Jesús 1. Cuestionario sobre Jesucristo

1. ¿Existió realmente Jesús? Porque negarlo nos plantearía la imposible tarea de explicar un cristianismo sin la existencia de Jesús.
Realmente, existió. Algunos pocos estudiosos han querido explicar el cristianismo sin la existencia histórica de Jesús, diciendo que él es sólo una decantación dogmática de mitos romanos, judíos o egipcios. Pero, a mi juicio, no lo han explicado. Todos los datos de la historia nos hacen pensar que él existió de hecho, en los primeros años de la era cristiana. En el fondo, no se trata de explicar el cristianismo sino de algo anterior, de ser coherente con los hechos. Con existencia o sin existencia histórica de Jesús, el cristianismo es un fenómeno enigmático, sorprendente.
Para usted ¿quien era Jesús?
Varias cosas. Un judío galileo, un profeta escatológico (que anunciaba y preparaba la llegada del fin de esta historia), un exorcista o carismático, un narrador de parábolas y, sobre todo, alguien que estaba convencido de que Dios le había encargado la tarea de instaurar su Reino, en la línea de las profecías y esperanzas judías. Personalmente, yo puedo creer y como cristiano creo que eso último (que Dios le había confiado la tarea de instaurar su Reino) era verdad; pero lo no puedo demostrarlo. Otros pueden creer que Jesús anunció el Reino de Dios y murió por anunciarlo pero que, en realidad, estaba equivocado, como otros pretendientes mesiánicos de entonces, de los que habla con extensión Flavio Josefo, pues el Reino no vino. Pueden decir que Jesús era un gran hombre, pero que en el fondo estaba equivocado, como todos los que, hasta el momento actual han anunciado y han querido instaurar el Reino de Dios sobre la tierra.
¿Sabía Jesús quién era?
¡Claro que sí! Un hombre que no sabe quien es no puede decir ni hacer las cosas que él decía y hacía. Él se sabía enviado de Dios y estaba convencido del valor de su tarea (como lo estaban otros profetas mesiánicos de su tiempo). Pensaba además que Dios le había ofrecido el encargo de anunciar y de iniciar el Reino desde los marginados de Israel. El problema es, como he dicho, si esa conciencia mesiánica de Jesús era verdadero (respondía a un encargo de Dios) o si, en el fondo, él estaba equivocado, siendo sincero, sin querer engañar a nadie.
Evidentemente, dicho eso, debo añadir que no se pueden proyectar a la conciencia de Jesús unas afirmaciones dogmáticas y/o simbólicas de la Iglesia posterior. Jesús no pensaba “yo soy el Hijo eterno de Dios”, “yo soy la segunda perdona de la Santísima Trinidad”. Eso hubiera sido absurdo. Pero a partir de lo que Jesús pensaba, decía y hacía, los cristianos posteriores han podido formular de esa manea (con otro lenguaje) esas afirmaciones sobre la identidad de Jesús (Hijo eterno, de la naturaleza del Padre etc.), partiendo del mismo evangelio de Juan. Tampoco se trata aquí, por principio, de engañar, sino de decir en otra claves aquello que estaba (que podía estar) en el fondo de la vida y de la muerte de Jesús..
¿Estaba Jesús casado, soltero? ¿Cuál fue su relación con María Magdalena?
No tenemos certeza absoluta de su estado civil. Pero, dada la enorme importancia que la familia de Jesús tendrá para Iglesia posterior (con Santiago, su hermano, como líder de la comunidad de Jerusalén) resulta inverosímil pensar que él pudiera haber tenido una mujer sin que ello se supiera; es también inverosímil suponer que pudiera haber tenido unos hijos sin que ello hubiera sido recogido en las tradiciones posteriores, donde hallamos muchos datos sobre su familia. En aquel contexto, propenso a un tipo de “califato” eclesial, la existencia de una esposa y de unos hijos de Jesús hubiera tenido mucha importancia y hubiera dejado huellas muy claras en la tradición (una tradición que, en conjunto, no estaba aún marcada por un tipo de espiritualismo supra-sexual o supra-familiar, sino todo lo contrario).
Estoy convencido de que Jesús era célibe (no por rechazo del matrimonio o de las relaciones afectivas), sino por las mismas características de su vida y mensaje (en la línea de algunos personajes célibes del Antiguo Testamento). Pero, al mismo tiempo, los evangelios le presentan rodeado de amigos y amigas. Es muy posible que hubiera tenido una afinidad o relación especial con Magdalena. Pero esa relación no puede interpretarse en forma de matrimonio, pues ello se hubiera sabido. Lo que dice algunos apócrifos (como el Evangelio de Felipe) sobre el posible matrimonio de Jesús y Magdalena ha de entenderse desde la perspectiva gnóstica, que es precisamente contraria a las relaciones sexuales y que interpreta el matrimonio de un modo simbólico, no corporal. Quienes han deducido del Evangelio de Felipe que Jesús y Magdalena estaban casados en sentido físico no saben entender los textos.
Muchos estudiosos afirman que Jesús fue condenado a muerte por la autoridad romana por delito de sedición. Y que la responsabilidad de los judíos en esta muerte es una leyenda creada por los cristianos y recogida insistentemente en los textos canónicos.
El tema es complejo. La inmensa mayoría de los exegetas y estudiosos, católicos o no, saben y dicen que Jesús fe condenado a muerte por el Procurador Romano, bajo acusación “política”, como pretendiente mesiánico, es decir, como Rey de los Judíos (según marca el letrero de la cruz). Pero la mayoría añaden, también, que los sumos sacerdotes de Jerusalén, que se veían amenazados por Jesús,.colaboraron con Pilato. Las relaciones entre Pilato (Gobernador Romano) y Caifás (Sumo Sacerdote del Templo) eran muy fluidas en aquel momento. Pero eso no significa que “los judíos” como tales fueron responsables de la muerte de Jesús no es sólo una falsedad, sino una mentira, pues los sacerdotes no eran “todo el judaísmo”, ni la parte más significativa, sino que eran criticados e incluso rechazados por grandes capas del judaísmo del tiempo de Jesús.
Por otra parte, los evangelios canónicos han querido interpretar la muerte de Jesús desde la perspectiva del conflicto que, en el tiempo en que fueron escritos (entre el 70 y el 100 d. C.), existía entre judíos “mesiánicos” (cristianos) y otros tipos de “judíos no mesiánicos” (como los fariseos), que serán los que más tarde (en la segunda mitad del siglo II d.C.) desembocarán en el rabinismo posterior, que ha triunfado y ha pervivido hasta el momento actual. En el momento en que se escriben los evangelio todos los judíos, de manera que el conflicto que desemboca y se expresa en la muerte de Jesús ha de entenderse como enfrentamiento entre varios tipos de judíos. Sólo más tarde, a partir de la segunda mitad del siglo III después de Cristo, ese conflicto se interpreta como enfrentamiento entre cristianos (que ya no se consideran judíos) y judíos (entre los cuales no se cuentan ya los cristianos)
Eso significa que debemos replantear la historia de los orígenes del cristianismo y de su relación con el judaísmo. Dejando ahora de lado a los romanos, podemos decir que en el fondo de la muerte de Jesús vino a expresarse un conflicto intrajudío, como el que se dio, por ejemplo, en el tiempo de las luchas de los macabeos. Para decirlo con tras palabra, tanto Jesús como como Pablo (lo mismo que Magdalena o Santiago) murieron pensando que ellos eran auténticos judíos.
Hay una época de Jesús que no se sabe nada de ella. Unos dicen que estuvo en India...
Creo que Jesús no pudo estar en la India (a no ser simbólicamente). En aquel tiempo, para un campesino como Jesús, un viaje a la India resltaba irrealizable. El evangelio de Mateo (Mt 2) supone que estuvo de niño en Egipto, pero ese dato parece simbólico y teológico. Por otra parte, sobre esos “años oscuros de Jesús” sabemos bastante, mucho más de lo que suele creerse. Sabemos, por ejemplo, estas cosas:
(a) Jesús perteneció a una familia judía muy observante y alguno de sus hermanos (Santiago) aparecerá más tarde como buen conocedor de la “Ley”. Eso significa que en su contexto familiar debían conocerse y cultivarse bien las tradiciones israelitas e incluso unas “mesiánicas”, pues él parece haber sido un “nazoreo”, es decir, un judío consciente de su vinculación con David.
(b) Todo nos permite suponer que José, el padre de Jesús, era un nacionalista judío (cf. Lc 4, 22).
(c) Jesús fue un “tekton” e hijo de tekton, es decir, un artesano (cf Mc 6, 3). Esto significa que pertenecía a la clase campesina de aquellos que habían perdido la tierras en los últimos años, viniendo así a integrarse en una clase de trabajadores eventuales pobres; más que estudios fue un obrero. (d) Jesús fue discípulo de Juan Bautista, que pudo haber tenido alguna relación con los esenios, aunque parece que no era esenio en un sentido estricto.
¿Qué paso en la última cena?
Debió ser una cena de ratificación mesiánica. Jesús había subido a Jerusalén para “instaurar” el Reino o, mejor dicho, con la esperanza de que Dios instauraría el Reino. Quizá se puede afirmar que vino para “forzar” a Dios, y así lo muestran sus dos signos principales, que han de entenderse en un sentido histórico: entró en la ciudad como un rey, aunque montado en un asno y sin ejército; entró en el templo para decir con un gesto que su función había terminado. Así vino, de un modo provocador, como si quisiera forzar los acontecimiento, diciendo a Pilato que él (Jesús) era rey y diciendo a los sacerdotes que su función (de ellos) había terminado, pues el templo que ellos presidían no era lugar de presencia de Dios (no pertenecía al Reino de Dios).
Jesús forzó las cosas en Jerusalén, como las “forzaron” otros profetas mesiánicos (poniéndose junto al Jordán, hasta que se abriera, o ante las murallas de Jerusalén, hasta que cayera), siendo perseguidos por la autoridad romana. Jesús también forzó las cosas, elevando su reto en Jerusalén, de un modo no violento, pero muy provocador, diciendo que llegaba un reino distinto y que la función del templo había terminado. Lógicamente, que hubiera actuado de esa forma sabía que su suerte estaba echada: o respondía Dios o respondían los romanos y los sacerdotes (o ambas cosas a la vez).
Eso es lo que Jesús quiso decir y dijo a sus discípulos en la cena, sabiendo, como he dicho, que su suerte estaba echada. No vino a repetir la antigua pascua judía (con cordero sagrado del templo), sino a proclamar la nueva pascua, el nuevo paso de Dios, y de esa forma ofreció a sus discípulos y amigos una copa de vino diciéndoles que la próxima sería ya en el reino de Dios (cf. Mc 14, 25). Estoy, además, convencido de que esa fue una cena de “rupturas”.
Jesús estaba dispuesto a seguir adelante, aunque le mataran, pero algunos de sus discípulos no estaban, de manera que le abandonaron, convirtiendo aquella cena en momento de ruptura y “traición” (aunque quizá sea mejor hablar de división de opiniones). Jesús siguió adelante, esperando la intervención de Dios y sus discípulos le dejaron. Eso explica que la mataran sólo a él y no a él con sus discípulos.
¿Cómo se explica la resurrección de Jesús?
Los discípulos, que (al menos los varones) habían abandonado a Jesús, dejándole morir a sola, sólo a él (cuando todos habían sido responsables de su intento de Reino), mantuvieron, sin embargo, su recuerdo y lo recrearon, a través de un sorprendente proceso de “duelo”, en el que algunos de ellos (partiendo de unas mujeres como Magdalena) tuvieron la “experiencia” de que él estaba vivo. En un sentido, esa experiencia puede explicarse como “alucinación afectiva”, vinculada también, probablemente, al hecho de que no pudieron encontrar su tumba y venerarle en ella. Jesús fue un muerto sin tumba. Su memoria fue la memoria de alguien muy especial, que había proclamado e iniciado la llegada del Reino de Dios y que, sin embargo, había sido asesinado sin dejar tras sí ni siquiera un cadáver.
Pues bien, en este contexto, algunos de sus discípulos, en especial entre aquellos que al final le habían traicionado, tuvieron la certeza de que él estaba vivo y así le sintieron, en una serie de fenómenos de transformación personal.
(a) En un sentido, todo lo que entonces pasó, puede y debe explicarse en un sentido humano (psicológico, afectivo), como un proceso de identificación personal con el Jesús muerto, como una experiencia de presencia radical y nueva de Jesús (de su proyecto de Reino) en medio de aquellos que le habían traicionado. Ellos tuvieron la certeza de que Jesús estaba vivo y de que les llamaba otra vez, con más profundidad, para retomar su movimiento, y así lo hicieron, iniciando la andadura de lo que será la Iglesia.
(b) Aquellos primeros cristianos (y los que aceptaron su testimonio) estaban convencidos de que Dios había “resucitado” a Jesús y de que el mismo Jesús se les había manifestado y les acompañaba e impulsaba en su tarea de retomar y expandir su movimiento. Estaban convencidos de ello, no quisieran engañar a nadie. (c) Evidentemente, aquellos que no acepten la experiencia de Jesús como manifestación de Dios ni crean en su resurrección podrán decir (¡tendrán que decir!) que todo lo que allí pasó fue un fenómeno alucinatorio, bello quizá, pero falso. Externamente hablando, hubo sin duda algún tipo de alucinación. Pero, en realidad, lo que importa, lo que define la historia cristiana es saber si en el fondo de esa “nueva alucinación” estaba actuando Dios, se estaba manifestando su Reino o si, en realidad, todo era un engaño, un engaño posiblemente bello, pero sin apoyo en la realidad; antes y después de la muerte de Jesús, todo habría seguido lo mismo.
¿Admitirá alguna vez la Iglesia católica la figura de Jesús como hombre?
Ésta es una pregunta ambigua. La Iglesia católica tiene que aceptar la figura de Jesús como hombre, porque así lo declara el concilio de Calcedonia (año 451), cuando dice que Jesús fue “Dios y hombre verdadero”. El problema no es aceptar a Jesús como hombre, sino el tipo de humanidad o de historia humana que tuvo Jesús. Se puede decir que, en un sentido, ciertos estamentos de la Iglesia Católica tienen un poco de miedo ante el conocimiento de la historia humana de Jesús. Pero no podemos olvidar que ha sido la iglesia cristiana, sobre todo en su rama protestante, pero también en la católica, la que a lo largo de dos siglos ha estudiado la figura humana de Jesús de un modo radical.
Que yo sepa, nunca, ninguna institución ha estudiado una figura histórica como los cristianos (sobre todo los germanos y anglosajones de los siglos XIX-XX) han estudiado la figura de Jesús. Pero hay todavía discusiones sobre el alcance del estudio de esa historia, como han mostrado, por ejemplo, entre nosotros, las discusiones suscitadas por los libros de Joseph Ratzinger y de J. A. Pagola. Somos bastantes los que hemos tratado con gran libertad sobre el tema, dentro de la iglesia católica.
¿Jesús fundó una iglesia o fueron los discípulos quienes la fundaron?
Ésta es una pregunta que, así planteas, no puede responder. Es evidente que Jesús no fundo la Iglesia, tal como nosotros la entendemos hoy, sino que inició un movimiento de Reino. Tampoco sus primeros discípulos crearon una iglesia como la actual, separada del judaísmo, con sus organizaciones propias y sus posibles dogmas; como he dicho ya, tanto Pablo como Pedro murieron pensando que su movimiento mesiánico formaba parte de la historia de judaísmo.
La Iglesia actual, ya desligada del judaísmo, es el resultado de casi un siglo de historia, que nace con la vida y muerte de Jesús, pero que se consolidad a través de una serie de acontecimientos y decisiones ejemplares: la primera comunidad de Jerusalén, la apertura de los helenistas, la misión de Pablo, la redacción de los evangelios etc. Sólo en la primera mitad del siglo II se puede hablar de Iglesia propiamente dicha. Por eso, en un sentido, se puede y se debe afirmar que la Iglesia la fundó Jesús. Pero, en otro sentido, hay que responder que responder que la Iglesia la fundaron los discípulos de Jesús.
También aquí se pueden dar y se dan dos interpretaciones.
(a) Algunos investigadores han afirmado y siguen afirmando que el surgimiento y, sobre todo, el desarrollo y fijación de la Gran Iglesia en el siglo II d.C. es un fenómeno cultural muy complejo, que no responde a la intención básica de Jesús, ni recoge las claves básicas de su movimiento.
(b) Otros, en cambio, pueden decir (y decimos) que ese despliegue de la Iglesia recoge la intención fundamental de Jesús, de manera que podemos afirmar que ha sido él (Jesús) quien la ha fundado, básicamente, y quien la sigue manteniendo, por obra del Espíritu de Dios. Pero es claro que aquí nos hallamos ante una afirmación “dogmática", que no va en contra de la historia, pero que no se puede probar tampoco por métodos históricos puramente científicos. Además, la forma de entender esa iglesia de Jesús (tal como ha sido ha sido fijada por sus discípulos a lo largo de todo el siglo I y de comienzos del II d.C.) varía según las diversas confesiones cristianas (católicos, protestantes, ortodoxos). Somos muchos los que estamos trabajando actualmente sobre el origen y sentido de la primera iglesia, y por ahora nuestra opiniones no son del todo idénticas.
¿Cómo decir que Jesucristo es el único hijo de Dios en el diálogo con otras religiones?
Éste es un tema abierto a debate entre diversos tipos de cristianos (y entre cristianos y no cristianos). Es un tema nuevo, que había sido planteado al comienzo de la historia de la teología (cuando muchos identificaron a Jesús, Hijo de Dios, con el Logos del pensamiento religioso griego), pero que después había sido silenciado, pues se había pensado que el cristianismo era una religión absoluta, válida en sí misma, sin necesidad de dialogar con otras religiones. Pero, en la actualidad, el tema ha vuelto plantearse con gran fuerza. No existen todavía soluciones mayoritarias, pues estamos en el centro de un gran debate, de un gran diálogo de religiones.
Somos muchos los que pensamos que, en un sentido, se puede afirmar que Jesús es “el hijo único de Dios”, pero afirmando que hay otros hijos de Dios, otros caminos de revelación de lo divino. Éste es un tema complejo, pues, por una parte, no todo da lo mismo (no es igual ser budista que cristiano, musulmán que judío o taoísta), y por otra parte todas las religiones pueden ser y son manifestaciones del único Dios, una expresión del sentido divino del ser humano (a quien, en lenguaje cristiano, con Jesús y/o por Jesús, podemos llamar Hijo de Dios).
Pero con esto planteamos temas que debían precisarse con mucho más cuidado. Por eso los dejamos así, sin profundizar por ahora en ellos.