Santo Padre, ironías de la historia y qué tiempos aquellos.

Les apodan “santo padre” y al referirse a ellos dicen “su santidad”… Presuponen que tan elevado “servicio” –servus servorum Dei, siervo de los siervos de Dios— dispensa una gracia especial del Espíritu Santo que les confiere el grado de la “santidad”. Los papas son, per se, santos. Lo cual, una más, es degradar la idea que todos desde niños teníamos de lo que es un santo. Digo una más, porque la otra es caer en la cuenta de que las órdenes más ricas de la historia –franciscanos, jesuitas o dominicos—son las que más santos han cosechado.

La B.A.C. es una magnífica biblioteca tanto de autores consagrados de la Iglesia, especialmente Padres de la Iglesia, como de tratadistas, teólogos y recopiladores de nuestros días. Me he dedicado durante días a escarbar en “Historia de la Iglesia”, tres tomos, obra escrita y dirigida por  Bernardino Llorca. Me he fijado en las biografías de papas, eligiendo los llamados “Juan” por ser el nombre más frecuente.

Juan I, 523-526. Encarcelado por Teodorico, rey ostrogodo, murió de hambre en la cárcel. Teodorico defendía y favorecía la causa arriana

Juan II, 533-535. También de pontificado breve. Le tocó bregar con una de las lacras más repetidas en la Iglesia, la simonía. En Roma ya comenzaba a ser normal la compraventa de puestos eclesiásticos, incluso el de papa.

Juan III, 560-574. En su papado se produjo el cisma de Aquilea contra el concilio de Constantinopla (533). Consiguió que la Iglesia de África se sometiera a Roma.

Juan IV, 640-642. Años estos de propagación del monotelismo, herejía que afirmaba en Jesús una sola voluntad, herejía incluso protegida por otro papa, Honorio.

Juan V, 685-686. Fue el primero en desligar su nombramiento del emperador de Oriente. Sometió Córcega y Cerdeña a su autoridad.

Juan VI, 701-705.  Intervino en las disputas entre san Wilfrido, obispo de York, y san Teodoro, obispo de Canterbury. Sufrió las invasiones lombardas.

Juan VII, 705-707. Consiguió de los lombardos la restitución a Roma de los Alpes Coetianos. Según la leyenda, el esposo de su amante le propinó tal paliza que, de resultas, murió.

Juan  VIII, 872-882. Coronó como emperador de Italia al rey francés Carlos el Calvo. Luchó sin éxito contra los sarracenos. Tenía muchos enemigos dentro de la corte papal. Fue envenenado por un familiar suyo que vivía y trabajaba en la corte del papa. Lo remataron a martillazos en la cabeza.

Juan IX, 898-900. Monje benedictino, aparece como un papa que la historia ha salvado. Los historiadores lo han calificado como “bueno, pacífico, justo y prudente”. Se vio inmiscuido en las disputas feudales del duque Lamberto y el duque Berengario.

Juan X, 914-928. Llegó al pontificado por imposición de los patricios romanos Teofilacto y Teodora, por supuesto haciendo caso omiso de los cánones relativos a la elección de papas. Como otros muchos papas guerreros, se puso al frente de sus tropas en varias incursiones contra los moros que amenazaban el sur de Italia. Teofilacto y Teodora tuvieron una hija, Marozia que consiguió un poder omnímodo en Roma. Enfrentada a Juan, lo mandó prender, lo encerró en Santángelo y, por orden suya, lo asfixiaron con una almohada. El poder de Marozia sobre los papas fue tachado en su tiempo de “pornocracia”.

Juan XI, 931-935. Fue hijo de Marozia y del papa Sergio III, nacido aquél siendo papa. Lógicamente Juan XI ejerció su papado al dictado de las decisiones de su madre. Cuando Marozia celebraba en su palacio la ceremonia de su tercer matrimonio con Hugo de Provenza, Alberico, su otro hijo y hermano de Juan XI, asaltó el palacio y confinó en prisión a su madre y a su hermano y expulsó al pretendiente. Desde entonces nada más se supo de este papa. 

Juan XII, 955-964. Nieto de Marozia e hijo de Alberico, llegó a papa a los 18 años y murió a los 27. Decían de él que tenía todos los vicios, de costumbres depravadas y absoluta carencia de piedad.  “Estaba mucho más atento a conseguir el cuerpo de las damas que las almas de los fieles”. Destacó más en política papal. Otón I de Sajonia, al que había coronado como emperador, convocó un concilio que lo destituyó (963), pero al abandonar Roma el emperador, Juan tomó de nuevo el poder persiguiendo a los partidarios de su sustituto, León VIII. Es muy posible que muriera envenenado. Le sucedió su tío

Juan XIII, 965-972. Nieto de Teofilacto y tío de Juan XII. Otón I auspició su nombramiento. El pueblo lo expulsó de Roma y casi lo lincha. Fue encarcelado pero consiguió escapar gracias al apoyo de Otón I. Reunió un ejército y aplicó una sangrienta venganza contra sus detractores. En el plano religioso apoyó la reforma cluniacense.

[Continuará]

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