En este tiempo mágico de la Navidad todo quiere ser contemplado y admirado, saboreado y asimilado, amado y conquistado desde el Niñito de Belén.
Toda la realidad nace y es recreada continuamente para que el hombre aprenda a ser él mismo, y de esa manera descubrir que pertenece a una creación infinita, sabiamente armónica y rigurosamente silenciosa.
El amor es el único capaz de redimir al hombre de su propia debilidad. Sin duda alguna, para que entre en tu corazón el amor hay que desterrar el odio, la envidia, el rencor y el desprecio.
Lo único que hará grande a un alma será el amor que pueda depositar en su interior y la compasión hacia sus semejantes. Todo cuanto existe cobra vida cuando amamos sin desfallecer desde lo más diminuto hasta lo más grandioso. Y este amor se manifiesta a borbotones desde la “ternura de Belén”.