Y así todos los nacimientos divinos

Lo copié porque me sorprendió. En un libro de texto de religión para 6º de E.G.B. aparecía lo que sigue:

Todos los años el 25 de diciembre, los cristianos celebramos la fiesta de la Navidad, en recuerdo del nacimiento de Jesús. No sabemos con exactitud el día que nació Jesucristo, pero desde hace muchos siglos se escogió esa fecha con el fin de dar sentido cristiano a una fiesta que era muy popular en la Roma antigua: la fiesta del nacimiento del “sol victorioso”. En los países del hemisferio norte, hacia el21 de diciembre tiene lugar el llamado “solsticio de invierno”, después del cual la duración de la luz solar se va haciendo más  larga día a día. Para festejar esta especie de triunfo del sol sobre la oscuridad de la noche, los paganos instituyeron la fiesta “la navidad del sol”. Ya que era muy difícil suprimirla, debido a su enorme arraigo popular, los cristianos prefirieron cambiar su sentido y, manteniendo el mismo día que los paganos, dedicaron el 25 de diciembre a la fiesta de la “Navidad de N.S.  Jesucristo”, verdadero sol de nuestras almas.

¿Novedad interpretativa o doctrina secular? Por supuesto que es una absoluta y novedosa “revelación”. Si esto se hubiera difundido hace unas centurias, habría intervenido inmediatamente la Santa Inquisición. No es nueva esta suplantación de festividades. Muchísimas festividades del santoral sólo trataban de sustituir creencias populares previas. Uno de los ejemplos primitivos más groseros fue el de San Simón Estilita. Investíguese en Internet el porqué.  O San Jorge, San Cristóbal, Santa Bárbara…

Y si nos referimos a las fiestas que se nos vienen encima, todas y cada una de las anécdotas que se celebran en Navidad referidas al recién nacido tienen su correlato en algún dios previo Parece como si Lucas, el que narra el nacimiento de Jesús en Belén, hubiera tomado referencias de aquí y de allá para aplicárselas al Salvador recién nacido.

En  primer lugar, el concepto “salvador” se puede aplicar a todos los dioses anteriores y posteriores a Jesucristo, porque todos vienen a rescatar o preservar a los hombres del mal. Dioses salvadores, hijos de Dios, a veces semidioses u hombres divinizados… tengo una lista de 54 de ellos, lista que comienza por Adonis, Bochica, Hércules, Laotse, Osiris, Serapis, Alcestes, Buda y Hermes y termina por Bocquia, Hau-ki, Lan-Tu, Orfeo, Salivhana, Zoroastro, Confucio, Tor y Mithra.

Es cautivador y enternecedor el relato que en la noche del 24 de diciembre se lee en la “misa del gallo”: el edicto del César Augusto, el viaje a Belén, el nacimiento en un pesebre o en una cueva, el canto de los ángeles, el anuncio a los pastores y cómo corren a adorarle, la llegada de los magos de Oriente guiados por una estrella, el malvado Herodes y la degollina de inocentes menores de dos años nacidos en el entorno de Belén, la huida a Egipto… 

Todo esto adornado por glosas literarias (“Pastores de Belén”, de Lope de Vega), reproducido en belenes (como el de este año en la Puerta del Sol), cantado por los más variopintos villancicos (me quedo con los de las catedrales de América) y profundamente expresado por hondas teologías desde San Pablo a Benedicto XVI.

Aunque todos sepan que el relato es pura ficción, que nada de eso sucedió, que lo que importa es el simbolismo inherente a la llegada del Salvador, ¿pueden llegar a entender los fieles cristianos que nada de esto es nuevo bajo el sol de las distintas religiones?

Por hablar del lugar de nacimiento del Salvador Jesucristo, Krishna, Hau-Ki, Esculapio, Quirino, Baco, Adonis, Apolo, Mithra, Attis, Hermes y en algunas versiones Zeus-Júpiter, entre otros, nacieron en una cueva o en un lugar muy humilde o fueron llevados allí a poco de nacer. Añadamos que, como es de suponer, el relato del nacimiento de estos dioses cautivaría a los oyentes piadosos igual que el suyo a los cristianos.

Un hecho tan prodigioso como que todo un Dios se haga hombre para salvar al hombre tiene su correlato “pagano” en muchos escritos anteriores, por ejemplo, el relato de la venida al mundo de Zoroastro, que no resultará extraño al fiel cristiano:

Una luz divina resplandeció en torno a la casa y un grito de júbilo se oyó cuando triunfó la vida; el Niño dio una gran carcajada cuando entró en el mundo. En el nacimiento de Zoroastro toda la naturaleza se regocijó: hasta los árboles y los ríos participaron en la alegría general que estalló en todo el mundo…”.

O lo que dice Plutarco sobre la venida al mundo de Osiris:

Osiris nació en el primero de los cinco días recién creados, y se oyó en el cielo una voz que decía: “Ha aparecido el Señor de todas las cosas”.

Alfred Drews (1934-2011) nos ilustra sobre el nacimiento de Krisna:

El rey Kansa ordenó que Devaki (madre de Krisna) y su marido Vasudewa fuesen puestos en prisión. Allí, en la oscuridad de la mazmorra, Krisna vino al mundo lo mismo que Jesús en el establo de Belén. Cuanto más se acercaba la hora del parto, más bella se ponía la madre. Paulatinamente, la estancia se fue llenando de luz. En el aire comenzaron a oírse coros de música alegre y las aguas de los torrentes y de los ríos también producían una música dulce. Los ángeles descendieron de los cielos y los buenos espíritus danzaban y cantaban de alegría. A media noche, Devaki dio a luz al niño y comenzó una nueva época. Sus padres se postraron ante él y lo adoraron, etc.

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