"No dejemos de invitar a nuestras vidas a María y a Jesús " ¿Qué podemos hacer tú y yo, mujer?

Jesús, en las Bodas de Caná
Jesús, en las Bodas de Caná IA

"Ni Jesús ni María tienen la obligación de ayudar, lo hacen porque están en la fiesta y seguramente gozaban de esa alegría misma a la que fueron invitados"

"Así recordando que los últimos serán primeros, así Dios nos sorprende siempre"

Al escuchar en este segundo domingo del tiempo ordinario la liturgia de la palabra de Dios, el evangelista Juan nos relata ese momento en el que la Madre de Jesús y sus discípulos son invitados a una boda.

Como sucede muchas veces en nuestras vidas con nuestros planes, hay cosas que escapan de nuestras manos, así a los esposos que celebraban su boda en Caná de Galilea, se les termina el vino y, por lo tanto, la alegría del encuentro celebrativo se puede apagar y llegar a su fin.

Jesús y María han sido invitados y la Madre sabe lo que el Hijo puede hacer, y aunque éste responde diciendo que no ha llegado su hora, sin embargo, ante la pregunta planteada por el mismo Jesús: ¿Qué podemos hacer tu y yo, mujer? La respuesta para María es clara: el Hijo puede ayudar y Ella ayuda pidiendo a los servidores que hagan como él diga.

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Las Bodas de Caná
Las Bodas de Caná

Ni Jesús ni María tienen la obligación de ayudar, lo hacen porque están en la fiesta y seguramente gozaban de esa alegría misma a la que fueron invitados, pero como ellos por la misma fuerza del Espíritu Divino que está en ellos, comunican esa bendición al decir que llenen las tinajas de agua y lleven a probar al mayordomo.

El mayordomo al probarlo ve que es un vino exquisito, como ya el profeta Isaías lo proclama diciendo que el tiempo del Mesías es un tiempo que se prepara el vino exquisito, así el mayordomo lleva el vino al esposo para decirle de la sabiduría con que ha hecho las cosas al dejar el vino mejor para lo último.

Así recordando que los últimos serán primeros, así Dios nos sorprende siempre, donde Dios está siempre hay algo que nos sorprende de forma bella que nos enamora en la fe del mismo Dios.

Aprendamos a compartir nuestros dones a la manera como lo hacen María y Jesús en las bodas de Caná y como el apóstol Pablo nos recuerda en la segunda lectura de la primera carta a los Corintios, que en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Lo que Jesús y María han hecho es una acción de amor para un bien común que alegra a todos los invitados. Nuestros dones los hemos recibido gratuitamente y como dice Jesús: lo que gratuitamente han recibido gratuitamente comuníquenlo.

Busquemos el bien común participando en servicio y ayuda nuestros dones a los demás, generando unidad, alabanza y gratitud.

Los esposos en las bodas de Caná tuvieron una gran bendición al invitar a Jesús y a María a su boda, para que nunca nos falte aquella ayuda que ni siquiera nosotros nos imaginamos que podremos necesitar cuando se nos agoten nuestros planes y muchas veces no sabemos que hacer. 

Así caminando como discípulos con una cruz que se traduce en amor y llevarnos a la alegría gozosa del triunfo y poder de Dios, caminemos como en la Cruz dice Jesús a María: Madre ahí está tu hijo, hijo ahí está tu Madre.

Tomemos las palabras de Jesús y como los discípulos de Emaús, invitemos a Jesús a quedarse con nosotros y a María a recibirla como Jesús dice a Juan en la cruz.

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