LA SOFÍSTICA GRIEGA /3

Hacer más fuerte el argumento más débil (Protágoras de Abdera)

Hacer más fuerte el argumento más débil (Protágoras de Abdera)

Los estudiosos suelen distinguir entre sofistas principales y secundarios. Las figuras más destacadas son Protágoras de Abdera y el siciliano Gorgias, a los que Platón dedicó dos importantes diálogos, lo que indica que los respetaba. Más secundarios son Pródico de Ceos e Hipias de Elis. Figuras menores son Antifonte, Critias, Calicles y Trasímaco, entre otros. De los escritos de los sofistas, lamentablemente solo quedan restos fragmentarios, recogidos por filólogos como H. Diels o Mario Untersteiner, de modo que su conocimiento precario procede del testimonio de otros autores, no siempre fiable.

La sofística no forma propiamente una escuela, sino un movimiento o corriente de pensamiento que, pese a notables diferencias, sus autores comparten un "aire de familia" y ciertas características comunes, como las siguientes: la docencia privada bien retribuída, una nueva educación de la juventud, la enseñanza de la virtud política, la primacía dada a la retórica poniendo el discurso al servicio del poder, el relativismo epistemológico, la crítica racional de la religión, una epistemología empirista (contra el el "racionalismo" eleático de Parménides), la inclinación al subjetivismo y al individualismo, el escepticismo metafísico, el utilitarismo moral (lo bueno es lo útil o conveniente), un acentuado hedonismo que identificaba el bien con el placerc y la antítesis entre naturaleza (phýsis) y convención (nómos).

Esta última característica es  seguramente la más notable, puesto que acompaña a todos los demás temas. El nómos es la norma, ley o costumbre, el orden convencional relativo y cambiante, que procede del acuerdo humano en las diversas ciudades Se opone al orden natural considerado innato e inmutable, siendo diferente también de la voluntad de los dioses. En Heráclito, por ejemplo, las leyes de la polis se fundan en la ley cósmica, ley natural y divina, y la justicia de la polis es reflejo de la Díke cósmica: “todas las leyes se nutren de una sola, la divina” (fr.114). Hay, pues una desacralización de las leyes humanas, que no tienen origen mítico ni religioso.

En esta controversia, se adoptaron diferentes posturas, pero todos distinguen entre lo que es por naturaleza (phýsei) y lo que es por convención (nómoi)  en el ámbito del derecho, de la política, de la religión etc. Por naturaleza los humanos ríen y lloran, buscan el placer y evitan el dolor. Por convención tienen una constitución democrática o aristocrática.  El convencionalismo jurídico implica que las diferentes leyes son justas si son beneficiosas para cada ciudad.

Las creencias y costumbres son todas verdaderas y lo importante es averiguar cuáles son las más ventajosas. Por la crítica de los valores y creencias tradicionales los sofistas  fueron acusados, lo mismo que Sócrates, de ser corruptores de la juventud, quienes seguía sus cursos con verdadero entusiasmo. La polémica de Platón contra los sofistas atraviesa diversos diálogos, como el Protágoras, Gorgias, Menón, Teeteto o Sofista. Pero Platón al exaltar la figura de Sócrates, disminuye el valor de los sofistas, acentuando la contraposición con Sócrates en los diversos temas, lo que tendrá un enorme influjo en la posteridad.

Protágoras de Abdera (485-411 circa),  paisano del atomista Demócrito, es sin duda el más importante de los sofistas, al que Platón muestra gran respeto dedicándole el diálogo Protágoras. Hacia mediados del siglo V aparece en Atenas, donde pasará largas temporadas, hospedándose en la casa del rico Calias, a donde acude Sócrates para escucharlo y a dialogar con él. Se integró en el círculo elitista de Pericles, quien le encargó la redacción de una constitución para la colonia de Turios en el sur de Italia. Pericles también le encargó la educación de sus dos hijos, muertos en vida del padre. Gozó igualmente de la amistad del trágico Eurípides.

El aristócrata Pitodoro le acusó de impiedad (asébeia) por su escrito Acerca de los dioses. Protágoras, ya anciano, evitó la condena huyendo a Sicilia y parece que murió en el naufragio de la nave. Otros procesados por impiedad en Atenas  fueron Aspasia, la amante de Pericles, Anaxágoras, Diágoras de Melos o Sócrates. La fama de Protágoras se extendió a la posteridad, como lo confirma un monumento de la época helenística.

De sus obras solo quedan fragmentos. Su escrito principal se titulaba Antilogías (Discursos contrapuestos) o también Sobre el ser o La verdad, según Porfirio. Se conserva la primera frase de la obra, transmitida por Sexto Empírico y Platón en el Teeteto: "El ser humano es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son". Platón en las Leyes refuta el humanismo de Protágoras afirmando: "Y así es el dios para nosotros, en sumo grado, la medida de todas las cosas", lo que suena más bien a teocracia.

Esta célebre tesis del homo-mensura como criterio de validez está sujeta a múltiples interpretaciones, comenzando por los términos "cosas", "ser humano" y "medida". Platón en su diálogo Teeteto la interpreta en sentido individualista y relativista en referencia a los objetos de la  percepción sensible: es verdad lo que a cada uno le parece verdadero, de acuerdo con las sensaciones subjetivas (aisthéseis), lo que corresponde a la dóksa que negaba Parménides. Así, el viento es frío para quien lo siente frío y caliente para quien lo sienta así. La miel es dulce para quien está sano y amarga para el enfermo, pero ambas sensaciones son igualmente verdaderas. Ello recuerda la afirmación de Heráclito de que el agua del mar es buena para los peces y dañina para los humanos.  Platón une el movilismo ontológico de Heráclito con el relativismo epistemológico (dóksa) de Protágoras. En contraposición, une  la permanencia del ser de Parménides con el saber firme (epistéme) o absoluto, que es el conocimiento intelectual de las Ideas.

Para Protágoras no existe un criterio absoluto de verdad, como tampoco existen verdades absolutas ni valores absolutos. Lo moralmente bueno o malo depende también de lo que a cada cual le parece, por lo que los juicios morales serían todos relativos por ser  subjetivos. Lo que importa en la práctica es la utilidad, lo más útil en cada situación, para el individuo o la ciudad. Así, una determinada ley (nómos) o costumbre puede ser justa para una polis e injusta para otra, pues no existe una justicia absoluta de forma incondicional ni universalmente válida.

Lo mejor es lo más útil y lo peor lo más perjudicial. Contra ésto, la mayéutica de Sócrates pretende refutar la validez de cada opinión subjetiva, buscando la definición universal. Si aplicamos este relativismo a los juicios estéticos, resulta que lo feo y lo bello depende también de la sensación subjetiva o del gusto de cada individuo. La doctrina de Protágoras puede vincularse con la polémica actual sobre el "relativismo cultural" y el relativismo axiológico, referido a los valores.

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