Esperando cuarenta años a Bill Fay
Conocí este disco por medio de José Pablo Fernández, la persona que, junto con Pedro Tarquis, más ha logrado llenar la red con mis textos y grabaciones –¡suyo es el mérito, míos los defectos!–, desde hace ya casi diez años –cuando todavía utilizaba la máquina de escribir–. Compré el CD en Londres, mientras su nombre volvía a llenar las portadas de las revistas musicales. Desde su primera escucha, me hizo deshacer en lágrimas. Es de una belleza sobrecogedora.
Bill Fay es uno de los secretos mejor guardados de la música inglesa. Lo que no es ningún secreto desde hace cuarenta años, es que él es cristiano . Es cierto que su música no lleva la etiqueta de “cristiana” –entre otras cosas, porque sólo las personas pueden tomar su cruz cada día y seguir a Cristo–. La sombra de la cruz se extiende, sin embargo, desde la primera canción de este álbum…
donde crecen flores silvestres
Las flores no hablan, pero entre ellas hablan
de una crucifixión.
Sólo porque dijo que era
el Hijo de Dios.
Cada riña de bar, cada pelea a puñetazos,
cada bala de pistola,
está escrita en las palmas del Santo.
( There Is A Valley )
LA INSPIRACIÓN DE WILCO
La música de Fay es tan cautivadora, que te hace preguntar cómo alguien con semejante talento ha podido guardar en un cajón tales obras maestras. Es cierto que ha grabado algunas cosas durante este tiempo, pero no ha hecho nada comercialmente con ellas, desde que publicó su segundo disco en 1971 – Time Of The Last Persecution ( El tiempo de la última persecución ), inspirado ya por la profecía bíblica–.
Mientras, sus canciones han sido recuperadas por músicos como Jeff Tweedy, que suele interpretar en sus conciertos Be Not So Fearful ( No tengas tanto miedo ) . Fay le devuelve el favor, recreando la canción de Wilco, Jesús, etc, con escalofriante desnudez. Tweedy ha dicho de él: “No se me ocurre ninguna persona, cuyos discos hayan significado tanto en mi vida”.
Wilco quiso hacer un disco con él. “Pensaba que seríamos sensibles a su necesidad, como grupo –dice Tweedy–, pero Bill realmente no quería viajar”. Por eso se ha trasladado él y juntos cantan This World ( Este mundo ), uno de los escasos temas movidos del disco. En otras tres canciones, suenan las voces del Coro Gospel de la Comunidad de Londres. Las colaboraciones, suponemos que son tan desinteresadas como los beneficios que piensa sacar del disco, que ha donado a Médicos Sin Fronteras.
LOS JIRONES DEL TIEMPO
Alguien ha dicho que Bill Fay es “el J. D. Salinger de la música del Reino Unido” –comparándole con el autor norteamericano de El guardián entre el centeno (1951), que vivió apartado de la escena pública, hasta su muerte, el año 2010–. La primera entrevista, cara a cara, que ha dado Fay, apareció en el número de octubre del año pasado de la revista MOJO . En ella se muestra reticente a hablar de si mismo. No sabemos siquiera los años que tiene –se calcula que va camino de los setenta–.
El interminable suceder
de lo que será y lo que ha sido,
sólo ser parte de ello,
ya es algo asombroso para mí...
Almas llegando constantemente
a las costas de la eternidad…
Para algunos es como andar en la cuerda floja,
vendados y tambaleándose,
a ambos lados, miedo y dolor…
anhelando el día,
cuando Dios quite esta piedra.
( The Never Ending Happening )
Fay dice que creció en la posguerra, en el norte de Londres. Aprendió a tocar el piano de adolescente con su cuñada. Desde el año 62, hasta el 65, estudia electrónica en la Universidad de Bangor, en Galés. Trabajaba en el verano cuidando parques o descargando camiones en una cervecería de Whitbread, hasta que un profesor le consiguió un empleo en el radar de Malvern (Worcestershire). Como no le gustaba, se dedicaba a andar por el campo o mirar cerdos en una granja. Compró entonces un armonio e hizo su primera canción.
LA CIUDAD DE LOS SUEÑOS
Al volver a Londres, Bill Fay grabó su primer disco sencillo en 1967. No tuvo ningún éxito y volvió a trabajar en parques de jardinero . Un tiempo hizo una sustitución en una escuela secundaria, escribió un guión en una caravana en Shoeburyness, estuvo de empleado en una piscina o en la sección de pescadería de los grandes almacenes Selfridges. Desde que grabó su segundo disco en 1971, sólo ha hecho maquetas, mientras trabajaba en cualquier cosa…
Soy el barrendero de la calle, en la ciudad de los sueños
Barro los vasos de papel,
entre las limusinas.
Miles de ventanas,
estoy asustado de lo que veo.
Gente conectada a sus teléfonos,
enchufada a los televisores.
Miro al cielo arriba,
Más alto que estos nombres de neón.
Estoy esperando la ciudad de Dios,
Cuando lo que es, será lo que fue.
Esperando la ciudad de Dios.
( City Of Dreams )
Aparte del tema de Wilco, el resto de sus canciones sigue la línea de las letras de finales de los años sesenta.“Tratan sencillamente de la profecía bíblica –dice Fay–. No de un modo extremo o fanático, sino hablan fundamentalmente de que este mundo –en las manos de diferentes líderes, que compiten uno con otro, económicamente– no puede continuar. Es sobre la fe en un cambio, en el que hay consuelo. No sé cómo puedes tratar con el mundo, si no tienes eso. Es el mundo de Dios. Sin embargo, andamos en él, como si fuera nuestro.”
Este hombre de pelo enmarañado que se encorva sobre el piano en la portada de Life Is people, ha hecho trece piezas que nos llenan de esperanza y consuelo, en este terrible mundo. Nos muestran una fe hecha jirones, pero llena de sincero agradecimiento hacia su Redentor, como en la canción Thank You Lord…
Gracias, Señor, por el cielo encima de mí
Gracias, Señor, por la tierra debajo de mí
Gracias, Señor, por el amor que me has mostrado
Tu Hijo en la cruz, está siempre delante de mí.
Gracias, Señor, por el perdón y la misericordia
Gracias, Señor, gracias, Señor
LA COSTA DE LA ETERNIDAD
Cuando se tiene la edad de Fay, uno se da cuenta de su propia mortalidad. Hay que despedirse de muchas cosas y personas, que nos han acompañado durante tantos años de nuestra vida. Es hora de decir adiós. Cuando los cristianos se despiden, sin embargo, de un hermano en la fe –como hace Fay en la última canción de este disco, The Coast No Man Can Tell –, no dicen adiós, sino hasta la vista. Bill Fay vislumbra entonces la eternidad…
Es hora de marchar y decir adiós
Por lo menos, de momento.
Has luchado la batalla, la mayor parte de tu vida
Y todavía estás luchando.
Pronto te marcharás a la costa
Pero es una costa desconocida
Es el final de la vida en esta tierra…
Hasta el día en que andemos por los campos
Cuando todas las promesas de Dios sean cumplidas.