores por tu Vida, porque estás resucitado en nuestras vidas, con Cristo, como Cristo.
| X Pikaza Ibarrondo

Hilario Martínez Nebreda (Quintanaortuño/Burgos1945-Madrid 2020), falleció ayer y ha sido enterrado este viernes en el cementerio de Burgos. Fecundo poeta y humanista, publicó más de una decena de libros desde que apareciera en el año 2000 Almanaque de piedra. Destacan Cantar del mío cantar, Esbozos de Platón en los labios de una musa y Chagas no mar, escrito este último en gallego, lengua que aprendió durante su juventud en el Monasterio de Poio (Pontevedra).
El estilo poético de Martínez Nebreda era culto, filosófico y técnicamente muy preciso pero al mismo tiempo popular, cotidiano y cargado de mística. Escritor con un profundo sentido espiritual, utilizaba «un lenguaje lleno de simbolismo con un uso magistral de la metáfora», en palabras de la crítica Inma J. Ferrero en la revista Proverso.

«¡Mujer!…cielo de nieve. Cumbre yerta. / En los brazos de Hércules reposa / su cabeza y sus besos, vientre y rosa. / El árbol de su voz es una puerta.» (Heridas de piedra, Vitrubio, 2016) es un ejemplo de su poesía.
Junto a su vertiente poética, que le llevó a participar activamente en tertulias del Café Gijón y en grupos artísticos como Versos Pintados, Martínez Nebreda desarrolló una constante labor social durante toda su vida. Fue asimismo miembro de grupos teatrales como los Titiriteros de Binéfar (Huesca) y de la Ciudad de los Muchachos de Orense.

Hilario M. Nebreda: Quiero ser poesía, (nota de X. Pikaza, leída en el Café Gijón, 25-4-22).
Me lo dijiste por primera vez, el año 1962, cuando llegaste al monasterio de Poio, con 17 años de adolescencia madura, tan blanco tan blanco que parecías un ángel, recién salido del noviciado, tras una operación, sin bazo, para ser carpintero de sueños y pastor de estrellas.
No eras más que unos ojos asombrados, buscando una letra, un tiempo y un espacio para sus poemas y por eso estudiaste teología, el lenguaje de Dios. Fui por dos años tu profesor y quise enseñarte a declinar palabras indeclinables (perijóresis, verbo encarnado trans-subtanciación). Pero tú aprendiste a sentir y declinar cosas más altas.

Quise enseñarte a caminar por la Biblia, libro de todos los libros, palabra de todas las palabras; pero tu aprendiste mucho más que lo que yo decía, siempre en los márgenes del libro, en el comienzo de la vía de la esperanza, rompiendo por dentro el cuadrado de las coordenadas cartesianas.
Y así te pregunté, al fin del segundo curso: Con todo lo que sabes y puedes aprender ¿qué quieres ser? Si pones un poco de orden en tus pensamientos podrás ser lo que tú quieras, dime.
Me dijiste: Me has enseñado bien, pero lo que busco es diferente. Quiero simplemente ser poeta, vivir al aire libre de la vida, sin necesidad de más libros ya escritos en el fondo de mi mochila.
Te dije: Es difícil ser poeta, y mucho más en una orden religiosa, donde prima el orden sobre la religión. Puedes intentarlo. Pero pon la religión de tu poesía y de tu vida sobre todas las órdenes del mundo.
Oooooooooo

Y así fue. Llegado el año 1969 me invitase al cantamisa entre las piedras iluminadas de siglos de Burgos. Y llevé a mi madre, para que hablará con la tuya. Y te hablé desde el púlpito del templo, lleno de ángeles poetas que habían esperado siglo a siglo tu llegada: Te hablé del Verbo hecho carne en tiempo pasado y presente, de la perijóresis que es el baile del “coro” (khoros) de ángeles y hombres (hombres y mujeres, con niños) de la vida y de la transustanciación, que es hacer que surja una substancia nueva de vida y libertad en nuestra vida.
Y así fuiste siete años poeta-sacerdote de las gentes del entorno de Poio Grande, un monasterio andante por todos los caminos de agua, cielo y tierra las Rías Baixas; fuiste patrón de marisqueiras oprimidas, reformador sindical de obreros de autopistas millonarias que desgajaban las arterias vivas de la comunicación cercana de mil años de labregos….
Así fuiste descubriendo que tú mismo eras el Verbo; que Jesús, el gran poeta, era tu voz … que no podías acallarla, porque que el corazón de la palabra te llevaba más allá, al centro donde nacen y del que se expanden en sístole de sangre todos los misterios.
Sentiste que era tiempo de cambiar, tras siete años de experiencia encarnada por las corredoiras y aldeas de Campelo y de la Escusa, de la Seca los Muiños. Viniste a decírmelo, a mí, tu antiguo amigo, que “hassentado cátedra” de teología en Salamanca (así te reias de mi). Y así te pregunté cuando llegaste, sin que me hubieras dicho nada: ¿Vienes a decirme que dejas la poesía clerical organizada de misas de altar y de parroquias para ser poeta al descampado de la vida, sin papeles, sin documentaciones... a puro cuerpo?
Asentiste con los ojos: No tengo ni quiero papeles, los he dejado todos.... Respondí simplemente: Puede ser buen momento, tienes treinta años, como Jesús, tiempo de salir de tu Jordán e introducirte en el río de la vida, más ancha que tu anchura de Castillas, más honda que la hondura de atlántico gallego. Es un buen momento.

oooooooooo
¿Cómo andabas sin papeles, Hilario, un día de guardias civiles apostados por todas las esquinas? No hace falta mucha memoria para recordarlo, era el 5 de abril del 1976, la fuga de unos “presos peligrosos” de Segovia que se esparcieron por la nieve de todos los montes y caminos del entorno, como en este abril lleno de nieves locas de este año loco 2022, buscando una poesía de libertad posiblemente equivocada (y en parte manchada de sangre, no de blanca inocencia como la tuya).
Viniste a verme, a compartir otra vez conmigo tu nueva peregrinación, como los hebreos de Egipto, como Ulises, cargado de añoranzas, ardides y caminos de inocencia, a cuerpo, sin papeles, cristiano sin orden regular, presbítero sin documentariones. Era un lunes (como hoy, 25 de abril 2022), lunes de aguas, de experiencias de libertad recuperada, de las mujeres a las que llevaban sin más papeles que el oficio de la vida, en barco a la libertad de Salamanca. Me acompañaste a la Universidad, donde yo hacía entonces mis papeles. Me tocó hablar ese día de la Trinidad como poesía suprema de la elevación (Aufhebung) en el sistema de Hegel. Te reíste de mí: Tú tienes papeles.
Al acabar esa lección me dijiste: No es eso lo que quiero. Hegel no se libera del sistema, sigue en la cárcel de sus pensamientos. Yo quiero libertad-libertad, la mía, la de todos, sin más papeles que el cuerpo y carne de la vida, como Jesús en el evangelio,como los auténticos poetas..
Tomamos un café en el bar pontificio de la Pontificia y te dije: Hay mucha nieve en la Peña Negra. Tengo aquí el coche; dicen que se ha cerrado el Puerto del Pico Negro, pero creo que podremos subir y abrirlo, sin papeles. Vamos a celebrar tu libertad en la nieve.
Te pareció buena idea, y salimos a celebrar la Blanca-nieve intensa de tu nueva primavera. Tomamos un bocata en Piedra-hita y subimos con muchísimo cuidado, con la nieve cortada a pico en las laderas del puerto. Pudimos llegar a la cima, pues había pasado el corta-nieves, y corrimos, con las paredes blancas de Gredos a un lado y con las llanuras pardas de Castilla al otro lado. Saltamos, gozamos y así fuimos poesía de la pura luz del nacimiento sin tiempo en el monte que vertebra los caminos de la Vieja y Nueva Castilla.
Pero viendo que el sol se iba a poner, bajamos con muchísimo cuidado hasta llegar a Piedrahita, donde ya no había nieve… cuando de pronto, antes de entrar a la ciudad de los Duques de Alba, dos guardias civiles nos pararon, nos bajaron y nos apretaron contra una pared, sin dejar de apuntarnos con sus metralletas, pidiendo: Papeles, papeles.
No tuvimos tiempo de reaccionar, ni siquiera nos miraron a los ojos, quizá tenían miedo. Miraron y remiraron el coche, todo en orden, con papeles a nombre de Mercedarios de Salamanca, también mi carné de identidad… Pero Hilario no traía papeles no solía llevarlos, pues decía “hombre honrado no necesita documentación”.
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Me atreví a preguntarles qué pasada, y uno de ellos contestó: Se han escapado los presos de ETA de la cárcel de Segovia, y nos ha llegado el chivatazo de que un vasco de los alrededores está ayudando a huir a uno de los presos. Todo cuadra: Usted es el vasco, este otro sin documentación y ropa clara de presidiario es el de la ETA. Nos mandan que les llevemos ahora mismo a la cárcel más cercana de Ávila.
Por lo menos nos hablaba. Nos puso las esposas... con cuidado, cuidado....Protestamos, adujimos razones tras razones, pero sin remedio: Iban a meternos en el coche de patrulla, cuando el otro guardia, el más callado, se fijó en Hilario y le dijo gritando. ¿Qué haces aqui? Tú eres Hilario, do mosteiro. Dame uma aperta. A miña nai quéreche muito por o que fiseche por ela…Dice que eres el santo del convento.
Hilario le miró también y contestó: Tú eres Marcos, el hijo de Xoana, da Portela… Y así nos quitaron inmediatamente las esposas, y nos dieron unos golpes de amistad en las espaldas, ofreciéndonos algo de bebida.

No había necesidad de más documentaciones, el nombre de Hilario, poeta y hombre bueno de Poio, valía más que todos los certificados de buena conducta, y así siguieron hablando, Marcos y él:
- - ¿Qué haces aquí?
- - He venido a despedirme de Pikaza, en la nieve. Mañana iré a Madrid, para vivir alli entre el pueblo de todos los pueblos. Quiero ser poeta en libertad.
- - No tienes que ir a Madrid. Estabas bien en Poio, allí te queremos… Pero lo entiendo, aquello es muy pequeño, tú necesitas mucha gente, más libertad
- - No es que sea pequeño. Es que no me siento... es para mí como una cárcel, y por eso me voy.
- - Tú han sido y serás siempre un hombre de justicia y libertad; nunca has hecho mal a nadie, has querido a todos, en especial a los más pobres… Te echaremos de menos
- - Sí, pero, tengo que irme.
- - No digas más. Hagas lo que hagas será bueno, pero ten mucho cuidado. Madrid no es Poio, es mucho más peligroso. Pero desde ahora en adelante lleva siempre los papeles. que no todos te conocen y te quieren como yo en la calle.
Y así nos despidieron aquellos guardias civiles, hablando por radio con su comandancia: Ha sido una falsa alarma, dos hombres inofensivos que habían venido a caminar por la nieve, sin saber lo que pasaba…
Pero Hilario sabía muy bien lo que pasaba, lo que quería... Quería dejar para siempre los papeles... Ser él mismo, sin documentaciones, en libertar de amor como la poesía, como el evangelio.
Yo había subido ya al coche para arrancar, cuando el guardia civil gallego se acercó haciéndo una señal y me dijo:
- O sea, que Usted es Pikaza y es amigo de Hilario (asentí). Gracias también a Usted, sé que es buena persona, lo dice mi madre. Pero déjeme que le haga una petición. Si puede, cuide un poco a Hilario, no se puede andar por ahí de esa manera, sin papeles. Un hombre así nos mete nos mete a todos líos. Es una buena persona, dicen que es poeta... Mi madre dice que es santo, y si lo dice ella es que lo és. Cuídelo por favor.
Hilario y yo nos reímos, éramos los dos de risa fácil. Nos llamaban los riso-terapeutas… Y así riendo despedimos a los guardias, diciéndoles: Cuidaos también vosotros. Y seguimos hasta Salamanca recitando y cantanto poemas de Lorca, uno sobre los Gitanos y la guardia civil, otro sobre Poeta en Madrid, es decir, en Nueva York.
oooooooooo
El día siguiente le despedí en la estación del tren de Salamanca, con una documentación improvisada e infinita nostalgia. Cuídate, Hilario, le dije… Y no pude decir más porque lloraba y el viejo tren de carbón con humo empezó a resoplar sobre el frio de una fría primavera de martes de Salamanca. Y así comenzó su andadura poética en Madrid, la gran Babilonia de las Españas, un día 6 de abril de 1976. Muchos hombres grandes de iglesia he conocido; algunos de canonización, pero santos-santos de cristianos de cuerpo, sin necesidad de papeles de santidad habré conocido a pocos, quizá no mas que a tres o cuatro. Uno de ellos Hilario.
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