Preocupación en el Episcopado ante una decisión que compete, en último término, al Rey La Casa Real se inclina por Luis Argüello para sustituir a Juan del Río como arzobispo castrense
Fuentes episcopales aseguran que el obispo auxiliar de Valladolid "no se ve" en ese puesto, y argumentan que su designación lo inhabilitaría como secretario general y portavoz de la CEE, en un momento en el que es el principal interlocutor en las relaciones Iglesia-Gobierno
A día de hoy, de entre los nombres que se han planteado (los más conocidos, el obispo de Málaga, Jesús Catalá; o el de Ávila, José Maria Gil Tamayo, quien ya fue de número uno en la terna tras la marcha de Francisco Pérez a Pamplona, pero entonces don Juan Carlos prefirió a Del Río), Felipe VI prefiere, y así lo ha explicitado, a Argüello
El Gobierno no pondría pegas a la elección, aunque lamentaría la pérdida de un activo clave en las actuales relaciones Iglesia-Ejecutivo
El Gobierno no pondría pegas a la elección, aunque lamentaría la pérdida de un activo clave en las actuales relaciones Iglesia-Ejecutivo
Es el único caso en nuestro sistema de relaciones el que, quien decide, no es el Papa (o no sólo el Papa), sino, fundamentalmente, el Rey de España. Y el Rey de España parece haber elegido: y el elegido no es otro que el actual secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello. Pero su nombramiento como arzobispo castrense, tras la triste desaparición, el pasado 28 de enero, de Juan Del Río, descabalgaría muchas estrategias, eclesiales y políticas, tanto dentro como fuera de la Casa de la Iglesia.
Como bien señala nuestro colaborador Ángel Aznárez en un reciente artículo publicado en RD, el artículo 1º del Acuerdo de 1976, aún vigente, señala que "La provisión del Vicariato General Castrense se hará mediante la propuesta de una terna de nombres, formada de común acuerdo entre la Nunciatura Apostólica y el Ministerio de Asuntos Exteriores y sometida a la aprobación de la Santa Sede. El Rey presentará, en el término de quince días, uno de ellos para su nombramiento por el Romano Pontífice".
Cauce de diálogo abierto en los conflictos Iglesia-Gobierno
A día de hoy, de entre los nombres que se han planteado (los más conocidos, el obispo de Málaga, Jesús Catalá; o el de Ávila, José Maria Gil Tamayo, quien ya fue de número uno en la terna tras la marcha de Francisco Pérez a Pamplona, pero entonces don Juan Carlos prefirió a Del Río), Felipe VI prefiere, y así lo ha explicitado, a Argüello.
En la Casa Real aprecian su inteligencia, su habilidad y su buen hacer, algo que también es valorado en el Gobierno, que no pondría pegas a la elección, aunque lamentaría la pérdida de un activo clave en las actuales relaciones Iglesia-Ejecutivo. Y es que el obispo auxiliar de Valladolid ha conseguido un grado de confianza y un cauce de diálogo estable en un momento en que las fricciones entre el Episcopado y el Gobierno a cuenta de la eutanasia, la ley trans, la de Infancia, la reforma educativa o la nueva fiscalidad van a ser una constante, a la que puede sumarse el debate sobre la nueva ley de Libertad de Conciencia.
Un "roto" para la Conferencia Episcopal
Pero donde la posible elección de Argüello se ve como una tragedia es en la propia Casa de la Iglesia. Fuentes cercanas a Argüello aseguran que el prelado "no se ve" como arzobispo castrense, pero además en la CEE verían su salida (no podría compaginar su trabajo como portavoz y secretario con una función que depende del Ministerio de Defensa) como "un desastre".
"Don Luis ha conseguido coordinar el trabajo interno, y las relaciones externas, con maestría", subrayan algunos de sus colaboradores. "Su participación es vital en este momento histórico", añaden, al tiempo que apuntan que su destino natural debería ser Valladolid (Blázquez acaba de cumplir 79 años), aunque otros postulan a Argüello, incluso, para destinos más relevantes.
Algo que podría truncarse en caso de que Felipe VI hiciera uso de sus prerrogativas y dejara manos libres a la Santa Sede para decidir, teniendo en cuenta todas las circunstancias, al mejor candidato. Y, sobre todo: no vestir a un santo desvistiendo a otro. Como, por desgracia (léase Teruel, Burgos, León...) está ocurriendo con los últimos nombramientos episcopales en España.
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