Comentario al evangelio del VII domingo del TO 23-02-2025 Brindar al mundo “exceso” de amor misericordioso como lo hace nuestro Dios
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El evangelio presenta tres actitudes concretas en las que se presenta la diferencia entre una sociedad donde cada uno ve por su propio interés y lo que ha de ser el actuar cristiano.
La vida cristiana tiene algo más que ofrecer al mundo. Allí donde impera la violencia puede ponerse la paz. Allí donde impera el egoísmo, puede implementarse el compartir. Allí donde prima la indiferencia, puede ponerse la atención a los otros, buscando también lo mejor para ellos
La vida cristiana, por tanto, está llamada a testimoniar el amor misericordioso de Dios y esa misericordia siempre es “generosa, apretada, sacudida, rebosante"
La vida cristiana, por tanto, está llamada a testimoniar el amor misericordioso de Dios y esa misericordia siempre es “generosa, apretada, sacudida, rebosante"
A ustedes que me escuchan yo les digo: Amen a sus enemigos, traten bien a los que los odian; bendigan a los que los maldicen, recen por los que los injurian. Al que te golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues la túnica. Da a todo el que te pide, al que te quite algo no se lo reclames. Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a sus amigos. Si hacen el bien a los que les hacen el bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen. Si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan para recobrar otro tanto. Por el contrario, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, que es generoso con ingratos y malvados. Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida generosa, apretada, sacudida y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos (Lucas 6, 27-38)
El domingo pasado reflexionábamos sobre el pasaje de las bienaventuranzas. El evangelio de hoy continúa esa presentación de los valores del reino mostrando tres actitudes concretas en las que se presenta la diferencia entre una sociedad donde cada uno ve por su propio interés y lo que ha de ser el actuar cristiano. La primera se refiere a los enemigos, a los que tratan mal o injurian. Sobre ellos se dice que se han de amar, tratar bien, bendecir, rezar por ellos. La segunda se refiere a los que usan la violencia o roban las pertenencias. La respuesta es no poner resistencia y darle todo lo que se tiene. La tercera es dar todo lo que pidan y si alguien quita algo, no reclamarle. Vistas estas actitudes en sociedades como las nuestras tan llenas de violencia y de aprovechamiento de unos sobre otros, resulta muy difícil ponerlo en práctica. Pero la cuestión no es tomar al pie de la letra los ejemplos señalados sino entender el espíritu de lo que significa la vida cristiana. En realidad, se resume en la llamada “regla de oro”: hacer a los otros lo que queremos que ellos nos hagan. Y la fundamentación de tal actuar también radica en que la gente se porta bien con los que se portan bien, con las personas que ama. Pero no lo hace con los que no ama. Y aquí viene la pregunta para el cristiano: ¿Qué mérito se tiene si solo se hace el bien a los que se ama? Eso lo hacen todas las personas. La vida cristiana tiene algo más que ofrecer al mundo. Allí donde impera la violencia puede ponerse la paz. Allí donde impera el egoísmo, puede implementarse el compartir. Allí donde prima la indiferencia, puede ponerse la atención a los otros, buscando también lo mejor para ellos.
Ahora bien, la razón para este comportamiento lo explicita la segunda parte del evangelio: “Ser compasivos o misericordiosos como Dios es misericordioso”. En este mismo texto, pero en la versión de Mateo, se dice “sean perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Y ambos textos remiten al texto del Levítico (19,2): “sean santos como Dios es santo”. Ahora bien, la santidad en Israel implicaba la “separación” para participar de lo sagrado y se hablaba de ello en el ámbito ritual. Conocemos que Jesús cuestiona esa pureza ritual que excluye a muchos. Por tanto, hablar de Dios como misericordioso puede ser mucho más significativo que los otros términos. De hecho, el Antiguo Testamento también habla de Dios como misericordioso y el evangelio de Lucas lo presenta en este texto muy diciente para sus destinatarios que son los pobres y excluidos.
La vida cristiana, por tanto, está llamada a testimoniar el amor misericordioso de Dios y esa misericordia siempre es “generosa, apretada, sacudida, rebosante”. Si hay algo que los cristianos pueden ofrecer al mundo de hoy es ese “exceso” de misericordia porque, efectivamente, todos necesitan de ese amor gratuito en muchos momentos de la vida y para algunos es la única posibilidad de levantarse de las situaciones de injusticia a las que las estructuras de pecado los someten. El evangelio termina con el refrán de oro expresado de otra manera: “de la forma que midan, así serán medidos”. Ojalá que estos valores del reino sean vividos con mayor radicalidad, con total generosidad como Dios mismo lo hace con absolutamente todos sus hijos, aunque sean ingratos y malvados.
(foto tomada de: https://www.ecognitiva.com/salud/ayuda-a-domicilio-mayores/#google_vignette)
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