“MUNDO” SIGNIFICA “LIMPIO”
El mundo, nuestro mundo, está mal. Rematadamente mal. “La tierra que habitamos”, que es una de las acepciones primeras de lo que llamamos y entendemos por “mundo”, se nos deteriora en términos tales, que su comprobación resulta tan grave, como fácil. Además del proceso y cercano testimonio de quienes como nosotros habitamos en la actualidad ese mundo, no faltan voces que con soberana autoridad y ciencia proclaman la importancia del empeoramiento que sufre nuestro mundo, hasta resultar previsible, mediante los cálculos científicos correspondientes, deducir en cuanto tiempo la vida del hombre perdurará sobre la tierra, en condiciones similares a las de ahora.
. Los signos son múltiples y perceptibles. Y posiblemente en tal panorama lo más grave sea que todavía, y en términos generales, no se está tomando conciencia de la situación. Se vive al margen de estas realidades, y exactamente los países que en proporción más devastadoras contribuyen, tan dramáticamente, al deterioro del mundo, son los más renuentes a la promulgación o aceptación de leyes que lo eviten, o que lo limiten.
. Desde situaciones personales o colectivas de egoísmos o de privilegios, en las que hasta se ha llegado a creer que el desarrollo tiene fundamentalmente en cuenta y persigue el bien propio, y no el común, resulta explicable que se le estén poniendo dificultades a las medidas que puedan, y deban, tomarse para salvar de la muerte al mundo.
. Se ha echado en olvido el hecho de que el mundo, aún por razones puramente semánticas, para que sea mundo de verdad y esté al servicio del hombre, ha de cuidarse y perfeccionarse como mansión y morada digna del mismo. En su íntima definición, el término “mundo” procede del latín “mundus”, con el significado de “limpio, pulcro y aseado”. Consecuentemente, “inmundo” quiere decir “sucio y desaseado” y, por tanto, indigno de ser habitado, por no ser posible desarrollar en el mismo su vocación y tarea los seres humanos.
. “Mundo, limpieza, higiene, honradez, e integridad”, tanto por dentro como por fuera constituyen un todo indivisible y estable, cuya conservación y puridad habrán de ser trabajo, ministerio y oficio primordiales de quienes lo habitan.
. Nuestro mundo reclama con urgencia un replanteamiento filosófico nuevo, que incluya mayor preocupación por su conservación y mantenimiento, y a cuya labor se subordinen otros intereses, que posiblemente hasta el presente hayan sido considerados como preferentes y hasta superiores. La incoherencia ante esta exigencia tan elemental, le supondría al mundo riesgos pavorosos.
. En cristiano el mundo precisa de más y mejor teología. La síntesis y alianza catequística de que los enemigos del alma son nada más y nada menos que “mundo, demonio y carne”, no sirve. Ni es constructiva ni por tanto, religiosa. Siempre al acecho ascético de que, para las debilidades o las “maldades” humanas, el infierno tenga entreabiertas sus puertas, con el infeliz convencimiento de que es su principal incitador, carece de sentido y de contenido evangélicos. El mundo, por mundo, es limpio, por ser espejo e imagen sagrada de Dios, y además ser su obra predilecta, que crea y re-crea al servicio del hombre, por lo que su deterioro, externo e interno, lleva también consigo su profanación.
. Los signos son múltiples y perceptibles. Y posiblemente en tal panorama lo más grave sea que todavía, y en términos generales, no se está tomando conciencia de la situación. Se vive al margen de estas realidades, y exactamente los países que en proporción más devastadoras contribuyen, tan dramáticamente, al deterioro del mundo, son los más renuentes a la promulgación o aceptación de leyes que lo eviten, o que lo limiten.
. Desde situaciones personales o colectivas de egoísmos o de privilegios, en las que hasta se ha llegado a creer que el desarrollo tiene fundamentalmente en cuenta y persigue el bien propio, y no el común, resulta explicable que se le estén poniendo dificultades a las medidas que puedan, y deban, tomarse para salvar de la muerte al mundo.
. Se ha echado en olvido el hecho de que el mundo, aún por razones puramente semánticas, para que sea mundo de verdad y esté al servicio del hombre, ha de cuidarse y perfeccionarse como mansión y morada digna del mismo. En su íntima definición, el término “mundo” procede del latín “mundus”, con el significado de “limpio, pulcro y aseado”. Consecuentemente, “inmundo” quiere decir “sucio y desaseado” y, por tanto, indigno de ser habitado, por no ser posible desarrollar en el mismo su vocación y tarea los seres humanos.
. “Mundo, limpieza, higiene, honradez, e integridad”, tanto por dentro como por fuera constituyen un todo indivisible y estable, cuya conservación y puridad habrán de ser trabajo, ministerio y oficio primordiales de quienes lo habitan.
. Nuestro mundo reclama con urgencia un replanteamiento filosófico nuevo, que incluya mayor preocupación por su conservación y mantenimiento, y a cuya labor se subordinen otros intereses, que posiblemente hasta el presente hayan sido considerados como preferentes y hasta superiores. La incoherencia ante esta exigencia tan elemental, le supondría al mundo riesgos pavorosos.
. En cristiano el mundo precisa de más y mejor teología. La síntesis y alianza catequística de que los enemigos del alma son nada más y nada menos que “mundo, demonio y carne”, no sirve. Ni es constructiva ni por tanto, religiosa. Siempre al acecho ascético de que, para las debilidades o las “maldades” humanas, el infierno tenga entreabiertas sus puertas, con el infeliz convencimiento de que es su principal incitador, carece de sentido y de contenido evangélicos. El mundo, por mundo, es limpio, por ser espejo e imagen sagrada de Dios, y además ser su obra predilecta, que crea y re-crea al servicio del hombre, por lo que su deterioro, externo e interno, lleva también consigo su profanación.