El arameo en sus labios. Un musulmán profundiza en Jesús (A. Aya)

Vengo tratando en mi blog del amor de Jesús y en ese contexto quiero (debo) presentar la visión de un musulmán famoso,, que acaba de publicar una semblanza sorprendente de Jesús semita, hombre de de amor.

El autor(Sevilla, 1962), es especialista en poesía japonesa, haiku (con el nombre de Vicente Haya) y en islamología y teoría de las religiones (con el nombre Abdelmumin Aya). Tengo el honor de compartir con él el Diccionario de las tres religiones (Verbo Divino, 2009). Es colaborador de RD.

Sobre V/A Haya/Aya, cf.
http://www.vicentehaya.com/
http://blogs.periodistadigital.com/elalmadelhaiku.php


Su nuevo libro (El arameo en sus labios. Saborear los cuatro Evangelios, Fragmenta 2013), quiere llegar al corazón del mensaje de Jesús, recuperando el tono y sentido originario de sus palabras arameas (El arameo de sus labios...).

Este libro tiene, a mi juicio, tres novedades principales:

a. Recupera a Jesús como “arameo errante” (itinerante), un semita universal, en la línea de famoso pasaje de Dt 26, 5-9 que debía proclamar todo israelita que llevara sus dones al templo: “Mi padre fue un arameo errante…”. Pues bien, en la línea de ese Jacob-Israel, Jesús aparece ante nosotros como un “arameo” itinerante. Ciertamente era judío, pero su lengua madre no fue el hebreo, sino el arameo de los comerciantes que habían venido de la estepa. De manera lógica, A. Aya ha querido recuperar el sabor arameo de las palabras de Jesús.

b. Recupera a Jesús en un universo cultural en el que sobresalen y se vinculan tres lenguas hermanas: hebreo, arameo y árabe. Ciertamente, el cristianismo quiso hacerse y se hizo muy pronto universal en el sentido de “trans-cultural” o trans-lingüístico, de manera que no tiene una lengua sagrada… Así los evangelios de Jesús aparecen transmitidos (y conservados) pronto en griego (y después en latín), no porque el griego o latín fueran lenguas sagradas, sino precisamente porque no lo eran… porque eran lengua de “koiné”, es decir, de comunicación vulgar, del pueblo (como la Vulgata latina). Pero eso no quita que en el fondo del lenguaje de Jesús siga estando el arameo, y que sea importante recuperar el “saber del lenguaje” de sus labios.

c. Recupera así una tradición poderosa, la del Corán de Muhammad, en lengua árabe. Ciertamente, el cristianismo intentó extenderse después en occidente en lengua y en cultura griega, y ese intento sigue siendo bueno, siempre que el griego se tome en forma de “koiné”, de espacio de comunicación abierto a todos los idiomas (pues ya no hay hebreo ni griego, como lenguas sagradas: Gal 3, 28). Pero si queremos conectar con casi una cuarta parte de la humanidad tendremos que retomar el “sabor” semita de Jesús, que le vincula (nos vincula) a los antiguos comerciantes arameos, y de un modo especial a los musulmanes, que son con el árabe, herederos y transmisores de una cultura universal de experiencia religiosa.
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Advertencia preliminar:

a. Según A. Aya (con la tradición aramea) lo importante son las palabras arameas del mensaje de Jesús que están cerca del hebreo de AT y del árabe del Corán… Pero quizá los cristianos hemos dado más importancia a los “hechos”. Nos seducen y encantan las palabras, pero nos fijamos quizá más en el acontecimiento de la vida-muerte de Jesús (a quien seguimos concibiendo como el arameo itinerante, por excelencia).

b. A Aya he tenido la delicadeza de dedicarme ese libro, diciendo (pag. 5): “A Xabier Pikaza, que me invitó a volver al Evangelio”. Gracias, Mumin por la dedicatoria, pero sobre todo por la amistad. En el Evangelio, con trazos quizá algo distintos, nos encontramos sin duda. Dice que yo te he invitado a volver al Evangelio; tú me has enseñado y me enseñas a entender y vivir mejor el evangelio, sin necesidad de hacerte cristiana, pues el evangelio de Jesús es también tuyo, especialmente tuyo, ya que eres un buen musulmán, inclinado ante Dios en libertad, amigo de fondo arameo del mensaje de Jesús.

c. Nota final: Venía hablando en mi blog del amor de Jesús, de sus formas y expresiones. Por eso me place recoger hoy (simplificado, condensado, sin aparato crítico) algo del capítulo 19 de ese libro A. Aya, dedicado al Amor de Dios en Jesús. Gracias, otra vez, amigo Abdelmumín,por hacernos penetrar en el sentido de dos términos básicos para entender el "amor" en Jesús en las tradiciones semitas:

-- el amor es HB, (hubb, hubba...): es intimidad, es semilla... Algo que nace en la intimidad y se manifiesta sin disimulos
-- el amor es RHM (rehem, rahba): Es la entraña de la vida, el útero fecundo. En ese "útero" de Dios surgimos y somos

Prefacio, pág. 9-10 (A. Aya)

Hay un lugar natural de encuentro para musulmanes y cristianos. Y ese lugar es la palabra de Jesús. Pero hay que acondicionar el lugar. Los musulmanes tendrán que hacer un esfuerzo por aceptar la veracidad de las palabras de Jesús que no aparecen en el Corán sino en los Evangelios; pero los cristianos deberán hacer un esfuerzo por familiarizarse con la lengua de Jesús, el arameo. Hay que encontrarse, entre las dos orillas, a mitad del puente.

Este encuentro no debe realizarse en otro ámbito más que en aquel en que cada una de las dos religiones sea ella misma: el islâm deberá dejar de explicarse a sí mismo con términos que recuerden al cristianismo, y el cristianismo deberá aprender a expresarse sin recurrir a los conceptos aprendidos de Grecia. Por eso, el lugar ideal de encuentro entre las dos orillas son los Evangelios en arameo.

Ciertamente, escuchando a Jesús hablar en arameo el musulmán se halla más cómodo que el cristiano, por la gran cercanía del árabe y el arameo. Pero no cabe duda de que, usando los cuatro Evangelios en lugar del Corán, el cristiano se siente más cómodo que el musulmán. Todo verdadero diálogo tiene más de esfuerzo —de ÿihad, en el sentido literal— que de gozo y consuelo; pero los frutos son siempre exuberantes.

Aunque hasta ahora no hayan aparecido Evangelios escritos originalmente en arameo, veremos que hay modos de tener acceso a la lengua que habló Jesús, en la cual se expresaban las cosas de una forma muy concreta. Las meras palabras en la cosmovisión semita son capaces de decir mucho acerca de sí mismas. Puede ser el momento de escuchar a Jesús decir en su propio idioma Dios, misericordia, mundo, salvación, santidad, corazón, amor, bendición, poder, gloria, cuerpo, testimonio, etc., y comprobar cómo estas palabras nos evocan en arameo sensaciones completamente diferentes de las que despiertan en nuestra lengua.


El amor de Dios (resumido y condensado de pags. 115-124) (A. Aya)


Aykannā daḥḇany āḇw (como mi Padre me amó, hubba)
āf ennā aḥḥeḇtəḵūn (así yo os he amado hubba
qawwaw bəreḥmaṯy dīly (permaneced en mi reḥmat) (Juan 15:9)

Hay en este versículo (trasmitido libremente) dos términos arameos
dignos de interés: ḥūbā y reḥmaṯ. Vamos a comenzar por la reḥmaṯ.

Lo primero que nos llama la atención es la cantidad de traducciones
diferentes que tiene esta palabra. No importa si estamos ante una versión
griega del Evangelio, latina o castellana. En los tres idiomas se evita dar
una única acepción de reḥmaṯ según los diferentes contextos en que
aparece. Veamos sólo tres conocidos versículos y señalemos en negrita la
palabra que está pretendiendo traducir la raíz verbal R-Ḥ-M:
Por ejemplo, los versículos Mateo 6:5,310 Mateo 15:32311 y Mateo

En castellano leemos:

Mateo 6:5 - «Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos
les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las
calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han
recibido su recompensa».

Mateo 15:32 - «Entonces Jesús, llamando junto a sí a sus discípulos, les
dijo: “Tengo compasión de la multitud, porque hace ya tres días que
están conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer,
no sea que desfallezcan en el camino”».

Mateo 22:37 - «Y Él le dijo: “Amarás al señor tu dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”».

En latín, en esos mismos versículos, la raíz verbal R-Ḥ-M también ha
recibido sentidos diferentes:

Mateo 6:5 Et cum oratis non eritis sicut hypocritae qui amant in synagogis et in angulis platearum stantes orare ut videantur ab hominibus amen dico vobis receperunt mercedem suam

Mateo 15:32 Iesus autem convocatis discipulis suis dixit misereor turbae
quia triduo iam perseverant mecum et non habent quod manducent et
dimittere eos ieiunos nolo ne dePciant in via

Mateo 22:37 Ait illi Iesus diliges Dominum Deum tuum ex toto corde tuo et
in tota anima tua et in tota mente tua

Y, como no podía ser menos, en griego tampoco hay una sola traducción
para la raíz verbal R-Ḥ-M en esos tres diferentes pasajes:


Mateo 6:5 - Καὶ ὅταν προσεύχetῃ, οὐκ ἔσtῃ ὥσπερ οἱ ὑποκριταί, ὅτι ἐν
ταῖς συναγωγαῖς καὶ ἐν ταῖς γωνίαις τῶν πλατειῶν ἑστῶτες προσεύχεσθαι,
ὅπως ἄν φανῶσι τοῖς ἀνθρώποις· ἀμὴν λέγω ὑμῖν ὅτι ἀπέχουσι τὸν μισθὸν
αὐτῶν.

Mateo 15:32 - ῾Ο δὲ ᾿Ιησοῦς προσκαλεσάμενος τοὺς μαθητὰς αὐτοῦ εἶπεv·
σπλαγχνίζομαι ἐπὶ τὸν ὄχλον, ὅτι ἤδη ἡμέραι τρεῖς προσμένουσί μοι καὶ οὐκ
ἔχουσι τί φάγωσι· καὶ ἀπολῦσαι αὐτοὺς νήστεις οὐ θέλω, μήποτε ἐκλυθῶσιν ἐν
τῇ ὁδῷ.

Mateo 22:37 - Ὁ δὲ ᾿Ιησοῦς ἔφη αὐτῷ· ἀγαπήσεις Κύριον τὸν Θεόν σου ἐν
ὅλῃ τῇ καρδίᾳ σου καὶ ἐν ὅλῃ τῇ ψυχῆ σου καὶ ἐν ὅλῃ τῇ διανοίᾳ σου.

Estos tres versículos que hemos puesto de ejemplo están escogidos al
azar de entre decenas de pasajes en los que la misma palabra aramea
obtiene diferentes traducciones en los tres idiomas.
Y aquí hay ya una enseñanza difícil de soslayar:

lo que en árabe llamamos la rahma y en arameo la reḥmaṯ desestructura la tentación jerárquica de nuestro mundo de afectos.

En castellano, lo que nos gusta, lo que compadecemos y lo
que amamos no se encuentran en condición de igualdad respecto a
nosotros;
por poner un ejemplo, nunca diríamos que nos apiadamos de
Dios o que compadecemos al Espíritu Santo. Igual ocurre en latín con
amare, miserere y diligere, y en griego con Pleô, splagchnizomai y agapaô.

Los Evangelios hablan indistintamente de que tenemos reḥmaṯ a Dios, y
que Dios tiene reḥmaṯ de nosotros,
y que el mendigo o el ciego piden la reḥmaṯ de Jesús; que el avaro tiene reḥmaṯ de su dinero, y que un
centurión romano tiene reḥmaṯ de los israelitas; que el que tenga reḥmaṯ
de sí mismo perderá su vida, y que los fariseos tienen reḥmaṯ de los
primeros puestos en las sinagogas, etcétera, sin matizar que lo que se
esté sintiendo sea diferente en cada caso y, sobre todo, sin poner una
carga moral en dicha palabra. Entonces, ¿por qué sus traducciones sí lo
hacen?

Por tanto, una primera conclusión sería que no darle el mismo nombre en las traducciones a una realidad que es la misma en la cosmovisión que se está tratando de traducir contribuye a compartimentar la mente de
otra forma, en concreto, en este caso, jerarquizando emociones de un
modo distinto a como se presentaban en el idioma original.


La segunda conclusión puede parecer un poco contradictoria con
respecto a la primera, pero no lo es: darle el mismo nombre en las
traducciones a dos realidades que no son lo mismo en la cosmovisión que
se está tratando de traducir contribuye a perder, no sólo la belleza de lo
que nos quiso decir el original (en este caso, la Revelación de Jesús), sino la esencia misma del mensaje.


Vamos a explicarlo. Hemos encabezado este epígrafe con el versículo «Como el Padre me amó, así os he amado yo; permaneced en mi reḥmaṯ» (Juan 15:9).

Si vamos a las traducciones en nuestro idioma de la palabra reḥmaṯ en este versículo, invariablemente vamos a encontrar la palabra “amor”: «Como el Padre me amó, así os he amado yo; permaneced en mi amor». Sin darnos cuenta
de que en el original arameo se están usando dos términos diferentes
para esto que estamos traduciendo “amor”: ḥūbā (el equivalente al árabe
hubb o mahabba) en los dos primeros casos de la cita, y reḥmaṯ (el
equivalente al árabe rahma) en el tercero.

En la Literatura y en la Revelación, los criterios de uso de unos términos u otros obedece a parámetros distintos; mientras que en la primera a veces el uso del sinónimo responde tan sólo a evitar la reiteración, cuando se trata de un lenguaje revelado las diferencias de uso de un término u otro son siempre por algo.

Signifique o no signifique “amor” el término arameo reḥmaṯ, que eso lo
concluiremos más adelante, no podemos ignorar en nuestras
traducciones los matices propios de las palabras que estamos tratando de
traducir. Como hemos anticipado, buscaremos el núcleo semántico de la
raíz R-H-M en “útero, matriz” (arhâm, rahim), en árabe, en arameo y en
hebreo.

La rahma es la capacidad matriz de Dios –fecundidad creadora
de vida– por la que todo lo creado tiene entre sí un vínculo de parentesco.


De modo que la rahma –ese parentesco de todo con todo– es la verdadera
naturaleza del mundo; es la tramazón última de la vida. De2niríamos así
la rahma como “el sustrato más hondo de la existencia: puro amor deçDios que no es percibido por nosotros ya como tal, sino como cosa”:
insecto, estrella, barro, musgo, ser humano… No es casualidad que, en la
expresión árabe, “cosa” (shai’) y “querer” (shâ’a) sean palabras de la
misma raíz. La cosa es una voluntad de Dios, un querer de Dios que
ocupa un espacio y sucede en un tiempo. Todo lo creado es el resultado
de la rahma de Dios; todo es marhûm. Por eso uno de los Nombres de
Dios (en realidad, uno de los componentes de esa acción sin sujeto que
es lo sagrado) es Rahmân,
que proviene del hebreo: rahªmânî (de
sentimientos maternales).

Volvemos a repasar las traducciones griegas, latinas y castellanas de los
versículos anteriores y nos damos cuenta de que tan sólo hay una
acepción –en concreto del griego– (splagchnizomai) donde se conserve la
connotación semita a los intestinos (splên)317 que tiene la palabra aramea
reḥmaṯ. Porque el arameo reḥmaṯ, como el árabe rahma, es ante todo y
sobre todo algo que tiene relación con las entrañas. Ni el resto de las
acepciones griegas (Pleô, agapaô), ni las latinas (cumpassio, dilectum,
amor) tienen ya una alusión tan directa a la interioridad del ser humano;
una interioridad que antes que mental o sentimental es orgánica. La
alusión a las entrañas de Dios es habitual en la literatura
veterotestamentaria, y hay incluso resabios en el Nuevo Testamento.

Dice Zacarías en Lucas 1:78 «Por las entrañas de ternura de nuestro Dios», usándose en arameo la raíz R-Ḥ-M para “entrañas” y la raíz Ḥ-N-N para “ternura”.318 Esta segunda raíz es la misma en árabe. Está claro que la raíz verbal R-Ḥ-M indica que algo es capaz de moverte las entrañas, y es hermoso que esas entrañas no sólo sean de hombre o mujer sino de Dios:

«El Padre mismo os ama (rāḥem)» (Juan 16:27).

En la mera textualidad, incluso el mundo tiene entrañas con que conmoverse: «Si fuerais del mundo, el mundo ama (rāḥem) lo suyo» (Juan 15:19).

¡Qué bello, que hondo, qué significativo se nos muestra, desde este punto
de vista, el pasaje «Como el Padre me amó, así yo os he amado;
permaneced en mi reḥmaṯ» (Juan 15:9)!321 ¿Por qué no traducir la última
frase «permaneced en mis entrañas»? Por virtud de esta palabra
splagchnizomai, que fue 2el a lo que quería traducir, de alguna manera
esta recurrencia semita a lo orgánico no se ha perdido por completo en
el Cristianismo actual, a pesar de haberse traducido del griego y no del
arameo.

Y, así, leemos que Pablo dice a los Filipenses en 1:8 «Testigo me
es Dios de cuánto os amo a todos en las entrañas de Cristo Jesús».322
Y luego está ese otro término usado por Jesús en el versículo que
estamos comentando (Juan 15:9): ḥūbā. Signi2que o no signi2que
“amor”, tiene también su sabor propio, el de la familia léxica a la que
pertenece. En la familia léxica de su equivalente árabe, hubb,
encontramos (aparte de los significados relacionados con el amor):

“recipiente en el que se deposita el agua turbia para volverla limpia”
(habb), “semilla” (habb), “objetivo” (habâb), “pupila (del ojo)” (habba),
“centro” (en p.ej. habbat al-qalb: centro del corazón), “burbuja” (en p.ej.
habâb ma‘: burbuja de agua), etc…

El “sabor último” de la trilítera árabe H-B-B lo explica con certera lucidez Abû l-Fath ‘Uzmân ibn Ÿimmî (un clásico de la Ciencia de las letras) en su obra Kitâbu-l-lama‘ argumentando que las palabras del grupo H-B-B responden a la idea de algo que surge de lo más profundo y se manifiesta en lo exterior sin disimulo”:

la pupila es la expresión del interior del hombre, y la vasija es
lo que ha salido del interior del barro, el objetivo es como se concreta la
intención, la burbuja es lo que sale del interior del agua, el amor lo que
ocultabas en tu corazón, la semilla lo que da el árbol como su esencia
más profunda, e incluso en árabe moderno la bombilla (habâba)
responde a este grupo de trilíteras porque es lo que evidencia esa
electricidad invisible que está recorriendo la casa por dentro.

En el Corán –y no es digresión– nos encontramos sólo con cuatro
referencias al hubb proyectado sobre Allâh. La interpretación su2 de las
mismas nos arrojan en brazos del Amado; un enlace místico que
conocemos sobradamente por las bellas expresiones poéticas del
Cristianismo histórico. Y, sin embargo, hay otra interpretación dentro del
Islam, más antigua y fiel al espíritu de Muhammad, según la cual amar a
Dios es –simplemente– obedecerle:

«Diles: Si tenéis hubb a Allâh, seguidme; Allâh os tendrá hubb y os
ocultará de vuestros errores. Y Allâh es el más indulgente, el Rahîm. Dí:
Obedeced a Allâh y al Mensajero» (3:31-2)323

El sentido que tenía la raíz H-B-B proyectada sobre Allâh para un árabe
que escuchase el Corán era el mismo que tenía la raíz ’-H-B para un judío
que leyera en Deuteronomio 11:1:

«Y amarás al Eterno, tu Dios; obedecerás sus consignas, sus decretos,
preceptos y mandamientos todos los días de tu vida»

“Amar a Dios” significaba ser fiel al pacto establecido con él y cumplir lo
que Él ha ordenado. La Revelación de Jesús en arameo no pretende
conculcar esta lógica semita:
«Quien acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama»
(Juan 14:21).324

No es imposible que tanto en el Cristianismo como en el Islam toda la
mística amatoria, tal como la conocemos, basada en el sentimiento, sea
un desarrollo posterior a Jesús y Muhammad.
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