El hombre es el “animal con capacidad de amar y ser amado”, de ahí que lo verdaderamente significativo en su vida será el amor.
¡Será el amor lo que realmente nos eleva y nos hace participar de Dios! No será el poder sino el amor; no será el tener, sino el amor; no será el vencer, sino el amor, lo que nos hará cada vez más personas y nos adentrará en una cultura cada vez más integradora y sin exclusiones, cada vez más justa y sin discriminaciones, cada vez más libre y sin desigualdades.
Desde siempre la humanidad, envuelta en sus sombras, ha buscado la luz. La cultura de los pueblos antiguos es testigo tanto de la sombra sufrida como de la luz deseada. Y entre ellos es especialmente significativa la historia de Israel, una historia de sombra y de luz.
También nosotros, hoy, envueltos en sombras y en oscuridades, se nos invita a buscar la luz. ¡Cuántas oscuridades existen en nuestro mundo que necesitan ser iluminadas!
¡Cuántas sombras y huecos existen en cada uno de nosotros que necesitan ser clareadas por la luz del Niño que nace en Belén!