Hombres de Maíz, cosmogonía maya

Con motivo del fin de un ciclo maya, se ha extendido por diversos lugares la especulación sobre una catástrofe del cosmos, que debía haber acontecido el 21. XII. 12. Nada externo ha pasado y los amigos de noticias fáciles y puras novedades sensacionalistas han podido pensar que se trataba de una simple superstición de los mayas. Nosotros, los civilizados de occidente, podíamos dar gracias a nuestra cultura, pues ya no creemos en supersticiones antiguas.

Mañana o pasado, Dios mediante, presentaré la visión de un colega (Dr. René Krüger), Profesor del ISEDET de Buenos Aires, sobre ese tema. Él se encargará de indicar el sentido del calendario maya, con sus diversos ciclos, uno de los cuales puede haber terminado el pasado día 21. Pues bien, para situar de una manera conveniente esos motivos, he retomado mi visión de la cosmogonía maya, tal como la expuse en mi libro Hombre y Mujer en las Religiones.


Quiero manifestar aquí mi gran respeto por la visión religiosa de los mayas, a quienes he admirado en mis visitas de estudio y de trabajo en las zonas donde vivieron antaño y siguen viviendo todavía, entres México y Guatemala (especialmente).

Siga leyendo esta postal quien se sienta interesado por la cultura maya. Espero que mi reflexión sirva para entender mejor el fin de un ciclo histórico de este gran pueblo americano, de lo que tratará el próximo día el Dr. Krüger. Quien tenga tiempo y deseo de aprender mejor el fondo religioso del tema, lea y estudie el texto base del Popol Vuh, que quiero comentar en lo que sigue. Buen fin de año para todos, sobre todo para los diversos pueblos mayas.


Introducción. Los mayas y el Popol Vuh


Los mayas habitaron por siglos (y siguen habitando) en una extensa zona de Centroamérica, especialmente en Yucatán, Chiapas, Guatemala, Belice y Honduras, y crearon grandes centros religiosos (ceremoniales) que todavía hoy admiran al visitante y estudioso. Su cultura, que había florecido sobre todo entre los siglos VIII y XII d. de Cristo, se hallaba en franca decadencia a la llegada de los españoles (a principios del siglo XVI).

La religión de los mayas presenta afinidades con la náhuatl de México, pero tiene también grandes diferencias que aquí no podemos indicar con detención. Nos limitaremos a fijar algunos temas de su cosmogonía, tal como se refleja en el Popol Vuh, libro que recoge tradiciones religiosas del grupo maya del Quiché después de la llegada de los españoles.

Parece evidente que algunos de los temas del Popol Vuh y de su cosmología pueden estar influidos por la mentalidad religiosa de los conquistadores (por la Biblia). Pero en su fondo conservan y explicitan uno de los más fuertes intentos de comprensión de la realidad que hallamos las grande cultura de nuestro mundo.



Conforme a ese relato, el hombre es palabra, el hombre es maíz: es comunicación con los dioses (palabra), es relación vital con el mundo (alimento). Así lo mostraremos en las breves anotaciones que siguen.

Popol Vuh significa el Libro del Común y, según la tradición maya, narra el comienzo y sentido de todas las cosas. No era libro escrito en el sentido actual, pues no tenían los mayas escritura verdadera, pero sus ideogramas podían contener y contienen una especie de relato base que los sacerdotes y sabios de las comunidades interpretaban de forma sagrada. Una "escritura" de ese tipo estaría al fondo de nuestro relato, recogido ya en tiempo de los españoles:

Existía el libro original, escrito antiguamente, pero su vista está oculta al investigador y al pensador. Grande era la descripción y el relato de cómo se acabó de formar todo el cielo y la tierra, cómo fue formado y repartido en cuatro partes, cómo fue señalado el cielo, fue medido y se trajo la cuerda de medir y fue extendida en el cielo y en la tierra, en los cuatro ángulos, en los cuatro rincones, cómo fue dicho por el Creador y el Formador, la Madre y el Padre de la vida, de todo lo creado, el que da la respiración y el pensamiento, la que da luz a los hijos, el que vela por la felicidad de los pueblos ,la felicidad del linaje humano, el sabio, el que medita en la bondad de todo lo que existe en el cielo,en la tierra, en los lagos y en el mar (Preámbulo pag 84) .

En el principio

Hay, como vemos un Creador y Formador que aparecen como pareja primigenia: él sostiene el pensamiento, ella da la vida; ambos se encuentran vinculados, de forma que resultan inseparables.

Posiblemente está al fondo la experiencia común de las culturas mesoamericanas: en el principio hay un Señor y una Señora, es decir, una dualidad; el origen del mundo se concibe como acción y despliegue de esa pareja primigenia. De ella nacemos, ella da sentido a todo lo que existe. Por utilizar la simbología del Génesis, podríamos decir que Dios mismo aparece como Adán y Eva; en el principio de todo se encuentra un misterioso Dios pareja.

Sobre este fondo de divinidad viene a extenderse el vacío cósmico, en experiencia que está cerca de Gen 1,1-2: y las tinieblas cubrían la superficie de las aguas. También en Popol Vuh encontramos aguas y vacío. En torno al Dios dual se extiende como círculo de abismo el gran misterio de aire y mar (de cielo y agua). No existe todavía lugar para la tierra, no hay vida vegetal, no hay animales ni personas.

- No se manifestaba la faz de la tierra.
Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión.
No había nada junto ,nada que hiciera ruido,
ni cosa alguna que se moviera,que se agitara, que hiciera ruido en el cielo.
- No había nada que estuviera en pie;
sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo.
No había nada dotado de existencia.
- Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad de la noche.
Sólo el Creador y Formador, Tepeu y Gucumatz, los Progenitores,
estaban en el agua, rodeados de claridad.
Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules. Por eso se les llama Gucumatz.
De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza.
De esta manera existía el Cielo y el Corazón del Cielo,
que ese es el nombe de Dios y así es como se llama (I,1; pág 85-86)


Difícilmente podrían decirse las cosas de forma más bella, condensada y certera. Por todas partes se extienden mar y cielo, que parecen unidos de algún modo, en calma absoluta, en pleno reposo y silencio. Este es el lugar de Dios que es (habita en) el Centro o Corazón del cielo/agua.

Corazón se le llama, porque es fuente de vida, porque envía su alimento y sangre a todo el cuerpo, conforme a una imagen que los mayas conocen bien a través de la importancia que han dado a ese órgano del cuerpo (y a la sangre) en el culto sacrificial (aunque no han desarrollado de forma consecuente el ritual de sacrificios humanos como hacen los aztecas).

En el principio y centro hallamos agua y cielo: están ahí, estaban siempre,como realidades primigenias. La tierra se despliega sólo en un segundo momento, como realidad posterior (en contra de lo que tienden a decir los mitos de occidente que emparejan al principio al cielo con el agua). En el reposo/silencio absoluto, en la pura quietud (falta de vida) están ocultos el Creador/Formador, la pareja originaria. Ellos son un corazón latente, dispuesto a ponerse en movimiento. Parecen uno y son dos , parecen dos y son uno, conforme a la constante alternancia de los símbolos dentro del relato.

La versión castellana del texto que nosotros conservamos les llama Creador y Formador y debemos respetar esa palabra, pero en el fondo son progenitores: los primeros padres de todo lo que existe. Es evidente que ellos representan el aspecto masculino y femenino de la realidad. Los nombres que se emplean para describirlos son muy significativos y condensan la más honda experiencia de las culturas mesoamericanas:



- Uno es Tepeu que significa Rey o Soberano. En él se ha condensado el poder originario, una capacidad fuerte de dominio. Por eso, el surgimiento del mundo se interpreta como consecuencia de su soberanía de señor divino.
- El otro es Gucumat o la Sepiente Alada. Se trata del mismo Qetzalcoatl de la vieja cultura tolteca, el Kukulkán de otros idiomas mayas, el rey civilizador que lleva en sí las formas y valores de todo lo que existe en cielo y tierra. Como Serpiente mora en la hondura del agua y de la tierra, es Señor de la lluvia, garante de fertilidad; como Ave de brillantes plumas representa el poder del aire y la belleza de la vida.

Están unidos el Rey Tepeu y el Pájaro/Serpiente, el principio masculino y femenino, celeste y terrestre de todo lo que existe. En ellos se contiene el germen y el sentido del conjunto de la realidad. Dice el texto que los dioses estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, los colores simbólicos que expresan el misterio y poder de Gucumatze o Quetzal el más bello de los pájaros del cielo y de la selva.

Es como si Dios fuera ante todo un abismo sorprendente de belleza, vinculado a los colores más preciados del precioso Qetzal azul y verde en sus plumajes. Al mismo tiempo el texto dice que Tepeu y Gucumatz son grandes pensadores: la creación será efecto de su sabiduría. En esa línea, el texto sabe y afirma que al principio era la palabra, interpretada en forma de consejo y conversación de la pareja divina:

- Llegó entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz , en la oscuridad, en la noche,
y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando;
se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento.
- Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban,
que cuando amaneciera debía aparecer el hombre.
- Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y lianas
y el nacimiento de la vida y la creación del hombre.
- Se dispuso así en las tinieblas y en la noche
por el Corazón del Cielo que se llama Huracán (II,1; pág 86)


Hay oscuridad en el entorno, pero los progenitores se encuentran rodeados de su propia luz, como decía el texto precedente. Esta es la luz de Dios, la primera de sus manifestaciones (como también parece suponer Gén 1,3). Pues bien, el despliegue posterior del pasaje tiende a interpretar esa luz a modo de conversación como palabra de diálogo interior: Tepeu y Gucumatz consultan, disponen, deciden en conjunto lo que han de hacer.

También el Dios de la Biblia dice hagamos para crear al ser humano (Gén 1,26), pero el verbo en plural puede tener sólo un sentido mayestático (sirve para indicar la grandeza de la palabra proclamada). En nuestro caso Dios afirma expresamente hagamos, en sentido dual: antes de toda creación o formación externa, en el mismo Corazón de Dios había surgido una palabra de consejo, de tal forma que podemos hablar de una creación compartida.

Todas las cosas importantes se deciden y realizan por medio de un consejo, como siguen sabiendo los mayas actuales. También en Dios tuvo que darse un pensamiento, en forma de conversación o palabra dialogada. Supone así nuestro pasaje que no existe pensamiento aislado, ni decisión solitaria. En el Corazón de Dios, que se llama también Huracán (=gran tormenta o torbellino fundador) hay pensamiento compartido: meditan juntos él y ella, llegando así a un acuerdo. De ese acuerdo y comunicación, como tormenta creadora (=Huracán) que brota del diálogo más hondo (=Corazón) y no como resultado de la violencia del más fuerte que se impone sobre el débil (como sucede muchas veces en el mito occidental de tipo cosmogónico), surgirá por tanto el mundo.

Hay todavía otro matiz que destaca nuestro texto. El primero de los temas de ese consejo y palabra de Dios no es el mundo en cuanto tal. En el principio de la mente (pensamiento) y creación de Dios ha brotado el mismo ser humano en cuanto dotado de palabra, como iremos descubriendo en lo que sigue. El proceso creador no empieza por el mundo para llegar al fin al ser humano entendido como realidad secundaria o derivada. Lo primero que los dioses planean y deciden, lo que buscan y desean sobre todo es que surja el ser humano: quieren un viviente que les pueda responder, un ser dotado de palabra para responderles.

Desde la oscuridad de la noche, partiendo de su propia luz convertida en palabra de conversación, los dioses han querido suscitar a otro viviente dotado de palabra. Para hacer eso posible han decidido la existencia de las cosas. Dialogan los dioses y dicen así el nombre de las cosas, de tal forma que al decirlas las suscitan, de tal forma que su misma palabra aparece como fuerza engendradora:

- ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! (Que esta agua se retire y desocupe (el espacio),
que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron.
¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra!
No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación
hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron.
- Luego fue creada la tierra por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra:
¡Tierra! dijeron, y al instante fue hecha.
Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación,
cuando surgieron del agua las montañas y al instante crecieron las montañas (I,1; pág 87)


Lo que antes era conversación interior de Tepeu y Gucumatz se vuelve así palabra externa, como voz que resuena en el vacío que se abre entre cielo y tiera (entre aire y aguas), en el abismo de la oscuridad, desde la luz interior del corazón/huracán de la pareja divina. Esa misma palabra así dicha se vuelve creación.

- El aire y las aguas no necesitan nacer: eran ya, siempre existían, como envolvente original y fondo misterioso del mismo ser divino; ellas pertenecen al misterio del principio, son como matriz de la que va a surgir toda la vida.
- La tierra en cambio nace en ese centro, suscitada por la fuerza del mismo corazón divino, con sus montes y sus valles, con sus árboles más grandes y sus útiles bejucos o lianas (como sigue diciendo el texto).

Hay concepciones míticas que parten de la tierra divina como fondo o matriz de todo lo que existe (así piensan los andinos de los que más tarde hablaremos). En nuestra perspectiva lo primero no es la tierra sino el aire y el agua abriéndose (aire arriba, agua abajo) y dejando en medio un campo hueco (una matriz) en la que puede surgir la tierra firme como el lugar más adecuado para los vivientes posteriores

Existe ya tierra, pero le falta su gloria: no tendrá grandeza hasta que pueda surgir la creatura humana... De esta forma se plantea un tema semejante al que encontramos en Gén 1,26: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Entre los dioses y los hombres existe un parentesco. Los dioses crean todo de tal forma que el mundo (surgido en el hueco que se abre entre el aire y el agua) sólo encuentra su sentido a través del ser humano. Así lo va indicando de manera intensa y bella el gran relato, centrado en eso que pudiéramos llamar su obsesión por la palabra, en tema que sigue estando cerca del relato de la Biblia (Gén 2). Pero hay una diferencia.


- Conforme a Gen 2,15-25 el ansia de palabra proviene del mismo ser humano. Adam cultiva la tierra y pone nombre a cada uno de los animales, pero no puede conversar con ellos (=carecen de palabra). Sólo cuando se distinguen el varón y la mujer llega verdaderamente la palabra de conversación. Vinculados pero distinto, Adán y Eva, pueden cultivar su vida humana, creando y compartiendo la palabra de una forma dialogada.
- Conforme al Popol Vuh los dioses tienen ya palabra, pero están ansiosos de expandirla, para así recibir la respuesta mundana de los hombres. Este es el punto de partida de la creación: no es ya Adam el que desea conversar; son los dioses los que quieren crear seres humanos para conversar con ellos.

Los dioses han creado ya a las aves y venados (ganado), dándoles lugar de habitación sobre la tierra. Pues bien, ellos desean ofrecerles también la palabra, de tal modo que les dicen: hablad, gritad, gorjead, llamad....así les fue dicho a los venados, los pájaros, leones, tigres y serpiente (I,1; pág 89). Pero ellos no pudieron responder, no fueron capaces de acoger la palabra. Dios mismo interviene:

- ¡Decid, pues, nuestros nombres;
alabadnos a nosotros, vuestra madre, vuestro padre...
Invocad al Creador, al Formador, a los Progenitores;
hablad, invocadnos, adoradnos!, les dijeron.
- Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres;
sólo chillaban, cacareaban y graznaban; no se manifestó la forma de su lenguaje,
y cada uno gritaba de manera diferente (I,2; pág 89)


Esta es la diferencia, el gran abismo que separa a los animales de los hombres: la palabra. Ella es la que vincula a los hombres con los dioses. Estamos en el centro del relato más hermoso que se puede imaginar en torno al surgimiento humano. Dios (los dioses) desean crear seres personales, hombres que reciban su voz y les respondan. Para ello han empezado a realizar varios ensayos con diversos animales, trazando así un camino que sólo puede culminar allí donde los seres creados les responden con su propia voz, con su obediencia y sacrificios.

Los dioses son muy poderosos, pero ellos no pueden imponer por fuerza su palabra ni exigir a los animales que respondan. Les invitan y esperan, en proceso repetido, tanteante. Dios mismo va ensayando, realizando así una prueba dirigida al surgimiento del hombre como ser de palabra recibida, respondida.

A Dios y a los humanos les define la palabra. En este fondo ha de entenderse todo el resto del Popol Vuh. Esperan los dioses obediencia en el sentido originario: quieren que alguien les escuche, mantenga conversación con ellos. Han intentado conseguirlo con los animales, pero ha sido imposible, pues estos no reciben su palabra ni pueden responderle. Por eso quedan convertidos en seres inferiores, sometidos, aptos para ser sacrificados por los hombres y los dioses:

- Luego quisieron probar suerte nuevamente (con otros animales);
quisieron hacer otra tentativa, y quisieron probar de nuevo a que los adoraran.
- Pero (los animales) no pudieron entender su lenguaje entre ellos mismos,
nada pudieron conseguir y nada pudieron hacer.
- Por esta razón fueron inmoladas sus carnes
y fueron condenados a ser comidos y matados
los animales que existen sobre la faz de la tierra (I, 2; pág 90)


En el fondo, la palabra se interpreta como posibilidad de adoración, es decir, de respuesta a la obra creadora. Dios les ha hecho, les ha llamado a la vida, pero los animales no pueden responderle. Por eso quedan condenados a vivir en sumisión, convertidos en comida de los hombres y los dioses (por los sacrificios). Fracasan los animales, pero los dioses siguen esperando. Se acerca la madrugada, el día del diálogo completo de la creación. Por eso, antes que brille la luz sobre esta tierra, los dioses deben intentarlo de nuevo, haciendo unos seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten... (I,2; pág 91).

No es simple gratuidad lo que les mueve; no es pura conversación lo que buscan. Los dioses quieren compañía que les sirva de provecho: hombres que sepan responder, que ofrezcan sacrificios, que mantengan el culto en los diversos santuarios.

El sacrificio es un tema casi universal, que se plantea en casi todas las culturas (e incluso en la Biblia, en textos como Gén 8,21). Parece que Dios mismo necesita de los hombres, inscribiéndose así dentro de eso que pudiéramos llamar el círculo sagrado de los servicios religiosos: ha dado la vida a los vivientes (especialmente a los hombres); por eso espera que ellos lo agradezcan, devolviéndole los dones de la tierra y de la sangre por los sacrificios.

Tras el fracaso de los animales (seres sin palabra, incpaces de ofrecer a Dios los sacrificios) ha de seguir la creación estrictamente dicha de los hombres, en gesto que requiere tres ensayos.

Ese motivo de los dos intentos fracasados, seguidos de un tercero positivo, aparece en muchas culturas y de un modo especial dentro de la misma Biblia donde el tercer día es casi siempre un signo de culminación o triunfo. Conforme a nuestro mito, el mismo Dios fracasa por dos vece. La creación no responde a sus planes, los seres humanos no logran alzarse, asumir lsu libertad, adueñarse de la palabra. Siguen en un plano animal, no le responden.

Las dos primeras creaciones van muy seguidas y son semejantes (I,2). La tercera se halla precedida por un largo excursus que narra las aventuras de dos héroes civilizadores que vencen las diversas pruebas de la vida (superan todos los peligros, derrotan a todos los posibles adversarios) hasta triunfar al fin, logrando alcanzar cometido (I,4-II,14). Aquí no podemos entrar en el sentido de esas largas pruebas, aunque debemos recordar que ellas forman parte integral de eso que pudiéramos llamar el gran riesgo de la misma creación humana Y así pasamos a los dos primeros ensayos fracasados y al al tercer intento, el valedero:

a) Primer ensayo: hombre de tierra.

Del barro de la tierra y de su aliento creó el Dios de la Biblia a los humanos (Gén 2). Del lodo de la tierra comenzaron a crearle también los dioses mayas, como ahora veremos, pero no fueron capaces de alcanzar éxito en su intento. La tierra es buena, ella es valiosa y necesaria para la existencia de los hombres, pero no resulta suficiente para sustentarles ni explicar su identidad y su palabra. Los seres humanos son mucho más que tierra; si en ella se cierran, si a ella se reducen, quedan destruidos, no pueden realizarse de verdad, ni dialogar con los dioses (ni entre ellos mismos).

- De tierra, de lodo hicieron (los dioses) la carne de los hombres.
- Pero vieron que no estaba bien porque se deshacía, estaba blando;
no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza;
la cara se le iba para un lado, tenía velada la cabeza, no podía ver hacia atrás.
- Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento.
Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener (I,2; pág 91)


El surgimiento de los seres humanos resulta difícil, la tarea que han de cumplir es arriesgada. Muchos fracasan, una parte considerable de ellos muere antes de que madure su existencia. Es lógico que al mismo Dios le haya costado crearles. Empezó como alfarero, modelando unas figuras vivientes de la tierra, pero no fue capaz de darles la vida.

El hecho de que el Dios dual haya querido modelar a los humanos del lodo de la tierra supone un parentesco y una diferencia. Es evidente que, en algún sentido, a los ojos de los mayas, somos tierra, pues de lo contrario ellos no habrían contado aquí este ensayo de humanización a partir del barro y polvo que pisamos: de la tierrra venimos, a la tierra volvemos, como dirán con mucha precisión los andinos. Pero, al mismo tiempo, somos mucho más que tierra.

El texto paralelo de Gén 2 dirá que Dios nos ha creado "infundiéndonos su aliento", expresando así el misterio peculiar de nuestra vida: somos tierra y más que tierra. Pues bien, el texto maya ha pretendido decir algo semejante al afirmar que no podemos sostenernos simplemente como tierra: lo que nos define como humanos, a partir de la palabra de Dios que recibimos y podemos responder, es el alimento trabajado, compartido. Los dioses por ahora no lo saben, deben seguir ensayando.


Para culminar su creación en forma humana, los dioses primigenios (Tepeu y Gucumatz) continúan dialogando. De esa forma buscan nuevos y más hondos principios de existencia. Otra vez han de ponerse a pensar y trabajar, probando, tanteando, y descubriendo al fin el resultado de su esfuerzo. Para eso buscan adivinos, echan suertes y se dejan aconsejar por muchos sabios (hechiceros, semidioses de su extenso panteón). De esa forma, unidos de algún modo a todo el cosmos, buscando un nuevo principio de humanización, deciden labrar a los humanos con (de) madera.

b) Segundo ensayo: hombres de madera.

De madera son los árboles que brotan y reciben su alimento de la tierra pero tienen (al menos aparentemente) más nobleza y fuerza que ella. De madera son también las estatuas que hacen escultores especializados tallan para representar a los diversos dioses. )No habrán empleado los dioses primitivos la madera para hacer a los humanos? Pasamos de esa forma del Dios alfarero al escultor que modela al ser humano como artista que se cuida de expresar su vida en una estatua. Se cruzan de esa forma dos motivos abundantes en la vida y la cultura de los pueblos:


- Por un lado, Dios suscita al ser humano en relación al bosque, como un viviente más alto que depende de los árboles para habitar y mantenerse. Le hace así habitante de la selva, pariente de venados y de fieras.

- Por otro lado, construyendo al ser humano de madera, Dios le hace más robusto y poderoso que si fuera simple tierra. Esta parece la solución más acertada, este el destino de los auténticos humanos.


Pasamos de la antropogonía telúrica (del polvo de la tierra) a la vegetal, más cercana a la existencia y propiedades de los animales. De la selva parecen brotar, en la selva encuentran su espacio vital las aves y los monos, los lagartos y las fieras. Es normal que se tome a los humanos como seres de madera, parientes por lo tanto de los árboles del bosque y de sus ramas.


- Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera.
Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra.
- Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijos, los muñecos de madera;
pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador , de su Formador,
caminaban sin rumbo y andaban a gatas.
Ya no se acordaban del Corazón del cielo y por eso cayeron en desgracia.
- Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres.
Hablaban al principio, pero su cara estaba aenjuta; sus pies sus manos no tenían consistencia...
Ya no pensaban en el Creador ni en el Formador, en los que les daban el ser y cuidaban de ellos.
Estos fueron los primeros hombres
que en gran número existieron sobre la faz de la tierra (I,2; pág 94).


La imagen resulta extraordinariamente evocativa. Por encima de la tierra están los árboles, cubriendo la gran selva o bosque infinito. En la selva hay muchos animales que se mueven en libertad; entre los árboles reptan, caminan o vuelan; de ellos se alimentan. Lógicamente, el hombre puede presentarse también como uno de ellos: es un viviente de la selva, hecho de madera, comiendo los frutos que brotan de los árboles, lo mismo que los monos que habitan en ellos.

Pero el autor del mito sabe que el ser humano es más que un simio de árbol como dirá más tarde al afirmar precisamente que los monos son los "restos" de una vieja humanidad fallida. La acción de Dios en la madera, tallando el palo bueno del gran cedro, para que surjamn así seres humanos, ha dado lugar a una obra monstruosa que se mantiene en los límites de la pura animalidad. Ha sido y sigue siendo una creación salvaje, informe y fracasada. Por eso ha comentado el relato:

Y dicen que de la descendencia de aquellos (hombres de madera, seres de selva) son los monos que existen ahora en los bosques; estos son la muestra de aquellos, porque sólo de palo fue hecha su carne por el Creador y el Formador (I,3; pág 97).


Así seríamos nosotros si nos faltara la palabra, si no hubiéramos salido de los gritos sin sentido del gran bosque, si fuéramos tan sólo unos vivientes de madera y selva. Para que existe el ser humano es necesario el cultivo de la tierra, una cultura verdaderamente humana.

A partir de ese intento fallido de humanización, que ha llevado al surgimiento de los monos de la selva (seres salvajes, parientes imperfectos de los hombres), cuenta el Popol Vuh la aventura de dos héroes civilizadores de tipo mítico que han vencido las dificultades y fundado la auténtica humanidad. Ellos representan el riesgo del camino de humanización, las grandes pruebas que han debido superarse para que al fin surja el verdadero ser humano .

No hemos nacido por casualidad, no hemos brotado como seres ya perfectos desde los inicios. Es fácil ser tierra, fácil ser pájaro o venado de la selva. Ser hombre, en cambio, es muy difícil: sólo hemos podido lograr nuestra verdad y diferencia humana al final de una gran aventura que han asumido y culminado los dos grandes dioses/héroes civilizadores, Hunahpú y Ixbalanqué. Ellos representan el principio y garantia, el sentido y permanencia del triunfo de lo humano (cf 1,4-2,14; págs 98-173)

Una vez que los dioses/héroes han superado las pruebas, queda abierto el camino para los humanos. Sabemos ya que los hombres somos vivientes arriesgados, que el proceso de la vida está erizado de peligros... pero el triunfo de los dioses/heroes garantiza y da sentido a nuestro fuerte triunfo humano.

c) Creación final: hombres de maíz.

Buena era la tierra, pero insuficiente para sustentar al ser humano. Mejor era la vida y madera de los árboles, pero tampoco ella podía mantenerles. Los dioses creadores deben encontrar algo más grande, una sustancia que explique y fundamente, que congregue y dé sentido a la existencia de los hombres. Estamos en el último momento; la noche va a acabar; es el instante decisivo de la prueba. Ahora sabremos si es que surge el ser de la palabra y la cultura, el viviente que responde y alimenta a los dioses desde el mundo con su religión y sacrificios:

Y dijeron los Progenitores, los Creadores y Formadores, que se llaman Tepeu y Gucumatz:
- Ha llegado el tiempo del amanecer, de que se termine la obra
y que aparezcan los que nos van a sustentar y nutrir,
los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados, que aparezca el hombre,
la humanidad sobre la superficie de la tierra". Así dijeron.

- Se juntaron, llegaron y celebraron consejo en la oscuridad y en la noche;luego buscaron y discutieron, y aquí reflexionaron y pensaron.
De esta manera salieron a luz claramente sus decisiones y encontraron y descubrieron lo que debía entrar en la carne del hombre
- Poco faltaba para que el sol, luna y estrellas aparecieran sobre los Creadores y Formadores.

De Paxil y Cayalá vinieron las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas.
Estos son los nombres de los animales que trajeron la comida:
el gato montés, el coyote, la cotorra y el cuervo. Estos cuatro animales
les dieron la noticia de las mazorcas amarillas y de las mazorcas blancas,les dijeron que fueran a Paxil y les enseñaron el camino de Paxil.

- Y así encontraron la comida y esta fue la que entró en la carne del hombre creado, del hombre formado; esta fue su sangre, de ésta se hizo la sangre del hombre. Así entró el maíz (en la formación del hombre) por obra de los Progenitores (3, 1; págs 174-175).


La importancia del maíz

Que el mantenimiento principal es el maíz del cual hacen diversos manjares y bebidas, y aún bebido como lo beben, les sirve de comida y bebida, y que las indias echan el maíz a remojar en cal y agua una noche antes, y que a la mañana está blando y medio cocido y de esta manera se le quita el hollejo y pezón; y que lo muelen en piedras y que de lo medio molido dan a los trabajadores, caminantes y navegantes grandes pelotas y cargas y que dura algunos meses con sólo acedarse; y que de aquello toman una pella y deslíenla en un vaso de la cáscara de una fruta que cría un árbol con el cual les proveyó Dios de vasos; y que se beben aquella sustancia y se comen lo demás y que es sabroso y de gran mantenimiento; y que de lo más molido sacan leche y la cuajan al fuego y hacen como poleadas para las mañanas y que lo beben caliente; y que en lo que sobra de las mañanas echan agua para beber en el día porque no acostumbran beber agua sola. Que también tuestan el maíz, lo muelen y deslíen en agua, que es muy fresca bebida, echándola un poco de pimienta de Indias o cacao.

Que hacen del maíz y cacao molido una manera de espuma muy sabrosa con que celebran sus fiestas y que sacan del cacao una grasa que parece mantequilla y que de esto y del maíz hacen otra bebida sabrosa y estimada; y que hacen otra bebida de la sustancia del maíz molido así crudo, que es muy fresca y sabrosa.
Que hacen pan de muchas maneras, bueno y sano, salvo que es malo de comer cuando está frío; y así pasan las indias trabajo en hacerlo dos veces al día. Que no se ha podido acertar a hacer harina que se amase como la del trigo; y que si alguna vez se hace como pan de trigo no vale nada....
No acostumbraban a comer los hombres con las mujeres ; ellos comían por sí en el suelo o cuando mucho sobre una serilla por mesa, y comen bien cuando tienen, y cuando no sufren muy bien el hambre y pasan con muy poco. Se lavan las manos y la boca después de comer (D. de Landa, Relación de las cosas del Yucatán, Historia 16, Madrid 1985, 74-75).


(Este pasaje nos permite entender la importancia del maíz en la cultura maya. Es lógico que haya sido interpretado como expresión suprema del don de Dios y sentido básico de la vida humana.

Había antes tierra, había selva con árboles; pero faltaba la comida estrictamente humana, la que se cultiva de un modo civilizado (social), la que forma el alimento diario y principal, suscitando así la carne y sangre para los humanos. De la comida nacen, por ella se definen.


El mito da a estos hombres, hechos de maíz, unos nombres honorables son hijos esclarecidos que brotan de los Progenitores divinos; son sus descendientes y familia sobre el mundo. Son al mismo tiempo vasallos civilizados, es decir, capaces de cultura. Frente a las antiguas divinidades de la tierra y bosque (que sacralizan la vida natural, salvaje), el texto diviniza aquí la forma de existencia de los labradores; son ellos los que asumen el camino arriesgado que iniciaron los héroes civilizadores; ellos son los que vencen sobre el mundo y así pueden responder a Dios con su palabra.

Ha llegado el momento fundamental y los dioses han tenido que dialogar de nuevo, indicando así el valor de la creación que ellos buscan, preparan y realizan con cuidado, en el último momento de la noche, cuando empieza el verdadero día de lo humano. Dialogan los dioses y ellos mismos son los que descubren lo que ha de ser la base de la viday carne humana, es decir, las mazorcas cultivadas de maíz.

Don de los dioses ha sido esta planta; don de esa planta (regalo del maiz) es la existencia misma de los hombres. El maíz así acogido y cultivado viene a presentarse como sacramento originario: es la mediación o lugar de encuentro fuerte, siempre renovado, entre dioses y humanos. El relato lo ha dicho con toda claridad; sólo nos queda resaltar en esquema algunos de sus elementos principales:

- El maíz es don que está ligado a los elementos primordiales del aire y del agua. Por eso puede aparecer como expresión del ser originario (del entorno sagrado de los dioses). En el hueco que han dejado aire y agua surge y madura el maíz sobre la tierra.

- El maíz es de un modo especial don de la tierra. De ellas brota, en ella se sustenta. Por eso, a través del maíz que les alimenta, los seres humanos siguen siendo de algún modo un producto de la misma tierra, manteniéndose en contacto con las fuerzas primordiales de la naturaleza.

- El maíz está cerca de la selva pero ya no es selva virgen, natural, independiente del trabajo de los hombres. Quizá pudiéramos llamarle fruto de la tierra y selva cultivada. A través del maíz se mantiene o recupera de algún modo la sacralidad de la tierra, pero no de la tierra en sí ni de sus árboles selváticos sino de aquella cultivada por el hombre.

- Los mismos animales se encuentran asociados al descubrimiento del maíz. Son conforme al texto aquellos que viven en libertad y conocen los terrenos: dos cuadrúpedos (gato, coyote) y dos aves (cotorra y cuervo). Ellos son como vigías portadores de vida para el hombre; ellos han descubierto con su propia intuición y magia animal los lugares de origen del maíz.

- El maiz se vincula también a una tierra especial llamada "Paxil". Los comentaristas antiguos la identifican con la fuente primitiva de las aguas o, mejor dicho, con el mismo paraíso. Nuestro texto nos conduce así al mismo trasfondo de Gén 2-3: los animales ofrecen compañía al ser humano, el maíz es como el árbol de la vida, en el lugar de origen de las aguas que recibe el nombre de Paxil o paraíso.
- El maíz va acompañado finalmente de otras plantas también comestibles (zapotes, cacao...). La vida humana nace de la abundancia de la tierra y el cultivo. Los mayas no son cazadores ni pastores. El mito les presenta básicamente como agricultores del maíz sagrado .


Pan de maíz, eucaristía cristiana

Interpreto aquí el maíz como sagrado porque es fuente y signo primordial de vida para los humanos, de manera que podemos presentarlo como materia y forma (expresión y contenido) de la eucaristía maya:

- El pan o eucaristía de Jesús es para los cristianos símbolo de unidad o comunión universal: es don y presencia de Dios, fruto de la tierra y del trabajo compartido de los hombres, expresión y medio de encuentro interhumano, compromiso de vinculación eclesial etc... Pero, siendo todo eso, el pan eucarístico es para los cristianos signo y clave la historia de Jesús: es la expresión de su mensaje, el signo concreto del sentido de su muerte.

- El maíz de Dios tiene para los mayas parecida importancia estructural, pero carece del sentido histórico (moral, mesiánico) del pan de Cristo. Para los mayas, todo maíz es sagrado por el hecho de hacerse alimento de los hombres y no sólo por hallarse consagrado en una liturgia especial que recuerda la muerte histórica de un hombre como el Cristo.


El maíz de los mayas nos sitúa en el centro de la sacralidad cósmica (es sagrado el don de Dios en la naturaleza) y de la sacralidad cultural (es divino aquello que los hombres cultivan, en gesto que les une sobre el mundo).Todo maíz es sacramento tanto por su origen (Dios lo ha dado), como por su referencia a la vida del cosmos (tierra y agua, vegetación y aire) y por su relación con el trabajo social de los hombres (del maíz nacen, por el cultivo del maíz se unen, formando un pueblo). Pero dejemos las consideraciones generales, volvamos al texto:

- Esto hicieron los Progenitores, Tepeu y Gucumatz, así llamado.
A continuación entraron en pláticas
acerca de la creación y la formación de nuestra primera madre y padre.
- De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne;
de masa de maiz se hicieron los brazos y las piernas del hombre.
Unicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres,
los cuatro hombres que fueron creados (III, 1; pág 176)


De maíz se hizo la vida de los primeros hombres, no de aliento de Dios y barro de la tierra como en Gen 2-3. No tuvieron padre, no tuvieron madre... Fueron creados del maíz. Del mismo maíz surgieron sus esposas. Ellas y ellos son signo viviente de eso que podemos llamar vinculación originaria del ser humano con la vida vegetal (planta) y con el trabajo agrícola productor de la comida.

Los dioses han querido comunicarse, suscitando para ello unos seres capaces de hablar y responderles, de ofrecerles sacrificios. Pues bien, la comunicación humana resulta inseparable de la comida concreta: del maíz gratuito y trabajado, cósmico y humano que todo lo vincula. Este es el dios concreto, este el capital interpretado como medio de comunicación universal, en grabajo compartido, en economía grupal, en comida.
Quizá podamos decir que entre hombres y dioses hay algo en común: el cultivo y alimento del maíz. Es evidente que este maíz divino y cultivado que forma la carne y sangre de los hombres aparece aquí como realidad sagrada. Quizá pudiéramos decir que a través del maíz los mismos dioses se vuelven comida de los hombres, en una especie de gran movimiento sacral. Ellos han hecho a los hombres dándoles maíz, es decir, alimento de la tierra, cultivado en común y compartido. Lógicamente, los hombres tienen que devolver a los dioses su "alimento sagrado" a través de sacrificios y ritos, centrados también en el maíz, entendido como capital y riqueza universal de los humanos.

d) Conclusión: varones y mujeres.

Al llegar aquí el mito ofrece ciertas vacilaciones que resultan significativas y que deberían estudiarse con mayor cuidado. Aquí sólo podemos evocarlas. Al principio, quizá por influjo de la primera pareja divina (Tepeu y Gucumatz) se dice que surgieron nuestra primera madre y padre (3,1; pág 176). Brotan pues unidos mujer y varón, con prioridad de lo femenino. Pero después el texto supone que entonces sólo había cuatro hombres varones poderosos, capaces de adueñarse de todo el universo; sólo en un segundo momento aparecen las mujeres:

- Estos son los nombres de los primeros hombres: Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah, Iqui-Balam. Eran "hombres buenos y hermosos y su figura era figura de varón". Fueron inteligentes, conocían todo, penetraron en los cuatro puntos cardinales de la bóveda del cielo y del espacio plano de la tierra, de tal modo que su mismo poderío les hizo peligrosos. Eran fuertes y corrían el riesgo de alcanzarlo todo, encerrándose en sí mismos, pues no necesitaban descendencia: les bastaba aquello que tenían. Para evitar ese peligro, los mismos progenitores (Tepeu y Gucumatz) velaron su entendimiento y destruyeron el poder de su sabiduría (3,2; pág 176-179).

- Entonces existieron también sus esposas y fueron hechas sus mujeres. Y así durante el sueño llegaron, verdaderamente hermosas: Cahá-Paluna, Chomihá, Tzununihá y Caquisahá. Ellas engendraron a los hombres, "a las tribus pequeñas y a las tribus grandes, y fueron el origen de nosotros, la gente del Quiché" (3,3; pág 179-180). Sólo ahora, al fin del largo relato, encontramos verdadera vida humana y el autor del mito puede referirse a sí mismo (a su pueblo) con el nombre de nosotros.


En el principio estaban por tanto los varones, pero interpretados de una forma ambigua. Por un lado son hermosos y fuertes. Pero, mirados de un modo más preciso, ellos no aparecen verdaderamente todavía como humanos: son un tipo de superhombres de gran conocimiento y poder. Lo tienen todo, pero les falta la debilidad del amor vinculada a la generación (a la mujer):

- Estos grandes varones que todo lo conocen y pueden se hallan cerca del Prometeo griego o de ciertas visiones judías de un Adán perfecto. Son cuatro (representan los puntos cardinales) y lo alcanzan todo con su conocimiento y poder.
- Quizá debamos añadir que en sentido estricto, estos cuatro varones no se pueden llamar todavía humanos. Ellos son la expresión de un poder que absolutizándose a sí mismo destruye sus límites, se destruye a sí mismo.


Por eso ha sido bueno que surjan las mujeres a su lado como expresión de la debilidad y del gozo humano. Para que ellas nazcan es preciso que los hombres pierdan su poder, aceptando su limitación, el límite más hondo de la muerte. Las mujeres son el signo supremo de la ambivalencia humana, de nuestra debilidad y nuestra riqueza:

- Por una parte, ellas, las mujeres, son expresión de la suprema debilidad. Sólo aparecen allí donde el ser humano acepta sus límites, reconociendo su fragilidad, su muerte. Aquella que da origen a la vida en medio de la fragilidad: eso es la mujer dentro de lo humano.
- Pero ellas son, al mismo tiempo, la expresión más honda del gozo de la vida. Los varones pierden la "omnipotencia" anterior (su conocimiento prometeico), pero se gozan pues con ello pueden recibir a sus mujeres. Allí estaban sus mujeres cuando despertaron (los varones) y al instante se llenaron de alegría sus corazones a causa de sus esposas (2,3; pág 179).


Es evidente que el texto se puede leer de varias formas. Algunos acentuarán el aspecto de caida y dirán que la misma mujer es el "pecado original", un signo de ruptura y debilidad para los varones. Pero otros podrán destacar y con más razón el aspecto de culminación: entre los ensayos del camino de humanización este ha sido quizá el más peligroso: los hombres del maiz, entendidos como varones, podrían haber acabado haciendo un mundo de poder inhumano, desligado de la generación, es decir, del proceso concreto de la vida. Sólo las mujeres pueden culminar al ser humano, haciendo que los varones reconozcan su limitación y su grandeza verdadera.

Las mujeres las que explicitan los dos máximos valores de la vida humana. Conforme al mito, ellas están vinculadas a la procreación (es decir, al don de la vida que se expande) y a la alegría del encuentro humano. Así acaba verdaderamente la antropogonía, conforme al relato del Popol Vuh; : su autor asume el gozo de la vida que se multiplica, gozo expresado en los diversos pueblos del Quiché.
Sólo ahora se ha expresado y expandido aquello que se hallaba en el Corazón del Cielo, es decir, la vida dual de Tepeu y Gucumatz, del creador y formador, que son el Padre y Madre originarios. Una humanidad de potencia sólo masculina hubiera sido monstruosa; hubiera carecido de sentido. La verdadera humanidad que brota del maíz como expresión de Dios ha de ser masculina y femenina. Las cuatro primeras parejas reflejan y explicitan sobre el mundo el sentido original de lo divino, en un camino de generación vinculado con la muerte.

Cuando esto queda firme empieza ya la historia y el mito se convierte en relato de los orígenes y peripecias de los diversos pueblos que han ido surgiendo en el mundo. Es evidente que el texto se vuelve etiología concreta: de la primera pareja (interpretada luego como cuatro parejas) pueden brotar y han brotado los humanos del Quiché.

Ciertamente, somos más que tierra, más que unos simples salvajes nacidos de la madera o los árboles del bosque. Del maíz hemos nacido; en el maíz se centra y cobra sentido sagrado nuestra vida, en comunión con lo divino. Pero también somos más que humanidad puramente masculina que busca el poder absoluto (el imperio del conocimiento total). Somos varón y mujer, vida frágil que expresa sobre el tiempo (en forma de tiempo) el sentido radical de lo divino.



Excurso. Hacer ídolos

Una de las cosas que estos pobres tenían por más ardua y dificultosa era hacer ídolos de palo, a lo cual llamaban hacer dioses...Los que querían hacerlos consultaban primero al sacerdote tomando su consejo iban al oficial de ellos, y dicen que siempre se excusaban los oficiales porque temían que ellos o alguno de sus casas se habían de morir o venirles enfermedades de muerte. Si aceptaban, los chaces (sacerdotes ayudantes) que para esto también elegían, y el sacerdote y el oficial comenzaban sus ayunos. En tanto que ellos ayunaban, aquel cuyos eran los ídolos, iba o enviaba al monte por la madera que era siempre de cedro. Venida la madera, hacían una casilla de paja, cercada, donde la metían y una tinaja para echar a los ídolos y allí tenerlos tapados según los fuesen haciendo. Metían incienso para quemarle a cuatro demonios llamados Acantunes, que ponían a las cuatro partes del mundo. Metían con qué sajarse o sacarse sangre de las orejas y la herramienta para labrar los negros dioses, cortándose a menudo las orejas y untando con la sangre aquellos demonios y quemándoles su incienso y así perseveraban hasta acabar, dándoles de comer lo necesario. Y no habían de conocer a sus mujeres ni por pienso, ni aun llegar a nadie a aquel lugar donde estaban. (D. de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, Historia 16, Madrid 1985, 143-144.


Claramente muestra este pasaje el sentido sagrado de la creación de ídolos a partir de la madera. Es necesario el sacrificio (ayuno, sangre) de los sacerdotes y artesanos. Todos ellos deben volver de alguna forma a las condiciones iniciales del surgimiento cósmico: han de estar bajo la protección de los demonios (dioses) de los puntos cardinales, aislados en una choza o casa construida para este fin.

Los hombres artesanos pueden crear dioses de madera, en gesto ritual importante. Los dioses en cambio no pueden crear hombres verdaderos a partir de la madera, pues ellos no reciben la palabra, no responden, como muestra el Popul Vuh que estudiamos en el texto. Este pasaje del Obispo Landa ha sido evocado también por J.E. S.Thompson, Historia y religión de los Mayas, Siglo XXI, México 1991, 234-239



Bibliografía.

Texto básico: Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché, FCE, México 1984. Hay más ediciones del libro, como la de C. Sáenz de S.M., Popol Vuh, Historia 16, Madrid 1989.

Otros textos mayas en D. Sodi, La literatura de los mayas, J. Mortiz, México 1983; A. Barrera (ed.), El libro de los libros de Chilam Balam, Ed. Dante, México 1989.

Texto clásico sobre el antiguo pueblo maya: D. de Landa, Relación de las cosas de Yucatán (1566), Historia 16, Madrid 1984.

Bibliografía secundaria:
M.D.Coe, Los mayas. Incógnitas y realidades, Diana, México 1990;
N. Megged, El universo del Ppol Vuh. Análisis histórico, psicológico y filosófico del mito quiché, Diana, México 1991;
P. Peniche Rivero, Sacerdotes y comerciantes. El poder de los mayas e itzaes de Yucatán en los siglos VII a XVI, FCE, México 1990;
J. E. S. Thompson, Grandeza y decadencia de los mayas, FCE, México 1992; Id. , Historia y religión de los mayas, Siglo XXI, México/Madrid 1991.
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