Lutero, más que un reformador religioso
Ante el quinto centenario de la reforma de Lutero se está llenando Alemania de carteles y eventos, más de 1000, recordando al fraile agustino. En mi juventud me enseñaron que los países del norte de Europa eran distintos de los del sur por la religión que habían adoptado y me pareció interesante saber si se mantenían esas ideas.
En el 2017 se sigue defendiendo que la influencia de Lutero ha resultado determinante en lo que respecta a la lengua, mentalidad y forma de vida de los alemanes. La razón es que aunque hoy hay un 30% de católicos y otro 30% de protestantes, la guerra cultural en el siglo XIX supuso una goleada a favor de la iglesia reformada.
¿En qué nos distinguimos? Lutero reconocía que la salvación se obtenía por Jesús pero sus seguidores tenían la obligación de merecerla. La ostentación suponía una actitud negativa pues la conciencia exigía de un cierto ascetismo. Si observamos la simplicidad de la arquitectura de Bauhaus, de los muebles suecos de Ikea y de la decoración del despacho de Angela Merkel, hija de un pastor protestante, y la comparamos con los fastos de Francia nos daremos cuenta de las diferencias.
Lutero fue un entusiasta de la música, un arte que otros reformadores como Calvino y Zwingli, aborrecieron pues la consideraron un placer sensual pero para el alemán era un arma inspirada por el mismo Dios para combatir el mal. Quería que los fieles cantaran juntos, tanto en la iglesia como en el hogar, con instrumentos que acompañaran la voz. Y lo cierto es que Alemania es hoy el país de la música con más de 130 orquestas financiadas con dinero público y unos auditorios llenos de personas que las escuchan. No creo que hay que mencionar a los grandes compositores alemanes.
Su defensa de la lectura de la Biblia y la consiguiente traducción para que todos los fieles pudieran leer sus páginas, ha conseguido que los países protestantes sean más cultos que los católicos y que la producción editorial alemand sea la segunda del mundo, detrás de los Estados Unidos.
Curioso resulta el toque económico pues la austeridad que se predicaba hizo que los protestantes fueran más ahorradores que sus vecinos católicos. Hoy vemos que los países católicos y ortodoxos del sur de Europa se endeudaron alegremente en el momento de la crisis y hoy reciben lecciones de austeridad de un luterano convencido, Wolgang Schäuble. Mientras que Calvino vio en la riqueza individual un signo de la predestinación, Lutero consideró que el dinero generado por el trabajo estaba destinado a reforzar la comunidad, este socialismo luterano ha sido la consecuencia de los estados del bienestar que se han creado en Suecia y Alemania.
También resulta sorprendente que los alemanes tengan más planes de pensiones y seguros de vida que acciones en compañías y los economistas consideran que estas prácticas tienen su origen en que Lutero consideraba que el dinero había que ganarlo trabajando. O que sean los alemanes los que más reciclan, el segundo país detrás de Corea, una práctica que genera la austeridad.
Pero no todo son cualidades pues Lutero era profundamente antisemita y culpó a los judíos de echarle malos espíritus cuando se estaba muriendo, unas ideas que heredó Hitler. También se le achacó falta de humor y una excesiva rigidez en los sermones.
Parece que lo que me enseñaron en mi infancia era cierto, las naciones luteranas del norte de Europa “eran” distintas de las católicas del sur pero digo “eran” porque hoy viven más de 10 millones de turcos musulmanes en Alemania, han entrado más de un millón de refugiados en los últimos años y la globalización nos ha cambiado a todos.
En el 2017 se sigue defendiendo que la influencia de Lutero ha resultado determinante en lo que respecta a la lengua, mentalidad y forma de vida de los alemanes. La razón es que aunque hoy hay un 30% de católicos y otro 30% de protestantes, la guerra cultural en el siglo XIX supuso una goleada a favor de la iglesia reformada.
¿En qué nos distinguimos? Lutero reconocía que la salvación se obtenía por Jesús pero sus seguidores tenían la obligación de merecerla. La ostentación suponía una actitud negativa pues la conciencia exigía de un cierto ascetismo. Si observamos la simplicidad de la arquitectura de Bauhaus, de los muebles suecos de Ikea y de la decoración del despacho de Angela Merkel, hija de un pastor protestante, y la comparamos con los fastos de Francia nos daremos cuenta de las diferencias.
Lutero fue un entusiasta de la música, un arte que otros reformadores como Calvino y Zwingli, aborrecieron pues la consideraron un placer sensual pero para el alemán era un arma inspirada por el mismo Dios para combatir el mal. Quería que los fieles cantaran juntos, tanto en la iglesia como en el hogar, con instrumentos que acompañaran la voz. Y lo cierto es que Alemania es hoy el país de la música con más de 130 orquestas financiadas con dinero público y unos auditorios llenos de personas que las escuchan. No creo que hay que mencionar a los grandes compositores alemanes.
Su defensa de la lectura de la Biblia y la consiguiente traducción para que todos los fieles pudieran leer sus páginas, ha conseguido que los países protestantes sean más cultos que los católicos y que la producción editorial alemand sea la segunda del mundo, detrás de los Estados Unidos.
Curioso resulta el toque económico pues la austeridad que se predicaba hizo que los protestantes fueran más ahorradores que sus vecinos católicos. Hoy vemos que los países católicos y ortodoxos del sur de Europa se endeudaron alegremente en el momento de la crisis y hoy reciben lecciones de austeridad de un luterano convencido, Wolgang Schäuble. Mientras que Calvino vio en la riqueza individual un signo de la predestinación, Lutero consideró que el dinero generado por el trabajo estaba destinado a reforzar la comunidad, este socialismo luterano ha sido la consecuencia de los estados del bienestar que se han creado en Suecia y Alemania.
También resulta sorprendente que los alemanes tengan más planes de pensiones y seguros de vida que acciones en compañías y los economistas consideran que estas prácticas tienen su origen en que Lutero consideraba que el dinero había que ganarlo trabajando. O que sean los alemanes los que más reciclan, el segundo país detrás de Corea, una práctica que genera la austeridad.
Pero no todo son cualidades pues Lutero era profundamente antisemita y culpó a los judíos de echarle malos espíritus cuando se estaba muriendo, unas ideas que heredó Hitler. También se le achacó falta de humor y una excesiva rigidez en los sermones.
Parece que lo que me enseñaron en mi infancia era cierto, las naciones luteranas del norte de Europa “eran” distintas de las católicas del sur pero digo “eran” porque hoy viven más de 10 millones de turcos musulmanes en Alemania, han entrado más de un millón de refugiados en los últimos años y la globalización nos ha cambiado a todos.