“Para muchos millones de africanos es cuestión de vida o muerte” Cuestión de vida o muerte. Reflexiones sobre el cambio cllimático en Africa
“África está pagando los platos rotos de un cambio climático al que sus países no han contribuido. Aun asi, muchos países africanos, con pocos medios, hacen enormes esfuerzos por poner en marcha medidas para mejorar el medio ambiente: desde la prohibición de bolsas de plástico en países como Ruanda o Kenia, hasta plantar millones de árboles para luchar contra la desertificación".
| Jose Carlos Rodriguez Soto
“Cuando yo era niño me acuerdo de que teníamos un calendario con fechas para los trabajos del campo”. Se lo oí decir, hace no muchos anos, en varias ocasiones a un amigo ugandés que -como la mayoría de sus compatriotas- desde siempre había intentado vivir de la agricultura y que durante los últimos años se había hundido en la pobreza. He pensado en el muchas veces al seguir todo lo relacionado con la Cumbre del Clima de Madrid y los numerosos comentarios escritos en torno al cambio climático.
“Teníamos fechas”. Yo mismo, urbanita madrileño que tuve que aprender los ritmos del mundo africano rural durante mis casi dos décadas en el norte de Uganda, también me acuerdo de como ese calendario marcaba la vida de la gente en las comunidades a las que visitaba en la misión. A principios de febrero, empezar a desbrozar los campos para que estuvieran listos para las primeras lluvias, que llegaban a final de ese mes. En la segunda semana de marzo se plantaba el maíz y el mijo, y una semana más tarde los cacahuetes. Un mes más tarde, en plena estación lluviosa, era el turno del ingrato trabajo de quitar los hierbajos.
Hacia finales de junio venia una pequeña estación seca de un par de semanas pasadas las cuales se cosechaba el maíz. En agosto, con el suelo húmedo, se sacaban los cacahuetes con facilidad y en seguida había que plantar el sésamo, las patatas dulces y el sorgo. En noviembre llegaba la estación seca y era el turno de cosechar estos tres alimentos. El sésamo había que dejarlo secar cerca de un mes, en diciembre. Y en Navidad había de todo para comer, con los graneros llenos a rebosar. He conocido en Uganda a padres orgullosos de poder mandar a sus hijos a la Universidad gracias al dinero ganado al vender una parte de las abundantes cosechas fruto de su trabajo.
Es un ejemplo de como muchos millones de africanos, que dependen de la regularidad de las lluvias, han vivido durante generaciones siguiendo los ciclos marcados por la naturaleza. Para muchos de ellos, esto es ya historia. Es cierto que, de vez en cuando, tal vez cada 10 o 15 años, venia un ano malo de sequía, pero eso era la excepción a la regla. Millones de campesinos del continente están hoy desesperados al ver como las lluvias se retrasan cada vez más. Otras veces cae el agua del cielo, y a las tres semanas de plantar las semillas sale el sol y quema lo que ha germinado al no llover en un mes. Y cuando debería ser la estación seca llueve torrencialmente causando inundaciones y obligando a muchas familias a desplazarse. Sin ir más lejos, esto ocurre ahora mismo en bastantes lugares de África del Este. En la Cumbre del Clima de Madrid participan representantes de comunidades afectadas por estos desastres climáticos, incluidos jóvenes africanos con mucha menos prensa que Greta Thurberg que, como ella, también gritan a los cuatro vientos que los gobiernos de países responsables por el cambio climático tienen que hablar menos y actuar más.
Recuero una ocasión en la que hice una entrevista de trabajo para un puesto en una agencia de la ONU que se ocupa del medio ambiente. “Cree que estas cuestiones son importantes en África?”, me pregunto el entrevistador. “Para muchos millones de africanos es cuestión de vida o muerte”, respondí sin dudarlo. Me parece profundamente injusto que África este pagando los platos rotos de un cambio climático al que sus países no han contribuido. Sin olvidar que, con pocos medios, muchos países africanos están haciendo enormes esfuerzos por poner en marcha medidas para mejorar el medio ambiente: desde la prohibición de bolsas de plástico en países como Ruanda o Kenia, hasta plantar millones de árboles para luchar contra la desertificación, como es el caso de Etiopia y de varios países de la franja saheliana que desde hace años están levantándolo lo que se conoce como la “muralla verde”.
A los escépticos que se burlan tanto del cambio climático y lo tachan de camelo les llevaba yo a vivir en el pueblo de mi amigo, el que me hablaba del calendario agrícola, les daba una azada, y que se pusieran a intentar vivir un ano de sus vidas pendientes del agua del cielo que cada vez llega de forma más irregular. Y cuando tengan que pasarse meses malcomiendo una vez al día o emigrar a causa de una inundación a lo mejor cambian de opinión.