Mujeres de David 4. Betsabé, la de Urías

Esta mujer, a quien la Biblia cristiana presenta como antepasada de Jesús de Nazaret (cf. Mt 1, 6, con Tamar, Rajab y Rut), ocupa un lugar significativo en el ciclo de David (de 2 Sam 11 a 1 Rey 2). Ella aparece después que David ha conquistado Jerusalén y ha creado su propio harén, con las consecuencias sociales y políticas que ello implica.

Antes, en Hebrón (2 Sam 3, 1-5), se dice que había tenido seis hijos, con seis esposas (cada una con su nombre). Ahora, instalado ya Jerusalén, como rey sobre todo Israel, se añade que «tomó otras concubinas y esposas, que le dieron más hijos e hijas», entre los que se citan por su nombre once, entre ellos Salomón, en cuarto lugar. De los nombres de las mujeres no se dice nada, como si ellas en sí no interesaran (2 Sam 5, 13-16).

Pues bien, entre las mujeres reales de David en Jerusalén, la Biblia sólo ha destacado a Betsabé, por sus circunstancias especiales y, sobre todo, porque es madre de Salomón, que le sucede en el trono. No es la primera, pues antes de Salomón, su hijo, el texto cita a otros tres hijos (de otras mujeres sin nombre). Nos centramos aquí en ella, destacando dos momentos importantes de su vida: su adulterio (2 Sam 11-12) y su gestión como gebîra a favor de Salomón (1 Rey 1-2).


No es fácil decidir, si ella es “activa” (inspiradora y responsable de los hechos: adulterio, asesinato, coronación de Samuel) o si es, más bien, una víctima pasiva de la sed de mando de David, pues el texto deja abiertas las dos posibilidades y los críticos se inclinan hacia un lado o el otro. Aquí voy a suponer, moderadamente, que es una mujer activa, lo cual no significa que sea “mala” en el sentido moderno, sino que se aprovecha de las circunstancias para llegar a ser madre del rey.

a. Adulterio y matrimonio.

Betsabé estaba casada con Urías, oficial hitita del ejército de David, de origen probablemente cananeo. Puede haber sido un mercenario extranjero, pero quizá parte de la aristocracia indígena de Jerusalén, asimilada por David tras la “conquista” de Jerusalén (cf. 2 Sam 5, 6-9), pues su casa está en la parte noble de la ciudad, junto al palacio real. Sea como fuere, la tradición le recuerda como uno de los “treinta valientes”, que forman la guardia personal de David, el núcleo de su ejército, es decir, como uno de sus amigos (2 Sam 23, 39).

Posiblemente tampoco Betsabé era israelita de origen, sino “hitita” como su marido, una mujer de la Jerusalén jebusea, que David había asimilado. El texto la presenta como una mujer importante y conocida: Es hija de Eliam (¡otro de los “treinta”, como Urías! 2 Sam 23, 35) y además nieta de Ajitófel, de quien 1 Cron 27, 33-34 dice que era el principal consejero de David. Por su marido y su padre/vuelo, ella debía ser una mujer muy conocida.

Ajitófel, a quien 1 Cron presenta como consejero principal de David, aparece en 2 Sam 15-17 como inspirador y consejero de Absalón, en su levantamiento contra David. Uniendo los datos de 2 Sam y 1 Cron se podía suponer que ha traicionado a David por lo que éste ha hecho a su nieta, acostándose con ella y matando a Urías. En esa línea se puede citar que, entre los consejos de Ajitófel a Absalón está que se acueste con las concubinas de David, su padre, sobre la misma terraza (gag) del palacio desde donde David había espiado a Betsabé (cf. 2 Sam 16, 20-23), para que todo el pueblo vea que él, Absalón, es el rey. Debo estas reflexiones a Ariel Álvarez, que ha comparado la figura, traición y suicidio (por horca) de Ajitófel con la de Judas, en http://www.revistacriterio.com.ar/iglesia/iquestcomo-murio-judas/
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En la primera parte del relato parece que Betsabé se porta de un modo más pasivo. El texto no dice lo que quiere, ni lo que piensa, ni lo que tiene (si está contenta con Urías, si tiene hijos), sino sólo que se está bañando, mientras David la mira desde la terraza de su palacio, a la hora de la tarde, tras la siesta. De todas formas, el texto parece insinuar que ella aprovecha las circunstancias de su nueva historia (su adulterio, el asesinato de su marido) para ascender en la corte del nuevo rey israelita. Todo empieza a contarse a partir de David, un “voyeur” que espía mujeres desde su terraza:

Pasado un año, al tiempo que los reyes salen a campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo Israel. Derrotaron a los amonitas y pusieron sitio a Rabbá, mientras David se quedó en Jerusalén. Un atardecer se levantó David de su lecho y se paseaba por la terraza (gag, techo) del palacio cuando vio desde lo alto de la terraza a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa. Mandó David para informarse sobre la mujer y le dijeron: ¿Pero no es ésa Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías el hitita? David mandó gente para que la trajeran. Ella llegó donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y envió a decir a David: «Estoy encinta». David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías el hitita». Joab envió a Urías adonde David (2 Sam 11, 2-6).

El texto presenta a Betsabé bañándose, para purificarse tras la menstruación. Este detalle indica que el hijo que espera, tras haberse acostado con David, no puede haber sido engendrado por Urías, que estaba luchando al servicio del rey. En principio, nada permite suponer que ella se baña (¡quizá dentro de su casa, no en un patio externo, aunque siempre en un lugar visible!) para que el rey la mire y desee. Pero es claro que “no toma precauciones”, ni es una desconocida, como responden los que él ha enviado envía para informarse: «¿Pero no es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías el hitita?».

La Biblia supone que David la conoce, porque su padre Eliam y su marido Urías, forman parte de su guardia personal. Desde aquí se entiende mejor el tema: el rey no se acuesta con una cualquiera, sino con la hija (y esposa) de unos “amigos”, compañeros cercanos de milicia. David la llama, y ella va, sin ofrecer resistencia (como la que ofrece Tamar en 2 Rey 13, 12-13. Por otra parte, pasado un tiempo, al decirle a David que está encinta, parece actuar como cómplice, pidiéndole que asuma la paternidad del niño o, al menos, que resuelva el problema, pues su marido deberá matarla, al descubrir el adulterio.


Si no lo ha hecho antes, parece que en este momento Betsabé ha tomado ya la iniciativo, pidiéndole a David que acepte al niño (y que se case con ella), pues parece evidente que quiere tener el niño (por lo que eso significa para una mujer). Pero, en un primer momento, David no le escucha, sino que desea borrar la memoria de lo acontecido y por eso manda llamar a Urías, con la excusa de informarse de la guerra y pedirle que descanse por un tiempo en su casa y que se acueste con su mujer (para aparecer así como padre del niño que ella espera). Pero (en contra de lo que ha hecho Betsabé), Urías desobedece al rey por dos veces, negándose a subir a su casa, y duerme en el patio de guardia del palacio, con los “siervos de su señor” (que parecen ser compañeros suyos, pues él también forma parte de la guardia personal de David). En ese contexto podría suponerse que sus compañeros de guardia, le informan de lo sucedido; sea como fuere, por más que el rey insista y le emborrache él no sube donde su esposa.

Mientras eso sucede y su marido duerme con los miembros de la guardia de palacio, Betsabé no dice nada. No se sabe si su silencio proviene del miedo (¡no puede revelar un secreto del rey!) o del deseo que ella tiene de tener un hijo de David. En algún sentido, podría sospecharse que ella quiere, en realidad, que muera su marido, para no aparecer como adúltera. Pero no es ella la que actúa, según el texto, sino David, que, al no cumplirse su propuesta (que Urías duerma con Betsabé), cambia de estrategia y pide a Joab (general de su ejército) que coloquen a Urías en un puesto de alto riesgo, para que así muera, como efectivamente sucede (1 Rey 11, 14-25).

Esto es lo que ella parece haber estado esperando, y así, muerto el marido, puede confiar que el rey la tome como esposa, acordándose, ahora sí, del niño que está en camino: «Supo la mujer de Urías que Urías su marido había muerto e hizo duelo por su señor. Pasado el luto, David envió por ella y la recibió en su casa haciéndola su mujer; ella le dio a luz un hijo; pero aquella acción que David había hecho desagradó a Yahvé» (cf. 2 Sam 11, 26-27).

Es evidente que David no la ha querido y que sólo ha buscado con ella una aventura (quizá para humillar a Urías y Ajiam, esposo y padre de su amante). Por su parte, Betsabé ha podido actuar como instigadora oculta de la trama, aunque el texto no lo afirma, sino que echa la culpa a David. De todas formas, muerto Urías, las cosas siguen el rumbo que puede esperarse: Betsabé cumple el luto por su marido (¿un mes?) y, pasado ese tiempo, acepta la invitación de David, que no la ama (¡quizá quiere al niño que va a nacer!), pero que, desde un punto de vista político, aprovecha la oportunidad de casarse con una mujer de la aristocracia autóctona de Jerusalén, a pesar de que su gesto puede haber suscitado la enemistad de los familiares de Urías y de los suyos, como su abuelo Ajitófel, que “traicionó” a David quizá por ello (2 Sam 15-17)

Sus mujeres anteriores (en Hebrón) pertenecían a la nobleza judía/israelita y de las regiones vecinas (con Mical, que era hija de Saúl). Betsabé es jerosolimitana y parece de familia noble (¡su casa está junto al palacio del rey!) y así, en el momento de la sucesión de David, actúa como portavoz del partido de los que quieren imponer la autoridad (estilo de vida social y religioso) de la nueva capital sobre el conjunto de las tribus de Israel. Pero volvamos texto, donde se ha dicho que el Señor reprobó lo que David (¡no Betsabé!) había hecho (cf. 2 Sam 12, 1-15), añadiendo que “Dios hirió” y mató al niño, nacido del adulterio, a pesar de que David oró y ayunó por su salud (de lo que piensa y hace Betsabé no se habla, como si no importara).Pues bien, tras haber ayunado mientras el niño vivía, el texto añade que, muerto el niño y dejando de ayunar:

David consoló a Betsabé su mujer, fue donde ella y se acostó con ella; dio ella a luz un hijo y se llamó Salomón; Yahvé le amó, y envió al profeta Natán que le llamó Yedidías, por lo que había dicho Yahvé (2 Sam 12, 24-24).
Sólo en este momento se afirma que David “consoló” a Betsabé (como si empezara a amarla) y se acostó con ella, para añadir, de forma sorprendente, que «Yahvé amó» al niño Salomón (12 Sam 12, 24) y que “envió a Natán”, que antes había condenado a David por su adulterio (2 Sam 12, 1-12), para poner al nuevo hijo un nombre misterioso: Yedidyah, amado de Yahvé, “por lo que había dicho Yahvé”. Esa palabra (que hace Salomón “amado de Dios”) puede aludir a 2 Sam 12, 8 (donde Natán había dicho que Dios seguirá bendiciendo a David), pero más probablemente a 2 Sam 7, 10-15 (profecía dinástica), donde el Dios de Natán le promete que tendrá un hijo que le sucederá y será hijo suyo (de Dios): ¡no apartaré de él mi amor! (2 Sam 7, 15). De esa forma, el texto afirma que Salomón, el hijo de la adúltera, es el amado de Dios, sucesor dinástico de un reino divino. Con esta noticia del nacimiento de Salomón (y con la afirmación de que Dios le ama), el texto anuncia lo que pasará tras muchos años, en los conflictos por sucesión al trono, cuando Betsabé vuelva a ser una figura decisiva.


b. La sucesión al trono, Betsabé como gebîra.

2 Sam 3, 1-5 aludía a los primeros hijos de David (en Hebrón), presentados por orden de primogenitura: Amón, Quilab, Absalón y Adonías; de Quilab no sabemos nada (es probable que muriera); Amón, del que hablaremos después, fue asesinado por Absalón (2 Sam 13), quien, por su parte, se rebeló contra su padre, queriendo ocupar su trono, pero su intento fracasó y murió en la guerra (2 Sam 14-19). Un texto posterior (2 Sam 5, 13-15) dice David tomo mujeres y concubinas en Jerusalén, pero no las cita, citando, en cambio, a once de sus hijos, en este orden: «Sammúa, Sobab, Natán, Salomón…». 1 Cron 3, 5 supone que los cuatro primeros fueron hijos de Bat-sua (¿Betsabé?), hija de Ammiel (¡no de Eliam!), mientras que otros nueve (no siete), habrían sido hijos de otras madres). Vinculando las noticias de 2 Sam y 1 Cron, se podría suponer que Betsabé tuvo otros hijos (de David), antes de Salomón. Pero, aunque a veces Crónicas ofrece datos fiables, no parece que éste sea el caso. Todo nos permite suponer que Salomón fue el primer hijo de Betsabé (después de la muerte del concebido en adulterio).

Sea como fuere, a 2 Sam sólo le importa la suerte de Salomón, el “heredero mesiánico”, según la “profecía” de 2 Sam 7, 12-15 (retomada en 2 Sam 12, 24-25). A partir de aquí comienza la segunda parte del ciclo de David, cuajado de sublevaciones y luchas (anunciados en 2 Sam 12, 10, como castigo por el adulterio de David), pero todas desembocan y se resuelve modo en la entronización del hijo de Betsabé (1 Rey 1).
David se ha convertido ya en anciano y parece que ha perdido el control directo de los asuntos del reino y mientras él se apaga, se forman dos partidos, encabezados por dos de sus hijos. (a) El primogénito (y con más derechos) es Adonías, hijo de Jaguit, que parece ser representante de las tradiciones israelitas propiamente dichas, y que cuenta con el apoyo “oficial” del general Joab y del sacerdote Abiatar. (b) Un hijo menor, Salomón, parece apoyado por la aristocracia de Jerusalén (que no es de origen israelita, sino jebuseo/cananeo) y cuenta con el respaldo del sacerdote Sadoc y del profeta Natán y, sobre todo, con la ayuda de su madre, que decidirá el fin de la trama.

Sin esperar la aprobación de David, que parece incapaz de gobernar, por derecho de primogenitura, Adonías se adelanta y se hace proclamar rey, ante los funcionarios reales y ante sus hermanos (otros hijos de David), pero sin contar con el partido jerosolimitano de Salomón (con Sadoc, Natán). En ese momento, impulsada por Natán, interviene Betsabé, haciendo cambiar el rumbo de los acontecimientos:

Entró Betsabé donde el rey, en la alcoba; el rey era muy anciano, y Abisag la sunamita le servía. Arrodillóse Betsabé y se postró ante el rey, que le dijo: «¿Qué te mpasa?». Ella le dijo: «Tú, rey, Mi señor, tú has jurado a tu sierva por Yahvé tu Dios: Salomón tu hijo reinará después de mí y él se sentará en mi trono. Pero ahora es Adonías el que se hace el rey, sin que tú, mi señor el rey, lo sepas. Ha sacrificado bueyes, vacas cebadas y ovejas en abundancia, invitando a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, jefe del ejército, pero no ha invitado a tu siervo Salomón. Ahora, mi señor el rey, los ojos de todo Israel te miran para que les indiques quién ha de sentarse en el trono de mi señor el rey, después de él. Y ocurrirá que, cuando mi señor el rey se acueste con sus padres, yo y mi hijo Salomón seremos tratados como culpables».

Estaba ella hablando con el rey cuando llegó el profeta Natán… que se postró sobre su rostro en tierra ante el rey y dijo: «Rey mi señor: ¿es que tú has dicho: Adonías reinará después de mí y él será el que se siente sobre mi trono?… Porque todos los hijos del rey, los jefes del ejército y el sacerdote Abiatar están ahora comiendo y bebiendo en su presencia y gritan: Viva el rey Adonías. Pero yo, tu siervo, y el sacerdote Sadoc y Benaías, hijo de Yehoyadá, y tu siervo Salomón no hemos sido invitados. ¿Es que viene esto de orden de mi señor el rey?».

El rey David respondió diciendo: «Llamadme a Betsabé». Entró ella donde el rey y se quedó ante él. El rey hizo este juramento: «Vive Yahvé que libró mi alma de toda angustia, que como te juré por Yahvé, Dios de Israel, diciendo: Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará sobre mi trono en mi lugar, así lo haré hoy mismo». Se arrodilló Betsabé rostro en tierra, se postró ante el rey y dijo: «Viva por siempre mi señor el rey David».

Dijo el rey David: «Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías, hijo de Yehoyadá» Y entraron a presencia del rey. El rey les dijo: «Tomad con vosotros a los veteranos de vuestro señor, haced montar a mi hijo Salomón sobre mi propia mula y bajadle a Guijón. El sacerdote Sadoc y el profeta Natán le ungirán allí como rey de Israel, tocaréis el cuerno y gritaréis: Viva el rey Salomón. Subiréis luego detrás de él, y vendrá a sentarse sobre mi trono y él reinará en mi lugar, porque le pongo como caudillo de Israel y Judá» (cf. 1 Rey 1, 15-35).


En sentido externo, la iniciativa parte de Natán, que parece “manejar” a Betsabé, recordándole que David le ha prometido que su hijo Salomón será rey, de manera se podría suponer que ella sigue siendo “pasiva”, como habría sido en la concepción del niño; y además, en este momento, ella aparece como subordina a → Abisag, que es la nueva mujer que sirve al rey como asisten y mayordomo. Pero, en otra perspectiva, parece que ella guía los hilos de la trama, como gebîrá, mujer poderosa, madre del que será monarca. Con Natán y los demás representantes del “partido de Jerusalén”, ella dirige el golpe palaciego, convenciendo a David para que proclame a Salomón sucesor sobre el trono. Sólo en este contexto se confirma lo que antes había quedado implícito en (2 Sam 12, 24-25): que Natán había confirmado a Salomón como “Yedidías” (el amado de Dios) y que David había prometido a Betsabé que el sucesor del trono.

Esa “promesa” que David había hecho a Salomón (¡Salomón será rey!) puede entenderse en un contexto de amor especial por ella y su hijo, pero todos los indicios nos llevan a pensar que se trata de una verdadera opción política, a favor de la teología (ideología religiosa) de Jerusalén, en la línea de los reinos del entorno (especialmente de Egipto) donde el rey aparece como Hijo de Dios, en una línea de sucesión dinástica (cf. 2 Sam 7), en contra de la tradición de las tribus israelitas, representadas por Adonías (y antes por Absalón), con sus partidarios (el sacerdote Abiatar y el general Joab), conforme a la cual el rey no es hijo de Dios. Salomón (con su madre Betsabé) representa a la aristocracia jebuseo-cananea de Jerusalén (de la que forman parte Natán, el sacerdote Sadoc y el general Benaias), que han aceptado el yahvismo, pero que lo entienden desde otra perspectiva regia religiosa (de dominio regio, de origen jebusita).

La Biblia Judía en su conjunto ha terminado optando por la realeza y sacralidad de Jerusalén (es decir, por Betsabé y Salomón) y por eso aprueba la opción del David anciano que, según el texto, había jurado a Betsabé que Salomón sería su sucesor. No se trata de un juramento privado, pues Natán y sus partidarios lo toman como punto de partida de su pretensión, logrando que David nombre rey a Salomón. De esa forma, ellos, con la guardia militar personal de David (¡de mercenarios no israelitas: cereteos y peleteos!) coronan rey a Salomón, imponiéndose sobre Adonías (1 Rey 1, 38-53).

Betsabé actúa así como figura clave. En contra de lo que pudiera decirse en el principio (2 Sam 11-12), donde podría parecer una mujer pasiva, en este último momento ella actúa de un modo decisivo. En ese contexto se entiende, a mi juicio, la relación entre Adonías (pretendiente fracasado) y Abisag, la sunamita.

En un primer momento, quizá porque no cuenta con apoyo suficiente para imponerse de un modo inmediato, Salomón ha perdonado la vida de Adonías, permitiéndole mantenerse de un modo privado (1 Rey 1, 53). Pero Adonías parece mantener sus pretensiones y, como signo de ellas, se atreve a pedir a Betsabé que interceda ante Salomón, para tomar como esposa a Abisag, que ha formado parte del harén de su padre. Parece un “juego” de poder, pues entre las “cosas” que hereda el nuevo rey está el harén del anterior (2 Sam 16, 21-22). De todas formas, podemos suponer que Adonías pide la mano de Abisag de un modo “inocente”, pues sabe que David “no la ha conocido” (de manera que no han sido de verdad marido y mujer). Además, el reconoce su “derrota” (¡Yahvé le ha dado el reino a Salomón!). Podemos suponer que sólo quiere el “consuelo” de Abisag, que debe ser una mujer muy atractiva:

Adonías, hijo de Jaguit, fue donde Betsabé, madre de Salomón. Ella dijo: «¿Vienes en son de paz?». Respondió: «De paz, −añadiendo− quiero hablarte». Ella contestó: «Habla». El dijo: «Sabes bien que la realeza me pertenecía y que todos los israelitas habían vuelto hacia mí sus rostros para que yo reinara; pero la realeza se volvió y fue para mi hermano, pues de Yahvé le ha venido. Ahora quiero pedirte una sola cosa, no me la niegues». Ella le dijo: «Habla». Él le dijo: «Intercede, por favor, ante el rey Salomón, que no te rechazará, para que me dé a Abisag la sunamita por mujer». Betsabé contestó: «Está bien. Hablaré al rey Salomón por ti».

Entró Betsabé donde el rey Salomón para hablarle acerca de Adonías. El rey se levantó, fue a su encuentro y se postró ante ella, y se sentó después en su trono; pusieron un trono para la madre del rey, y ella se sentó a su diestra. Ella dijo: «Tengo que hacerte una pequeña petición, no me la niegues». Dijo el rey: «Pide, madre mía, porque no te la negaré». Ella dijo: «Que se dé Abisag la sunamita por mujer a tu hermano Adonías». El rey Salomón respondió a su madre: «¿Por qué pides tú que dé a Abisag la sunamita para Adonías? Pues con esto, él pide el reino para sí, pues es mi hermano mayor y tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Sarvia». Y el rey Salomón juró por Yahvé: «Esto me haga Dios y esto me añada, si Adonías no ha dicho esta palabra a costa de su vida. Y ahora, por Yahvé que me ha confirmado y me ha hecho sentar en el trono de David mi padre, y le ha dado una casa como había prometido, que hoy mismo morirá Adonías». El rey Salomón encargó de ello a Benaías, hijo de Yehoyadá, que le hirió y murió (cf. 1 Rey 2, 13-25)

He supuesto (y diré) que Abisag es una mujer muy atractiva. David no la ha conocido (por tanto no forma parte de su harén estricto). Además, ha sido una mujer “importante” (pues el destino del reino ha estado por un tiempo en sus manos), de manera que Betsabé y el mismo Salomón la han debido tomar como “peligrosa” (una contrincante). Por eso, Betsabé a podido “pedirle” al rey que se la “conceda” a Adonías, para liberarse de ella. Pero el conjunto del texto (y la conducta anterior de Betsabé, al servicio de su hijo), puede llevarnos a pensar también que ella actúa a sabiendas, como instigadora de la muerte de Adonías (que es el contrincante, no Abisag).

Sea como fuere, con el fin de liberarse de Abisag, que ha sido al final su contrincante ante David, o con el fin de liberarse de Adonías (que es ahora posible contrincante de su hijo), ella transmite la petición de Adonías, que no ha calculado bien (no sabe el riesgo en que se pone al pedir la mano de Abisag) o que es un loco suicida (quiere enfrentarse con Salomón, su medio hermano). Sea como fuere, Betsabé escoge el camino directo y transmite a Salomón la petición de Adonías. De esa manera, podemos afirmar que ella, que ha empezado colaborando en la muerte de su marido Urías, colabora también (al menos de un modo indirecto) en la muerte de Adonías, el contrincante de Salomón, siempre de forma oculta, pero decisiva.

En este contexto podemos hablar de una “realeza compartida” entre el hijo rey y su madre (la gebîra), sentados sobre dos tronos, ejerciendo un mismo poder. Ciertamente, Salomón promete a su madre (sentada a su mano derecha) que no rechazará nada de lo que le pida… Pero después, escuchada la propuesta, se niega rotundamente a cumplirla (al menos de un modo externo), mandando matar a Adonías. Ella es “reina”, pero el rey no cumplido su deseo externo (aunque quizá ha cumplido su deseo más interno, pues ella de hecho quería que Abisag quedara humillada y que Adonías no fuera ya peligro para el trono de su hijo). Sea como fuere, este “apartamiento” de Abisag y el ajusticiamiento muerte de Adonías se inscriben en el resto de los acontecimientos vinculados a la coronación de Salomón, que se empieza mostrando como rey vengativo y despiadado, al lado de su madre.

Mirada desde aquí, en conjunto, Betsabé emerge como una de las figuras más ambiguas de la Biblia Judía, una mujer que sabe emplear su astucia y sus deseos de poder, influyendo de un modo intenso en David y Salomón. La Biblia no juzga su conducta, simplemente la describe; pero, en el fondo, desde la perspectiva de conjunto de la Biblia, ella aparece como una mujer decisiva en el triunfo de Salomón y de la nueva visión jerosolimitana del judaísmo. Lo menos que podemos decir es que ha sabido valorar su función de mujer y que no desentona al lado de David y Salomón.

BIBLIOGRAFÍA

Cf. R. C. Bailey, David in Love and War: The Pursuit of Power in 2 Samuel 10–12 (JSOTSup), Sheffield 1989; A. E. Gardner, The Identity of Bath-Sheba, Revue biblique 112 (2005) 521-535; M. Garsiel, The Story of David and Bathsheba: A Different Approach, CBQ 55 (1993) 244–262; M. Häusl, Abischag und Batscheba. Frauen am Königshof und die Thronfolge Davids im Zeugnis der Texte 1 Kön 1 und 2, EOS Verlag, St. Ottilien 1993; H. Ch. P. Kim, Murder s/he wrote? A cultural and psychological reading of 2 samuel 11–12, en Ch. A. Kirk-Duggan, Pregnant Passion: Gender, Sex, and Violence in the Bible (Society of Biblical Literature Semeia Studies), Cambridge 2003 L. R. Klein, Bathsheba revealed, en A. Brenner (ed.), Samuel and Kings. A feminist companion to the Bible (Second series 7), Sheffield 2000, 47-64; H. Leneman, Portrayals of Power in the Stories of Delilah and Bathsheba: Seduction in Song, en G. Aichele (ed.), Culture, Entertainment and the Bible (JSOT 309), Sheffield, 2000, 139-155; Th. Naumann, David als exemplarischer König. Der Fall Urijas (2 Sam 11) vor dem Hintergrund altorientalischer Erzähltraditionen, en A. de Pury (ed.), Die sogenannte Thronfolgegeschichte Davids. Neue Einsichten und Anfragen (OBO 176), Freiburg/Schweiz 2000, 136-167; G. G. Nicol,The Alleged Rape of Bathsheba: Some Observations on Ambiguity in Biblical Narrative, JSOT 73 (1997) 43-54; David, Abigail and Bathsheba, Nabal and Uriah. Transformations Within a Triangle, Scand. J. of the OT 12, 1998130-145; G. A. Yee, “Fraught With Background”: Literary Ambiguity in II Samuel 11, Int 42 (1988) 240–53.
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