MUJERES DE DAVID 3. Abigail de Carmel, otra mujer “robada”
Lógicamente, David convocó a sus hombres (unos cuatrocientos) y dejando a otros en la retaguardia se puso en marcha contra Nabal y sus posesiones, para darle un castigo ejemplar. Al enterarse de ello, Abigail, a quien el texto presenta como sensata y guapa (una esposa ideal), sin decir nada a su marido (a quien el texto presenta como áspero y sin educación, preocupado por esquilar sus ovejas, cf. 1 Sam 25, 3), tomó una serie de regalos y salió al encuentro de David, que comentaba: «¡Que Dios me castigue si antes del amanecer no mato a todos hombres de la casa de Nabal!» (25, 22).
Un texto clave
Tan pronto como Abigaíl vio a David, se apresuró a bajar del asno y cayendo ante él se postró en tierra, y arrojándose a sus pies le dijo: «Caiga sobre mí la falta, señor. Deja que tu sierva hable a tus oídos y escucha las palabras de tu sierva… Yo, tu sierva, no vi a los siervos que mi señor había enviado. Ahora, mi señor…, por Yahvé que te ha impedido derramar sangre y tomarte la justicia por tu propia mano, que tus enemigos sean como Nabal (es decir, necios, que no logran cumplir sus objetivos). Quiero que este regalo, que tu sierva ha traído para mi señor, sea entregado a los muchachos que marchan en pos de mi señor. Perdona, por favor, la falta de tu sierva, ya que ciertamente hará Yahvé una casa permanente a mi señor, pues mi señor combate las batallas de Yahvé y no vendrá mal sobre ti en toda tu vida… Cuando haga Yahvé a mi señor todo el bien que te ha prometido y cuando te haya establecido como caudillo de Israel, no quiero que haya turbación ni remordimiento en el corazón de mi señor por haber derramado sangre inocente y haberse tomado mi señor la justicia por su mano; y cuando Yahvé haya favorecido a mi señor, acuérdate de tu sierva».
David dijo a Abigaíl: «Bendito sea Yahvé, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro. Bendita sea tu prudencia y bendita tú misma que me has impedido derramar sangre y tomarme la justicia por mi mano. Vive Yahvé, Dios de Israel, que de no haberte apresurado a venir a mi encuentro, no le hubiera quedado a Nabal, al romper el alba, ni un solo varón» (cf. 1 Sam 25, 23-34).
Una mujer astuta
En la línea de la mujer sabia de → Tecoa (2 Sam 14), Abigail habla no sólo como sabia, sino como profetisa, diciéndole a David que “combate las guerras de Yahvé” y anunciando que él será rey de Israel, para lograr, de esa forma, que él “perdone” la vida de su marido y de la gente de su casa (que no derrame sangre inocente). Pero, en sentido estricto, por su discurso, no se sabe si ella habla para evitar la muerte de su marido o para impedir que David derrame sangre inocente, empañando así su trayectoria de “guerrero de Yahvé”.
Lo que es cierto es que ella actúa con astucia “profética” (en nombre de Dios), acusando, por un lado, a su marido al que define como necio (¡faltando al respeto que ella le debe como esposa…!), para salvar así su vida y la vida de la gente de su casa, y halagando por otro a David, a quien dice en nombre de Dios, como mujer-profeta, lo que él quiere oír (que llegará a ser rey sobre Israel). Este discurso de Abigail puede y debe tomarse como un modelo de diplomacia, aunque en el contexto parece estar dictado por el miedo. Sea como fuere, Abigail actúa no solamente como una mujer amenazada, sino, sobre todo, como sabia y profetisa, trazando ante David un modelo de conducta que puede conducirle a tomar el reino sobre Israel.
Aquí no se dice que Abigail ame a David (como le amaba → Mical), pero queda claro que ella influye en su conducta, logrando que abandone la violencia ciega (que parece haberle guiado hasta aquí), para comportarse de un modo político. No parece que haya amor, por un lado ni por otro, aunque es muy posible que el lector inteligente haya descubierto en el pasaje antes citado un tipo de atracción entre el feroz guerrero David y la prudente y hermosa mujer de Nabal de Carmel, que logra aplacarle y que le despide con unas palabras, que pueden entenderse como una velada petición de mano: ¡Cuando Yahvé haya favorecido a mi señor, acuérdate de tu sierva! (1 Sam 25, 31); de esa forma, ella ofrece a David su colaboración y su persona, atreviéndose de alguna forma a pedirle la mano, no por amor, sino por interés. Por su parte, David se despide de ella aceptando de alguna forma su propuesta: «¡Bendita tu prudencia y bendita tú!» (25, 33).
Ésta escena y estas palabras parecen ser como un anuncio de la escena de Betsabé, en 2 Sam 11, aunque en nuestro caso la muerte del primer marido (Nabal) es más indirecta y está influida por Abigail más que de David, como indica la continuación del relato. Cuando ella volvió a la casa, tras hablar con David, encontró a su marido bebido (¡era la fiesta del esquileo!) y no le dijo nada, sino que esperó el momento oportuno para hablarle y lo hizo de tal forma que Nabal sufrió un ataque y murió poco después:
A la mañana, cuando a Nabal se le había pasado la borrachera, su mujer le contó lo sucedido. El corazón de Nabal se paró su pecho y se le quedó como una piedra. Al cabo de unos diez días hirió Yahvé a Nabal y murió. Oyó David que Nabal había muerto y dijo: «Bendito sea Yahvé que ha defendido mi causa contra la injuria de Nabal y ha preservado a su siervo de hacer mal. Yahvé ha hecho caer la maldad de Nabal sobre su cabeza».
Envió David mensajeros para proponer a Abigaíl que fuera su mujer. Llegaron los mensajeros de David a casa de Abigaíl en Carmel y le hablaron diciendo: «David nos envía a ti para tomarte por mujer». Se levantó ella y se postró rostro en tierra diciendo: «Tu sierva es una esclava para lavar los pies de los siervos de mi señor». Se levantó Abigaíl apresuradamente, montó en su asno y, seguida de cinco de sus siervas, se fue tras los enviados de David y fue su mujer (2 Sam 25, 36-43).
No mata a su marido, pero contribuye a que muera
No se dice que ella “le mate”, pero el texto insinúa que son las palabras de ella las que causan su enfermedad y así lo confirma su posterior matrimonio. Conforme a las costumbres de aquel tiempo, la iniciativa externa parte de David, que pide la mano de Abigail (aunque ella se la ha pedido antes, indirectamente). Pero Abigail acepta la petición inmediatamente, como si la hubiera estado esperando y sale al encuentro de David, sin más dilaciones. No se sabe lo que ha pasado con la casa de Nabal, sus posesiones, sus rebaños, sus criados, aunque el texto supone que Abigail no había tenido hijos, por lo que pudo partir inmediatamente, sin impedimentos.
Ella se muestra así como una mujer con iniciativa propia, que actúa siempre de manera autónoma, sin depender de su marido, para “calmar” al guerrillero enfurecido y, en el fondo, para ponerse a su servicio. Sin duda, ella dialoga con David de un modo prudente, pero, al mismo tiempo, le halaga con sus palabras y promesas de tipo profético (anunciándole que será rey). Es elegante con David, pero no con su marido, a quien tacha de necio y a quien, en el fondo, desea la muerte, pues dice a David «que todos tus enemigos sean como Nabal» (es decir, necios y que caigan en desgracia como él o mueran). Parece, según eso, que ha estado haciendo un doble juego: en un sentido, pide a David que no mate a su marido (como si éste le importara); pero, en realidad, ella se interesa por David y quiere que “no manche sus manos” con Nabal y su gente.
Una mujer ambigua, una mujer inteligente, una mujer que sabe defenderse
Ella actúa, según eso, de manera ambigua. (a) Por una parte calma la ira de David, un bandolero marginado, con sus propios soldados guerrilleros, anunciándole que será rey. (b) Por otra parte, al hablar a Nabal, su marido, le dice las cosas con tonos muy fuertes y, en vez de calmarle, le excita y le llena de miedo, de manera que puede afirmar que ella misma provoca su muerte. Ciertamente, no podemos asegurar que le “ha matado”, pero las cosas que le dice, en plena vigilia, contribuyen a su muerte. Por otra parte, como he dicho, conforme al texto actual, Abigail actúa como una “profetisa” (aunque no se le llame así), pues dice a David lo que él debe hacer, que es “pelear las guerras del Señor” y no luchar contra un pobre hombre como Nabal (25, 28); además, ella se siente enviada para anunciarle que será constituido “jefe de Israel”, pidiéndole su ayuda para entonces (25, 30-31). De esa manera, aparece ante David no sólo como sabia y prudente, sino como profetisa y como mujer deseable.
Fiel a su forma de narrar, la Biblia Judía no juzga los hechos, pero los presenta de una manera que nos permiten comprender que Dios mismo dirige la historia de David para que consiga el reino. Pues bien, en esa historia de Dios que es el reinado de David, ha tenido una función importante la astuta Abigail, mujer de un hombre llamado Nabal, que murió de miedo por las palabras que ella misma le dijo. Ambas partes pudieron quedar satisfechas: ella logró lo que al parecer quería (ser esposa del futuro rey); por su parte, David logró el apoyo de Abigail y de su clan, en una zona que resultaba importante para sus pretensiones regias.
No es mucho más lo que sabemos de Abigail, sino que acompañó a David como mujer, al lado de Ajinoam, su otra mujer, durante los años en que se mantuvo como guerrillero, entre los filisteos y los israelitas (cf. 1 Sam 37, 2), siendo apresada por otros guerrilleros amalecitas y liberada después por el mismo David (1 Sam 30, 5), hasta el momento en que éste tomó el control de Judá, siendo coronado rey en Hebrón (2 Sam 2, 2-4). Ella aparece allí, en la corte de Hebrón, como segunda esposa de David (después de Ahinoam; cf. 2 Sam 3, 3), pero ya no se dice más de ella, ni de su descendencia, de modo que incluso su hijo ha recibido diferente nombres (2 Sam 3, 2 le llama Kilab, mientras que 1 Cron 3, 1 le llama Daniel).
BIBLIOGRAFÍA
Cf. U. Bechmann, Abigail. Prophetin Weise Frau Politikerin, KBW, Stuttgart 2001; K. Emmerich, Machtverhältnisse in einer Dreiecksbeziehung. Die Erzählung von Abigajil, Nabal und David in 1 Sam 25 (ATSAT 84), St. Ottilien 2007; I. Fischer, Abigajil: Weisheit und Prophetie in einer Person vereint, en, Auf den Spuren der schriftgelehrten Weisen (FS J. Marböck) (BZAW 331), Berlin 2003, 45-61; M. L. Frettlöh, Der Segen Abigajils und die unmögliche Möglichkeit der Rache Davids. Eine segens- und toratheologische Lektüre von 1 Sam 25, en C. Hardmeier (ed.), Freiheit und Recht (FS F. Crüsemann), Gütersloh, 2003, 339-359; M. Peetz, Abigajil, die Prophetin: Mit Klugheit und Schönheit für Gewaltverzicht. Eine exegetische Untersuchung zu 1Sam 25 (Fzb 116), Würzburg 2008; E. Van Wolde, A Leader Led by a Lady. David and Abigail in I Samuel 25, ZAW 114 (2002) 355-375; .A. Wenin, Mujeres de la Biblia, Claret, Barcelona 2008.