Eutanasia y aborto
Primero se legalizó el aborto en muchos países del mundo y ahora está llegando la eutanasia. En Canadá una legislación federal permite que los médicos y enfermeras causen directamente la muerte del paciente, eutanasia propiamente dicha, o que receten medicinas para provocar la muerte lo que se entiende como suicido asistido. Los 10 obispos de la Conferencia Episcopal del Atlántico han respondido a esa legalización con nuevas directrices pastorales para los sacerdotes a los que permiten confesar y absolver a los que pretenden suicidarse con auxilio médico pero la decisión la debe tomar cada presbítero después de un encuentro personal con el interesado y con su familia.
Para ayudar al clero publicaron el 27 de noviembre una carta titulada “Una reflexión pastoral sobre asistencia médica para morir”. Recuerdan que tanto la eutanasia como el suicidio asistido no reflejan su visión cristiana de la vida, el sufrimiento y la muerte pero no denuncian la ley como gravemente inmoral o injusta. Monseñor Claude Champagne, obispo de Edmunston y presidente de la Conferencia Episcopal del Atlántico explicó al Catholic Register que el documento pone más énfasis en el cuidado pastoral que en la doctrina, para asegurarse de que los católicos se sientan acogidos.
«Intentamos no condenar ni juzgar, sino que tratamos de acercarnos a la gente para expresar la visión católica, a la vez que les acompañamos». De esa forma, intentan seguir lo expresado en Amoris Laetitia, reconociendo que «hay gente que todavía no ha llegado» a aceptar la visión católica. «Los acogeremos, intentaremos comprenderlos y los acompañaremos». La carta afirma que el Santo Padre «nos recuerda que quien acompaña a otros debe darse cuenta de que la situación de cada persona ante Dios y su vida de gracia son misterios que nadie puede conocer plenamente desde fuera. Por lo tanto, no debemos juzgar la responsabilidad y culpabilidad de la gente».
Los obispos señalan que, en el cuidado pastoral de aquellos que están contemplando la posibilidad de recurrir a la asistencia médica para morir, debemos recordar que “la finalidad del cuidado pastoral es comunicar la compasión de Cristo, su amor que sana y su misericordia». Asimismo, indican que las personas «que estén considerando la posibilidad de acudir a la eutanasia o al suicidio asistido y que pidan el ministerio de la Iglesia deberán ser acompañadas con diálogo y apoyo compasivo y orante».
Indican que aquellos que estén «considerando recurrir a la eutanasia o al suicidio asistido» podrán recibir la comunión, la confesión y la unción de enfermos además de tener un funeral católico después de suicidarse. Para concederles estos sacramentos, los sacerdotes deberán tener en cuenta su «contexto emocional, familiar y de fe».
Es el «encuentro pastoral» el que «arrojará luz sobre situaciones pastorales complejas e indicará la acción más apropiada a tomar, incluida la decisión de si la celebración de los sacramentos es adecuada». La decisión para celebrar un funeral católico deberá tomarse en «diálogo con las personas involucradas de forma compasiva, sensible y abierta», aunque parecen indicar que siempre deberá celebrarse ese funeral, porque «como personas de fe y ministros de la gracia de Dios, estamos llamados a confiar a todos, sin importar sus decisiones, a la misericordia de Dios».
Con estas directrices pastorales, los obispos del Atlántico se separan por completo de lo que determinaron en septiembre los obispos canadienses de Alberta y los Territorios del Noroeste que publicaron un vademécum en el que se indicaba que las personas que rechazaran de forma «obstinada» la doctrina de la Iglesia sobre el suicidio asistido no podían recibir la unción de enfermos aunque admitían la posibilidad de un funeral católico en algunas situaciones. Monseñor Champagne resaltó que la postura de los obispos de Alberta y el Noroeste no expresa la visión de todos los obispos católicos del Canadá lo que ha quedado claro.
Me ha dado que pensar este documento eclesial porque a un familiar mío, hace muchos años, cuando se estaba muriendo ahogándose, el médico que se daba de muy católico no le quería recetar morfina “porque acortaba la vida” que es lo que pretendíamos que hiciera.
La eutanasia está llamando a la puerta de muchas naciones y los gobiernos van a abrirla porque la vida moderna no permite la asistencia a una persona en coma durante muchos años, por el costo y por la atención que requiere. Entiendo la postura de estos obispos que quieren ayudarles a morir con la certeza de que Dios les espera con abrazo de madre pero también comprendo que a muchos prelados les parecerá un desatino porque la Iglesia evoluciona con más premura que la sociedad y sigue defendiendo verdades inamovibles.
Para ayudar al clero publicaron el 27 de noviembre una carta titulada “Una reflexión pastoral sobre asistencia médica para morir”. Recuerdan que tanto la eutanasia como el suicidio asistido no reflejan su visión cristiana de la vida, el sufrimiento y la muerte pero no denuncian la ley como gravemente inmoral o injusta. Monseñor Claude Champagne, obispo de Edmunston y presidente de la Conferencia Episcopal del Atlántico explicó al Catholic Register que el documento pone más énfasis en el cuidado pastoral que en la doctrina, para asegurarse de que los católicos se sientan acogidos.
«Intentamos no condenar ni juzgar, sino que tratamos de acercarnos a la gente para expresar la visión católica, a la vez que les acompañamos». De esa forma, intentan seguir lo expresado en Amoris Laetitia, reconociendo que «hay gente que todavía no ha llegado» a aceptar la visión católica. «Los acogeremos, intentaremos comprenderlos y los acompañaremos». La carta afirma que el Santo Padre «nos recuerda que quien acompaña a otros debe darse cuenta de que la situación de cada persona ante Dios y su vida de gracia son misterios que nadie puede conocer plenamente desde fuera. Por lo tanto, no debemos juzgar la responsabilidad y culpabilidad de la gente».
Los obispos señalan que, en el cuidado pastoral de aquellos que están contemplando la posibilidad de recurrir a la asistencia médica para morir, debemos recordar que “la finalidad del cuidado pastoral es comunicar la compasión de Cristo, su amor que sana y su misericordia». Asimismo, indican que las personas «que estén considerando la posibilidad de acudir a la eutanasia o al suicidio asistido y que pidan el ministerio de la Iglesia deberán ser acompañadas con diálogo y apoyo compasivo y orante».
Indican que aquellos que estén «considerando recurrir a la eutanasia o al suicidio asistido» podrán recibir la comunión, la confesión y la unción de enfermos además de tener un funeral católico después de suicidarse. Para concederles estos sacramentos, los sacerdotes deberán tener en cuenta su «contexto emocional, familiar y de fe».
Es el «encuentro pastoral» el que «arrojará luz sobre situaciones pastorales complejas e indicará la acción más apropiada a tomar, incluida la decisión de si la celebración de los sacramentos es adecuada». La decisión para celebrar un funeral católico deberá tomarse en «diálogo con las personas involucradas de forma compasiva, sensible y abierta», aunque parecen indicar que siempre deberá celebrarse ese funeral, porque «como personas de fe y ministros de la gracia de Dios, estamos llamados a confiar a todos, sin importar sus decisiones, a la misericordia de Dios».
Con estas directrices pastorales, los obispos del Atlántico se separan por completo de lo que determinaron en septiembre los obispos canadienses de Alberta y los Territorios del Noroeste que publicaron un vademécum en el que se indicaba que las personas que rechazaran de forma «obstinada» la doctrina de la Iglesia sobre el suicidio asistido no podían recibir la unción de enfermos aunque admitían la posibilidad de un funeral católico en algunas situaciones. Monseñor Champagne resaltó que la postura de los obispos de Alberta y el Noroeste no expresa la visión de todos los obispos católicos del Canadá lo que ha quedado claro.
Me ha dado que pensar este documento eclesial porque a un familiar mío, hace muchos años, cuando se estaba muriendo ahogándose, el médico que se daba de muy católico no le quería recetar morfina “porque acortaba la vida” que es lo que pretendíamos que hiciera.
La eutanasia está llamando a la puerta de muchas naciones y los gobiernos van a abrirla porque la vida moderna no permite la asistencia a una persona en coma durante muchos años, por el costo y por la atención que requiere. Entiendo la postura de estos obispos que quieren ayudarles a morir con la certeza de que Dios les espera con abrazo de madre pero también comprendo que a muchos prelados les parecerá un desatino porque la Iglesia evoluciona con más premura que la sociedad y sigue defendiendo verdades inamovibles.