Antonio Aradillas / Sacerdote y periodista "El confesionario es reflejo de la vida, no un mueble"

Antonio Aradillas (Badajoz, 1928) expone que la mayoría se casa por rutina, por circunstancias sociales y por no estar solos. Ha comprobado que su libro irrita mucho a los hombres: «Es un espejo durísimo para ellos; pero en realidad refleja a la sociedad entera». Cree que es un buen consejero. Nada avergonzó a sus confidentes: «Todas tenían unas ganas enormes de contar». Dice que las mujeres repelen cada día más el matrimonio, «más que los hombres, por las malas experiencias y la poca fe en la institución». Lo entrevista Amilibia en La Razón.

-En su libro «Los otros malos tratos» (Visión Libros), ¿de qué otros malos tratos nos habla?

-De los que no aparecen en los titulares de los medios, de los ocultos; los malos tratos que están en la intimidad, esos que llaman psicológicos.

-Subtítulo: «Confidencias de mujer». Alguien pensará que salen del confesionario...

-Son confidencias hechas fuera del confesionario y en él. No se dan nombres. Es ético: se puede y se debe hacer. El confesionario es reflejo de la vida, no un mueble que está en las glesias.

-Maltratos psicológicos, ¿a veces peores que los físicos?

-Dañan más, porque la mujer tiene más afilada la sensibilidad que el hombre. Los maltratos psicológicos son el fundamento y la razón de los físicos.

-Generalmente, ¿por qué comienzan los maltratos psicológicos?

-Por el machismo elevado al cubo.

-Son confidencias reales. ¿Cuál le indignó o alarmó más?
-Las que giran alrededor de un hecho: al hombre sólo le preocupa la cama.

-¿El maltrato psicológico más común?

-No considerar a la mujer como persona, sino como objeto de placer y lujo. El hombre ha conseguido que hasta la propia mujer se considere objeto.

-Para estos casos, ¿mejor el psicólogo que el sacerdote o...?

-Mejor una acción combinada. El sacerdote presenta una gran ventaja: no cobra.

-Dice de este libro que es una confesión atípica...

-Trato de llevar el confesionario a la vida, que no sea un objeto decorativo en la parroquia. El confesionario tiene que estar inmerso en la vida.

-Pero, como dice, no imparte absolución alguna...

-Más que absolver, comparto, participo, soluciono, compadezco. Etimológicamente, compadecer es «padecer con».

-Dice una mujer: «Más que por la Iglesia me casé en la iglesia».

-Quiere decir que más que casarse, «la casaron». Mucha gente se casa sin conciencia de sacramento. Hoy, se casan en la iglesia más que por la Iglesia.

-¿A veces es mejor no casarse?

-Si no se cree, no hay que acudir al sacramento, no se debe uno casar por la Iglesia. Casarse por la Iglesia sin fe es hipocresía, blasfemia.

-Volvemos al tema de siempre: el amor.

-Donde no hay amor, hay guerra. Si no hay amor, no hay matrimonio.

-Antes la mujer no tenía futuro si no se casaba; eso ha cambiado...

-Sí, afortunadamente. Ya no tiene que elegir entre el matrimonio o el convento. Ha habido en ese sentido un cambio para bien; al menos para descargarnos de hipocresía, que es lo peor en un cristiano.

-Habla su libro de «violación institucionalizada»

-Se dan muchos casos. Entregarse por imposición, porque el hombre lo exige, es violación.

-Me imagino que visto lo visto, se ha alegrado mucho de estar soltero...

-Sí, ja, ja, ja. De estar soltero y de ser célibe.

-Y además se ahorra el regalo de San Valentín...

Volver arriba