(Vatican News).- “Mujeres de la Palabra que aman sin medida. Reconfiguración para una vida de santidad en la misión, hoy”, tema del XVII Capitulo General de las Hijas de la caridad canossianas, fue la guía inspiradora del discurso que el Papa Francisco dirigió a las más de sesenta religiosas, reunidas en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico del Vaticano.
En la escuela de María
El Pontífice puso de relieve la primera frase “Mujeres de la Palabra” al puntualizar que María es la mujer de la Palabra, es la discípula y, por lo tanto, “mirándola, y también dialogando con ella en la oración, pueden aprender una y otra vez lo que significa ser ‘mujeres de la Palabra’”.
En su invitación a ponerse de nuevo en la escuela de María, el Santo Padre reflexionó sobre la Palabra y el testimonio en las diversas etapas de la vida. Es así como afirmó que las mujeres mayores pueden testimoniar “un asombro que no disminuye” y una “aceptación de la Palabra que se hace más plena, más concreta, más encarnada en la vida”. Por su parte, las jóvenes pueden testimoniar “el entusiasmo de los descubrimientos”, el “resonar con la Palabra” y el “dejarse sorprender, incluso cuestionar”. Sin embargo, advirtió que las de mediana edad pueden caer en la trampa de la responsabilidad, del “activismo, incluso sin darse cuenta”, es decir, no ser “mujer de la Palabra, sino mujer del ordenador, mujer del teléfono, mujer de la agenda..”.
El amar sin medida viene del Espíritu Santo
Sobre el segundo elemento que contiene el tema del capítulo general de las hermanas canossianas, “amar sin medida”, para el Obispo de Roma es “una capacidad que viene del Espíritu Santo; no viene de nosotros, de nuestro esfuerzo; viene de Dios, que siempre ama sin medida”. “Entonces – agregó el Papa -es posible amar sin medida dando cabida al Espíritu y a su acción en nuestra vida. Y esto es la santidad”.
En este contexto, Francisco se refirió a esa “"reconfiguración a una vida de santidad" a la que aspiran las hermanas canossianas “en y para la misión, hoy", asegurando que la santidad y la misión son dimensiones constitutivas de la vida cristiana y son inseparables entre sí”, en otras palabras, “cada santo es una misión”.
La santidad de Magdalena de Canossa
El Santo Padre se adentró entonces al testimonio de las fundadoras de las canossianas que “se sintió llamada a entregarse por completo a Dios, pero al mismo tiempo sintió que debía estar cerca de los pobres”. Una doble necesidad que esta santa pudo desarrollar en la ciudad italiana de Verona, dejándose guiar por el Espíritu Santo con docilidad, buscando su camino a través de situaciones concretas.
“La vida de Magdalena se ‘configuró’ a la santidad de Cristo, según el modelo de María, en la forma misionera concreta dictada por la realidad en la que vivía. Y este "sí" suyo, dicho no con palabras sino con hechos, fue generador: el Señor le envió algunas compañeras con las que compartir el camino de la santidad y la misión”.
Francisco indicó nuevamente que el secreto para esa “reconfiguración” es siempre el mismo: “dejarse guiar por el Espíritu Santo para amar a Dios y a los pobres”. Por ello, agradeció el valor y la generosidad con los que la congregación realiza su trabajo en las distintas sociedades en las que están presentes, en “esas situaciones de pobreza, con esos rostros que piden cercanía, compasión y ternura”, en el “compartir con hermanos y hermanas en situación de desamparo y marginación”.
Ni pietismo, ni asistencialismo: caridad
Por último, el Papa exhortó a las hermanas canossianas a mantener viva la “dimensión comunitaria” que no crece “en las grandes cosas, sino en los detalles cotidianos” y dar la justa importancia a la oración en adoración en la presencia del Señor, como lo hizo su fundadora.
“El movimiento del espíritu que se descentra de sí mismo para centrarse en Cristo es lo que hace posible un servicio al prójimo que no es pietismo ni asistencialismo, sino apertura al otro, proximidad, compartir; en una palabra: caridad”.