La nueva Iglesia ortodoxa local autocéfala de Ucrania
Semanas antes del 31 de agosto de 2018, fecha del viaje relámpago a Estambul, Kirill fue rotundo: «La concesión de autocefalía en Ucrania sería una catástrofe». Y es que la procesión iba por dentro y se temía lo peor. De hecho, la entrevista ni siquiera sirvió para intimidar. Así que a las pocas horas Constantinopla envió dos exarcas a Ucrania con el fin de preparar el terreno.
Moscú entonces, lejos de arrugarse, se creció. ¡Y de qué manera! En sesión extraordinaria del Santo Sínodo, el 14 de septiembre decidió suspender la mención del patriarca Bartolomé durante los oficios, la concelebración con los jerarcas de Constantinopla, la participación de la Iglesia ortodoxa rusa en todas las asambleas episcopales, diálogos teológicos, comisiones multilaterales y otras estructuras presididas o co-presididas por los representantes del Patriarcado Ecuménico; y añadir en la ectenia (léase letanía) preces pidiendo evitar el cisma.
Algunos vieron en ello ya la escisión. El número 2 del patriarcado ruso, Hilarión de Volokolamsk, sin embargo, dijo que «no significa la rotura total de la comunión eucarística». Por su parte, Bartolomé I, en audiencia del jueves 27 de septiembre al metropolita de Patras y a un grupo de sus diocesanos, tampoco se anduvo por las ramas: «Tenemos sus firmas y las hemos publicado. En el presente, parece que a causa de grandes presiones de Moscú, algunos dan marcha atrás, pero scripta manent. Y yo estoy seguro de que cuando nuestro patriarcado proceda a la concesión de la autocefalía, todos integrarán la nueva Iglesia autocéfala de su patria».
El autoproclamado, y por ello mismo excomulgado, patriarca de Kiev, Filaret Denisenko, había resuelto en junio de 2018 hacer su jugada maestra recurriendo al Patriarcado Ecuménico. Constantinopla terminó admitiendo el recurso.
De modo que, reunido en sesión ordinaria del 9-11.10.2018, y examinados y discutidos los asuntos del orden del día, el Santo Sínodo, acordó renovar la decisión, ya tomada, de conceder la autocefalía a la Iglesia de Ucrania; restaurar el Stavropegion (sede independiente) del Patriarcado Ecuménico en Kiev, una de sus muchas stavropegias en Ucrania durante siglos y, de acuerdo con los privilegios canónicos, aceptar las peticiones relativas a Filaret Denisenko y Macario Maletitch y a aquellos que estuvieran con ellos, no incursos en el cisma por motivos dogmáticos, para devolverles su dignidad episcopal o sacerdotal, así como para recibir a sus fieles en la comunión eclesial.
Decidió asimismo revocar la validez de la carta sinodal de 1686, emitida por las circunstancias de la época, según la economía, concediendo al patriarca de Moscú el derecho a ordenar al Metropolitano de Kiev. Y, en fin, pedir a las partes involucradas evitar hacerse cargo de iglesias, monasterios y otras propiedades, así como cualquier otro acto de violencia y venganza, «para que prevalezcan la paz y el amor de Cristo» (11.10. 2018).
El Patriarcado Ecuménico explicó repetidas veces que su intervención en el caso de Ucrania no iba, ni pretendía ir, contra nadie. Antes bien, aspiraba a sembrar concordia y entendimiento en la Ortodoxia de Ucrania proponiendo medidas tendentes a resolver el problema, «para que prevalezcan la paz y el amor de Cristo».
Estas medidas sinodales irritaron extraordinariamente a los rusos. De modo que si Constantinopla había levantado el 11 de octubre la excomunión a Filaret Denisenko y Macario Maletitch, Moscú, reunido el 15 de octubre su Santo Sínodo en Minsk, declaró al Patriarcado Ecuménico incurso en cisma:
«En adelante, y hasta que el Patriarcado de Constantinopla desapruebe sus decisiones anticanónicas, es imposible que los ministros de la Iglesia ortodoxa rusa concelebren con clérigos de la Iglesia de Constantinopla, y que los laicos participen en los sacramentos celebrados en sus iglesias». Esto sí que era ya, lisa y llanamente, el cisma entre las partes, pero provocado por Moscú. El Fanar, pese a todo, prosiguió impertérrito su programa.
Hubo unas semanas de tira y afloja, largando descalificaciones los de Moscú, y aguantando Constantinopla el chaparrón. Hasta que Bartolomé I comprendió que era llegada la hora de actuar y convocó el «Concilio de Unificación» (de la nueva Iglesia en Ucrania). Reunidas las partes el sábado 15 de diciembre de 2018 en la Catedral de Santa Sofía de Kiev, dicho Concilio aprobó el nuevo estatuto de la iglesia nacional y eligió al Primado de la nueva Iglesia en la persona del metropolita de Pereyaslav y Bila Tserkva, monseñor Epifanio Dumenko.
Fecha histórica esta, sin duda, después de la declaración de independencia de la Iglesia ucraniana, anunciada por el patriarca Bartolomé durante el Sínodo del Patriarcado Ecuménico, celebrado en Estambul del martes 27 al jueves 29 de noviembre de 2018, el cual procedió también a la reestructuración del estado de lo que era hasta ahora «el Exarcado de las parroquias ortodoxas de Tradición rusa en Europa occidental», que une a los fieles de estos con los jerarcas del Trono Ecuménico en Europa.
«En los últimos cinco años hemos intensificado el diálogo con el Patriarcado Ecuménico para obtener la autocefalía de la Iglesia ucraniana -dijo Poroshenko, según informó el ucraniano Pravda-; Su Santidad el Patriarca Bartolomé aceptó apoyarnos, rechazando los reclamos de control de la Iglesia ortodoxa rusa en Ucrania y ahora finalmente hemos llegado a esta decisión fundamental».
El anuncio de la elección fue comunicado a la multitud de miles de ucranianos que esperaban fuera de la catedral por el Ministro de Cultura ucraniano. Después del anuncio, el nuevo Primado salió de la catedral acompañado por el presidente ucraniano, Petró Poroshenko, el presidente del Parlamento ucraniano, Andriy Parubij, y el Metropolita Emmanuel de Francia, representante del Patriarcado de Constantinopla.
Poroshenko anunció en su discurso la creación de la «Iglesia ortodoxa local autocéfala de Ucrania», insistiendo en que la nueva Iglesia estará «sin Putin y sin Cirilo» (el Patriarca de Moscú), pero con «Dios y con Ucrania». En su primera intervención ante la plaza llena, el nuevo primado Epifanio agradeció al presidente Poroshenko su aportación en la creación de la nueva realidad eclesial e hizo un homenaje al metropolita Filaret, autoproclamado Patriarca de Kiev en 1995, a quien definió «padre espiritual de todos los ucranianos».
En el Concilio de Unificación participaron 192 representantes de las entidades eclesiales ortodoxas presentes en Ucrania, incluidos más de cuarenta obispos del auto-proclamado «Patriarcado de Kiev» y la docena de obispos de la llamada Iglesia autocéfala ucraniana (o sea, la del metropolita Macario Maletitch). Solamente dos de los noventa obispos de la Iglesia ortodoxa ucraniana vinculada con el Patriarcado de Moscú participaron en el Concilio. Naturalmente, al patriarcado de Moscú le faltó tiempo para fulminar contra ellos la excomunión.
Epifanio, de 39 años, nacido en la región de Odessa, estudió en la Academia Eclesiástica de Kiev y en la Facultad de Filosofía de Atenas. Ordenado hieromonje en 2008, se convirtió en secretario del Patriarca Filaret (se le sigue considerando su brazo derecho). Consagrado obispo en 2009, fue promovido en 2013 a Metropolita.
Su Santidad Bartolomé I firmó el sábado 5 de enero de 2019 en Estambul el «Tomos» (decreto) que otorga a la Iglesia ortodoxa de Ucrania la independencia de la de Rusia. La firma se produjo en la catedral de San Jorge (El Fanar), a orillas del Cuerno de Oro, en presencia de su Eminencia Epifanio, el Primado de la recién creada Iglesia ortodoxa local autocéfala de Ucrania, y del presidente de ese país, Petró Poroshenko.
El Patriarcado de Moscú sabe que sus 12 mil parroquias, 9 mil sacerdotes y 300 monasterios en Ucrania van a pasar a la Iglesia ortodoxa local autocéfala de Ucrania, lo que representa más de un tercio de las parroquias y del clero de todo el Patriarcado de Moscú. Este es, me parece a mí, el verdadero quid del problema.
Detrás de la Iglesia ortodoxa rusa está siempre Putin. Y bien hará Bartolomé I en no descuidarse… Se dice que los Estados Unidos estarían con la nueva Iglesia, lo cual pone de los nervios a Moscú, que no repara en provocaciones. Ahí tenemos el Incidente del Estrecho de Kerch ocurrido el 25.11.2018 cuando un buque de carga ruso detuvo a tres buques de la Armada de Ucrania para que no pasaran por debajo del Puente de Estrecho de Kerch. Rusia disparó y se apoderó de los tres buques ucranianos frente a la costa de Crimea. Dos cañoneras y un remolcador fueron capturados por las fuerzas especiales rusas después de una persecución. Tres tripulantes ucranianos resultaron heridos.
Esto puso en estado de alerta a la OTAN. Y ese mismo día, el presidente Poroshenko firmó un decreto para aplicar la ley marcial, aprobada (aunque algo rebajada) por el Parlamento al día siguiente. Rusia solicitó una convocatoria urgente del Consejo de Seguridad en la mañana del 26 de noviembre con la agenda de mantener la paz y la seguridad internacionales. Tampoco faltan los que ven otra provocación detrás del incendio de 200 metros cuadrados declarado la pasada semana en las cercanías de la Kiev-Pechersk Lavra. Y ya se sabe que con el fuego no se juega.
Kirill, claro es, no ignora que la autocefalía ucraniana afecta igualmente a las propiedades hasta ahora en manos de la Iglesia rusa, empezando por la citada Lavra, residencia oficial del metropolita de Kiev. Fundados temores, después de todo, ya que hace pocos días la policía ucraniana registró varias iglesias ortodoxas rusas y casas de sacerdotes en la capital y en la región vecina de Zhytomyr.
El trasvase de parroquias a la nueva Iglesia ortodoxa local autocéfala de Ucrania –dicen- es ya masivo. La nueva Iglesia, en resumen, ve la luz en un clima de tensión no solo religiosa sino también política, y otra prueba más podría ser la inestable situación en el Donbáss, donde la precaria tregua entre el ejército nacional y los separatistas prorrusos continúa siendo violada. En fin, que tendremos Ucrania para rato.