El “risus paschalis” – 4
Venimos diciendo que a todo este conjunto de prácticas que provocaban la risa como expresión de la alegría en determinadas fiestas pascuales, las pascuas de Navidad, Resurrección y Pentecostés, principalmente, se le denominaba en los documentos eclesiásticos “risus paschalis”.
Las Pascuas son el tiempo por excelencia de la alegría, aquella que es generada por una vivencia interior que colma el espíritu. Signo de tal alegría y expresión de la misma es la risa. De ahí que, del modo que fuera, había que provocarla en las celebraciones litúrgicas de pascua.
Lo grotesco, la caricatura, la bufonada, el ridículo, incluso las expresiones soeces y libidinosas venían a ser el mejor modo de hacer brotar la risa.
Asociada a tales expresiones de fiesta y regocijo siempre estaba la música. No sabemos si Juan del Enzina incluyó en las representaciones de Navidad alguna de sus composiciones “subidas de tono”, pero en el conjunto de su producción las hay que hoy a más de uno provocarían rubor.
Incidiendo en este asunto de la música que se empleaba en tales celebraciones jocosas, es curioso ver cómo en la ceremonia de Nochebuena se solía interpretar El Canto de la Sibila, para infundir santo temor en los fieles (Juizio fuerte será dado – y muy cruel de muerte. El Rey de los cielos ‘verná’): Dios se hacía hombre también para juzgar a la humanidad.
Cierto que la risa podía ser provocada con cualquier canción grotesca o graciosa, pero advertimos en los textos cantados una recurrencia frecuente a ciertos modos como podían ser la mezcla de lo sagrado y lo profano en una misma canción; hacer parodia de ciertas melodías religiosas introduciendo textos profanos; y viceversa, pasando canciones populares “vueltas a lo divino”.
También era motivo de risa el mezclar dos o más canciones populares a la vez, cada una con su propio texto (“ensaladas”), por la confusión que se producía, bien que el oyente podía distinguir unas y otras por ser conocidas. Juan de Peñalosa demostró su habilidad compositiva en aquella que une 5 melodías populares añadiendo un contrapunto en la "superius" (soprano): Por las sierras de Madrid.
Lo mismo que sucede con ciertas figuras del belén, cuya procedencia u origen resultan hoy desconocidos (por ejemplo, la vieja que está hilando o “el caganet” catalán), también en las canciones hay referencias que pasan desapercibidas o son completamente ignotas. Es el caso que citamos, la vieja hilandera. No es otra cosa que el recuerdo mitológico de las Parcas que rigen el destino de los hombres o la Sibila que anuncia sucesos escatológicos. Su lugar apropiado eran los maitines de Navidad.
Hemos hecho referencia antes a canciones-“ensalada”. Las había de dos tipos, por decirlo gráficamente unas en disposición lineal y otras, vertical. La que hemos referido se organizaba de modo vertical amontonando canciones populares distintas con textos también distintos.
Había otras que eran una sucesión de canciones, conocidas o inventadas, con referencia navideña, unas de corta duración (por ejemplo, Els Escolars, donde varios “escolanos” cantan cada uno su canción al Niño Dios) y otras más largas. Son éstas las célebres Ensaladas de Mateo Flecha: la Navidad es como un incendio de Dios en la Tierra (El Fuego); como un viaje en barco que naufraga (La Bomba); como una reunión de personajes de todo el orbe donde los negros tienen un papel relevante(La Negrina), etc.
Era típico introducir el habla especial de los negros en tales celebraciones. En la América colonial hay un repertorio nutrido y de gran calidad conservado en las catedrales americanas de canciones polifónicas con expresiones de negros o supuestamente interpretadas por negros para la noche de Navidad. Sugiero la escucha en Internet de dos de ellas: Los coflades de la estleya y Tarará qui yo soy Antón.
Las Pascuas son el tiempo por excelencia de la alegría, aquella que es generada por una vivencia interior que colma el espíritu. Signo de tal alegría y expresión de la misma es la risa. De ahí que, del modo que fuera, había que provocarla en las celebraciones litúrgicas de pascua.
Lo grotesco, la caricatura, la bufonada, el ridículo, incluso las expresiones soeces y libidinosas venían a ser el mejor modo de hacer brotar la risa.
Asociada a tales expresiones de fiesta y regocijo siempre estaba la música. No sabemos si Juan del Enzina incluyó en las representaciones de Navidad alguna de sus composiciones “subidas de tono”, pero en el conjunto de su producción las hay que hoy a más de uno provocarían rubor.
Por si alguno siente curiosidad, cito alguna: Cu cú cu cú, guarda no lo seas tú (cocu en francés significa cornudo); Caldero y llave, madona (el lenguaje con doble sentido); Fata la parte (hace chirigota de la esposa asesinada por encontrarla con un “spagnolo”); Hoy comamos y bebamos (para las fiestas de Sant Antruejo, el Carnaval); Pedro y bien te quiero (la señora que corteja al vaquero); Si habrá en este baldrés (una de las más soeces: “si nosotras tres tendremos suficiente con...”. En el manuscrito original las palabras soeces están tachadas); Vuestros amores he, señora.
Incidiendo en este asunto de la música que se empleaba en tales celebraciones jocosas, es curioso ver cómo en la ceremonia de Nochebuena se solía interpretar El Canto de la Sibila, para infundir santo temor en los fieles (Juizio fuerte será dado – y muy cruel de muerte. El Rey de los cielos ‘verná’): Dios se hacía hombre también para juzgar a la humanidad.
Cierto que la risa podía ser provocada con cualquier canción grotesca o graciosa, pero advertimos en los textos cantados una recurrencia frecuente a ciertos modos como podían ser la mezcla de lo sagrado y lo profano en una misma canción; hacer parodia de ciertas melodías religiosas introduciendo textos profanos; y viceversa, pasando canciones populares “vueltas a lo divino”.
También era motivo de risa el mezclar dos o más canciones populares a la vez, cada una con su propio texto (“ensaladas”), por la confusión que se producía, bien que el oyente podía distinguir unas y otras por ser conocidas. Juan de Peñalosa demostró su habilidad compositiva en aquella que une 5 melodías populares añadiendo un contrapunto en la "superius" (soprano): Por las sierras de Madrid.
Lo mismo que sucede con ciertas figuras del belén, cuya procedencia u origen resultan hoy desconocidos (por ejemplo, la vieja que está hilando o “el caganet” catalán), también en las canciones hay referencias que pasan desapercibidas o son completamente ignotas. Es el caso que citamos, la vieja hilandera. No es otra cosa que el recuerdo mitológico de las Parcas que rigen el destino de los hombres o la Sibila que anuncia sucesos escatológicos. Su lugar apropiado eran los maitines de Navidad.
Hemos hecho referencia antes a canciones-“ensalada”. Las había de dos tipos, por decirlo gráficamente unas en disposición lineal y otras, vertical. La que hemos referido se organizaba de modo vertical amontonando canciones populares distintas con textos también distintos.
Había otras que eran una sucesión de canciones, conocidas o inventadas, con referencia navideña, unas de corta duración (por ejemplo, Els Escolars, donde varios “escolanos” cantan cada uno su canción al Niño Dios) y otras más largas. Son éstas las célebres Ensaladas de Mateo Flecha: la Navidad es como un incendio de Dios en la Tierra (El Fuego); como un viaje en barco que naufraga (La Bomba); como una reunión de personajes de todo el orbe donde los negros tienen un papel relevante(La Negrina), etc.
Era típico introducir el habla especial de los negros en tales celebraciones. En la América colonial hay un repertorio nutrido y de gran calidad conservado en las catedrales americanas de canciones polifónicas con expresiones de negros o supuestamente interpretadas por negros para la noche de Navidad. Sugiero la escucha en Internet de dos de ellas: Los coflades de la estleya y Tarará qui yo soy Antón.