Palestina año 30. Un problema para Jesús

En tiempo de Jesús había una fuerte disonancia.
(1) Como israelita (y de un modo especial como nazoreo), Jesús se sabe portador de la promesa davídica, que incluye la posesión de una heredad o tierra propia.
(2) Pero de hecho él forma parte de la masa de hombres y mujeres que han perdido la tierra, de manera que parecen expulsados de la herencia de Abrahán y de David.
(3) En ese contexto apela a Dios, viéndole como aquel que puede ofrecer su heredad a los pobres y marginados… En ese contexto, busca un fuerte cambio social (anuncia y comienza la instauración del Reino de Dios.
En nuestro tiempo hay también una fuerte disonancia
(1) Como herederos del cristianismo y de la Ilustración queremos justicia social, libertad, fraternidad, igualdad.
(2) Pero de hecho formamos parte de un mundo dividido, que oprime sistemáticamente a los más pobres.
(3) ¿Qué podemos hacer?
1. PALESTINA AÑO 30
En los últimos años, somos muchos los que venimos estudiando la división de clases que se daba el año 30 en Galilea (en Palestina) . Lo más espiritual del mensaje de Jesús (el don de Dios, las bienaventuranzas) sólo se entiende teniendo en cuenta la base social de su experiencia y su proyecto (vinculado a los pobres sin tierra y al pan mensaje del pan compartido). Desde ese fondo ha de entenderse y valorarse este largo «paréntesis» que trata de las clases sociales:
1. Gobernantes. Son la clase superior, formada por los reyes y sus familiares. Tienden a presentarse como delegados de Dios, concentrando todos los poderes, como dueños del conjunto de las tierras, que habrían recibido de ese Dios, para ofrecer después una parte de ellas, de un modo generoso, a sus mejores subordinados. Así poseen no sólo los productos directos de sus propias tierras (que cultivan por sus siervos y colonos), sino también un impuesto considerable (un tercio o incluso la mitad) de los ingresos de los propietarios. Normalmente, los gobernantes emplean lo así recibido para su propio disfrute, para sus edificaciones y sus empresas militares y sociales. En tiempo de Jesús, esta clase gobernante estaba representada en Israel por los representantes Imperio romano (Legado, Procurador…) y por los reyes vasallos de la dinastía herodiana (Antipas o Filipo), que gobernaban en nombre del mismo imperio.
2. Ministros y/o funcionarios superiores. Forman las jerarquías militares y burocráticas, sacerdotales e intelectuales que sostienen y acompañan a los gobernantes propiamente dichos. Son aproximadamente un 5% de la población y suelen estar muy vinculados al monarca (como servidores).
1. Subclase militar. En tiempo de Jesús no había una clase militar israelita propiamente dicha, pues el ejército estaba en manos de la potencia dominante (Roma) o dependía estrechamente de ella, de manera que Poncio Pilato era gobernador y comandante del ejército de ocupación en Judea/Samaría. Herodes Antipas, rey vasallo de Galilea-Perea, mantenía un pequeño ejército autónomo, encuadrado en la milicia romana, que podía considerarse israelita, pero que no tenía autonomía estricta, ni era bien aceptado por el conjunto de los judíos. En conjunto, los judíos de una zona y otra carecían de autoridad militar propiamente dicha, de manera que se hallaban bajo el dominio de una milicia exterior, que se consideraba sagrada. Parece que en tiempo de Jesús no había un ejército celota (anti-romano) propiamente dicho, que surgirá en los años que preceden a la guerra (del 67-70 d.C.). De todas formas había un conflicto militar latente entre Roma y muchos judíos palestinos, incluso no-nacionalistas, que tendían a ver el ejército como signo demoníaco, más que como instrumento de Dios. Jesús no reclutará un ejército, ni planeará un alzamiento militar, pero morirá condenado por el comandante del ejército romano (Poncio Pilato).
2. Subclase sacerdotal. Roma, que ejercía un control militar, pero no religioso, sobre los judíos, a fin de asegurar su dominio, tuvo que pactar con la clase sacerdotal, presidida por un Sumo Sacerdote, que gozaba de gran autonomía, pues tenía un templo propio y a unas instituciones que no derivaban de Roma, sino de tradiciones anteriores, vinculadas a un Dios independiente, reconocido por la misma Roma. En esa línea, el judaísmo de aquel tiempo podía interpretarse como comunidad del templo. Por eso, a través de su pacto con Roma, los sacerdotes eran, en algún sentido, servidores de Roma y así estaban vinculados con los gobernantes, militares y administrativos del imperio, de manera que formaban parte del sistema oficial. Pero, en otro sentido, poseían una gran autonomía, pues se consideraban depositarios y garantes de la palabra de Dios. Tenían además un pequeño ejército propio (la guardia para-militar del templo) y controlaban una parte considerable de la economía del entorno de Jerusalén. Ellos influyeron en la muerte de Jesús, en alianza, como es lógico, con Roma.
3. Subclase intelectual. En tiempo de Jesús estaba surgiendo en Israel una clase intelectual muy importante, formada por escribas, que interpretaban y recreaban las tradiciones de la Escritura, adaptadas a las necesidades del conjunto de la población. Esa clase estaba vinculada con los sacerdotes, pero, al mismo tiempo, disfrutaba de una gran autonomía, aunque no tanta como la que obtendrá después, con el despliegue del judaísmo rabínico, a partir del siglo II d.C. El movimiento de Jesús tendrá que situarse en este contexto de surgimiento del poder de los escribas.
3. Clase mercantil. En el comienzo de Israel, según la Escritura, no había una clase superior de comerciantes, que controlara los excedentes agrícolas y organizara los intercambios económicos, entre otras razones porque apenas había excedentes. Pero más tarde, y de un modo especial con el desarrollo del mercantilismo, vinculado a la nueva administración política y social de la familia de Herodes, la economía de subsistencia, vinculada al trabajo directo de la tierra, se hizo inviable y, en su lugar, se impuso una casta de comerciantes, bien relacionada con los reyes, militares y soldados y con las élites ciudadanas. Las relaciones entre los campesinos dejaron de ser directas e inmediatas y surgió esta clase especial de burócratas mercantiles, al servicio del sistema. Ellos no son productores directos de bienes, sino que dirigen e intercambian los bienes producidos por otros, quedándose con una parte considerable de los excedentes. Ellos, en alianza con los gobernantes y los ciudadanos ricos, controlarán la economía, convirtiendo a los agricultores libres en renteros, artesanos dependientes o mendigos.
1. Comerciantes. En principio, ellos pueden entenderse como campesinos que han subido de nivel (en contra de los artesanos, que son campesinos descendidos). Pero de tal forma controlan los productos del trabajo que acaban dominando sobre los antiguos agricultores, dentro de una economía comercializada y dominada ya por el dinero. Frente al trabajo del agricultor, que produce bienes que se consumen o intercambian de un modo directo, surge así y se desarrolla el dinero, entendido como propiedad primaria de los comerciantes, que dirigen la vida del resto de la población, planificándola al servicio de sus intereses. De esa forman controlan a los trabajadores, introduciendo una separación entre trabajo y economía, entre riqueza y vida real…
2. Mamona, el Dios de la clase mercantil. El símbolo básico de los comerciantes no es la tierra, ni el trabajo, ni la familia, ni las relaciones directas, sino el capital, que podría estar al servicio de un César neutral (cf. Mc 12, 15-16), pero que a los ojos de Jesús tiende a presentarse como Mamona, es decir, como un ídolo o dios objetivado, contrario al Dios verdadero (cf. Mt 6, 24). Los miembros de la clase mercantil suelen pactar con los funcionarios superiores y con los sacerdotes (que sacralizan, al menos de un modo indirecto, el dinero) y, sobre todo, con los reyes. En esa línea, ellos pueden convertirse en árbitros de la sociedad, pues dirigen el proceso real de la producción y distribución de bienes.
Jesús vivió en un mundo que empezaba a estar dominado, de hecho, por una clase mercantil que ha “divinizado” ya el dinero, para convertirlo el algo independiente, escindido de la vida real, es decir, del trabajo y de las necesidades concretas de los hombres y mujeres, hasta convertirse en mamona o capital que puede divinizarse, como el gran ídolo, contrario al Dios del Reino (cf. Mt 6, 24; Lc 16, 13). Ciertamente, no parece que Jesús haya sido un purista, contrario al progreso: no ha condenado en general a los comerciantes, ni ha rechazado a los publicanos (recaudadores de impuestos, al servicio de un orden socio/económico vinculado a Roma), a los que gran parte del pueblo consideraba impuros. Pero, a mayor profundidad, él quiso que comercio y dinero estuvieran al servicio de los pobres, de un modo gratuito (por comunicación directa). En esa línea, su proyecto implicaba un cambio total en la manera de ver la economía, de manera que el dinero no sea valor en sí, sino medio de comunicación al servicio de todos. Jesús no ha sido un reformador, en la línea de muchos fariseos que empezaban a tener gran influjo en el pueblo, mejorando cierto tipo economía, dentro del sistema, sino un profeta del Reino; no quería una simple reforma, sino el cambio total de la economía.
4. Clase campesina. En principio, Israel formaba una federación o liga de clanes de agricultores y pastores libres, con tierras y trabajos parecidos, de manera que no había campesinos inferiores, separados de la clase superior de gobernantes-soldados-mercaderes, pues funciones y grupos no habían desembocado en clases opuestas. No existían reyes (jerarquía social), ni sacerdotes especiales (jerarquía sacral), ni soldados profesionales (todos debían colaborar en la defensa), ni comerciantes para controlar los excedentes alimenticios al servicio de sí mismos y de las clases superiores (no-productivas). No había oposición de clases, sino una comunidad o federación de agricultores-pastores, autosuficientes y capaces de defenderse unos con otros y de intercambiarse bienes y servicios (sin una clase intermediaria, liberada para funciones burocráticas).
En sentido estricto, los agricultores subordinados (campesinos) nacen como clase o grupo especial, cuando surgen y se imponen los intermediarios citados (gobernantes, soldados, sacerdotes), vinculados a la trama de las ciudades, que ofrecen una serie de servicios, pero no produce bienes de consumo (viven de lo producido por el campesinado). Conforme al ideal bíblico, Israel había sido (=debía ser) un pueblo de agricultores libres, sin estructuras clasistas (distinción entre poderes superiores y campesinos inferiores). Pero las cosas cambiaron y Jesús nació y vivió precisamente en uno de los momentos cruciales de ese cambio, vinculado a la caída de la federación de agricultores libres y al nacimiento de un campesinado sometido al poder político/mercantil de reyes, ciudades y comerciantes.
El imaginario simbólico de Jesús era una federación de agricultores, pastores y/o pescadores, compartiendo bienes y trabajos, formando una sociedad igualitaria (no mercantil, no imperial) de familias y clanes libres en la línea de Lev 25 (ley del jubileo). Pues bien, precisamente en aquel momento (ya en el tiempo de sus padres) una parte considerable de los agricultores pudieron mantener su independencia, de manera que tuvieron que ponerse (les pudieron) al servicio de una estructura política y comercial, centrada en las ciudades (dentro de un reino o imperio más grande: el de Roma). En general, las tierras de los campesinos pasaron a ser propiedad de la clase mercantil y/o de los grandes propietarios (vinculados a los gobernantes, militares y/o sacerdotes), perdiendo su autonomía y haciéndose dependiente de unas ciudades y/o de unos comerciantes, que controlan, dirigen y consumen su producción.
5. Clase de los artesanos. Son, en general, campesinos que han perdido la propiedad y el uso de sus tierras, de manera que no pueden cultivarlas por sí mismos, sino que están obligados a vender su trabajo, poniéndolo y poniéndose al servicio de reyes, ciudades o templos y de comerciantes o propietarios ricos. No les queda más posesión que su trabajo y deben venderlo para así vivir. Los artesanos (carpinteros, herreros, alfareros, albañiles, expertos en pozos y riegos…) han existido desde antiguo, pero antes de la división de clases, eran agricultores que, además de trabajar su tierra, tenían cierta capacidad o experiencia para realizar otras funciones especiales y así las realizaban, sin perder básicamente sus propiedades agrícolas. Pues bien, cuando muchos propietarios pierden su heredad (por confiscación, deudas, movimientos migratorios o super-población) empiezan a multiplicarse los campesinos sin campo, que deben vender su trabajo como renteros, braceros o artesanos (carpinteros etc.). Esto es lo que había sucedido en tiempos de Jesús, cuando el proceso de urbanización y el lujo de las ciudades, ha convertido a los hijos de los antiguos agricultores libres en campesinos sometidos y en artesanos aún más sometidos, como el mismo Jesús.
1. Había artesanos asentados, clientes favorecidos del sistema político, económico y/o religioso del que dependen y al que sostienen. Ellos actúan en general como operaros fijos al servicio de los gobernantes, de las ciudades o los templos (como el de Jerusalén) que les contratan y pagan. Entre ellos están los que trabajan en las grandes obras reales de Palestina (Cesarea y Sebaste, Séforis y Tiberíades) o en el templo de Jerusalén, donde se dice que, desde el tiempo de Herodes, se juntaban más de 15.000 trabajadores, como artesanos al servicio de un sistema rico que podía pagarles. Gran parte de la población de Jerusalén estaba formada por obreros del templo, quienes, como es normal, no respaldarán a Jesús cuando ofrezca allí su proyecto de Reino, pues sus ideales e intereses son distintos.
2. Había artesanos itinerantes, sin estabilidad, eventuales al servicio de agricultores más ricos o de propietarios con ciertos medios económicos. Entre éstos parece haber estado Jesús, que no ha sido (presumiblemente) obrero de la construcción del templo de Jerusalén, ni de las ciudades y cortes de los reyes galileos, sino que dependía de un mercado de trabajo inestable. Aunque dominados por comerciantes y ciudades, los campesinos propietarios seguían disponiendo de una tierra que era símbolo de estabilidad y bendición de Dios. Por el contrario, estos artesanos (campesinos sin tierra) dependían totalmente de las condiciones sociales y laborales de otros hombres más ricos.
6. Clases inferiores. En el último escalón se sitúa una serie de grupos y gentes que están fuera del esquema anterior, de manera que no pueden llamarse ni siquiera pobres (penes, penetes), es decir trabajadores con pocos recursos, pues no tienen libertad ni medios para ejercer su trabajo, de manera que son por-dioseros (¡en manos de Dios!) o mendigos (ptojoi) sin propiedad alguna. Dentro de esas clases podemos distinguir tres grupos:
1. Esclavos. El sistema económico romano se puede definir como esclavista, pues fundaba su economía y administración en la existencia de personas-objeto, sin derechos propios. Pero en el contexto rural de Galilea, en tiempos de Jesús, parece que había pocos esclavos o tenían menos importancia. Jesús no ha iniciado una rebelión de esclavos (en la línea de lo que pudo haber hecho Espartaco en Roma, el 71 a.C.), sino un movimiento de Reino, con campesinos, artesanos y mendigos, al servicio de un proyecto de sanación e igualdad en el que resulta impensable la existencia de esclavos, como ratifica la iglesia primitiva en un texto recogido por Pablo: «Ya no hay hombre ni mujer, no hay esclavo ni libre, no hay judío ni griego» (Gal 3, 28).
2. Impuros, degradados… Están cerca de aquellos que en otros contextos sociales se llaman intocables o manchados. No parece que en Galilea formaran una clase especial (como ha podido suceder en la India), pero afloran con frecuencia en el evangelio. Así vemos a muchos enfermos (como los leprosos) y en especial a los posesos o endemoniados, tan abundantes en el contexto de Jesús. En relación con ellos podemos hablar también de expulsados sociales (publicanos) o socio-religiosos (prostitutas), que forman parte del corazón del evangelio (del mensaje de Jesús), como destinatarios de su reino. En este grupo vienen a situarse los pobres radicales ya citados (ptojoi), que no pueden ni siquiera trabajar, pues no encuentran trabajo o no son capaces de realizarlo y así viven de la mendicidad.
3. Prescindibles. Son aquellos que carecen de valor para el sistema, pues no tienen influjo ninguno, ni en un plano laboral, ni en un plano afectivo o simbólico. Pueden ser prescindibles los esclavos que ya pueden ofrecer ya ningún rendimiento, las prostitutas envejecidas, incapaces de realizar su servicio, algunos enfermos, especialmente los locos. El número de prescindibles varía de sociedad a sociedad y ellos pueden volverse relativamente numeroso en momentos de crisis (como lo fueron en tiempos de Jesús). Son prescindibles porque parece que no aportan, ni importan a nadie, de manera que todo seguiría igual si ellos murieran. Son los pobres de los pobres, aquellos que malviven al margen de la sociedad (por culpa propia o por razón del sistema) sin posibilidad de que se escuche su palabra. De esa forman dependen totalmente de los demás. Entre ellos ha iniciado Jesús su movimiento de trasformación, es decir, de Reino.
Las seis clases anteriores (gobernantes, altos funcionarios, mercaderes, campesinos, artesanos y pobres) nos sirven para situar el mensaje y la experiencia vital de Jesús, que no aprendió su doctrina estudiando Escritura, en un entorno elitista (como F. Josefo), sino en el mundo del trabajo, como indica Mc 6, 3 al decir que es tekton: «¿Qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿No es éste el carpintero?». Éste fue su lugar, el mundo de los trabajadores sin tierra, mundo de enfermos y expulsados sociales. Ésta su tarea: anunciar y cumplir las esperanzas de Israel desde el espacio y camino de vida de los artesanos dependientes.
En este lugar de los pobres ha escuchado Jesús la palabra de Dios; desde este lugar iniciará su camino de Reino. No hablará de Dios en general, de un modo evasivo, desde una superestructura impositiva, sino desde los pobres, enfermos y expulsados de la sociedad israelita de su tiempo. Ciertamente, Jesús será nazoreo, cumplirá las Escrituras de Israel, iniciaría el Reino de Dios… pero lo haría desde la zona inferior, como artesano, en contacto con los rechazados y fracasados de su pueblo, llamados especialmente por Dios para realizar su obra. Sólo desde este lugar podrá hablar de lo más alto (que es Dios) que se introduce y revela en lo más bajo, que son todos (incluso los opresores), iniciando un camino de recreación humana, es decir, de Reino de Dios.