ESCUELA DE ELEA: ZENÓN / 1

Aristóteles dice que Zenón fue el inventor de la dialéctica (Diógenes Laercio)
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En el s. V A.E.C. Parménides tuvo dos discípulos: Zenón de Elea y Meliso de Samos. Zenón nació hacia el 490 y su floruit se dio en torno al 450. Destacó no sólo por su fina inteligencia, sino por su hermosura.

Según Platón (Parm.127a), era “corpulento y de bella figura; se decía de él que había sido el amante de Parménides”. Pero su gran habilidad dialéctica dejaba perplejos a sus oyentes y lectores.

Fue originariamente pitagórico, como su maestro. Participó en la política de Elea y estuvo implicado en una conspiración política contra un tirano, siendo sometido a tortura, que soportó con valentía. Fue asesinado por el tirano, aunque los doxógrafos dan distintas versiones sobre su muerte.

Sus obras se han perdido, pero de joven escribió un libro del que han quedado unos pocos fragmentos recogidos por Aristóteles y por Simplicio.

Platón (Parménides, 128b) lo sitúa en Atenas discutiendo con el joven Sócrates y señala que el objetivo del libro (grámma) perdido de Zenón era defender la hipótesis del Uno y refutar a sus adversarios por el método original de reducción ad absurdum. Él mismo dice: “mi libro nació como una ayuda (boétheia tis) a la tesis de Parménides”.

La reducción al absurdo es una demostración indirecta, que parte de una hipótesis inicial, se deriva de ella una consecuencia absurda con extensión al infinito y se concluye la negación de dicha hipótesis.

Zenón lo aplica a las hipótesis de la multiplicidad y del movimiento, contra los pluralistas y sobre todo contra los pitagóricos. Así, si la hipótesis del Uno de Parménides parecía risible y absurda a sus adversarios, las de éstos serían todavía más ridículas (“geloiótera”). El método de Zenón es, pues, destructivo, frente al de Meliso, que será constructivo. El apoyo a Parménides consiste, pues, en refutar las tesis de sus adversarios, demostrando sus contradicciones.

Platón, que trata a los eleatas con respeto y reverencia, a Zenón le llama el Palamedes eleata, porque “hablaba con un arte que, a los que le escuchaban, las mismas cosas les parecían (phaínesthai) iguales (hómoia) y no-iguales (an-ómoia), unas y muchas, inmóviles y al mismo tiempo móviles” (Fedro, 261d).

De la hipótesis “si los seres son muchos”, se sigue que “los muchos” son a la vez iguales y no-iguales. Ello viola el principio de contradicción, que consiste en atribuir dos predicados contradictorios al mismo sujeto. Igualmente, de forma aporética, “si los seres son muchos, serán a la vez limitados e ilimitados” (finitos e infinitos).

Giorgio Colli afirma que “el descubrimiento del principio de contradicción hay que atribuirlo a Zenón y no a Aristóteles como se admite generalmente: la atribución de parejas de contradictorios a un mismo sujeto es toda la demostración de Zenón” (cfr. Colli: Zenón de Elea, p. 155).

Según Diógenes Laercio, Aristóteles dice que Zenón fue el inventor de la dialéctica, como Empédocles lo fue de la retórica. Pero G. Colli sostiene que “la dialéctica no es un fenómeno que pueda atribuirse a un solo hombre, Zenón”, pese a la originalidad de éste. La dialéctica es un concepto polisémico, con una larga proyección en la historia de la filosofía, que en algunos autores tiene un sentido negativo, por ejemplo en Aristóteles y Kant (lógica de la apariencia), y en otros un significado positivo, como en Heráclito o en Hegel, siendo aplicable a la realidad, al pensamiento y al lenguaje.

La dialéctica, según Giorgio Colli (cfr. El nacimiento de la filosofía), es uno de los fenómenos más originales de la cultura griega. Nace como disputa oral y agónica entre dos adversarios, sobre algún enigma oculto, pues la “naturaleza gusta de ocultarse” (phýsyis krýptesthai phileî), como decía Heráclito.

El arte de la discusión tendrá su máxima expresión en Atenas con los sofistas, con Sócrates y la Academia de Platón, quien convierte el diálogo en género literario y filosófico, con el paso de la oralidad a la escritura

A diferencia de la retórica atribuida a los sofistas, que va unida a la lucha por el poder y a perseguir el éxito político, la dialéctica era una lucha por la sabiduría. No en vano Sócrates se declara seguidor del Apolo délfico, el dios de la sabiduría. Platón (Rep. 454 a-b) diferencia en el arte de la controversia (antilogiké téchne) entre la disputa erística (erídsein), propia de los sofistas, y el diálogo socrático (dialégesthai), que busca la verdad mediante la mayéutica.

Los argumentos dialécticos de Zenón (“dialektiké tékhne” =arte de la discusión) reciben varios nombres: aporías, paradojas, antinomias y también epiqueremas. Partamos de las etimologías, pues, como dice Ortega, “las palabras, como las plantas, viven de sus raíces”. Dialogar (dia-légein= recoger juntos) significa interactuar con la palabra y el diálogo (diá-logos) es interlocución. Literalmente “aporía” significa, “sin salida” o dificultad, o sea, sin salida lógica. Aristóteles usará el término “apórema” aplicado a un razonamiento que implica contradicción (“anti-fasis”).

El verbo “aporéo” (haesitare en latín) denota perplejidad y desconcierto, estar en dudas y un razonamiento aporético es el que no tiene salida. Muchos de los diálogos de Platón serán aporéticos, por no dar solución a un problema discutido. Entre las paradojas (“parádoxa”= contra la opinión común), fue famosa la del mentiroso, de carácter semántico. También los sofistas y escépticos usarán paradojas. Los epiqueremas (de “epicheiréo= atacar), según Aristóteles (Tópicos, VIII), son razonamientos dialécticos o aparentes.

Antinomia, en sentido amplio, indica un conflicto lógico entre dos leyes o proposiciones (antí=contra y nómos=ley). Antinomias, en sentido estricto, son las kantianas. Kant aplicó las cuatro antinomias de la razón pura a los objetos de la cosmología metafísica (conflicto entre una tesis y una antítesis, sin síntesis posible). En sentido amplio, N. Hartmann en su Ética, desarrolló las antinomias entre fe y razón, entre ética y religión, entre trascendencia e inmanencia, heteronomía y autonomía, libertad y redención.
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