La balada de Roger McGuinn


No hay muchos cristianos en el Salón de la Fama del Rock. Uno de ellos es Roger McGuinn –conocido como Jim hasta 1967–, el alma de The Byrds hasta su disolución en 1973, que emprende su carrera en solitario, hasta el día del hoy. Tras electrificar el folk, descubrió la psicodelia con el LSD y vivió con Dylan, una conversión al cristianismo a finales de los setenta, cuya fe mantiene hasta el día de hoy.

A finales de los años cuarenta sus padres, Jim y Dorothy, escribieron una parodia de gran éxito sobre la educación de los hijos, que aconsejaba el famoso Dr. Spock, “Los padres no pueden ganar”. El libro cuenta cómo intentaron educar a Roger siguiendo la psicología de moda, fracasando una y otra vez. Nacido en Chicago en 1942, sus padres se mudaron bastante, como hacen muchos en Estados Unidos. Tras ir a Florida, vivieron en Nueva York, para acabar volviendo a Chicago.

Sus padres cantaban canciones de musicales, mientras andaban por la casa. Su madre estudió piano y componía cosas de estilo clásico, llegando a actuar algunas veces en el Instituto del Arte de Chicago, pero la música no le llamó la atención a Roger, hasta que escuchó el “Heartbreak Hotel” de Elvis. Acababan de popularizarse los transistores y MCGuinn la escuchó montando en bicicleta por Chicago. Le fascinó la historia y pidió una guitarra, pero no pudo aprender a tocarla hasta que su padre le regaló una eléctrica. Lo hizo con una canción de Gene Vincent, que estaba en la cara B del disco de “Be-Bop-A-Lula”, como hizo también curiosamente, George Harrison.

Pronto abandonó, sin embargo, el rock´n´roll para hacer folk. Fue al escuchar el banjo de Bob Gibson. Imitó su estilo de tocar con tres dedos, pero en su guitarra eléctrica, que es de donde vienen los arpegios de los Byrds. Tocaba en cafés de Chicago, imitando a Gibson y Pete Seeger, cuando grabó con un grupo de folk llamado The Limeliters. Tenía 17 años y pensó que se quedaría en la banda, pero no hizo más que ese disco. Es entonces que conoce a un actor llamado David Crosby, al que enseña a tocar la guitarra, a cambio de aprender a conducir en su viejo Chevrolet. Poco imaginaba que aquel chico con el que se quedaba en casa de su madre en Santa Barbara, llegaría a formar parte de su grupo, antes de formar Crosby, Stills Nash & Young.



LA VUELTA DEL FOLK
El folk resurge en la escena norteamericana a principios de los años sesenta, por interés de la juventud. Nace en cafés, fiestas y universidades con conciertos al aire libre y la posibilidad de que cualquiera pudiera participar en ellos. Asociado a un ambiente disidente, no sólo recuperaban la música tradicional, sino que escribían canciones satíricas y protestaban contra la guerra fría, la falta de derechos civiles y la sangría del Vietnam. Uno de esos grupos nacido en la universidad era el trío de Chad Mitchell.

McGuinn estaba en San Francisco cuando se une al trío a finales de los cincuenta. Estuvo con ellos dos años. En esa época actuaron en televisión con Andrés Segovia. Cuando estaban haciendo una gira de noventa días por Sudamérica, Roger tuvo una pelea con Chad, que le dio un puñetazo en la boca, dejando McGuinn el grupo. El propio Mitchell abandona el trío, siendo sustituido por John Denver, aunque mantuvieran el nombre. El otro miembro, Frazier, llegó a ser pastor episcopal.

Una vez que actuaron en Los Ángeles con el cómico Lenny Bruce, el popular cantante de adolescentes Bobby Darin se fijo en él. Le ofreció trabajar con él, por el doble de dinero. Al año y medio de comenzar a tocar la guitarra y cantar para él, Darin cayó enfermo por un problema de corazón, a causa de la fiebre reumática que sufrió de niño. Dejó de actuar, pero crea una compañía que introduce a McGuinn en el legendario edificio Brill de Nueva York, para componer canciones. Es así cómo se convierte en músico de estudio para la casa Elektra, acompañando a Judy Collins y Paul Simon en su famosa canción “El sonido del silencio.

A principios de 1964 McGuinn descubre a los Beatles. Tiene la idea de incorporar su ritmo de cuatro por cuatro a las canciones folk. Su primer intento en un concierto en el Troubadour de Los Ángeles no fue muy bien recibido, pero entre el público estaba Gene Clark, que tenía otra guitarra acústica de doce cuerdas y le gustaba tanto el folk como los Beatles. Juntos empezaron a escribir canciones, cuando reaparece David Crosby, que se encarga de la armonía vocal. A los que se une como bajista, Chris Hillman –que también llegó a ser cristiano, pero en la iglesia ortodoxa griega– y Michael Clarke a la batería.



VOLAR MÁS ALTO
The Byrds grabaron su primer disco en Columbia, una casa que no tenía experiencia con músicos de rock. Preocupados porque hicieran estallar el equipo, usaron tanta compresión de sonido que cambiaron el sonido de la guitarra Rickenbacker de McGuinn, adquiriendo ese aire ligero como un instrumento de viento. Roger conocía a Dylan del Village de Nueva York, que estaba también en el sello Columbia. Un día entró en el estudio y estaban tocando una canción suya. Preguntó cuál era. No la reconoció. Sin embargo, se hicieron famosos en 1965 por su versión de “Mr. Tambourine Man”, donde los músicos que acompañan a McGuinn no son los otros tres miembros de The Byrds, sino profesionales de estudio.

El otro tema que les hizo conocido aquel año era “Turn!, Turn!, Turn!”. Es el texto bíblico de Eclesiastés, puesto música por Pete Seeger. McGuinn cree que buscaba ya a Dios entonces. Estas canciones eran para él, como oraciones, dice. Roger estudió en colegios católicos, pero no había tenido una experiencia espiritual. En Nueva York comienza a ir a reuniones de Subud, una secta fundada en Java, que se empieza a difundir en occidente a finales de los cincuenta. No era tanto una doctrina, como una experiencia, hablando en lenguas extrañas y bailando como un derviche.

Al dejar de trabajar con Darin, el año 62, Roger empieza a tomar LSD, mientras vivía en una comuna en el distrito de la antigua Misión de San Francisco. Fumaba marihuana y tomaba anfetaminas, pero la coca le costaba más dinero. Llegó a trabajar para poder tomarla. La dejó al llegar a ser cristiano evangélico en 1977, a la vez que su esposa, Camilla, con la que está casado desde entonces. Trabajan ahora los dos juntos, para organizar los conciertos en que actúa él en solitario. Nunca tuvo la fama que conoció con los Byrds. La clave de su éxito estaba en un productor llamado Terry Melcher.

Cuando Charles Manson trasladó su secta de San Francisco a Los Ángeles, se establecen en la casa del Beach Boy, Dennis Wilson. Es por medio de él, que conoce al productor Terry Melcher, hijo único de “la novia de América”, Doris Day. Terry era un niño malcriado que se dedicaba a disparar contra las farolas con el hijo de Dean Martin. Aunque tenía el apellido del padrastro, Melcher nació del primer matrimonio de Doris con un saxofonista llamado Al Jorden, que quiere hacerla abortar y la mal trata físicamente. Su nuevo marido adopta a Terry, mientras Doris –que se llamaba en realidad Kappelhoff, pero cambia su nombre a Day, ya que le sonaba demasiado judío– adopta su imagen mojigata, basada en el estricto religioso estilo de vida de su nuevo matrimonio, por el que no fuma ni bebe y sigue los preceptos de la “ciencia cristiana”.



VÍCTIMA DE MANSON
Tras algunas incursiones en la música “surf”, Melcher se hace productor de Columbia. Introducido en el ambiente hippy, vive con la actriz Candice Bergen en la casa donde fue asesinada la mujer de Polanski, Sharon Tate. La razón fue una venganza de Manson a la negativa de Melcher de grabar el disco que consideraba La Familia que sería la respuesta al “Álbum Blanco” (1968) de los Beatles. Según la secta, ellos eran “los cuatro ángeles” del Apocalipsis, que en el capítulo 9 anunciaba la venida de Manson como “el quinto ángel”.

Terry había conocido a Manson en la casa del Beach Boy, Wilson. Cuando La Familia se traslada al rancho Spahn, que usaban para rodar películas del Oeste, Manson busca el ansiado contrato para grabar su música por medio de un amigo y colaborador de Wilson, Gregg Jakobson. Melcher se había interesado en la propuesta de Jakobson de grabar a Manson, cuando su padrastro muere en 1968, al rehusar ayuda médica por su fe en la “ciencia cristiana”. Doris descubre entonces que estaba en la bancarrota. Su hijo la ayuda a salvar su casa en Malibu, dejando la casa donde Tate fue asesinada, para ir a vivir con ella. Lo que Manson no sabía.

Melcher se encaprichó de una de las chicas de La Familia, Ruth Ann Morehouse, que quería llevarse a su casa, para vivir con él y Bergen, pero la actriz se negó. Terry aceptó dos cintas de Manson, pero no respondía a los mensajes que le mandaba por medio de Jakobson. En 1969 Melcher anuncia su visita al rancho. La secta prepara todo para causarle la mejor impresión, pero el productor no aparece. Manson va a su casa, sin saber que ya él no vivía allí, mientras Polanski está en Roma.

Melcher visita finalmente el rancho, donde las chicas cantan y bailan desnudas, pero no obtienen más que promesas y cincuenta dólares que da por misericordia, al escuchar que buscan comida en la basura. Manson dice a La Familia que el dinero es para la grabación. Aunque parece que estaba ya decidido a no contratarle, Terry va con una unidad móvil al rancho, pero todo sale mal. Les dan LSD, pero tienen un “mal viaje” y aparece un borracho armado, que hacía de especialista en las películas que se hacían en el rancho, siendo golpeado por Manson. Al día siguiente, Melcher le llama, para decirle que no va a contratarle. Sintiéndose traicionado, Manson manda las chicas a cometer los cinco brutales asesinatos, mientras Melcher graba con los Byrds, la canción de la película “Easy Rider”, que comienza a escribir Dylan.



NUEVO NACIMIENTO
Los Byrds sobrevivieron el fin del sueño hippy, que representaban los crímenes de Manson. Melcher se rodea de armas, pero produce los últimos álbumes del grupo. Gene Clark lo abandona en el 66, por su miedo a volar, dijo. Luego McGuinn descubrió que quería tener una carrera en solitario, pero muere a consecuencia de las drogas y el alcohol. Michael Clarke se marcha de la banda, pero a David Crosby lo echan. Vuelve para el último disco, que producen ellos mismos en Londres, el año 73.

Adicto a las pastillas, McGuinn entra en una depresión, cuando conoce a un pianista de jazz que le dice que su problema es espiritual. Toma sus manos y ora por él: “Señor Jesús, ven a la vida de este hombre, a Tu tiempo”. Y así fue. Unas semanas después, volvió a sentir ese peso en su interior y pensó en Jesús. De repente, desapareció esa sensación negativa. Percibió que el Espíritu Santo entraba dentro de él y Jesús estaba en su corazón.

Fue la última de una serie de experiencias que llevó a su conversión en 1977. Antes ya había aparecido un chico a su puerta hablándole de Jesús y en un concierto en Oklahoma, alguien le dijo que el Señor le había dicho que iba a ir a Él. Lo cierto es que entonces él pensaba que Jesús era sólo un profeta y que todos los caminos espirituales llevaban a la misma cumbre. Fue una amiga la que le dijo que Jesús era el único camino a Dios (Juan 14:6).

A punto de cumplir 75 años, Roger sigue casado con Camilla. Se casaron en 1978. Leen un capítulo del Antiguo Testamento cada día, otro del Nuevo, un Salmo y algunos Proverbios. Aprenden versículos de la Biblia y oran por la familia, amigos y naciones. No hace lo que muchos llaman “música cristiana”. Oró para saber si debía hacer “gospel”, pero cree que la voluntad de Dios es que siguiera allí donde fue llamado, siendo luz en la oscuridad. Juntos piden a Dios que les ayude al hacer canciones, como para cualquier otra cosa. Le encantaría poder seguir haciendo conciertos hasta que el Señor le llame a su casa. Eso le pido yo. Y creo que nunca podrá volar más alto.

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