Pasando por el Mercadona (pero podía haber sido por cualquier otro súper) mi mujer lanzó una pregunta nada ingenua que captó fuertemente mi atención y sorpresa: “¿Has visto todas las vitrinas que hay destinadas a comidas para animales…?”
Yo, algo perplejo (puesto que nunca había visto tantos estantes destinados no solo a gatos y perros, sino también a periquitos, hámsteres, conejos y otros animalitos de Dios) le respondí en primera instancia que ello meramente reflejaba los cambios sociales, las nuevas y distintas maneras de relacionarnos. Tenemos necesidad de cuidar y sentirnos cuidados, de querer y sentirnos queridos, de hablar y… que no nos contradigan (sí, porque esto molesta mucho y los humanos somos unos expertos en este arte). “Son los tiempos… Vale”, pensé para mis adentros. Tiempos que traen, además de muchas preguntas, también cosas buenas, como el interés ecológico y animalista, la conciencia climática...
La cuestión se fastidió cuando di tres pasos y a escasos metros divisé dos estanterías cortas y encanijadas con cuatro o cinco productos para bebés, a las que nadie visitaba ni siquiera por vergüenza.
“La ley de la oferta y la demanda”, expresé en voz alta con cierto tono de preocupación.