¿Ecología teológica?
Siempre estamos hablando de los problemas que ha producido en la naturaleza el ser humano, pero hacemos poco, al menos yo. para resolver la situación. Sólo recojo papeles y latas en la calle y reciclo los alimentos que se consumen en mi casa. Aunque nuestro Papa habla constantemente del cariño con el que se debe tratar el cosmos me ha sorprendido el libro de un amigo, Victorino Pérez Prieto, que ha publicado recientemente con el título Hacia una ecoteología. Me sorprendió el tema y me llamó la atención
El autor sostiene que estamos ante el fin del pensamiento binario y que cuerpo y espíritu, naturaleza y hombre incluso el mismo Dios, navegamos en el mismo barco lo que nos introduce en un gran cuerpo muy complejo, una palabra que viene del latín complexus y que según el pensador francés Bruno Latour es “el tejido sin costuras de la Realidad”. Estamos hechos como el sudario de Jesucristo, de una tela única sin cortes
Si ya no estamos en condiciones de separar la materia del espíritu, el final de toda ciencia tendrá que tratar los temas espirituales lo que nos hace toparnos con los místicos de todas las religiones que se dan la mano con la moderna filosofía cuántica. El autor, gran conocedor de la obra de Raimon Panikkar, nos sumerge en su pensamiento cuando hablaba de la ontonómica que contrapone tanto a la heteronomía- la sumisión del pensamiento o unas esferas determinadas - como a la autonomía, que es la independencia de una idea particular
Para hacernos ver que vivimos dentro de un círculo con un movimiento incesante sometido a una gran crisis cuya solución sólo está, nos sugiere el autor, en una espiritualidad nueva que no esté desconectada del Dios creador que es nuestra fuente común. Nos lleva a esta conclusión tras cinco capítulos que nos hablan de la complejidad del mundo actual, de la relación de la Biblia entre otras relaciones y culturas, de la fe cristiana “verde” haciendo especial hincapié en la encíclica el Papa Francisco Laudato Si para finalmente llevarnos a una conclusión que supone una nueva manera de concebir a Dios en nuestra relación con Él como hicieron en su momento místicos ecologistas como Francisco de Asís, San Juan de la Cruz y Teilhard de Chardin.
En una breve y humilde conclusión nos sugiere que intentemos situarnos en el mundo de una manera interrelacionada, vernos como parte inseparable del Todo para conseguir una armonía total de los humanos con el cosmos y con Dios. El libro termina con un pensamiento de Teilhard de Chardin “está claro a los ojos de todos que la cuestión vital del cristianismo hoy está en saber qué actitud adoptarán los creyentes ante la preocupación por el Todo ¿Le abrirán su corazón o lo rechazarán con un espíritu malo?”
A pesar de la complejidad que puede tener algunos temas el libro se lee fácilmente y me ha supuesto un recuerdo de la encíclica papal Laudato Si por su compromiso con la tierra y la gente que vive en ella. Hoy estamos tocando con la mano las amenazas del cambio climático y si no hacemos nada por frenarlo terminará con el planeta tierra. Me he vuelto a convencer de que no basta con lo que hacía, con lo que hacemos la mayoría de nosotros, y tenemos que aportar nuestro granito de arena haciendo un esfuerzo mayor para no seguir bajando escalones en la escala de la degradación