Llamamiento por la Paz 2020
Al término del 34º Encuentro Internacional de Oración por la Paz, promovido por la Comunidad de San Egidio en la romana Plaza del Capidoglio, se dio lectura al Llamamiento por la Paz 2020, de los líderes religiosos, entre los que se encontraba el papa Francisco, a quien se debe la autoría del documento y quien centró el acto.
El mundo necesita artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. De hecho, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo convencido en búsqueda de la verdad más allá de ideologías y opiniones diferentes.
Todos somos corresponsables; todos necesitamos perdonar y ser perdonados, porque las injusticias del mundo y de la historia se sanan no con el odio y la venganza, sino con el diálogo y el perdón, siendo mensajeros de paz.
Todos somos corresponsables; todos necesitamos perdonar y ser perdonados, porque las injusticias del mundo y de la historia se sanan no con el odio y la venganza, sino con el diálogo y el perdón, siendo mensajeros de paz.
1.- Texto
Congregados en Roma en el «espíritu de Asís», espiritualmente unidos a los creyentes de todo el mundo y a las mujeres y a los hombres de buena voluntad, hemos rezado todos juntos para implorar el don de la paz en nuestra tierra. Hemos recordado las heridas de la humanidad, tenemos en el corazón la oración silenciosa de tantas personas que sufren, frecuentemente sin nombre y sin voz. Por esto nos comprometemos a vivir y a proponer solemnemente a los responsables de los Estados y a los ciudadanos del mundo este llamamiento a la paz.
En esta plaza del Campidoglio, poco después del mayor conflicto bélico que la historia recuerde, las naciones que se habían enfrentado estipularon un pacto, fundado sobre un sueño de unidad, que posteriormente se llevó a cabo: la Europa unida. Hoy, en este tiempo de desorientación, golpeados por las consecuencias de la pandemia de Covid-19, que amenaza la paz aumentando las desigualdades y los miedos, decimos con fuerza: nadie puede salvarse solo, ningún pueblo, nadie. Las guerras y la paz, las pandemias y el cuidado de la salud, el hambre y el acceso al alimento, el calentamiento global y la sostenibilidad del desarrollo, los desplazamientos de las poblaciones, la eliminación del peligro nuclear y la reducción de las desigualdades no afectan únicamente a cada nación.
Lo entendemos mejor hoy, en un mundo lleno de conexiones, pero que frecuentemente pierde el sentido de la fraternidad. Somos hermanas y hermanos, ¡todos! Recemos al Altísimo que, después de este tiempo de prueba, no haya más un “los otros”, sino un gran “nosotros” rico de diversidad. Es tiempo de soñar de nuevo, con valentía, que la paz es posible, que la paz es necesaria, que un mundo sin guerras no es una utopía. Por eso queremos decir una vez más: «¡Nunca más la guerra!».
Desgraciadamente, la guerra ha vuelto a parecerle a muchos un camino posible para solución de las controversias internacionales. No es así. Antes de que sea demasiado tarde, queremos recordar a todos que la guerra deja siempre el mundo peor de como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad.
Requerimos a los gobernantes que rechacen el lenguaje de la división, que está sostenida frecuentemente por sentimientos de miedo y de desconfianza, y para que no se emprendan caminos de vuelta atrás. Miremos juntos a las víctimas. Hay muchos, demasiados conflictos todavía abiertos.
A los responsables de los Estados les decimos: trabajemos juntos por una nueva arquitectura de la paz. Unamos las fuerzas por la vida, la salud, la educación y la paz. Ha llegado el momento de utilizar los recursos empleados en producir armas cada vez más destructivas, promotoras de muerte, para elegir la vida, curar la humanidad y nuestra casa común. ¡No perdamos el tiempo! Comencemos por objetivos alcanzables: unamos desde hoy los esfuerzos para contener la difusión del virus hasta que tengamos una vacuna que sea idónea e accesible a todos. Esta pandemia nos está recordando que somos hermanas y hermanos de sangre.
A todos los creyentes, a las mujeres y a los hombres de buena voluntad, les decimos: seamos con creatividad artesanos de la paz, construyamos amistad social, hagamos nuestra la cultura del diálogo. El diálogo leal, perseverante y valiente es el antídoto contra la desconfianza, la división y la violencia. El diálogo disuelve desde la raíz las razones de las guerras, que destruyen el proyecto de fraternidad inscrito en la vocación de la familia humana.
Nadie puede sentirse que debe lavarse las manos. Somos todos corresponsables. Todos necesitamos perdonar y ser perdonados. Las injusticias del mundo y de la historia se sanan no con el odio y la venganza, sino con el diálogo y el perdón.
Que Dios inspire estos ideales en todos nosotros y este camino que hacemos juntos, plasmando los corazones de cada uno y haciéndonos mensajeros de paz.
Roma, Campidoglio, 20 de octubre de 2020.
2.- Contexto
El documento de marras no es sino -el discurso del papa Francisco en el Campidoglio. Tras el minuto de silencio en memoria de las víctimas de la pandemia y de las guerras, fue leído ante los presentes y entregado por unos niños a los embajadores y representantes políticos nacionales e internacionales, entre ellos los Ministros del Interior y de Asuntos Exteriores de Italia.
Los niños representaban así a una futura humanidad exenta de rivalidades y venganzas y llena, en cambio, de concordia. Lectura y firma, por último, pusieron fin al Encuentro.
Para su correcto análisis es preciso tener presentes los viajes papales a Emiratos Árabes Unidos y a Marruecos. Y de modo particular el Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común, firmado el 4 de febrero de 2019 por Su Santidad el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, ya conocido por Declaración de Abu Dabi. Importa de igual modo el mensaje papal a la 53 Jornada Mundial de la Paz. La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica (1/01/2020). Y por supuesto, las encíclicas Laudato Si’ y Fratelli Tutti.
El mundo necesita buenos samaritanos que puedan ayudar a que comience una historia nueva. Cumple por eso considerar como hermano al prójimo más allá de las fronteras. Fratelli Tutti, por otra parte, quiere progresar en humanidad, superar este mundo de conflicto y de miedo, donde los derechos humanos no son suficientemente universales.
Sabemos que la guerra destruye y la fraternidad une. Los intereses de los Estados, que a veces se manifiestan en una especie de bilateralismo olvidándose del multilateralismo, requieren un esfuerzo para recuperar dicho multilateralismo y así conseguir mejor el bien común. Nunca las religiones incitan a la guerra y la violencia, nunca producen sentimientos de odio, nunca el nombre de Dios puede ser usado para esto. Es el corazón de la Declaración -de Abu Dabi, lo que Francisco repetidamente pide y a lo que aspira el Llamamiento por la Paz 2020. Instrumentalizar la religión es la forma más común de incitar a la violencia. Claro es que, pese a los repetidos llamamientos y condenas hechos contra esta instrumentalización, es importante insistir en que se aplique además el derecho internacional contra quienes cometen actos tan abominables.
Los líderes religiosos no cejan en el empeño de educar a cada comunidad religiosa en los valores inherentes a las diferentes tradiciones religiosas. Las sociedades están haciendo mucho por defender a sus ciudadanos de los ataques a su creencia, es cierto, pero todavía queda mucho por hacer.
Cada miembro de nuestras sociedades debe ser protegido y valorado, para que juntos podamos construir la cohesión social para el bien común y alejarnos del fantasma de cualquier tipo de exclusivismo, porque sólo a partir de la diferencia y el respeto podremos conformar sociedades más seguras y protegidas.
Son de apreciar en este sentido los llamamientos que Francisco dirige sin descanso a la comunidad internacional, para que ésta recorra el camino de la inclusión, del diálogo y hasta de la ternura, en radical desacuerdo con los que promueven la violencia y el terror.
3.- Mensaje
En el Llamamiento por la Paz 2020 flotan no pocas ideas del citado mensaje papal en la 53 Jornada Mundial de la Paz (1/01/2020). Hermoso de veras y profundo, en él comparece la paz como camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas; de escucha basada en la memoria, en la solidaridad y en la fraternidad; de reconciliación en la comunión fraterna; de conversión ecológica; y persuadidos de que alcanza tanto cuanto se espera. Porque la paz no se logra si no se la espera. Se trata de creer en la posibilidad de la paz, en que el otro tiene nuestra misma necesidad de paz. Para ello podemos inspirarnos en el amor de Dios por nosotros, un amor liberador, ilimitado, gratuito e incansable.
El mundo necesita artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. De hecho, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo convencido en búsqueda de la verdad más allá de ideologías y opiniones diferentes. El proceso de paz es un compromiso constante en el tiempo, ya que «debe edificarse continuamente».
Los puntos nodulares del Llamamiento por la Paz 2020 pasan por: 1) «¡Nunca más la guerra!». La paz es posible, es necesaria, no es una utopía. La guerra, por tanto, es un fracaso de la política y de la humanidad. 2) Hay que trabajar por una nueva arquitectura de la paz -a base de unir las fuerzas por la vida, la salud y la educación. 3) Y ser con creatividad artesanos de la paz -construyendo amistad social y haciendo nuestra la cultura del diálogo. 4) Todos somos corresponsables; todos necesitamos perdonar y ser perdonados, porque las injusticias del mundo y de la historia se sanan no con el odio y la venganza, sino con el diálogo y el perdón, siendo mensajeros de paz. 5) En la visión de paz de san Juan Pablo II -espíritu de Asís/1986-, había una semilla profética que, paso a paso, ha ido gracias a Dios madurando con nuevos encuentros y nuevas ideas de fraternidad. 6) La diversidad no justifica la indiferencia o la enemistad. 7) La paz es prioridad de cualquier política. 8) Ningún pueblo puede lograrla solo.
Seguido de cerca san Pablo VI, pues, cuando afirmó ante las Naciones Unidas en 1965: «¡Nunca jamás la guerra!», urge continuar hoy repitiendo (como Jesús a Pedro): «¡Basta!». «¡Basta de espadas, de armas, de violencia, de guerra!».
Las religiones no quieren la guerra, al contrario, desenmascaran a quienes sacralizan la violencia. Francisco, por eso mismo, dentro de su total rechazo a guerras, violencia y cuanto conlleve una humillación al pobre y un ataque a la fraternidad universal, citó con elegancia la frase maestra de Benedicto XVI al término del Vía Crucis, en el 2008, que lo explica todo: «La cruz nos hace hermanos».