Damià Amorós ofrece nuevas visitas guiadas sobre la historia funeraria de su pueblo, en Tarragona "Desprenderse de un cementerio es una de las peores situaciones que puede experimentar la humanidad"
"La historia de los cementerios no es más que la plasmación de la historia vivida por las personas que hay enterradas en el interior"
Hacemos panteones y criptas impresionantes, ponemos número en los nichos, hacemos cementerios con calles, e incluso mostramos las caras de los difuntos con fotografías, y todo porque el tiempo no acabe borrando la memoria social de lo que cada humano fue mientras estaba vivo”
| Xavier Pete, Agencia Flama
Acceder al vestíbulo de la casa familiar del historiador del arte, museólogo y colaborador en numerosos medios de comunicación, Damià Amorós, en el municipio tarraconense de Sarral, es hacerlo en un ambiente de creación artística generacional. Piezas de cerámica pintadas por su abuela y una exposición de monjes hechos de alabastro por su padre (“hay más aquí que en Poblet”, presenta el anfitrión) dan la bienvenida en un espacio que, en el subsuelo, albergó el primer cementerio de esta población de la Conca de Barberà.
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Así, la pasión por la estética ha seducido a este amante del arte desde hace años y, durante los últimos cuatro, cada vez que ofrece visitas guiadas con motivo de Todos los Santos por los diversos cementerios que ha habido en este pueblo —la próxima, este sábado a las 21:30 horas desde la plaza de la Iglesia—, donde la belleza artística se convierte en el rasgo característico más relevante del mundo funerario, “de por sí creador de miedo y de enfado”.
"La historia de los cementerios -reflexiona- no es más que la plasmación de la historia vivida por las personas que hay enterradas en el interior". Sólo hay una diferencia, la muerte; el resto de elementos que se pueden acabar encontrando, “tanto aquí como en la necrópolis Cristóbal Colón de La Habana, en Cuba”, mantiene, son el resultado de una voluntad humana “que nos viene desde la misma época de los romanos” de querer preservar la esencia de civilización: “Hacemos panteones y criptas impresionantes, ponemos número en los nichos, hacemos cementerios con calles, e incluso mostramos las caras de los difuntos con fotografías —subraya—, y todo porque el tiempo no acabe borrando la memoria social de lo que cada humano fue mientras estaba vivo”.
Esta mirada antropológica le permite llegar a una conclusión que, para él, tiene o debería tener todo el mundo: "El cementerio también es un anclaje psicológico hacia la memoria de los familiares o las amistades que tenemos", asevera. Esto se observa, precisa, “tanto en las madres de los jóvenes soldados fallecidos en Ucrania que entierran sus cuerpos en grandes campos abiertos como en las personas que estos días se enteran de haber perdido un ser querido en la Comunidad Valenciana”. En este sentido, desprenderse de ese anclaje (“como cuando en el 2021 la lava de un volcán sepultó un cementerio en Canarias”, argumenta Amorós) es, para el historiador, “una de las peores situaciones que puede experimentar la humanidad“.
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