“Tu eres mi Hijo amado, a quien he elegido”
El Bautismo del Señor – Ciclo B (Marcos 1, 7-11) – 7 de enero de 2018
¡Qué rápido pasamos del nacimiento de Jesús a su bautismo en el Jordán! Han pasado dos semanas y el niño nacido en el Pesebre de Belén, ya aparece como un hombre, hecho y derecho que decide salir de su casa en Nazaret, dejando atrás su vida de familia, su oficio de artesano, los sembrados de Naím, los paisajes suaves de Galilea, para ir al encuentro del profeta Juan que está bautizando al otro lado del río Jordán, al sur del país. ¿Qué arrebato le dio a Jesús para dejar su vida tranquila para embarcarse en una aventura que lo llevaría en poco tiempo a la cruz? ¿Qué sueños llevaba este joven entre pecho y espalda para tomar esta decisión? No he encontrado mejor explicación para esto que una carta escrita por un sacerdote español, José Luis Cortés, en la que intenta recrear los sentimientos de Jesús en este momento de su vida. Es una carta dirigida a la Virgen María, en la que Jesús explica lo que lo mueve a dejar su casa.
“Querida mamá: Cuando te despiertes yo ya me habré ido. He querido ahorrarte despedidas. Ya has sufrido bastante y lo que sufrirás, María. Ahora es de noche, mientras te escribo. El gato me mira como diciendo: ‘¿Es que no va a poder uno dormir en esta casa nunca?’. Quiero decirte por qué me voy, por qué te dejo, por qué no me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi vida. Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he intentado comprender para qué vivían, para qué se levantaban cada mañana y con qué esperanza se dormían todas las noches. Juan el de las gaseosas, y con él la mitad de Nazaret, sueñan con hacerse ricos y creen de verdad que cuantas más cosas tenga más completos van a ser. El alcalde y los otros ponen el sentido de sus vidas en conseguir más poder, ser obedecidos por más gente, tener capacidad para disponer del futuro de los otros hombres. El rabino y sus beatas se han rendido ya de todo lo que signifique esforzarse por crecer y se disculpan haciéndolo pasar por voluntad de Dios.
(...) A veces, madre, cuando llegaba el cartero y sonaba la trompetilla en la plaza del pueblo, cuando la gente acudía corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que esperaban ansiosamente, delirantemente, de cualquier parte y con cualquier remite, una buena noticia: ¡hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien les hubiera abierto, desde fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de ponerme en medio y gritarles: ‘¡La noticia buena ya ha llegado! ¡El reino de Dios está dentro de ustedes! ¡Las mejores cartas les van a llegar de dentro! ¿Por qué se repiten que están cojos si resulta que Dios les ha dado piernas de gacela? Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, María. Yo me descubro encendido en un fuego que me lleva y me hace contarles a los hombres noticias simples y hermosas que ningún periódico dice nunca [Y si alguien las llega a decir, lo censuran]. Y quisiera quemar al mundo con esta llama; que en todos los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia. Ya se que soy un carpintero sin bachillerato y que apenas he cumplido la edad del poder abrir los labios en público. No me importaría esperar más, pensarlo más, ser más maduro, ‘hacer mi síntesis teológica...’ (...) Pero... Hay demasiada infelicidad, mamá, como para que yo me contente con fabricar hamacas para unos pocos... Demasiados ciegos, demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es la blasfemia de Dios. No se puede creer en Dios en un mundo donde los hombres mueren y no son felices... a menos que se esté del lado de los que dan la vida para que todo eso no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó (...).” (J.L. Cortés, Un Señor como Dios manda).
Jesús tuvo el valor necesario para seguir el camino que Dios le señalaba; su vocación fue ser hijo amado de Dios y hermano de todos los hombres y las mujeres que compartimos su misma vocación. Eso significó el bautismo de Jesús y eso significa nuestro propio bautismo.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Delegado para la Misión. Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina – Lima
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra”,
puedes escribir a herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo.
¡Qué rápido pasamos del nacimiento de Jesús a su bautismo en el Jordán! Han pasado dos semanas y el niño nacido en el Pesebre de Belén, ya aparece como un hombre, hecho y derecho que decide salir de su casa en Nazaret, dejando atrás su vida de familia, su oficio de artesano, los sembrados de Naím, los paisajes suaves de Galilea, para ir al encuentro del profeta Juan que está bautizando al otro lado del río Jordán, al sur del país. ¿Qué arrebato le dio a Jesús para dejar su vida tranquila para embarcarse en una aventura que lo llevaría en poco tiempo a la cruz? ¿Qué sueños llevaba este joven entre pecho y espalda para tomar esta decisión? No he encontrado mejor explicación para esto que una carta escrita por un sacerdote español, José Luis Cortés, en la que intenta recrear los sentimientos de Jesús en este momento de su vida. Es una carta dirigida a la Virgen María, en la que Jesús explica lo que lo mueve a dejar su casa.
“Querida mamá: Cuando te despiertes yo ya me habré ido. He querido ahorrarte despedidas. Ya has sufrido bastante y lo que sufrirás, María. Ahora es de noche, mientras te escribo. El gato me mira como diciendo: ‘¿Es que no va a poder uno dormir en esta casa nunca?’. Quiero decirte por qué me voy, por qué te dejo, por qué no me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi vida. Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he intentado comprender para qué vivían, para qué se levantaban cada mañana y con qué esperanza se dormían todas las noches. Juan el de las gaseosas, y con él la mitad de Nazaret, sueñan con hacerse ricos y creen de verdad que cuantas más cosas tenga más completos van a ser. El alcalde y los otros ponen el sentido de sus vidas en conseguir más poder, ser obedecidos por más gente, tener capacidad para disponer del futuro de los otros hombres. El rabino y sus beatas se han rendido ya de todo lo que signifique esforzarse por crecer y se disculpan haciéndolo pasar por voluntad de Dios.
(...) A veces, madre, cuando llegaba el cartero y sonaba la trompetilla en la plaza del pueblo, cuando la gente acudía corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que esperaban ansiosamente, delirantemente, de cualquier parte y con cualquier remite, una buena noticia: ¡hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien les hubiera abierto, desde fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de ponerme en medio y gritarles: ‘¡La noticia buena ya ha llegado! ¡El reino de Dios está dentro de ustedes! ¡Las mejores cartas les van a llegar de dentro! ¿Por qué se repiten que están cojos si resulta que Dios les ha dado piernas de gacela? Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, María. Yo me descubro encendido en un fuego que me lleva y me hace contarles a los hombres noticias simples y hermosas que ningún periódico dice nunca [Y si alguien las llega a decir, lo censuran]. Y quisiera quemar al mundo con esta llama; que en todos los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia. Ya se que soy un carpintero sin bachillerato y que apenas he cumplido la edad del poder abrir los labios en público. No me importaría esperar más, pensarlo más, ser más maduro, ‘hacer mi síntesis teológica...’ (...) Pero... Hay demasiada infelicidad, mamá, como para que yo me contente con fabricar hamacas para unos pocos... Demasiados ciegos, demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es la blasfemia de Dios. No se puede creer en Dios en un mundo donde los hombres mueren y no son felices... a menos que se esté del lado de los que dan la vida para que todo eso no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó (...).” (J.L. Cortés, Un Señor como Dios manda).
Jesús tuvo el valor necesario para seguir el camino que Dios le señalaba; su vocación fue ser hijo amado de Dios y hermano de todos los hombres y las mujeres que compartimos su misma vocación. Eso significó el bautismo de Jesús y eso significa nuestro propio bautismo.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Delegado para la Misión. Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina – Lima
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