LA SOFÍSTICA GRIEGA /1
El ser humano es la medida de todas las cosas (Protágoras de Abdera)
| Juan CURRAIS PORRÚA
En el s. V a.e.c., después de las victorias griegas sobre los persas, en especial la batalla naval de Salamina dirigida con inteligente estrategia por Temístocles, Atenas se convirtióe en el centro cultural de la Hélade a nivel político, económico, científico y artístico, atrayendo a destacados intelectuales, grandes figuras en los diversos campos de la cultura: entre ellos Herodoto, Tucídides o Jenofonte en historia, Hipócrates en medicina, Esquilo, Sófocles y Eurípides en la tragedia, Aristófanes en la comedia, Fidias, Mirón y Praxíteles en escultura. Temístocles, Pericles o Alcibíades en la política y entre los filósofos: Anaxágoras, Sócrates y los sofistas extranjeros Protágoras de Abdera, Gorgias de Leontini, Hipias de Elis, Pródico de Ceos, entre otros.
A nivel social asciende una nueva clase dedicada al comercio, opuesta a los privilegios de la nobleza y de la aristocracia tradicional. El desarrollo de la democracia ateniense es progresivo a partir de Solón, las reformas de Clístenes, las más radicales de Efialtes y luego la de Pericles, dando centralidad a la Asamblea de los ciudadanos (ekklesía) junto con el Consejo (boulé), frente a la institución tradicional del Areópago. La democracia directa de Atenas adoptó el sorteo como método para la elección de los cargos, procedimiento que criticarán Sócrates y Platón.
La democratía o gobierno popular va unida a la isegoría o igualdad de palabra en la Asamblea y a la antigua isonomía, la igualdad ante la ley de la minoría de ciudadanos (Solón había defendido la eunomía = buenas leyes). La democracia ateniense se convirtió en un modelo a imitar para toda la Hélade, tal como aparece en el discurso fúnebre de Pericles, pese a excluir de la participación política a la mayoría de la población formada por esclavos, mujeres y metecos o extranjeros. Comenzará a decaer con el fin de la guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas y se mantendrá durante unos 200 años, hasta la llegada del imperialismo macedónico de Alejandro.
En el período cosmológico o naturalista los filósofos presocráticos, integrados en diversas escuelas (jónicos, pitagóricos, eleáticos y pluralistas) se habían centrado en la reflexión especulativa sobre la phýsis, la naturaleza o cosmos, indagando sobre el principio (arkhé) o principios que explican la formación del mundo. El ser humano se entendía, de forma naturalista, como una parte del mismo, un microcosmos, un cosmos en pequeño. En el período antropológico o humanista, con el protagonismo de los sofistas y de Sócrates, se produce un giro en los temas de la filosofía. A éste seguirán el período ontológico con los grandes sistemas de Platón y Aristóteles, el período ético con las escuelas helenísticas y el religioso con las escuelas neoplatónicas siglos más tarde.
El llamado giro antropológico o humanista supone un paso de la phýsis a la pólis, de la naturaleza externa a la cultura, sometiendo a discusión los asuntos humanos, como la política, la educación, la moral, el conocimiento, el derecho, la religión o el lenguaje. Con razón decía Cicerón que Sócrates había bajado la filosofía del cielo a la tierra. Pero este paso no se puede entender como una ruptura total, pues la nueva filosofía de este período continúa y aplica a los asuntos humanos la crítica racional, desmitificadora, que los cosmólogos o “físicos” habían aplicado a la naturaleza, con el paso del mito al logos. Implica, pues, un proceso de racionalización y secularización aplicado a todos los ámbitos de la vida humana.
La sofística, que es "la continuación y el complemento de la filosofía jónica por el lado de la problemática humana" (cfr. W. Nestle: Historia del espíritu griego, p.113), se sitúa en el contexto de la democracia ateniense, sobre todo bajo el gobierno de Perícles, la figura carismática que llevó a Atenas a su máximo esplendor, en especial con las grandes obras de la acrópolis.
Como afirma Popper, “la actitud crítica de los presocráticos preludió y preparó el racionalismo ético de Sócrates, es decir, su creencia de que la búsqueda de la verdad a través de la discusión crítica es una forma de vida, para él la mejor” (Cfr. K.R. Popper: Retorno a los presocráticos en “Conjeturas y refutaciones”, p. 193). En efecto, fue la filosofía jónica la que inauguró la tradición racionalista occidental de discusión crítica, que seguirá en la escuela de Elea, en oposición a la tradición dogmática de Pitágoras, continuada siglos más tarde por el dogmatismo cristiano.
Los llamados sofistas forman una élite intelectual que sirve a los intereses de la nueva clase, pues su educación (paideía) no va dirigida directamente a la masa del pueblo, sino a la formación de líderes políticos o gobernates, lo que requería competencia intelectual y capacidad oratoria en la Asamblea. Este modelo se oponía al ideal aristocrático de la nobleza fundada en la sangre y en la estirpe, cantada por el poeta Teognis: los "buenos" son los nobles y los "malos" los plebeyos. Heráclito de Éfeso defendía también la aristocracia, el gobierno de los mejores, frente a la igualdad democrática: “uno sólo, si es el mejor (áristos), vale por diez mil,” (fr.49 de Diels) y criticaba a los efesios por expulsar a su amigo Hermodeo, que era el mejor de todos.
El vocablo sofista (sophistés) tuvo originariamente un significado positivo, siendo sinónimo de sabio (sophós). Se refería a un experto en una rama del saber (sophía), a nivel teórico, práctico o técnico. Con este sentido se aplicó a Pitágoras, a los siete sabios o a Anaxágoras, entre otros. Pero a partir de Platón y Aristóteles el térmimo recibió una valoración negativa, que se extendió a la historia posterior. Platón contrapone la sofística a la filosofía, poniendo como modelo a su maestro Sócrates y Aristóteles llama a la sofística "sabiduría aparente" (phainoméne sophía). En la lógica el termino sofisma o razonamiento sofístico se hizo sinónimo de argumento engañoso o falaz, contrapuesto al razonamiento correcto, que es el silogismo.
Los sofistas se autoconciben como "maestros de virtud o excelencia" (didáskaloi tês aretês), lo que Sócrates refutará en varios diálogos de Platón. Son profesores itinerantes que recorren las diversas polis, algunos como embajadores, enseñando a la juventud la excelencia política (politiké areté ) a cambio de cuantiosas sumas de dinero. Protágoras, como afirma Sócrates en el diálogo Menón, acumuló más dinero que Fidias y que diez escultores más, lo que muestra que su enseñanza privada iba dirigida a los más ricos. Por ello, Platón los acusa de convertir la educación en una mercancía muy cara, en oposición a la actividad socrática, ejercida de forma gratuita.