Etty Hillesum
Un amigo virtual, conocido en la red gracias a esta página, Manuel Bonet, me manda este artículo sobre la judía Etty Hillesum, que me ha parecido merecía la pena de reproducir. Es un trabajo de síntesis del arzobispo de Westminster y las frases entre paréntesis son de Bonet. Trata de ofrecer un personaje que responda a una fe profunda y convencida y nos expone a esta mujer (para conocerla mejor Etty Hillesum: A Life Transformed, Patrick Woodhouse 2006).
Etty, nació en 1914 y creció en Amsterdam, en el seno de una familia desestructurada, con gran inestabilidad emocional y caótica vida, sexual y social. Pero en los dos años y medio que transcurrieron desde febrero de 1941 hasta su muerte en noviembre del 1943, está mujer alcanzó una profunda fe y libertad interiores. Lo consiguió, al principio, gracias a un proceso de dirección y terapia (bajo el quiropráctico Julius Spier) que le permitió alcanzar un intenso conocimiento de si misma. Pero la gran transformación llegó con el descubrimiento de la práctica de la contemplación, presencia silente ante el profundo misterio de su vida que acabó reconociendo como (“ella”), Dios.
Su camino sorprende e impresiona con más fuerza, cuando conocemos que lo hizo en las duras circunstancias del Amsterdam de aquella época, durante la persecución de los judíos y luego, en el campo transitorio de concentración de Westerbork, donde esperaban su traslado a la muerte en Auschwitz.
En ese tiempo de introspección y crecimiento personal, Etty nunca dejó de atender a los que sufrían. Se convirtió en un ángel de amor y compasión, en circunstancias crecientemente desesperadas y rechazó la posibilidad de escapar por quedarse con su pueblo y afrontar la certeza de la muerte. En esos momentos, sus diarios y cartas son un gran testimonio de su camino interior de fe y de una fuerza que nunca se rompió, pues continuó alabando la bondad de Dios ante tanta muerte y degradación. La última noticia que tenemos de su persona, corresponde al momento en el que embarcó con sus padres y hermano en el tren de la muerte. Allí, cantó con amor y consiguió arrojar del vagón de ganado, un último mensaje de esperanza en Dios.
En sus escritos leemos la forma gradual en la que descubrió ese espacio profundo donde se aloja nuestra vida espiritual. Aprendió el silencio y la quietud ante la realidad de Dios y de ella misma. Lo describe así: “vez tras vez nos debemos encontrar con el verdadero centro de nuestra existencia,… uniendo el desordenado rebaño de … nuestros pensamientos, emociones, sensaciones… como el buen pastor”.
En este camino de descubrimiento interior aprendió, como nosotros deberíamos hacer, a recibir antes que a describir o analizar… Descubrió la importancia de nuestra dimensión contemplativa: “Debes vivir y respirar con tu alma… pues si solo vives con tu razón, tienes una pobre experiencia”. Expresa sus esfuerzos diarios, con fuerte convicción: “Te he asignado (Dios) un mayor espacio en mí … como poderoso centro del que mandas los rayos a las más alejadas fronteras” (Tenemos mucho que aprender de esta joven sobre la vida del espíritu en nosotros pero algo me dejó una fuerte impresión y es esto)
Etty expresa una faceta particular de ese camino interior, cuando habla de arrodillarse. No lo hace en la Iglesia pues la mayoría de las veces se arrodilla en el cuarto de baño y nos describe su alegría interior y libertad, con esta actitud: “Es como si mi cuerpo hubiera sido creado para el acto de arrodillarse. Algunas veces, en momentos de gran gratitud, arrodillarme me supone una necesidad urgente… un gesto incrustado en mi cuerpo que necesita ser expresado… Cuando escribo estas cosas me da un poco de vergüenza pues supone revelar lo más íntimo de lo íntimo, me provoca más pudor que si tuviera que hablar de mi vida sexual. Pero ¿existe algo más íntimo que la relación del hombre con Dios? Hace tiempo me dije: soy una persona arrodillada en formación. Me seguía avergonzando de este acto, como de los gestos de amor que no se pueden expresar con palabras,… excepto por los poetas.”
Cuando el 4 de julio del 1942, una nueva serie de órdenes se decretaron contra los judíos en Amsterdam, escribió: “De repente, me tuve que arrodillar en la dura esterilla del baño, con mi cabeza tan baja que casi se posaba en mi regazo… así podría permanecer durante días pues mi cuerpo, como las seguras vallas de una pequeña celda, me guardaba en su centro (en el subconsciente el hecho de arrodillarse, recuerda a la postura fetal). En octubre la escuchamos: “Son inmisericordes, totalmente sin piedad… tuve la necesidad de arrodillarme en la esterilla del baño y las lágrimas llenaron mi rostro. Esa oración me dio energía suficiente para el resto del día”.
Describe el hecho de arrodillarse como “expresión de lo que es un espíritu profundo que busca”, expresión exterior de “permitir que no me conduzca nada de fuera, sino lo que anida en lo más profundo de mi ser”. (Creo que es el principio del modelo común de la búsqueda de la santidad, un camino para enseñanza del corazón que, en Etty, obtuvo mucho fruto).
En sus escritos y forma de vivir describe sus frutos: “Este tipo de oración sustenta mi diaria convicción de que, en el fondo del corazón humano, se encuentran la bondad y el amor”. Ayuda a desarrollar un sentido personal de la vocación e incluso del destino. En su vida, este diálogo con el corazón, le permitió generar una actitud para soportar el sufrimiento: “Dar al sufrimiento todo el sitio y el resguardo en vuestro interior, es el lugar que se merece”.
La compasión, fue un regalo que nunca rehusó a los necesitados pues su oración demuestra que “no hay fronteras entre las gentes que sufren”. Así, en el campo de concentración e incluso en el tren a Auschwitz, fue capaz de sobreponerse a cualquier sentimiento, de condenación o de odio a sus carceleros.
Su oración desarrolló un sentido para descubrir la belleza en cosas y lugares porque, en este diálogo con Dios, siempre estaba a la escucha de toda la realidad. Escribió sobre la belleza de las flores, más allá del perímetro del campo de concentración, una belleza que la sostenía durante todo el día. Incluso describe la pequeña sensación de compasión, que percibe en los ojos del duro e inmisericorde carcelero, que le impulsa a amarle y a rezar por él.
Su vida interior generó como fruto apreciar la bondad de la vida, reconocer su vocación, la aptitud para soportar el sufrimiento, la capacidad de compasión y el descubrimiento de la belleza escondida de la vida.
También le permitió también, apreciar a la naturaleza, como presencia de Dios en el mundo. Mientras luchaba con encontrar esa presencia en el Holocausto dijo: “El camino que escogió Dios es el de la impotencia, pues es de la única manera en la que puede estar con nosotros. Es así como nos ayuda. Su presencia en el corazón del hombre, se hace vulnerable y necesitada de aprecio. Si verdaderamente nos importa, Dios está en nuestras manos resguardado, a pesar de todo”.
Esta manera de pensar se reflejó en su oración. “No puedes ayudarnos, pero nosotros podemos ayudarte y defender tu morada en nosotros, hasta el final. Hay algunos, que incluso en esta hora, están escondiendo sus aspiradoras y cubiertos de plata, en lugar de guardarte a Ti, mi buen Dios. Y los hay, que quieren esconder sus cuerpos en cajas fuertes cuando no son más que el refugio de mil miedos y amargos sentimientos. Incluso dicen: No dejaré que me cojan entre sus garras, olvidando que nadie será agarrado, si está entre tus brazos”.
Leyendo estos textos, me asombra, lo próxima que está Etty a la revelación cristiana. El máximo deseo de mi corazón sería unir mi mirada a la suya y posarla en Jesús crucificado (Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?). La revelación de Jesús, su verdad sobre Dios y sobre nosotros (en total impotencia) supuso el umbral de su experiencia.
Etty, nació en 1914 y creció en Amsterdam, en el seno de una familia desestructurada, con gran inestabilidad emocional y caótica vida, sexual y social. Pero en los dos años y medio que transcurrieron desde febrero de 1941 hasta su muerte en noviembre del 1943, está mujer alcanzó una profunda fe y libertad interiores. Lo consiguió, al principio, gracias a un proceso de dirección y terapia (bajo el quiropráctico Julius Spier) que le permitió alcanzar un intenso conocimiento de si misma. Pero la gran transformación llegó con el descubrimiento de la práctica de la contemplación, presencia silente ante el profundo misterio de su vida que acabó reconociendo como (“ella”), Dios.
Su camino sorprende e impresiona con más fuerza, cuando conocemos que lo hizo en las duras circunstancias del Amsterdam de aquella época, durante la persecución de los judíos y luego, en el campo transitorio de concentración de Westerbork, donde esperaban su traslado a la muerte en Auschwitz.
En ese tiempo de introspección y crecimiento personal, Etty nunca dejó de atender a los que sufrían. Se convirtió en un ángel de amor y compasión, en circunstancias crecientemente desesperadas y rechazó la posibilidad de escapar por quedarse con su pueblo y afrontar la certeza de la muerte. En esos momentos, sus diarios y cartas son un gran testimonio de su camino interior de fe y de una fuerza que nunca se rompió, pues continuó alabando la bondad de Dios ante tanta muerte y degradación. La última noticia que tenemos de su persona, corresponde al momento en el que embarcó con sus padres y hermano en el tren de la muerte. Allí, cantó con amor y consiguió arrojar del vagón de ganado, un último mensaje de esperanza en Dios.
En sus escritos leemos la forma gradual en la que descubrió ese espacio profundo donde se aloja nuestra vida espiritual. Aprendió el silencio y la quietud ante la realidad de Dios y de ella misma. Lo describe así: “vez tras vez nos debemos encontrar con el verdadero centro de nuestra existencia,… uniendo el desordenado rebaño de … nuestros pensamientos, emociones, sensaciones… como el buen pastor”.
En este camino de descubrimiento interior aprendió, como nosotros deberíamos hacer, a recibir antes que a describir o analizar… Descubrió la importancia de nuestra dimensión contemplativa: “Debes vivir y respirar con tu alma… pues si solo vives con tu razón, tienes una pobre experiencia”. Expresa sus esfuerzos diarios, con fuerte convicción: “Te he asignado (Dios) un mayor espacio en mí … como poderoso centro del que mandas los rayos a las más alejadas fronteras” (Tenemos mucho que aprender de esta joven sobre la vida del espíritu en nosotros pero algo me dejó una fuerte impresión y es esto)
Etty expresa una faceta particular de ese camino interior, cuando habla de arrodillarse. No lo hace en la Iglesia pues la mayoría de las veces se arrodilla en el cuarto de baño y nos describe su alegría interior y libertad, con esta actitud: “Es como si mi cuerpo hubiera sido creado para el acto de arrodillarse. Algunas veces, en momentos de gran gratitud, arrodillarme me supone una necesidad urgente… un gesto incrustado en mi cuerpo que necesita ser expresado… Cuando escribo estas cosas me da un poco de vergüenza pues supone revelar lo más íntimo de lo íntimo, me provoca más pudor que si tuviera que hablar de mi vida sexual. Pero ¿existe algo más íntimo que la relación del hombre con Dios? Hace tiempo me dije: soy una persona arrodillada en formación. Me seguía avergonzando de este acto, como de los gestos de amor que no se pueden expresar con palabras,… excepto por los poetas.”
Cuando el 4 de julio del 1942, una nueva serie de órdenes se decretaron contra los judíos en Amsterdam, escribió: “De repente, me tuve que arrodillar en la dura esterilla del baño, con mi cabeza tan baja que casi se posaba en mi regazo… así podría permanecer durante días pues mi cuerpo, como las seguras vallas de una pequeña celda, me guardaba en su centro (en el subconsciente el hecho de arrodillarse, recuerda a la postura fetal). En octubre la escuchamos: “Son inmisericordes, totalmente sin piedad… tuve la necesidad de arrodillarme en la esterilla del baño y las lágrimas llenaron mi rostro. Esa oración me dio energía suficiente para el resto del día”.
Describe el hecho de arrodillarse como “expresión de lo que es un espíritu profundo que busca”, expresión exterior de “permitir que no me conduzca nada de fuera, sino lo que anida en lo más profundo de mi ser”. (Creo que es el principio del modelo común de la búsqueda de la santidad, un camino para enseñanza del corazón que, en Etty, obtuvo mucho fruto).
En sus escritos y forma de vivir describe sus frutos: “Este tipo de oración sustenta mi diaria convicción de que, en el fondo del corazón humano, se encuentran la bondad y el amor”. Ayuda a desarrollar un sentido personal de la vocación e incluso del destino. En su vida, este diálogo con el corazón, le permitió generar una actitud para soportar el sufrimiento: “Dar al sufrimiento todo el sitio y el resguardo en vuestro interior, es el lugar que se merece”.
La compasión, fue un regalo que nunca rehusó a los necesitados pues su oración demuestra que “no hay fronteras entre las gentes que sufren”. Así, en el campo de concentración e incluso en el tren a Auschwitz, fue capaz de sobreponerse a cualquier sentimiento, de condenación o de odio a sus carceleros.
Su oración desarrolló un sentido para descubrir la belleza en cosas y lugares porque, en este diálogo con Dios, siempre estaba a la escucha de toda la realidad. Escribió sobre la belleza de las flores, más allá del perímetro del campo de concentración, una belleza que la sostenía durante todo el día. Incluso describe la pequeña sensación de compasión, que percibe en los ojos del duro e inmisericorde carcelero, que le impulsa a amarle y a rezar por él.
Su vida interior generó como fruto apreciar la bondad de la vida, reconocer su vocación, la aptitud para soportar el sufrimiento, la capacidad de compasión y el descubrimiento de la belleza escondida de la vida.
También le permitió también, apreciar a la naturaleza, como presencia de Dios en el mundo. Mientras luchaba con encontrar esa presencia en el Holocausto dijo: “El camino que escogió Dios es el de la impotencia, pues es de la única manera en la que puede estar con nosotros. Es así como nos ayuda. Su presencia en el corazón del hombre, se hace vulnerable y necesitada de aprecio. Si verdaderamente nos importa, Dios está en nuestras manos resguardado, a pesar de todo”.
Esta manera de pensar se reflejó en su oración. “No puedes ayudarnos, pero nosotros podemos ayudarte y defender tu morada en nosotros, hasta el final. Hay algunos, que incluso en esta hora, están escondiendo sus aspiradoras y cubiertos de plata, en lugar de guardarte a Ti, mi buen Dios. Y los hay, que quieren esconder sus cuerpos en cajas fuertes cuando no son más que el refugio de mil miedos y amargos sentimientos. Incluso dicen: No dejaré que me cojan entre sus garras, olvidando que nadie será agarrado, si está entre tus brazos”.
Leyendo estos textos, me asombra, lo próxima que está Etty a la revelación cristiana. El máximo deseo de mi corazón sería unir mi mirada a la suya y posarla en Jesús crucificado (Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?). La revelación de Jesús, su verdad sobre Dios y sobre nosotros (en total impotencia) supuso el umbral de su experiencia.