Sodoma
| Isabel Gómez Acebo
Dentro de unos días aparecerá en las librerías un libro del periodista Frédéric Martel que lleva por título “Sodoma”. No voy a intentar hacer la alabanza de la obra sino todo lo contrario; son más de 500 páginas en las que repite, una y otra vez, la situación de poco respeto al voto del celibato que se vive en la Ciudad del Vaticano, la mayoría de las veces con intercambios de parejas homosexuales aunque también los hay heterosexuales. Eso sí, no menciona gracias a Dios ningún acto de pedofilia; son contactos entre personas adultas que asienten, algunas veces por pagos de los servicios prestados y otras no
Tras la lectura de 300 páginas lo he acabado dejando pues no conocía a los partícipes y la música de fondo era siempre la misma: a pesar del cambio de papas en la cumbre este tipo de conductas se habían convertido en un denominador común de todos los pontificados. Lo que me ha parecido más curioso es que los más homófobos, contra la aceptación de los homosexuales, lo son ellos mismos ¿Intentarán con sus palabras cubrir su comportamiento?
Ignoro si todo lo que cuenta el libro es verdad, soy consciente de que habrá multiplicado los números para hacerlo más escandaloso, aunque parece bien documentado. Su lectura me ha hecho sacar conclusiones
La primera es el tema del celibato, muy difícil de cumplir en una sociedad altamente sexualizada y en la que el sexo ha dejado de verse como una pulsión negativa del ser humano sino más bien lo contrario. Es un gozo que ha colocado Dios en las personas para que no vivan en aislamiento, se junten con los demás y en estas relaciones puedan encontrar el amor… o no. Para los cristianos ha sido un tema tabú, mal tratado durante siglos: mientras que los casados eran considerados como cristianos de segunda clase, a muchos varones, que querían ser sacerdotes, se les obligaba a cargar con el celibato, un peso para el que no estaban preparados. También esta situación permitía que la Iglesia fuera un refugio para las personas que se sentían con inclinaciones homosexuales que pasaban desapercibidas dentro de una institución en la que sólo vivían varones
Estamos en plena época de Cuaresma y me echó en cara la asistenta que había puesto carne como menú el miércoles Santo. Traté de explicarle, aunque era inútil pues la idea de la abstinencia la vivía con plenitud, que había cosas más útiles de las que prescindir en estos días cuaresmales. Traigo esta anécdota para referirme a que la Iglesia ha puesto mucho peso en los temas del cuerpo cuando se consideraba que eran enemigos del alma pero hoy, vemos a la persona como un todo, en las que tienen una plena y natural cabida las necesidades corporales.
Hay que hacer muchos cambios en la Iglesia pero creo que debe empezar por el tema de la alcoba: desde mi perspectiva tenemos que defender que tras su puerta las parejas hagan lo que quieran siempre y cuando no dañen a los demás: Ni celibato para los sacerdotes diocesanos, ni mirar con desprecio a los homosexuales, ni prohibición de usar métodos anticonceptivos para el resto. A todos nos iría mejor.