He presentado algunas de las mujeres de la Biblia, destacando las del ciclo de David. Continuaré con el tema, pero ya en días señalados… Vengo desarrollando este motivo en otro blog (http://www.21rs.es/), en el que vengo ocupándome regularmente de algunas mujeres bíblicas más significativas.
Hoy quiero fijarme en una de las figuras simbólicas más importantes, Putifar, la mujer egipcia, que forma parte de la historia de ciclo de José.
Entre los hijos de Jacob tiene destaca en especial José, cuya figura (literaria y simbólica) llena la última parte del Génesis (Gen 37-50). José, que es inteligente y guapo, ha despertado la envidia de sus hermanos que le venden a unos ismaelitas-madianitas que le llevan a Egipto donde Putifar, ministro del faraón (Gen 37, 23-36 y 39, 1), le compra para que sea criado de su casa. Pues José ganó pronto la confianza de de su amor, que le hizo administrador de toda su hacienda: «Putifar lo puso todo en manos de José y no se preocupaba de otra cosa que del pan que comía. José era guapo y del buen tipo» (39, 7).
Así comienza esta narración novelada, de fondo didáctico, que puede dividiré en tres escenas. Es una historia ejemplar en el mejor sentido de la palabra... Ella puede ayudarnos a entender el sentido, valores y sombras de la mujer en la Biblia.
a. Trasfondo y presupuestos (Gen 39, 1-6a).
José, un elegido de Dios, es “siervo” de Putifar, un “mayordomo” del Faraón, a quien el texto hebreo describe como saris, una palabra que suele significar “eunuco”. Ciertamente, al decir que está casado y hablar de su mujer, la Biblia puede estar suponiendo que no era eunuco en un sentido estricto, pero de hecho esa palabra (saris) eleva una sospecha muy grande sobre las relaciones que mantiene con su esposa, que es dueña de la casa, pero que está de hecho subordinada a José, a quien Putifar, mayordomo de Faraón, ha dado plenos poderes, de manera que él “sólo debe preocuparse de comer y beber”.
b. La mujer de Putifar intenta seducir a José (Gen 39, 6b-12).
Todo parece propicio: ella es la dueña de casa y, pero se encuentra afectivamente sola (abandonada), junto a un esclavo que es administrador de todos los bienes y tareas de la casa y, además, “es guapo y de buen tipo” (39, 6b), mientras el marido se halla ausente. El texto supone, además, que ella, como egipcia y rica (no israelita) goza de libertad en el campo sexual.
Esta mujer no tiene nombre, sino que aparece como esposa de un alto funcionario egipcio, a quien se le describe como “eunuco”. No se sabe lo que ella piensa, solo lo que quiere, que es mantener relaciones sexuales con su siervo, mayordomo de la casa. En general, las mujeres israelitas no mostraban su deseo sexual a los hombres (a no ser en el caso de Mical, 1 Sam 18, 20, y de la Sulamita en el Cantar de los Cantares). Pero esta mujer egipcia puede hacerlo y lo hace. Su figura y actitud resulta verosímil y refleja la manera en que los israelitas veían a las egipcias ricas, con independencia y con deseos sexuales propios, incluso fuera del matrimonio.
La escena supone que Putifar, nombre egipcio que significa “aquel a quien Ra ha dado”, está fuera de casa (con el faraón) y que su esposa no se encuentra satisfecha, junto a un esclavo hermoso (José) que lleva los asuntos de la casa. La tradición más extendida del oriente (incluso la de Israel) afirmaba que un hombre tenía derecho a mantener relaciones sexuales con la esclava. Pues bien, nuestro texto parecer suponer que una mujer (en este caso la esposa de Putifar) tenía ese mismo derecho, de manera que podía mantener relaciones con su esclavo, a pesar de que el amo (su marido) parece haberlo prohibido:
Tiempo más tarde sucedió que la mujer de su señor se fijó en José y le dijo: «Acuéstate conmigo». Pero él rehusó y dijo a la mujer de su señor: «He aquí que mi señor no me controla nada de lo que hay en su casa, y todo cuanto tiene me lo ha confiado. ¿No es él mayor que yo en esta casa? Y sin embargo, no me ha vedado absolutamente nada más que a ti misma, por cuanto eres su mujer. ¿Cómo entonces voy a hacer este mal tan grande, pecando contra Dios?». Ella insistía en hablar a José día tras día, pero él no accedió a acostarse y estar con ella. Hasta que cierto día entró él en la casa para hacer su trabajo y coincidió que no había ninguno de casa allí dentro. 12 Entonces ella le asió de la ropa diciéndole: «Acuéstate conmigo». Pero él, dejándole su ropa en la mano, salió huyendo afuera (Gen 39, 7-12).
Conforme a la moral israelita, la propuesta de la mujer de Putifar era impensable: una mujer casada no gozaba de autonomía sexual, sino que pertenecía exclusivamente a su marido, de manera que se volvía adúltera si mantenía relaciones con su esclavo. Pero, desde la moral egipcia, el caso no estaba tan claro, de manera que (a pesar de lo que dice José) parece que la dueña podía mantener relaciones sexuales con su siervo. Sea como fuere, lo que importa no es el plano legal, sino el personal. Al texto bíblico no se ocupa de la posible moralidad de la mujer, según la ley egipcia, sino la respuesta de José, que actúa como israelita (¡es decir, como hombre libre!) y no como un siervo que tiene que doblegarse a los deseos de su dueña, aunque ésta la pida algo que está legalmente permitido, pues parece abandonada por su marido.
c. La venganza de una mujer frustrada (Gen 39,13-20).
La mujer de Putifar quiso forzar a José, agarrándole por su túnica (una kalasiris de lino), de manera que él tuvo que escaparse desnudo. De manera normal, al sentirse despreciada, con la túnica de aquel que no consentido a sus deseos, la mujer trama una venganza.
El texto (39, 11) suponía que ellos (la mujer de Putifar y José) estaban solos en la casa (quizá en las habitaciones interiores, donde ella habitaba como dueña y el podía entrar como administrador). Pero ahora añade que ella gritó, llamando a todos los siervos de la casa, que estarían en los patios o habitaciones exteriores (39, 13-14), y cuando vinieron acusó a José de quererla violar, mintiendo y diciendo que él se había quitado la túnica para acostarse con ella. Y así siguió, con la túnica en la mano, hasta que vino su marido, al que acusó también veladamente, diciendo:
«Ha entrado a mí ese siervo hebreo que tú nos trajiste, para abusar de mí; pero yo he levantado la voz y he gritado, y entonces ha dejado él su ropa junto a mí y ha huido afuera». Al oír su señor las palabras que acababa de decirle su mujer… se encolerizó y prendió a José y le puso en la cárcel, en el sitio donde estaban los detenidos del rey (39, 17-20)
Parece que ella acusa no sólo a José (ha querido abusar de mí), sino también, veladamente, a su marido (¡este siervo hebreo que tú nos trajiste…!), por haber metido a José en la casa y haberle dado todo el poder. Es una mujer frustrada y astuta, que logra convencer con sus mentiras a los siervos de la casa y al marido, mientras que a José no se le concede la palabra. El texto dice que Putifar se llenó de ira (39, 19), pero no precisa contra quién (¿contra ella? ¿contra José?), añadiendo que encarceló a José.
Esa respuesta parece “moderada”, pues en un contexto semita (israelita), ante una acusación como ésa, el marido debería haber matado inmediatamente al siervo (y quizá también a la mujer, si hubiera sospechado algo de ella). Putifar, en cambio, se limita a meter a José en la cárcel de los presos del Faraón, un lugar reservado para los grandes administradores del reino, caídos en desgracia (pero que podían conseguir de nuevo el favor del Faraón). Putifar podría haber tomado otras decisiones: (a) Divorciarse de su mujer, dejando de creer en ella. (b) Matar a José. Pero, en lugar de eso, le encarcela, en gesto providencial, pues Dios “elevará” a José desde la cárcel.
d. José y Asenat. Conclusión.
venganza de la mujer (que acusa a José por despecho y frustración) sirve no sólo para destacar la fidelidad de José, sino también la providencia de Dios que le protegerá en la cárcel y le hará ponerse en contacto con el mismo Faraón que no sólo le sacará de la prisión, sino que le hará “mayordomo o administrador” de todo Egipto (y no de la casa de Putifar, como antes), dándole como esposa a una mujer con la que tendrá dos hijos, que serán patriarcas y jefes de las tribus más importantes del antiguo Israel:
El Faraón llamó a José Zafnat Panej y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. Y salió José con autoridad sobre el país de Egipto… Antes que sobreviniesen los años de hambre, le nacieron a José dos hijos que le dio Asenat, la hija de Potifera, sacerdote de On. Llamó José al primogénito Manasés, porque - decía - «Dios me ha hecho olvidar todo mi trabajo y la casa de mi padre», y al segundo le llamó Efraím, porque - decía - «me ha hecho fructificar Dios en el país de mi aflicción» (Gen 41, 45. 50-52).
Estos dos hijos que José ha tenido con su esposa extranjera, hija de un sacerdote egipcio, han servido como advertencia para aquellos intransigentes judíos que querían expulsar a todas las mujeres extranjeras, como seguiremos viendo (cf. caps. 15-16). En el principio de la historia de Israel no encontramos sólo un gesto de separación, sino también de mestizaje, con matrimonios mixtos, como reconoce el mismo Jacob, adoptando como propios (hijos suyos, fundadores de tribus) a los hijos de José con Asenat (cf. 48, 1-6). En este motivo se funda la historia más tardía de José y → Asenet, de la que trataremos en cap.
Pero volvamos al tema principal de la mujer de Putifar, que “pretendió” a José, vengándose luego de él. Pues bien, incluso ella, una mujer que la Biblia presenta de forma negativa, contribuye a la realización de los planes de Dios. En ese contexto, de un modo significativo, el editor de Génesis ha introducido, dentro del ciclo de José, antes de la escena de la mujer de Putifar, la historia de otra mujer, llamada Tamar, que interviene de forma decisiva en la historia de Judá.
Judá y José son para el conjunto de la Biblia Judía los dos hijos más significativos de Jacob: José es padre de las tribus centrales del reino de Israel (Samaría); Judá es el padre de la tribu que forma el reino de Judá (de los judíos). Los dos están unidos en el texto por su forma de responder a unas mujeres: Judá responde a Tamar acostándose irregularmente con ella (Gen 38); José responde a la mujer de Putifar rechazándola (Gen 39).
Bibliografía
Sobre el ciclo de José , cf. J. Vergote, Joseph en Egypt, Pub. Univ., Louvain 1959; G. W. Coats, From Canaan to Egypt: Structural and Theological Context for the Joseph Story (CBQMS 4), Washington 1975; D. B. Redford, A Study of the Biblical Joseph Story, Brill, Leiden 1970.
Cf. G. E. Kadish, Eunuchs in Ancient Egypt, en E. B. Hauser (ed.), Studies in Honor of John A. Wilson (SAOC 35), Chicago1969, 55-62; M. García Bachmann, La excepción que confirma la regla: La mujer de Potifar y el acoso sexual (Génesis 39), en Ecce mulier. Homenaje a Irene Foulkes, UBL, San José de Costa Rica 2005, 61-76; A. Wenin, Mujeres de la Biblia, Claret, Barcelona 2008. Una historia como ésta aparece, en versiones parecidas, en otros lugares de la literatura y de la historia antigua. La más conocida es la de Fedra, esposa de Teseo y enamorada de su hijastro Hipólito (hijo de Teseo y de una amazona).