El ayuno cuaresmal

Cuando llega el periodo cuaresmal muchos hacemos promesas de suprimir el chocolate u otras delicatessen. Me ha llegado un texto aconsejando otras prácticas dentro de la idea de disminuir nuestro ego, de querer siempre estar en control para dejarnos llevar por una sabiduría mayor que la nuestra.

Se me pide que ayune cuando me siento fuerte y trato de controlarlo todo para abrazar la gracia profunda que llega a través de mi vulnerabilidad y ternura. Es un tiempo para hacernos más suaves y cariñosos.

Se me pide ayunar de la angustia y del torrente de pensamientos que nacen en mi espíritu y me paralizan con el miedo del futuro, para entrar en una confianza radical en la abundancia que encontramos en el corazón de las cosas, donde no hay escasez.

Se me llama para ayunar de velocidades y no ir para un lado y otro en la vida lo que me causa no estar atento a la gracia que brilla, aquí mismo, en esta pausa santa.

Se me pide que ayune de los trabajos múltiples y de la energía destruida por la falta de atención a una sola cosa. Saldremos con muchas tareas hechas pero ninguna nos alimentará. En su lugar, mi práctica cuaresmal consistirá en la atención puesta sobre cada objeto, cada persona y cada momento.

Se me pide ayunar de largas listas de cosas por hacer y de los plazos que me impongo, para entrar en la tranquilidad y poder estar atento a lo que está madurando y creciendo, lo que está listo para nacer.

Si me pide ayunar de mis certitudes para colocar mi confianza en el gran misterio de las cosas.

Entonces a lo mejor llegaremos a la Pascua realizando que aquellas cosas de las que ayuné ya no me hacen falta y podré experimentar una forma nueva de resurrección.
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