(Flama).- Como la católica, han sido diversas las confesiones afectadas por las graves inundaciones de estos últimos días en la Comunidad Valenciana y en otros puntos de la geografía española. La catástrofe natural que se ha saldado con decenas de vidas humanas y con la desesperación de numerosos pueblos también ha causado graves desperfectos tanto en templos parroquiales con años de antigüedad como en el último local religioso que había abierto sus puertas en el territorio valenciano. Se trata de la iglesia evangélica Elim, que fue inaugurada el pasado 21 de septiembre en uno de los bajos de la avenida Gómez Ferrer de Alfafar, donde el agua, el barro y la maleza vegetal hicieron acto de presencia en pocas horas para acabar tragándoselo todo.
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Sin embargo, instalarse en este lugar no fue fácil para unos creyentes llegados hace unos años a Alfafar y a otros pueblos como Benetússer, Paiporta o Sedaví procedentes de El Salvador, Perú, Colombia o Nicaragua, país de donde emigró Mariana Gálvez (Managua, 1992), una de las personas más integradas en una congregación de poco más de cincuenta miembros, y entre los cuales sólo hay un español.
Tras encontrarse en pisos y en salas de hotel, donde se les acabó negando la entrada al ser un movimiento religioso cada vez más numeroso, “costó que algún propietario decidiera alquilar un espacio para dedicarlo al culto“, como recuerda Gálvez, pese a insistir, en su búsqueda, en que su acción “no es ni perjudicial ni ruidosa, aunque mucha gente nos acabe etiquetando con estos adjetivos”, admite la nicaragüense.
Casi un año después de terminar encontrando unas instalaciones en Alfafar, “alquiladas por una señora que fue convencida por su gestor”, rememora Mariana Gálvez, el temporal de estos últimos días ha roto los primeros pasos de esta realidad evangélica, presente en ciudades como Sevilla, Madrid o Barcelona. “No existen pérdidas humanas en las familias de nuestros hermanos, pero el local ha quedado gravemente destruido; el nivel del agua fue de más de un metro y medio, dejando el espacio inservible“, explica desde Madrid el pastor Saúl Valle, el encargado de dirigir todas las iglesias de esta red protestante en España.
En Alfafar, donde se estaba a la espera de recibir un pastor para hacer crecer la comunidad, este centro cristiano asume estos días que el altar de madera, la cocina, los sofás y muchos otros elementos de su mobiliario tendrán que ser lanzados a la basura. “Cada domingo celebrábamos desayunos para poder pagar las cuotas de las sillas que habíamos colocado”, lamenta Gálvez mientras, con la escoba y el recogedor en las manos, no deja de ver a decenas de personas anónimas accediendo al local para ofrecer su apoyo. "Vienen de todas partes y nos preguntan si pueden ayudar en algo", señala emocionada esta mujer, que, en pocos meses, ha pasado de ver desconfianza en los ojos de la gente a ver, sólo, solidaridad.