Mujeres de David 1. Mical, la enamorada

HOY, OCHO DE MARZO, se celebra el día de la mujer y así quiero dedicar esta semana a la presentación de algunas mujeres de la Biblia (Antiguo Testamento), siguiendo el tema de los dos días anteriores. Llevo años preparando (¡lo he terminado hace unos días!) un libro de información y juicio histórico/teológico sobre las mujeres de la Biblia y quiero dedicar esta semana al tema de las mujeres más conocidas de David, un héroe de la Biblia judía, figura mesiánica, antepasado principal de Jesús, según la tradición cristiana, un personaje clave del Corán.

Las mujeres de David forman uno de los grupos humanos más significativos no sólo de la Biblia, sino de la historia de la humanidad. No conocemos un conjunto de mujeres más significativas de aquel tiempo, en ningún país del mundo, ni en China ni en la India, ni Grecia ni en Egipto. Esas mujeres forman una saga impresionante y definen la figura de David, héroe y villano, hombre de Dios y vendido a la peor política del mundo, hombre que sistemáticamente parece haber robado las mujeres de los otros.



Santo será David, y así se le considera en Israel y en muchas iglesias cristianos, pero santo muy mujeriego y poco enamorado. No parece que quisiera a ninguna, pero utilizó a muchas... y "robó" las mujeres de algunos de sus mejores amigos o servidores, empezando quizá por el mismo rey Saul . ¿Por qué no seguís conmigo esta historia apasionante de las mujeres de David? Buena semana a todas las amigas y amigos del blog.

La primera mujer de David es Mical (Micol), que tiene el mismo nombre (en femenino) de Miguel, el gran ángel de Dios. Ella protegió a David y la amó. Es la única mujer de la Biblia Judía (quitando la figura simbólica de la Sunamaitis del Cantar) de la que se dice que ama a un hombre. Le ama o lo dice. Todos lo saben, su padre, David... Sobre todo David, que no la ama, si no que la utiliza. Mical, amiga... ayúdanos a entender la tragedía de hombres como David, que os han utilizado y llevan el nombre de amigos de Dios, mientras vosotras seguís ignoradas.

David, un hombre conflictivo

David (rey entre el 1010 y el 970 a.C.) aparece en la Biblia y en la tradición posterior como el héroe judío, padre y modelo mesiánico para israelitas y cristianos. Su figura está teñida de leyenda, pero al fondo de ella hay un recuerdo histórico, reflejado en el canto de las mujeres de Israel cuando le reciben tras haber derrotado “al filisteo”: «Saúl mató a mil, David a diez mil» (1 Sam 18, 7; cf. cantos de Ex 15; Jc 5; 1 Sam 2). Su recuerdo se asocia a la victoria sobre los pueblos del entorno y a la constitución de un Estado, primero en Hebrón y luego en Jerusalén.

Las mujeres le cantaron, y él mantuvo una relación conflictiva con ellas. Tuvo varias, al servicio de sus intereses, cuando fue soldado de Saúl, guerrillero autónomo al servicio de los filisteos, rey de Judá en Hebrón (1010-1000 a.C.) o rey de todo Israel en Jerusalén (1000-970 a.C.). Así lo empieza diciendo un texto programático:

David tuvo hijos en Hebrón. Su primogénito Amón, hijo de Ajinoam de Yizreel; su segundo, Kilab, de Abigaíl, mujer de Nabal de Carmelo; el tercero, Absalón, hijo de Maacá, la hija de Talmay, rey de Guesur; el cuarto, Adonías, hijo de Jagguit; el quinto, Sefatías, hijo de Abital; el sexto, Yitream, de Eglá, mujer de David. Estos le nacieron a David en Hebrón (2 Sam 3, 1-5).

Antes que esas seis mujeres está Mical, hija de Saúl, que no aparezca en ese pasaje, pues no estuvo con David en Hebrón (sino que había estado antes y estará después en Jerusalén). Entre las nuevas mujeres que David tomará siendo ya rey de todo Israel en Jerusalén (cf. Sam 5, 13-15) destaca Betsabé, la de Urías. En ese contexto quiero evocar, junto a las mujeres más conocidas de David, la historia de Tamar, su hija, violada y vengada y la de Abisag, la sunamita.



a. Mical. Una mujer enamorada, que salva a su marido.

La figura de Mical está envuelta en la leyenda y se sitúa dentro de las tensas relaciones que David mantuvo con Saúl, durante los años que estuvo como soldado y general a su servicio. En ese contexto, la Biblia dice algo que resulta extraordinario en ella: «Mical, hija de Saúl, estaba enamorada de David y se lo comunicaron a Saúl y le pareció bien, porque calculó: se la daré como cebo, para que caiga en manos de los filisteos» (1 Sam 18, 20-21). Exceptuando a la → Sunamita del Cantar, que cumple otra función literaria y simbólica, Mical es la única mujer de la Biblia judía que ama a un hombre y que lo dice, haciendo lo posible para casarse con él. Pero tanto el padre (el rey Saúl) como el futuro esposo David (que ya actúa como pretendiente al trono) se aprovechan de ella.

El rey utiliza su amor, para tenderle una trampa a David, pidiéndole como dote cien prepucios de filisteos, a los que, evidentemente debía matar primero, pensando que él moriría en el intento (¿cómo se puede matar a cien incircuncisos, sin riesgo de su vida?). Por su parte, David, de quien no se dice que ame a Mical, quiere aprovecharse de ella para conseguir así un derecho al trono de Saúl, pues el reino podía pasar del rey difunto al marido de su hija . Mical manifiesta su amor, como algo valioso en sí mismo, pero su padre y su marido lo utilizan, dentro de un mundo despiadado, donde el padre (Saúl) parece un neurótico, lleno de manías persecutorias, y el marido es un aprovechado, dispuesto a utilizar todos los medios para conseguir sus fines:

El rey Saúl dijo: «Decid así a David: No quiere el rey dote, sino cien prepucios de filisteos para vengarse de sus enemigos». Pues el rey quería que David sucumbiera a manos de los filisteos… La cosa pareció bien a David… y antes de cumplir el plazo se levantó y partió con sus hombres. Mató a doscientos hombres y trajo sus prepucios al rey para ser yerno suyo. Saúl le dio a su hija Mical por mujer (cf. 1 Sam 18, 25-27).

Se trata de una dote simbólica, pero nos ayuda a entender el valor de una hija de rey: doscientos prepucios de enemigos muertos (¿o los ha podido corta a lo seco, dejándoles vivos?). No pueden ser prepucios de israelitas, porque no los tienen, ni de otros semitas, que también se circuncidan, sino de filisteos. Estamos ante un gesto de “matar por matar” o, quizá mejor, de quitar a los muertos su signo varonil, porque una mujer vale más de cien varones muertos, en un duro contexto de violencia .

Pues bien, en el fondo de esos datos legendarios, se revela una verdad: Mical, hija del rey Saúl, amaba a David, lo mismo que le amaba su hermano Jonatán (cf. 1 Sam 18, 20 y 19, 1), y así aparece inmersa en unas tensas relaciones con Saúl, que se siente traicionado por sus familiares más íntimos. Ciertamente, ella no es una pasiva, sino mujer de gran decisión, en contra de su mismo padre rey, a favor de su marido, a quien salva la vida, como se la salva, en otro contexto Jonatán (cf. 1 Sam 19, 1-10).

Desde se pueden entender mejor los “celos” de Saúl, que provienen no sólo de su posible “neurosis”, sino de saber que se encuentra amenazado por David (a quien por otra parte debe amar, de alguna forma, pues busca su servicio) y traicionado por sus hijos (y quizá por su esposa). Para Saúl resulta especialmente dura la traición de Mical, enamorada de David (1 Sam 18, 28-29). Situada entre su padre y su marido, ella optó por su marido, aunque éste le fuera a traicionar:

Envió Saúl gente a la casa de David para vigilarle y matarle por la mañana, pero su mujer Mical advirtió a David: «Si no te pones a salvo esta misma noche, mañana morirás». Mical hizo bajar a David por la ventana. El partió y huyó poniéndose a salvo. Tomó Mical un terafim y lo puso en el lecho, colocó una estera de pelos de cabra a la cabecera y la cubrió con un vestido. Cuando Saúl mandó gente para prender a David, ella dijo: «Está enfermo». Pero Saúl envió de nuevo los emisarios para ver a David y les dijo: «Traédmelo del lecho para matarlo». Entraron ellos y hallaron un terafim en el lecho y la estera de pelos de cabra en la cabecera. Dijo Saúl a Mical: «¿Por qué me has engañado y has dejado escapar a mi enemigo para que se salve?». Ella respondió a Saúl: «El me dijo: déjame marchar o te mato» (1 Sam 19, 11-17).

Mical opta así por su marido, en contra de su padre, con astucia y decisión. El texto supone que ella tiene en casa un terafim o ídolo familiar, protectore, como los que aparecen en la historia de → Raquel. Pero allí daba la impresión de que eran varios, más pequeños, y que podían esconderse bajo la silla de una cabalgadura. Aquí que es uno, más grande, de tipo antropoide. No parece adecuado para adivinar, sino para resguardar la casa, como signo especial de presencia de Dios.

Este terafim aparece en la casa de un modo normal, sin explicaciones. No sabemos si es dios o diosa, masculino o femenino. Es probable que cumpla funciones protectoras (como ángel guardián de la casa) y también de “curación” (o incluso de adivinación). Ciertamente, tanto David como Mical (hija de Saúl) son yahvistas, pero eso no impide que, al lado de Yahvé, busquen la protección de otros dioses o símbolos divinos. Sea como fuere, ese “terafim” que Mical, enamorada de David, introduce en su lecho para engañar a los perseguidores, cumple en el texto una función positiva… Es un signo religioso manejado por una mujer, al servicio de un hombre…

Pero más importancia que el engaño del terafim tienen las últimas palabras de David, quien, según Mical, antes de escaparse de su casa, para burlar la persecución de los enviados del rey, le ha dicho: «Déjame marchar (šelhuni lamah: deja que me vaya) o te mataré». Estas palabras pueden interpretarse de dos formas. (a) Como una mentira de Mical: para echar la culpa a David y exculparse a sí misma, ella dice que no ha tenido más remedio que dejarle ir. (b) Pero ellas pueden (y creo que deben) entenderse en forma de “exigencia jurídica”: David pide a Mical el divorcio, diciéndole que quiere irse sin ella y que, si ella se empeña en retenerlo (o quiere ir con él o le impide marcharse) la matará. Ciertamente, según la ley posterior de Dt 21, 1-3, el marido puede “divorciar” (espulsar) por sí mismo a la mujer, sin el consentimiento de ella, pero aquí (por ser ella hija de rey) él debe pedirle el divorcio.

David ha visto que no puede contar con la hija del rey para lograr sus planes (heredar el trono de Saúl) y así decide escapar y seguir un camino distinto, de guerrilla, para llegar a ser rey por sus “méritos” y no a través de una estrategia matrimonial con Mical. El texto parece suponer que ella no quería dejarle marcharse, sino que pretende retenerle (o marchar con él). Pero David no acepta la propuesta de Mical (que parecen propuesta de amor) y está dispuesto a matarla para marchar y conseguir sus planes .

b. Otra vez utilizada por David, que no la ama.

David huye de la corte de Saúl, abandonando a su mujer y, tras una serie de episodios de tipo novelesco (cf. 1 Sam 20-24), la Biblia dice que él se ha establecido como guerrillero, en el sur de Judá, lugar que controla bien, poniéndose alternativamente al servicio de los israelitas o de los filisteos, según su conveniencia (hasta venir a instalarse como rey en Hebrón: 2 Sam 2,1-4).
En este contexto, la Biblia afirma que Saúl, viendo que Mical ha quedada libre (su marido anterior la ha dejado, ella está divorciada), la entrega a otro marido, un tal Paltiel, hijo de Lais (cf. 1 Sam 25, 44), de quien se dirá que la ama. Pues bien, más adelante, después que Saúl ha muerto, su hijo Isbaal (que actúa como rey sobre las tribus del norte de Israel) y David, que reina de hecho sobre la tribu de Judá, en Hebrón, quieren dominar sobre el conjunto de Israel. En estas circunstancias, Abner, que era familiar de Saúl y había sido su general, hombre fuerte del reino de Isbaal, traiciona a su rey y se pone de parte de David, a quien promete hacer rey de todo Israel.

Envió Abner mensajeros para decir a David: «... Haz un pacto conmigo y me pondré de tu parte para traer a ti todo Israel». David respondió: «Bien. Haré un pacto contigo. Solamente te pido una cosa. No te admitiré a mí presencia si, cuando vengas a verme, no traes a Mical, la hija de Saúl». Envió David mensajeros a Isbaal, hijo de Saúl, para decirle: «Devuélveme a mi mujer Mical, que adquirí por cien prepucios de filisteos». Isbaal mandó que la tomaran de casa de su marido Paltiel, hijo de Laís. Su marido partió con ella; la seguía llorando detrás de ella, hasta Bajurim. Abner le incriminó: «Anda, vuélvete». Y se volvió (2 Sam 3, 12-16).

Como sabemos, David no amaba a Micol, a la que había despedido. Pero ahora la necesita de nuevo, no sólo por prestigio (¡va a ser el rey y no puede permitir que nadie tenga a la que ha sido su mujer!), sino para legitimar su acceso al trono. Por eso le conviene casarse de nuevo con ella. Tanto Abner como Isbaal, un rey sin poder al que van a destronar, tienen que plegarse a las exigencias de David.

A Mical no le preguntan nada, ni el texto se preocupa de sus sentimienos (mientras antes había dicho que ella amaba a David), pero deja claro que su nuevo marido, Paltiel, la ha querido y la quiere tiernamente (aunque parece no haber tenido hijos con ella), pues le sigue llorando hasta una cuesta cercana a Jerusalén, donde Abner le detiene y le envía a su casa, sin duda, con grandes amenazas. Lo cierto es que Micol debe contentarse ahora con ser la primera mujer oficial en el harén de un rey implacable, que la necesita para mostrar su poder y justificar mejor sus derechos al trono de Saul. Ella amó en otro tiempo a David y después ha sido amada por Paltiel, su nuevo marido. Pero, al fin, parece que ni ama ni es amada, sino que debe contentarse con ser una pieza más en el entramado real de David, que trae de Hebrón a sus seis mujeres con sus hijos (cf. 2 Sam 3, 1-5).

Las otras tendrán en casa a sus hijos. Ella, en cambio, vivirá, como reina de Israel, pero sin amor de su marido y sin hijos.En este contexto se sitúa la última escena de su vida, como reina despechada, tomándose la libertad de criticar a David porque ha bailado ante el Arca de Yahvé, cuando la traslada, como signo de protección, a su ciudad de Jerusalén. La amante antigua desprecia de esta forma a su marido:

Cuando el arca de Yahvé entró en la Ciudad de David, Mical, hija de Saúl, que estaba mirando por la ventana, vio al rey David saltando y girando ante Yahvé y le despreció en su corazón… Cuando se volvía David para bendecir su casa, Mical, hija de Saúl, le salió al encuentro y le dijo: «¡Cómo se ha cubierto hoy de gloria el rey de Israel, descubriéndose hoy ante las criadas de sus servidores como se descubriría un cualquiera!». Respondió David a Mical: «En presencia de Yahvé danzo yo. Vive Yahvé, que me ha preferido a tu padre y a toda tu casa para constituirme caudillo de Israel, su pueblo: yo danzaré ante Yahvé, y me haré más vil todavía; seré vil a tus ojos pero seré honrado ante las criadas de que hablas. Y Mical, hija de Saúl, no tuvo hijos hasta el día de su muerte (cf. 2 Sam 6, 16. 20-23; cf. 1 Cron 15, 29).


El amor anterior de Mical se ha vuelto desprecio, por sentirse abandonada y quizá por la forma en que David se desnuda delante del arca (¡como un rey sin dignidad, un danzante semi-orgiástico y medio desnudo!). Ella, que salvó la vida de David en el momento del peligro, jugando su prestigio, ella que fue expulsada, para ser retomada después por su antiguo marido, en función de sus intereses políticos, es ahora “reina” (primera dama), pero reina abandonada y sin poder (sin hijos), entre las otras mujeres del rey, después que su familia ha sido casi totalmente asesinada. Así desprecia a David porque, a diferencia de los sacerdotes, que deben ir siempre vestidos según ley sagrada, baila casi desnudo, como hacían los profetas orgiásticos ante Dios, olvidando que su mismo padre había bailado también en trance, entre los profetas (1 Sam 10, 3-23).

Ella le desprecia y David le responde con nuevos reproches y desprecios, recordándole, del modo más hiriente, que Dios le ha escogido a él, y no a la familia de ella. Ésta es la última palabra de David a la mujer que un día le amó apasionadamente, una palabra de desprecio y de humillación en contra de su familia, a la que él ya no necesita. Así queda ella, abandonada y frustrada, sin hijos que puedan cuidarla en su vejez, cruzando los más duros reproches con el marido al que en otro tiempo amó, y que ahora la mantiene de algún modo prisionera.

Ella es el signo de un amor fracasado. Podía haber servido de lazo de unión entre las familias de Saúl y de David, pero termina siendo una mujer despechada y solitaria, como dice la Biblia de forma sombría: «Mical, hija de Saúl, no tuvo hijos en toda su vida» (1 Sam 6, 23). Ella, la única mujer de la que se dice que quiso a David y le salvó la vida (las otras parecen haberse casado con él por conveniencia) termina en el silencio, pues al quedar sin hijos no podrá ser madre del nuevo rey, ni tendrá quién la defienda en su vejez. Éste es la historia básica de Mical, pero algunas variantes manuscritas de la Biblia (cf. 2 Sam 21, 8) dicen que Mical habría tenido cinco hijos, después de haber estado la primera vez con David. La mayoría de los manuscritos atribuyen esos hijos, que fueron asesinados por orden de David, para cumplir una venganza de la gabaonitas, a Merab, hermana mayor de Mical (cf. 1 Sam 14, 49). Sobre las conexiones entre Merab y Mical, cf. 1 Sam 18, 17-19). Si entre los asesinadas por esa terrible venganza del Dios de David hubieran estado las hijas de Mical nos hallaríamos ante de las tragedias (y desdichas) más duras de la historia. Trataremos de ello al hablar de → Rispa.

Bibliografía

Sobre las mujeres de David en su transfondo histórico
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Para situar la historia de David y Salomón, cf. I. Finkelstein y N. A. Silberman, En busca de los reyes sagrados de la Biblia y de las raíces de la tradición occidental. David y Salomón, Siglo XXI, Madrid 2007; D. M. Gunn, The Story of King David (JSOTSup 6) Sheffield 1978. Sobre las mujeres en la historia de David, cf. A. Berlin, Characterization in Biblical Narrative: David's Wives, JSOT 23 (1982) 69-85; D. L. Jacobson, Women in His Life: David and His Women, Word & World 23 (2003) 403-412; A. Kunz, Die Frauen un d der König David. Studien zur Figuration von Frauen in den Daviderzählungen (ABG 8), Leipzig 2004; D. Levenson, 1 Samuel 25 as Literature and as History, CBQ 40 (1978) 11–28; D. Levenson y B. Halpern, The Political Importof David’s Marriages, JBL 99/4 (1980) 507–518; M. Schwartz, Adultery in the House of David: The Metanarrative of Biblical Scholarship and the Narratives of the Bible [2 Samuel 9–20, 1 Kings 1–2],Semeia 54 (1991) 35–55;I. Willi-Plein, Frauen um David: Beobachtungen zur Davidhausgeschichte, en M. Weippert (ed.), Meilenstein (FS H.Donner; ÄAT 30), Wiesbaden 1995, 349-361.

Sobre Mical:
Además de los otros libros generales (como R Alter. The Art of Biblical Narrative, Basic Books inc, New York 1981 y J. P. Fokkelman, Narrative Art and Poetry in the Books of Samuel 2, 1987), cf. D. J. A. Clines y T. Eskenazi (eds.), Telling Queen Michal’s Story. An Experiment in Comparative Interpretation, Academic Press, Sheffield 1991; U. Bechmann, Michal. Retterin und Opfer Davids, K. Walter (ed.), Zwischen Ohnmacht und Befreiung. Biblische Frauengestalten, Herder, Freiburg 1988, 71-80; S. Bietenhard, Michal und die Frau am Fenster. Ein Betrag zur Motiv- und Redaktionsgeschichte von II Sam 6,16.20-23, ThZ 55 (1999) 3-25; G. Weil, Der Brautpreis, Zürich 1988; E.White, Michal the Misinterpreted (JSOT 31), Scheffield 2007, 451-464.
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