Emocionante testimonio de diez víctimas a las puertas de La Almudena El clamor de los supervivientes de abusos a 'su' Iglesia: “Los malos ganan cuando los buenos no hacen nada”
Cobo: "Vamos a caminar con la autoridad y la sabiduría de las víctimas"
Hombres y mujeres, que fueron abusados sexual, física y emocionalmente por sacerdotes, religiosos, religiosas y agentas pastorales, por instituciones eclesiásticas, muchos de ellos siendo niños, y que se encontraron con el silencio y el encubrimiento cómplice de la institución, que hasta hace muy poco siguió mirando para otro lado
“Ellos me dieron la educación y la cultura, pero me robaron el alma. Desde que ocurrió, hace más de 40 años, no tengo miedo a la muerte, sino a la vida”
“No tengan miedo de las víctimas. La mayoría no vamos buscando mediatizar nuestro caso o ver de qué manera le podemos sacar un pellizco económico a la Iglesia. Solo necesitamos una acogida (…). Hemos sido traicionados por la Iglesia”
"Queremos asumir la culpa que nos corresponde y caminar, junto con toda la sociedad, asumiendo tanto dolor, sin miedo y con esperanza"
“Ellos me dieron la educación y la cultura, pero me robaron el alma. Desde que ocurrió, hace más de 40 años, no tengo miedo a la muerte, sino a la vida”
“No tengan miedo de las víctimas. La mayoría no vamos buscando mediatizar nuestro caso o ver de qué manera le podemos sacar un pellizco económico a la Iglesia. Solo necesitamos una acogida (…). Hemos sido traicionados por la Iglesia”
"Queremos asumir la culpa que nos corresponde y caminar, junto con toda la sociedad, asumiendo tanto dolor, sin miedo y con esperanza"
"Queremos asumir la culpa que nos corresponde y caminar, junto con toda la sociedad, asumiendo tanto dolor, sin miedo y con esperanza"
“Con 14 años fui empujado para ir a una convivencia con un club religioso. Tuve que telefonear a mis padres delante de un sacerdote, que vigilaba lo que tenía que decirles para así conseguir su permiso. Ya entonces, fui brutalmente presionado de forma planificada entre las personas que hablaron conmigo para que entrara en la organización, bajo amenaza de condenación eterna si no lo hacía. Accedí llorando y aterrado... Me obligaron a ocultar mi entrada a mis padres...”. La de Héctor (nombre ficticio) fue uno de los diez testimonios que se escucharon esta tarde en el pórtico de la catedral de La Almudena, junto a la estatua de Juan Pablo II, en el Acto de Reparación a las víctimas que congregó a cientos de personas en el templo diocesano de Madrid, ane un silencio ensordecedor, que haría retumbar a las piedras de la catedral.
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Hombres y mujeres, que fueron abusados sexual, física y emocionalmente por sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes pastorales, por instituciones eclesiásticas, muchos de ellos siendo niños, y que se encontraron con el silencio y el encubrimiento cómplice de la institución, que hasta hace muy poco siguió mirando para otro lado.
Hoy, parece, las cosas están empezando a cambiar. Pero la voz de las víctimas no se había escuchado, al menos como hasta ahora. Siguen sin sentarse, en plano de igualdad, en las mesas donde se toman las decisiones respecto a su futuro. Pero el de esta tarde, promovido por el cardenal Cobo, supone un primer paso. Importante, en lo simbólico. Esperanzador, con muchas cautelas, en lo tocante a las víctimas.
“Ellos me dieron la educación y la cultura, pero me robaron el alma. Desde que ocurrió, hace más de 40 años, no tengo miedo a la muerte, sino a la vida”, recordaba un hombre al que abusaron en un colegio siendo niño. “Si no hay más denuncias, no es porque no haya habido abusos, es porque el tratamiento que vamos a recibir resulta más doloroso que el propio abuso”, añadía un sacerdote, del que abusaron en el seminario. No todas las voces correspondían con el relato, para preservar la intimidad de los supervivientes, muchos de los cuales todavía no han podido enfrentarse con su abusador.
“Ellos me dieron la educación y la cultura, pero me robaron el alma. Desde que ocurrió, hace más de 40 años, no tengo miedo a la muerte, sino a la vida”
“Eres víctima y, a la vez, te consideras cómplice, y te das asco a ti misma”, apuntaba una mujer, que fue abusada por su maestra de noviciado, mientras que otra, también religiosa en la actualidad, expresó los abusos sufridos, durante diez años, por su confesor.
“No abusó solo una persona de mí, abusa una comunidad entera que lo permite”, denunció otra víctima. “La culpa de que haya ‘malos’ en la Iglesia es que haya buenos que no denuncian a los malos. Lo que hace daño a la Iglesia no es la denuncia, sino lo que pasa en ella”.
“Los malos ganan cuando los buenos no hacen nada”, expresó, con toda la cruda verdad del testimonio. Otras, llamaron a la Iglesia a la reacción: “No tengan miedo de las víctimas. La mayoría no vamos buscando mediatizar nuestro caso o ver de qué manera le podemos sacar un pellizco económico a la Iglesia. Solo necesitamos una acogida (…). Hemos sido traicionados por la Iglesia”, apuntaba otro hombre, del que abusaron, siendo adulto, durante una peregrinación.
“Casi me ha hecho más daño la institución que el agresor. Han tardado 10 años en recibirme y creerme... La actitud diletante, distante, legalista y fría de algunos eclesiásticos y encubridores me han dañado mucho el alma y mi relación con Dios”, culminó una mujer adulta, víctima de un sacerdote, antes del momento de recogimiento y petición de perdón por parte del cardenal Cobo y del proyecto REPARA, que invitó a “iniciar juntos caminos de escucha y de sanación”. “A las puertas de este templo, con las personas supervivientes, la Iglesia de Madrid, quiere ponerse en marcha. Queremos asumir la culpa que nos corresponde y caminar, junto con toda la sociedad, asumiendo tanto dolor, sin miedo y con esperanza”, señalaron, antes de que las víctimas que lo desearan entraran al interior de la catedral para un acto penitencial en el que el cardenal Cobo pronunció una rotunda petición de perdón, y un compromiso de apoyo a los supervivientes de esta lacra.
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