Jesús y los pobres. 3 Iglesia pobre, las riquezas de la Iglesia

Los blogs anteriores han tratado de Jesús y los pobres, desde la perspectiva del Nuevo Testamento, en línea exegética. Ahora quiero ampliar y aplicar el tema a la Iglesia, proponiendo dos tesis básicas. (1) Jesús o la Iglesia en cuanto tal no tienen (¡no deben tener!) ninguna posesión económica. (2) Pero esa misma Iglesia pobre ha de generar un entorno lleno de riquezas (de bienes compartidos) al servicio de los pobres. Éste es el núcleo del tema que expongo en tres puntos: Jesús, Iglesia primitiva, Iglesia actual

No he querido desarrollar el tema de forma sistemática, pues ya lo hice en un libro titulado Sistema, libertad, Iglesia (Trotta, Madrid 2001). El tema ofrece, además, muchos matices que deben precisarse en cada casa. Pero sus principios me parece claros: (a) Por un lado, la Iglesia ha de ser un lugar de suma pobreza. (b) Por otro lado, la Iglesia ha de ser fuente de riquezas y servicios a favor de los creyentes y de los necesitados.

1. Jesús y la pobreza

La relación de Jesús con la pobreza es múltiple y paradójica, de manera que resulta difícil resumirla en unos rasgos. Pero podemos afirmar y afirmamos que Jesús fue pobre y que, sin embargo (¡precisamente por eso!) pudo enriquecer a muchos.

1. Jesús, el pobre por excelencia. El proyecto de Reino de Jesús no se instaura a través de unos bienes económicos. Cuando le hablan del impuesto, él “pide una moneda”, no la tiene (Mc 12, 15-16). Cuando el joven rico le quiere seguir y parece que quiere ofrecerle dinero, Jesús le pide que entre todos sus bienes a los pobres, no a la comunidad… (Mc 10, 21); no quiere nada para sí, no se queda con nada. Y, sin embargo, no teniendo nada, Jesús promete el “ciento por uno” a los que lo dejan todo, de manera que su pobreza y la pobreza de sus seguidores ha de entenderse en forma de desprendimiento al servicio de la solidaridad, de la vida compartida.(cf. Mc 10, 29-30).

Parece que Jesús buscó un tipo de “pacto” (de comunicación) entre unos itinerantes/mendigos (que no tenían nada) y unos sedentarios (que tenían casa y ciertos bienes). De esa manera, sin tner nada (sin contar con ningún capital), Jesús promovió un movimiento de solidaridad campesina en Galilea, haciendo que los pobres-itinerantes fueran portadores de evangelio (anuncian el Reino, curan) y suponiendo que los “sedentarios” (campesinos algo más ricos) van a recibirles en sus casas. Este pacto entre pobres que ofrecen evangelio y poseedores que les reciben en sus casas está en la raíz del movimiento de Jesús. Éste es un pacto de amor y de solidaridad humana. De esa manera, no teniendo nada, Jesús aparece como promotor de un movimiento de solidaridad que trasforma el orden económico y social de su entorno (a partir de sus seguidores).

2. La iglesia primitiva ha planteado el tema del dinero de Jesús y sus discípulos. Da la impresión de que los mismos itinerantes de Jesús llegaron a tener una “bolsa común”, que no forma parte del proyecto del Reino, pero que hace posible que los discípulos se alimenten y alimentes a otros. Los “apóstoles y discípulos” no viven sólo a merced de la “acogida inmediata” de los demás, sino que administran ciertos bienes. Así aparece en las “multiplicaciones”, en las que se supone que los discípulos tienen algo de comida que pueden compartir con los que vienen sin comida (cf. Mc 6, 38). Jesús crea un movimiento de vida compartida, no de pura miseria.

Pero, al mismo tiempo, la tradición evangélica sabe que Jesús ha sido traicionado por dinero. La tradición cristiana ha supuesto a Jesús le entregaron por motivos económicos (treinta monedas). La relación de Judas con el dinero se va intensificando a medida que avanza la tradición evangélica: En Marcos son los sacerdotes los que le ofrecen dinero (Mc 14, 11; cf. Lc 22, 3); según Mateo lo pide él mismo (Mt 26, 14). Por su parte, Jn 12, 6; 13, 29 supone que era el “ecónomo” del grupo: tenía la bolsa común y robaba. De esto habría que tratar de manera mucho más precisa, pero hay una cosa que queda clara: los mismos bienes, que podían estar al servicio de la comunicación y de la ayuda a los pobres, han venido a convertirse en principio de discordia y de lucha en contra del evangelio. Eso significa que hay que unir la "suma pobreza" de Jesús con un tipo de comunicaciòn gratuita de bienes.


2. El auge del cristianismo: pobreza y riqueza.

El auge del cristianismo antiguo se debe a varios factores: (a) La Iglesia ha sido una comunidad totalmente "pobre" (ha estado fuera de la ley). (b) Pero, al mismo tiempo, ella ha generado en su entorno una inmensa riqueza humana y social, que se ha traducido en toda serie de obras asistenciales, al servicio de sus miembros y de los necesitados. Éstos hansido los elementos que han llevado al “triunfo” de los cristianos en el Imperio Romano, cuando ellos eran un grupo fuera de la ley y estaban en parte perseguidos:

1. Iglesia pobre. La Iglesia empieza presentándose como una comunidad que no posee bienes económicos, sino sólo un mensaje personal de salvación, una fe intensa. En ese contexto podemos hablar de una Iglesia sin dinero. En un mundo dominado por el miedo al destino, un mundo poblado de fuerzas astrales y poderes demoníacos, los seguidores de Jesús han ofrecido a los hombres la confianza en Dios Padre y la certeza de que ellos pueden amarse de una formas íntima (dirigida a cada uno de los hombres y mujeres) y universal (abierto al conjunto de la humanidad, asumiendo y desbordando incluso los esquemas del orden social dominante, representado por un Imperio romano).

Dentro de una sociedad que había perdido sus antiguos criterios morales y todo podía comprarse, venderse y cambiarse por dinero (como ha destacado de forma dolorosa Ap 13-14 y de un modo mercantil Ap 18, 12-13), todos los cristianos se mostraban seguros de su vocación y dignidad, como hijos de Dios y portadores de una fraternidad sagrada que les unía entre sí. La iglesia no tenía nada, era totalmente pobre frente al Imperio; y sin embargo tenía una fé y un impulso de amor que eran capaces de trasformar las mismas estructuras sociales y económicas d ela poblaciòn.

2. Iglesia rica: opción por los pobres y vinculación comunitaria. Gran parte de los habitantes del imperio, por otra parte muy jerarquizado, parecían desamparados y se sentían expulsados del orden social. Los cristianos, en cambio, a pesar de haber roto ese orden jerárquico (o quizá por ello), formaban grupos que ofrecían identidad y asistencia a cada individuo (especialmente a los marginados). Así pudieron presentarse como garantes de cercanía y asistencia humana para millones de hombres (sobre todo de mujeres y niños) carentes de hogar, dentro de un imperio implacable que abandonaba a sus miembros a la (falta de) fortuna. Ésta fue la labor de los “diáconos”, es decir, de los “servidores comunitarios” de una Iglesia pore (que no tenía en si misma nada), pero que era capaz de crear grandes obras de asistencia al servicio de los más pobres.

A partir de finales del siglo II d. C., el imperio romano se fue desmoronando, de manera que gran parte de la población vino a caer en una situación de desamparo económico y social. Pues bien, en ese contexto, a pesar de hallarse fuera de la ley (¡o precisamente por eso!), los cristianos crearon unos movimientos muy eficaces de comunicación económica y de asistencia social. De esa forma, la misma Iglesia pobre (precisamente porque era pobre) pudo crear la red más intensa de organizaciòn sociales al servicio de los más pobres. Las iglesia como tales no tenían dinero alguno (no podían poseer). Y, sin embargo, el dinero de las comunidades cristianas, recogido de los mismos fieles, sobriamente administrado, hacía posible cuidar a todos los huérfanos y a todas las viudas de la comunidad y a otros muchos de fuera de la comunidad.

En un mundo donde el hambre empezaba a extenderse y los ancianos morían sin cuidados, los cristianos tenían la seguridad de que recibirían ayuda de las obras asistenciales de la iglesia. En caso de peste, los cristianos eran los que mejores cuidados recibían, pues ellos no abandonaban a ningún enfermo... La economía del Imperio Romano terminó cayendo en la bancarrota, por mala administración y por carencia de estímulos humanos. Pues bien, en esa situación, las iglesias cristianas, sin contar oficialmente con dinero, empezaron a “crear” obras de asistencia y promoción humana que fueron capaces de promover la vida de millones de personas.

Algunas de las persecuciones clásicas contra los cristianos en el siglo III se debieron al hecho de que ellos, siendo “pobres” (su iglesia como tal no tenía nada), habían creado un tipo de “instituciones” sociales al servicio de los más pobres. Muchos delegados del imperio, que no podían cobrar la impuestos (pues no habían de donde) quisieron saquear los bienes de los cristianos (que eran los bienes que provenían de la solidaridad de los fieles y que se ponían al servicio de los necesitados). Esta solidaridad económica y social, esta ayuda a los pobres, fue la que hizo que gran parte del imperio viera en los cristianos un tipo de vida ejemplar yu envidiable. En esa línea, la iglesia podía presentarse como casa para muchos que no tenían casa.

La iglesia no es solo la comunidad de los que profesan la misma fe, sino también y sobre todo la comunidad de los que viven en comunión de bienes. La iglesia no sólo guarda el depositum fide sino también depositum pietatis. En la iglesia antigua, dar a los pobres no era solamente prestar a Dios, sino sobre todo prestar a la comunidad, que resultaba fortalecida por las aportaciones de todos en beneficio de los pobres y necesitados, que no vivían ad extra, fuera de la iglesia, sino ad intra, participando de ella por dentro. En la iglesia antigua, ayudar a los necesitados y socorrer a las viudas, a los huérfanos y a los pobres en general no era de ninguna manea una actividad esporádica y pasajera, sino que formaba parte del mismo ser y del mismo vivir de la iglesia. No se podía entender a la iglesia sin la comunión de bienes, de una u otra forma, bien sea por una caja en común, bien por la formación de un colegio o asociación de ayuda mutua, bien por medio de alguna forma de aportaciones mensuales...Podemos afirmar que la iglesia en el siglo III, era una fuerza económica al servicio de los pobres, hasta tal punto que suscitó la envidia y la codicia por parte de las autoridades y funcionarios del Imperio romano; y tenemos un ejemplo elocuente de ello, relacionado con la iglesia de Cartago, en África romana. Esta iglesia tenía suficientes medios económicos para rescatar a un grupo de esclavos cristianos que habían caído en manos de bandidos númidas, por el precio de 100.000 sestercios, en la época del obispo san Cipriano, por el año 250. Ocho años más tarde una violenta persecución, la de Valerio, cayó sobre la iglesia de Cartago. San Cipriano fue una de sus víctimas. Las investigaciones históricas han demostrado que ella tenía el objetivo fundamental de llenar lar arcas del Estado, que sufría una crisis bien conocida en el aspecto financiero durante el siglo III, con el dinero de los cristianos (cf. E. Hoornaert, La memoria del pueblo cristiano, Presencia teológica, Cuenca-Ecuador 1985, 234 y 238)


3. La Iglesia actual: pobreza y riqueza

Desde ese fondo queremos proponer, en forma de esquema, una división entre la iglesia en cuanto tal (que no posee nada) y las organización derivadas de la iglesia que pueden deben administrar muchos bienes al servicio de los más pobres. Ésta es una propuesta que presenté hace algunos años en un libro titulado Sistema, libertad, iglesia. Las Instituciones del Nuevo Testamento y que ahora vuelvo a trazar en forma de esquema. Es evidente que ella debe matizarse (y así lo haremos en blogs sucesivos); pero, a mi juicio, puede y debe presentarse como principio de inspiración para la tarea de la Iglesia en el futuro.

a. Iglesia pobre: no posee ningún tipo de bienes en propiedad. La iglesia en cuanto tal no posee nada, sino que debe regalar sus posesiones a los pobres (cf. Mc 10, 21), apareciendo así como una comunidad de gracia, sin posesiones económicas. En esa línea, yo me atrevería a decir que la iglesia en cuanto tal no puede poseer ningún tipo de dinero, ninguna posesiòn particular (en ella todo es común).

Repito la afirmaciòn anterior: la Iglesia en cuanto comunidad creyente no puede poseer a su nombre nada; no puede inscribir como propios unos edificios, ni tener tierras particulares ni cuentas de dinero. La Iglesia no es una sociedad económica “perfecta” capaz de poseer sus derechos y sus bienes económicos; tampoco es una ONG (Organización no gubernamental), por la simple razón de que no es una “organización”… La Iglesia es sólo una comunidad de creyentes en cuanto creyentes, una comunidad en la que, en principio, todo es gratuito y es común, de manera que nada debe “inscribirse” como propio de ella. (Ciertamente, en un segundo momento habrá que precisar quién es “propietario” de los edificios donde se reúnen los creyentes, de sus obras de arte etc. Pero éste es un tema que viene sólo en un segundo momento y que puede arreglarse teniendo en cuenta lo que diremos en el siguiente apartado).

En principio, la iglesia no puede situarse en un plano económico; ella debe seguir como Jesús, que no realiza su obra con dinero o por dinero.. En sí mismos, los dirigentes de la iglesia (obispos, presbíteros), en cuanto tales (no en cuanto personas particulares) no deben administrar ningún tipo de dinero, sino sólo promover el amor mutuo, viviendo de su trabajo o de un “sueldo” de las comunidades.

b. Instituciones eclesiales ricas: la economía hecha servicio y comunicación. Pero puede y debe haber “instituciones para-eclesiales”, creadas en torno a la iglesia, que posean y administren unos bienes para servicio de aquellos que están “liberados” para el evangelio (los que trabajan en tareas para bien de los demás) y, sobre todo, para servicio de los más pobres. En esa línea, puede y debe haber en el entorno de la iglesia “diáconos” o personas encargadas de animar y dirigir obras sociales, al servicio de los miembros de la comunidad y de los pobres. Los bienes de esas “organizaciones” para-eclesiales (que pueden tener la forma de ONGs) no son de la iglesia en cuanto tal, sino de instituciones que brotan en torno a la iglesia, con sus “servidores” (diáconos). Esas instituciones pueden crear espacios de comunicación de bienes y de servicio de las diversas actividades sociales (dar de comer, educar, acoger, cuidar…). Ciertamente, esta propuesta exige unos cambios que deben detallarse en cada caso, cambios que podrán ser costosos. Pero ella me parece necesaria, si es que la iglesia quiere presentarse como portadora de evangelio.

(1) Por un lado, ella permite separar el ministerio cristiano de toda carrera de honores y ventajas económicas de tiempos pasados. La vieja situación en que los cardenales eran príncipes de la iglesia, los nuncios embajadores, los obispos señores de su territorio y los párrocos autoridad del pueblo ha pasado ya o debe pasar. Los ministros de la iglesia han de ser lo que siempre debían haber sido: simple creyentes. Normalmente, deben resolver su situación laboral en el sistema, como los demás ciudadanos, sin ventaja alguna.
(2) Pero, al mismo tiempo, en torno a la Iglesia, partiendo de su experiencia de gracia, debe surgir un amplio abanico de obras sociales y asistenciales, inspiradas por la misma Iglesia, pero que no se identifican con ella. Serán instituciones de acogida y de cuidado a los más débiles, de educación y promoción humana, de solidaridad internacional etc. Ellas no serán la Iglesia en sí, sino expansión y presencia de la iglesia.
Volver arriba