Las iras anticlericales (4/5) Dos personajes, Lerroux y Ferrer Guardia.


Semana Trágica: han pasado cien años.

Deberíamos aprender. Nunca las ideas y las proclamas incendiarias han resultado gratuitas. Tanto por una parte como por otra. No se puede afirmar alegremente que se puede opinar lo que se quiera, que hay libertad de expresión, que las ideas no hacen daño... Sucede hoy día lo mismo que sucedió antaño.

Lerroux cocinó el caldo de cultivo en que se cocieron muchos movimientos revolucionarios y anticlericales. Ferrrer Guardia fue el chivo expiatorio del control férreo de la educación que la Iglesia ostentaba.

Alejandro Lerroux, fundador del Partido Radical, que tanto protagonismo tuvo después, durante la República y la Guerra Civil, fue un demagogo de verbo furibundo, anticlerical convencido de cuyas ideas bebieron los incendiarios barceloneses. Aunque él no se hallaba en España durante la semana trágica, muchos miembros de su partido se encontraban entre los huelguistas y entre los incendiarios, repartidos por los diferentes barrios de Barcelona. Incluso dirigentes del partido se hicieron ver en las algaradas callejeras.

Es verdad que los discursos de Lerroux pecaban demasiadas veces de demagógicos, pero respondían a un sentir social muy extendido contra la Iglesia católica. Demagogia que supone la utilización de las pasiones más bajas del pueblo para conseguir fines poco confesables, utilizando hechos fuera de contexto y tergiversando muchas veces la verdad.

¿Cómo no iban a producir un efecto hasta visual en las masas frases como las publicadas en el periódico órgano del partido, El Progreso?
Destruir los templos. No os detengáis ante los sepulcros, ni ante los altares.
Usaba, asimismo de un verbo lleno de ofensas hacia monjas, frailes y curas. El efecto en las bases jóvenes del partido fue profundo. Los grupos femeninos del partido --las Damas Rojas-- llegaron a boicotear actos litúrgicos católicos.

Francisco Ferrer Guardia, pedagogo y miembrio del partido de Lerroux, fue el chivo expiatorio de los desmanes de la Semana Trágica. Ya hemos dicho en otro artículo que gracias a su fortuna personal erigió más de 30 colegios laicos con una enseñanza muy progresista para la época. Su intento de arrebatar a la Iglesia el monopolio de la educación con su Escuela Moderna, terminó en fracaso. Y la Iglesia, por mano del brazo ejecutor secular, se vengó.

Durante la Semana Trágica no tomó parte activa en los desmanes ni pudieron probar acto alguno vandálico, aunque sí recorrió barricadas recabando información de lo que sucedía. Eso bastó para acusarle de ser instigador de la revuelta. Lo acusaron también de otros "delitos": entre los esgrimidos en su causa, el que en sus escuelas no se enseñara religión; el que propugnara el antimilitarismo; el que se enseñaran doctrinas falsas y dañinas como el darwinismo. Además lo acusaran de promover económicamente iniciativas obreras, el haber creado un órgano de propaganda "anti sistema". También salió a relucir su amistad con el terrorista Mateio Morral.

Antes de los sucesos de Barcelona estuvo un año detenido sin juicio alguno. Salió absuelto de la acusación de colaborar en el atentado contra Alfonso XIII, pero en ese tiempo fueron clausuradas sus escuelas.

La derecha cerril catalana lo persiguió con saña y, detenido a raíz de la Semana Trágica, Verdaguer Callís, miembro de la Lliga testificó contra él. El juicio militar sumarísimo, la falta de garantías procesales y, sobre todo, el querer buscar una cabeza de turco de renombre lo llevaron al paredón. A pesar de las protestas internacionales, fue ejecutado el 13 de octubre de 1909 en el Castillo de Montjuic.
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