"Marchad con alegría. ¡Yo voy con vosotros! " III Domingo de adviento: Orar en el mundo obrero
"Estar atentos, estar pendientes, mirar en otra dirección, buscar el sentido a la vida, a lo que hacemos y realizar cambios, es la invitación de Juan"
"Es la pregunta más valiente del creyente, colocarse delante de Dios y con total disponibilidad preguntar: ¿qué quieres que haga?"
Celebramos este fin de semana el 3º domingo de adviento, conocido como gaudete, palabra latina que significa «alégrate» porque se repite en las dos lecturas y en el salmo que hoy escucharemos; el final del Evangelio habla de ¡buena noticia! La alegría forma parte de la identidad de toda persona cristiana que tiene la experiencia del amor de Dios, que vive la esperanza de que Dios está con su pueblo, en medio de nosotros y nosotras… y esa alegría nos toca transmitir en la vida cotidiana. Es el mensaje que recoge el papa Francisco en la Evangelii gaudium, La alegría del Evangelio.
“Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. –GE 6
“Hay que buscar primero el reino de Dios y su Justicia, esforzándonos para que ese reino llegue y para que la voluntad de Dios se haga así en la tierra como en el cielo. Entonces hay paz, bienestar, alegría..., no como un regalo suplementario al reino de Dios, sino como algo que le está unido intrínsecamente. Verdaderamente esto es hacer la revolución de los hijos de dios. –Rovirosa OC TIII 445
“Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual –que busca a veces con an gustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la buena nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo. –GE 10
Sof 3, 14-18a: El Señor se alegra con júbilo en ti.
Sal: Is 12, 2-3.4bed.5-6: Griten jubilosos: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel». Flp 4, 4-7: El Señor está cerca.
Lc 3, 10-18: ¿Qué hemos de hacer?
Del libro del profeta Sofonías (3, 14-18a)
¡Grita de felicidad, hija de Sión, regocíjate, Israel,
alégrate de todo corazón, Jerusalén!
…«No tengas miedo, Sion,
que tus manos no tiemblen;
el Señor tu Dios está en medio de ti,…
Dará saltos de alegría por ti,
su amor te renovará,
por tu causa bailará y se alegrará,
como en los días de fiesta».
La llegada del rey Josías, después de un siglo de dominio asirio, fue una esperanza de renovación; y el protagoniza una auténtica y profunda reforma religiosa, política y social. Pero fue Sofonías el que facilitó y promovió esa reforma desde su predicación atacando el sincretismo religioso, denuncia las transgresiones contra Dios y contra el prójimo, las injusticias, la despreocupación religiosa…
Sofonías, ofrece esperanza, a un «resto» humilde y modesto, como principio. Es un mesianismo cargado de una profunda espiritualidad. Esta predicación fomentó y facilitó la reforma de Josías.
El texto que hoy hemos leído es el himno a la «Hija de Sion», la ciudad de Jerusalén, es un canto lleno de alegría, hay esperanza, porque el Señor ha anulado la sentencia de castigo y hace fiesta por el corazón que reconoce su pecado. Un profeta denuncia, pero también anuncia.
Salmo Responsorial (Is 12, 2-3.4bcd.5-6)
Griten con júbilo: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel».
Él es el Dios que me salva;
tengo confianza, y no temo,
porque mi fuerza
y mi fuente de alegría es el Señor,
él es mi salvación».
Sacarán agua con gozo
de las fuentes de la salvación.
«Den gracias al Señor,
invoquen su nombre,
proclamen entre los pueblos sus hazañas,
pregonen que su nombre es sublime.
Canten al Señor,
porque ha hecho maravillas;
que lo sepa la tierra entera.
Griten alegres, habitantes de Sion,
porque es grande en medio de ti
el Santo de Israel».
Griten con júbilo: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel».
De la carta de Pablo a la comunidad de Filipos (4, 4-7)
Estén siempre alegres en el Señor; les repito, estén alegres. Que todo el mundo les conozca por su bondad. El Señor está cerca. Que nada les angustie; al contrario, en cualquier situación presenten sus deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias. Y la paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, protegerá sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.
Seguimos con la carta a la comunidad de Filipos, de la que ya hablamos la semana pasada. Es una carta muy serena, personal y poco dogmática. Es una comunidad muy querida por Pablo. Y fue la primera comunidad cristiana que hubo en Europa. Y por lo que podemos saber era todo un ejemplo de sincretismo religioso típico de todas las ciudades grecorromanas de la época. Los primeros cristianos provenían fundamentalmente del paganismo, griegos en su mayoría, habría judíos y prosélitos.
El trocito que hemos escuchado es casi el final del cuerpo epistolar, y Pablo anima a la alegría e invita a la comunidad a ser un signo de bondad… «que se les conozca por su bondad» e invita a vivir sin angustia y en paz. A pesar de estar encarcelado Pablo llena de consuelo, esperanza a la comunidad sin perder nunca la referencia a Jesús. Nuestra presencia en nuestro mundo, en nuestra realidad social, política, en el mundo obrero ¿por qué se nos conoce? ¿cuál es el plus que aportamos?
¡Salid, amigos y amigas!
Marchad sin miedo.
Vosotros sois mis testigos en medio del mundo.
¡Salid, amigos y amigas!
Marchad sin miedo.
Os esperan fuera vecinos y conciudadanos.
Sed expresión certera
de la ternura del Dios de la vida.
Ternura en vuestro rostro,
ternura en vuestros ojos,
ternura en vuestra sonrisa,
ternura en vuestras palabras,
ternura en vuestras obras,
ternura en vuestra lucha.
¡Salid, amigos y amigas!
Marchad sin miedo.
Vosotros sois mis manos
para construir un mundo nuevo
de fraternidad, libertad y justicia.
Vosotros sois mis labios
para anunciar a pobres y marginados
la buena noticia de la libertad y la abundancia.
Vosotros sois mis pies
para acudir al lado de los hombres y mujeres que necesitan palabras y gestos de ánimo.
Vosotros sois mi pasión
para hacerme creíble en vuestras casas y ciudades y lograr que todas las personas vivan como hermanos.
Vosotros sois mi avanzadilla
para lograr la primavera del Reino
y ofrecer las primicias a los que más lo necesitan.
¡Salid, amigos y amigas!
Derramad por doquier
ternura y vida.
¡Salid, amigos y amigas!
Marchad sin miedo.
Mirad toda esa multitud que os espera.
Marchad con alegría.
¡Yo voy con vosotros!
Florentino Ulibarri
Lectura del evangelio según san Lucas (3, 10-18)
En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:
–¿Qué tenemos que hacer?
Y les contestaba:
–Quien tenga dos túnicas, dé una a quien no tiene, y quien tenga comida compártala con quien no tiene.
Vinieron también a bautizarse algunos de los que recaudaban impuestos para Roma y le dijeron:
–Maestro, ¿qué tenemos que hacer?
Él les respondió:
–No exijan nada fuera de lo establecido.
También los soldados le preguntaban:
–¿Y nosotros qué tenemos que hacer?
Juan les contestó:
–A nadie extorsionen ni denuncien falsamente, y conténtense con su sueldo. El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. En tonces Juan les dijo:
–Yo los bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. El los bautizará con Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene la horquilla para separar el trigo de la paja y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con un fuego que no se apaga.
Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena noticia.
Comentario
La semana pasada presentábamos a Juan el Bautizador, alguien que prepara el camino del Señor, que invita a estar atentos, pendientes de otras cosas que no sean aquello que la prensa, la tele, los escaparates, los políticos, la publicidad… marcan como lo importante y lo actual. Y muchas veces sin darnos cuenta entramos en esa vorágine del despiste de lo importante.
Estar atentos, estar pendientes, mirar en otra dirección, buscar el sentido a la vida, a lo que hacemos y realizar cambios, es la invitación de Juan.
Hoy se centra en la respuesta ante el contenido de su predicación que omite el leccionario y que habla del hacha que está al pie del árbol que no da fruto… la voz de Juan suena amenazante, tiene el tono del profeta que grita desesperado ¡que ya está bien!, su tono es duro, imperativo…contrasta con el tono de Jesús con su forma de dar la buena noticia, el de Jesús produce alegría, no en vano, al Evangelio de Lucas se le llama el «Evangelio de la Alegría».
Pero nos interesa la pregunta de aquellos que responden ante la predicación de Juan: «¿Qué tenemos que hacer?».
Es la pregunta más valiente del creyente, colocarse delante de Dios y con total disponibilidad preguntar: ¿qué quieres que haga?; pero teniendo en cuenta que es ponernos delante de Dios, en la realidad concreta de cada día. Importante: a Dios esa pregunta no se le puede hacer si no estamos en la realidad histórica que nos ha tocado vivir, si no estamos mirando nuestra vida cotidiana, familia, trabajo, amigos, comunidad cristiana… no se puede hacer si no estamos abierto a dejarnos tocar por las situaciones difíciles, por el dolor que nos rodea… no se puede hacer esa pregunta si no somos capaces de ser transparentes y honestos con nosotros mismos, con la realidad y con Él.
El publicano, el soldado, el rico… cada cual se acercaba a Juan desde su vida, desde su actividad religiosa, social… y la respuesta era concreta, impulsaba al cambio desde las debilidades de lo cotidiano, sin esconder nada.
Y la conversión que se nos muestra en este texto es una respuesta contra la posesión y la abundancia, una respuesta contra la injusticia, el abuso de poder, la corrupción, la extorsión de los débiles, una ética de la justa adquisición de bienes y de su uso…
El Bautista no pide una conversión donde los cambios sean específicamente religiosos, actos de piedad, peregrinaciones, novenas, velas, ejercicios espirituales, visitas a santuarios. Juan exige la mirada a la realidad, no puedes tener dos si otros no tienen, no puedes utilizar el poder para dañar a los demás sobre todo a los más débiles. Son las implicaciones sociales y políticas de la fe. La fe y la relación con Dios no son una cosa y la vida social y política otra. El drama de la sociedad actual está marcado por una crisis de unidad de vida de los cristianos. Lo afirma el Concilio Vaticano II: «El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época» (GS 43).
¿Lo que hago es lo que Dios quiere que haga?... ¿qué quieres que haga, Señor? Hacemos esa pregunta mirando a Dios y ese Dios nos invita a mirar a nuestro alrededor y esa es la espiritualidad que Jesús nos invita a vivir y quiere que quede incrustada en nosotros con «Espíritu Santo y fuego»: no lo olvidemos, la pregunta es clave: ¿qué tengo que hacer?
Ese «¿qué tengo que hacer?» es en este tiempo una pregunta muy oportuna… las respuestas de Juan, el Bautizador, dan pistas para que hoy podamos responder de forma comprometida…
Si lo que tengo que hacer forma parte de esa organización de la esperanza ¿Qué estoy haciendo? ¿lo vivo como la voluntad de Dios? ¿Qué dimensiones tiene mi compromiso? ¿es puramente personal? ¿busco con otras personas (aunque no sea de mi entorno de movimiento o eclesial) hacer visible la esperanza?
Y no olvidemos las novedades de Aquel que viene. Juan dice dos cosas importantes, que es más grande que él, y no viene con el hacha, trae la misericordia y es la encarnación de la buena noticia, y, en segundo lugar, dice que su bautismo es del Espíritu y ese Espíritu que está en Jesús, es el que le ha ungido para dar una buena noticia, y una buena noticia no cargada de miedos y amenazas, sino de alegría para las personas últimas y olvidadas, para aquellas que hoy, con humildad y sinceridad decimos: ¿qué puedo hacer?
“Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia en ferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades.
–GE 49
“Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.
–EG 20
Llego ante Ti, Señor, con humildad
a pedirte rebeldía.
Quiero vivir comprometido con la verdad;
no venderme por nada ni ante nadie.
Resistir la tentación de buscar la felicidad externa
Y de admitir la paz injusta.
Hazme un inconforme
con el error, la injusticia, el odio,
un insatisfecho con la farsa del mundo,
pero con deseo de trabajar con amor por mejorarlo.
Hazme un indómito de tu reino,
digno de oír aquellas palabras de tu evangelio (Jn 16, 33):
«En el mundo tendréis dificultades;
mas, tened buen ánimo,
que Yo he vencido al mundo».
F. García Salve
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