Mi padre era un arameo errante

Según la Biblia (y la experiencia de la humanidad), todos somos hijos de emigrantes, lo que en lenguaje antiguo se llamaba “peregrinos”. No hay tierra que sea, ni haya sido, desde siempre y para siempre nuestra (de nadie). Sobre una tierra de todos vamos y venimos(como las cigüeñas de la imagen), ocupamos por un tiempo una parcela de terreno y marchamos, vienen otros.
Por eso es bueno recordar que somos peregrinos y que es conveniente andar ligeros de equipaje, para desmontar las tiendas y seguir caminando, volando, ayudándonos unos a otros en la gran marcha de la humanidad (que para nosotros, los cristianos, es o ha de ser marcha de amor y libertad).
Por eso es bueno saber emigrar (no tenemos casa fija, ni Estado, ni imperio o sistema sobre el mundo) y acoger a los emigrantes que vienen y van con menos medios, pues también nosotros lo hemos sido (¡migrantes de maleta al hombre!) y lo somos, aunque a veces no queramos admitirlo. Por eso recordé ayer y hoy quiero retomar, en forma condensada, algunos datos de la Biblia sobre los emigrantes.
1. Principios
Los judíos nacieron como grupo de personas que buscbaban una tierra donde fuera posible el pan y la libertad, una tierra donde puedan vivir los hijos y los hijos de los hijos. El “credo” de Israel dice así:
– Credo teológigo.: Decálogo: “Yo soy Yahvé, tu Dios, que te he sacado de Egipto” (Ex 20, 2; Dt 5, 6; cf. 1 Rey 12, 28; Jer 2, 6 etc). Esas palabras de introducción del Decálogo constituyen la expresión más clara de la identidad israelita como pueblo de emigrantes a los que Dios ayuda. En ese sentido, los mandamientos son aparecen como una guía de vida para los emigrantes, es decir, para todos aquellos que tienen que dejar su tierra y sus seguridades antiguas, para crear un nuevo orden social en otra tierra, en una tierra nueva.
– Credo histórico: Uno de los credos más importantes de la Biblia judía es aquel donde cada israelita se presenta como hijo de emigrantes. «Mi padre era un arameo errante; bajo a Egipto y residió allí con unos pocos hombres... Pero los egipcios nos maltrataron y humillaron... Gritamos a Yahvé, Dios de nuestros padres, y Yahvé escuchó nuestra voz, vio nuestra miseria... y nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido y nos trajo a este lugar...» (Dt 26, 5-10; cf. Jos 24, 2; Sal 136, 78). Lo más importante de est pasaje y de todos los pasajes de las Escrituras es que el tema de la emigración no de “otros”, sino nuestro, de todos los hombres y mujeres.
– Abrahán, un emigrante… Las tres tradiciones monoteístas (israelita, musulmana y cristiana) presentan a Abrahán, Padre de la fe, como emigrante que salió de su tierra, obedeciendo a la “Palabra” de Dios, pero también siguiendo la ruta de todos los nómadas que buscaban una tierra estable, desde Ur de los Caldeos. «Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gen 12, 1-3). Abrahán, emigrante y exilado aparece como principio de bendición para todas las “familias” o pueblo de la tierra.
2. Moisés y los hebreos en Egipto: un pueblo de emigrantes
Conforme al relato actual de la Biblia, Moisés nació en Egipto, en una tierra donde su familia ha tenido que emigrar para comer… En una tierra donde los hebreos se sienten perseguidos… Tiene una experiencia de Dios, que aparece como protector de emigrantes… y tiene la tarea de crear un “pueblo nuevo” a partir de los emigrantes que se hallaban en tierra extraña. En la línea de Moisés se situarán los otros profetas como Muhammad y Jesús:
1. El Dios de los emigrantes. «El ángel de Yahvé se le mostró en forma de llama...». Moisés siente curiosidad, se acerca y escucha la palabra: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham...» (Ex 3, 1-6). «He visto la aflicción de mi pueblo de Egipto y he escuchado el grito que le hacen clamar sus opresores, pues conozco sus padecimientos. Y he bajado para liberarlo del poder de Egipto y para subirlo de esta tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que mana leche y miel, el país del cananeo, del heteo...» (Ex 3, 7-8). Dios aparece así vinculado a los emigrantes y pobres, el les defiende.
2. Los hebreos, unos emigrantes oprimidos y liberados. Moisés inicia y promueve un movimiento de liberación de los emigrantes y esclavos, pero no en línea de alzamiento armado, pues en ese nivel los “faraones” de este mundo tendrán siempre ventaja. Nosotros (año 2007) sabemos que el tiempo de las guerras militares en contra del sistema ha terminado ya… No podremos derrotar a los poderes de opresión con armas, sino a través de una trasformación personal y social, como la de Moisés. Estos son los momentos fundamentales de de su jihad o movimiento liberador, expuesto en Ex. 7-13.
(1) La guerra de Moisés está vinculada a la vida cósmica, a la defensa de la naturaleza: los opresores tienen que sufrir el castigo de la naturaleza que ellos manejan de un modo egoísta para su provecho.
(2) Ésta es una guerra de valores, es decir, de humanidad. El Faraón representa la violencia del sistema que se diviniza a sí mismo y que al hacerlo se destruye. Moisés, en cambio, representa la confianza del hombre en los valores de su humanidad, es decir, de su libertad, fundados en Yahvé (Soy el que soy), es decir, «Soy principio y futuro de libertad». Así entendió ya el libro de la Sabiduría (Sab 16-19) en tema de las plagas de Ex 7-13.
3. La libertad de los oprimidos. Un relato simbólico, narrado en el libro del Éxodo, capítulo 14, cuenta la historia de la liberación de los emigrantes oprimidos: «El Faraón se acercaba, los israelitas alzaron la vista y vieron a los egipcios que avanzaban tras ellos» (Ex 14, 10). Precisamente entonces, cuando amenazaba el pánico, se escucha la palabra creadora: «No tengáis miedo. Estad firmes y veréis la victoria que Yahvé os concederá hoy...; Yahvé peleará por vosotros; vosotros esperad en silencio» (Ex 14, 13-14). Los hebreos no tienen que alzarse en pie de guerra, ni luchar con armas militares, ni comprar con fianzas de dinero su salida de la cárcel, pero se les pide algo más grande: que crean y escuchen en silencio la palabra que les llega y les libera. Esa libertad implica una decisión por parte de los emigrantes pobres. . Perseguidos, prácticamente atrapados por Egipto que se acerca, los cautivos dan un paso y se arriesgan: «Di a los israelitas que avancen: tú alza el bastón y extiende la mano sobre el mar y el mar abrirá en dos, de modo que los israelitas puedan atravesarlo a pie enjuto» (Ex 14,16).
3. Moisés, un hombre y un camino actual.
Moisés ha sido y sigue siendo iniciador de una "religión de libertad" en la que pueden incluirse estos momentos.
1. Nos enseña a ser libres, en éxodo constante, para que salgamos de las varias situaciones de opresión en que estamos.
2. Nos invita a compartir y ofrecer libertad, en gesto de acogida, comunión y comunicación: hay hombres que viven aplastados o se aplastan ellos mismo, entrando así en un túnel o vacío donde les domina el miedo interno, el odio o resentimiento; por eso hay que ofrecerles espacios de comunicación personal. A veces no basta compartir: hay que esforzarse por crear condiciones sociales de libertad para los demás, incluso de un modo arriesgado.
3. Moisés traza, finalmente, un signo de esperanza, como testigo y precursor de una revolución que no ha llegado a cumplirse todavía, pues sigue habiendo hebreos oprimidos y encarcelados bajo el poder de los faraones de este mundo.
4. ¿Jesús, un emigrante….?
Hemos instalado a Jesús en gran grandes instituciones (diócesis y “curias” o casas señoriales), pero él sigue siendo un emigrante de Reino. Que esta certeza acompañe a los que creen en él.