Los esenios de Qumrán (Vázquez Allegue)


Principio
Tras la crisis macabea, asumiendo elementos de tipo sacerdotal, legalista o apocalíptico, algunos judíos principales se separaron de la Gran Asamblea (que siguió fiel al Templo de Jerusalén, con sus estructuras político-sociales) y edificaron una comunidad donde culminaba a su entender la historia israelita. Cuentan con un fundador carismático al que llaman Maestro de Justicia. Rechazan la pretensión política y religiosa del Sacerdote Impío de línea macabea que, a partir del 153 a. C., controla el poder social y sacral en Jerusalén, sea Jonatán (153-142), Simón (142-134) o Juan Hircano (134-104 a. C.). Su misma inspiración social y religiosa les lleva a formar una comunidad distinta. Por un lado son tradicionales: copian y aplican la Ley, interpretan los textos de los profetas, se presentan como el Israel de los tiempos finales. Por otro lado son innovadores en línea apocalíptica, sacral y legalista. Asumen con Lev 16 los esquemas del dualismo; destacan la división angélica de 1 Henoc y se sitúan cerca de las tradiciones de Daniel (sobre todo de Dan 7). Más aún, ellos se sienten elegidos y separados, interpretando la Ley desde su propia Regla de Comunidad (1Qs: 1Qumran Serek). Pueden relacionarse de algún modo con los terapeutas de Filón, pero han desarrollado una tendencia más apocalíptica que sapiencial. Ellos se distinguen y se especifican, básicamente, por su vida de pureza y sus comidas comunitarias.
Descripción de Flavio Josefo:
«Tienen mucha religión y reverencia a Dios. No hablan ni hacen nada profano antes que salga el sol, sino que le dirigen ciertas plegarias tradicionales, como suplicándole que salga. Después, los procuradores envían a cada uno a la función que sabe realizar, y después de haber trabajado con empeño hasta la hora quinta, se reúnen nuevamente y, cubiertos con unas túnicas blancas de lino, lavan sus cuerpos con agua fría. Y después de esta purificación entran en un lugar reservado, donde no puede entrar ninguno que no sea del grupo, y ellos, en estado de pureza, se acercan a la mesa, como a lugar sagrado. Después que se han sentado en silencio, el panadero distribuye los panes en orden, y el cocinero sirve a cada uno un solo plato, con una sola comida. Antes de comer, el sacerdote pronuncia una oración, y ninguno puede comer antes de ella. Después que han comida, el sacerdote pronuncia otra oración. De esa forma, al principio y al fin, rinden honor a Dios, como dispensador de la vida. Después, quitados aquellos vestidos de comida, como si fueran ornamentos sagrados, vuelven al trabajo hasta la tarde y a la vuelta comen de la misma forma, en compañía de los huéspedes, si los hubiere» (BJ II, 8, 5). El rito de la comida, presidido por un sacerdote que pronuncia las bendiciones, constituye el centro de la vida esenia. Es evidente que quieren mantenerse en armonía con la naturaleza, como indica su oración matutina, recibiendo al sol en su salida. Ellos son también muy rigurosos en la observancia de los tiempos sagrados, definidos por sol y luna (cf. Gen 1, 14-15). Lógicamente, el templo de Jerusalén les acaba apareciendo secundario, aunque siguen venerándolo ritualmente (se encuentre o no contaminado por sus actuales sacerdotes). Para ellos, el verdadero templo de Dios es la comunidad, reunida ritualmente en la celebración de la comida diaria.
Regla de la Comunidad.
Los esenios forman una comunidad exclusiva de puros o elegidos que «se han separado de la congregación de los hombres de iniquidad, para formar una comunidad en la Ley y en los bienes... y para participar en el alimento puro de los hombres de la santidad» (1QS 5, 1-2.13). Evidentemente, tienen unos rituales de iniciación y purificación donde son importantes los bautismos, pero el centro de su vida es la comida: «En todo lugar donde haya diez hombres del consejo de la comunidad, no falte un sacerdote. Cada uno, según su rango, se sentará ante él; y así se les pedirá su consejo en todo asunto. Y cuando preparen la mesa para comer o el mosto para beber, el sacerdote extenderá la mano el primero para bendecir las primicias del pan y del mosto...» (cf. 1QS VI, 4-8). Estos esenios forman una comunidad de pureza, centrada en el estudio de la Ley y la comida ritual, entendida como culto. No realizan sacrificios de animales. El signo de Dios es la comida diaria, no sólo del pan necesario, sino también del vino, que es quizá un signo de que ha llegado el fin de los tiempos: ellos, los miembros de la comunidad, se sienten portadores y beneficiarios de la salvación de Dios. Ciertamente, el grupo esenio de Qumrán sigue esperando la llegada de los últimos días. Pero, al mismo tiempo, anticipa y expresa con su vida la plenitud futura.
Regla de la Congregación. Mientras llega el Mesías.
Ésta es una regla «utópica», que no sirve para dirigir la vida diaria de los esenios, sino para anunciar y escenificar la liturgia central del fin de los tiempos: «Esta es la regla para toda la Congregación de Israel en los últimos días, cuando se reúnan en comunidad para marchar de acuerdo con la norma de los hijos de Sadok, los sacerdotes y los hombres de su alianza... Cuando ellos lleguen, reunirán a todos los que vienen, incluyendo niños y mujeres...» (1QSa I, 1-4). «Esta es la Asamblea de los famosos, convocados al Consejo de la comunidad, cuando Adonai haya engendrado al Mesías entre ellos. El Sacerdote entrará a la cabeza de toda la Congregación de Israel, después todos los jefes de los hijos de Aarón, sacerdotes, convocados a la reunión... y se sentarán ante él, cada uno según su dignidad Después entrará el Mesías de Israel y se sentarán ante él los jefes de las tribus de Israel, cada uno según su dignidad, según la posición de sus campos, y el escalafón de sus marchas. Después todos los jefes de la familia de la Congregación, Y los sabios de la santa Congregación delante de ellos, cada uno según su dignidad. Y cuando... esté preparada la mesa de la Comunidad y mezclado el mosto para beber, que nadie extienda la mano sobre las primicias del pan y del mosto antes que el Sacerdote, porque es él quien debe bendecir las primicias del pan y del vino y ser el primero en tender la mano para tomar el pan. Inmediatamente el Mesías de Israel tenderá la mano para tomar el pan y después de él toda la asamblea hará lo mismo, siguiendo el orden de sus respectivos puestos» (cf. 1QSa II, 11-21). Este texto aparece como un canto al mesianismo, celebrado y expresado en forma de comida. Lo propio del Mesías, cuando llegue, no será la guerra de liberación del pueblo, tampoco la purificación de los impuros, como querrá Jesús. El Mesías, engendrado por Dios, culminará y custodiará el camino sagrado de Israel, presidido por el Sacerdote y establecido por el propio pueblo, cuando llegue la comida del final de los tiempos. Por eso es lógico que el mismo Mesías, hijo de Dios, esté subordinado al Sacerdote, es decir, al portador y garante de la pureza cultual del grupo. Cada vez que los fieles de Qumrán se reúnen se actualiza un camino mesiánico: ellos evocan y de alguna forma expresan la culminación de los tiempos, vinculada a los dos elementos centrales del pan y vino (mosto, vino nuevo), con hondo sentido escatológico.
Historia final de Qumrán.
Pero el Mesías que esperaban no llegó, al menos como ellos lo habían pensado y llegaron, más bien los romanos, en la campaña del 67-70 de. C. Amenazados por la inminente llegada de los romanos, los esenios de Qumrán escondieron sus manuscritos, primero cuidadosamente y luego con gran prisa, en las cuevas del entorno, junto al Mar Muerto, para recuperarlos después de la guerra. Pero ese «después» no llegó. A la guerra siguió la represión y el judaísmo cambió de un modo intenso. De esa forma, los manuscritos siguieron en las cuevas, algunos muy bien conservados, hasta que fueron descubiertos casualmente el año 1947. Desde entonces, tras una historia azarosa de ventas y ocultamientos, de guerras y de investigaciones científicas, han venido siendo conocidos de manera que nos ofrecen un conocimiento muy cercano de un tipo de judaísmo del entorno de Jesús y del Nuevo Testamento. Los manuscritos del Qumrán o del Mar Muerto, publicados ya de un modo científico, son de gran ayuda para la historia de la crítica textual del Antiguo Testamento (ofrecen los primeros textos completos, antiguos, de libros como los de Isaías). Ellos nos permiten conocer también mejor las tendencias legales y apocalípticas del judaísmo que va del siglo II a. C al siglo I d. C. A pesar de lo que se ha dicho, ellos resultan menos importantes para el conocimiento del Nuevo Testamento, que sigue otra línea de experiencia religiosa.
Más bibliografía. García M, F., Textos de Qumrán, Trotta, Madrid, 1992. Cf. K. BERGER, Qumrán y Jesús ¿la verdad oculta?, Lumen, Buenos Aires 1996; O. BETZ. y R. RIESNER, Jesús, Qumrán y el Vaticano: puntualizaciones, Herder, Barcelona 1994; F. GARCÍA, Introducción a la literatura esenia de Qumrán, Cristiandad, Madrid, 1982; A. GONZÁLEZ LAMADRID, Los descubrimientos del Mar Muerto, BAC 317, Madrid 1971; H . STEGEMANN, Los esenios, Qumrán, Juan Bautista y Jesús, Trotta, Madrid, 1996; J. TREBOLLE (ed.), The Madrid Qumran Congress: actas del Congreso Internacional sobre los Manuscritos del Mar Muerto, Madrid, 18-21 de marzo de 1991, Univ. Complutense, Madrid 1993