Ser es cuidar
En los últimos tiempos y desde la obra de Carol Gilligan, In a Different Voice (1982), se ha escrito mucho sobre el cuidado, algo fundamental dentro de la vida humana que abarca todos los gestos hechos por las personas para mejorar o mantener esa vida. Los estudios se han hecho desde la antropología, desde el aspecto socio político y desde la ética. Yo pretendo relacionarlo, muy sucintamente, con el cristianismo.
Uno de los relatos creacionales del Génesis nos dice, que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza para que mandara en su nombre sobre todo lo creado. ¿Qué tipo de mando tenía Dios en mente? No creo que fuera un dominio frío y calculador, como desgraciadamente en ocasiones se llevó a cabo, sino que debe de ser cuidadoso, para no estropear su obra y conducirla a su culminación. Un camino semejante al que nos inspira la palabra cuidado.
En cristiano solemos decir que ser es amar y aunque el amor verdadero exige que se demuestre con obras “que son amores y no buenas razones”, la palabra cuidado complementa ese amor, porque abarca la atención que nos despiertan las necesidades de los otros, más los actos que realizamos para remediar sus carencias. Tengo que reconocer que en inglés to be is care, la palabra que traducimos por cuidado, tiene más componentes emotivos que la española, que puede ser más fría.
La vida humana es relacional ya que no podemos vivir los unos sinlos otros. Nacemos indefensos y necesitados, una situación que se vuelve a dar en muchos otros momentos de la vida. A nadie le gusta la situación de necesitado, especialmente en la enfermedad cuando dependemos de los otros para los más íntimos actos de nuestro cuerpo, con lo que tenemos la tentación de valorar más en la ecuación, el dar que el recibir, que es más fácil y satisfactorio. Pero debemos pensar que, aunque las relaciones de cuidado son asimétricas, sin sujetos con carencias, no podríamos cumplir el desarrollo de nuestro ser, la meta a la que somos llamados. De aquí, que la satisfacción y los frutos que produce nuestra ayuda nos convierten, a su vez, en dependientes de los que reciben de nosotros.
Los que seguimos a Cristo reconocemos el ciento por uno, Mt 19,27-29, en esta forma de actuar por la que el egoísmo da un paso atrás y cede el protagonista al necesitado, enriqueciendo nuestra alma. Pero, como todo en la vida, el cuidado exige superar la rutina y ser capaces de ser cariñosos y estar atentos a las necesidades que, por vergüenza, no se manifiestan para poder atenderlas. Cuando nos toca recibir, la mejor actitud es la del agradecimiento, salvo que seamos tratados con falta de respeto o malos modos en cuyo caso, es nuestro deber hacerle ver al cuidador que está equivocado. ¿Por qué me pegas? Le dijo Cristo al soldado Lc 18, 19-23 haciéndole ver su error.
Uno de los relatos creacionales del Génesis nos dice, que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza para que mandara en su nombre sobre todo lo creado. ¿Qué tipo de mando tenía Dios en mente? No creo que fuera un dominio frío y calculador, como desgraciadamente en ocasiones se llevó a cabo, sino que debe de ser cuidadoso, para no estropear su obra y conducirla a su culminación. Un camino semejante al que nos inspira la palabra cuidado.
En cristiano solemos decir que ser es amar y aunque el amor verdadero exige que se demuestre con obras “que son amores y no buenas razones”, la palabra cuidado complementa ese amor, porque abarca la atención que nos despiertan las necesidades de los otros, más los actos que realizamos para remediar sus carencias. Tengo que reconocer que en inglés to be is care, la palabra que traducimos por cuidado, tiene más componentes emotivos que la española, que puede ser más fría.
La vida humana es relacional ya que no podemos vivir los unos sinlos otros. Nacemos indefensos y necesitados, una situación que se vuelve a dar en muchos otros momentos de la vida. A nadie le gusta la situación de necesitado, especialmente en la enfermedad cuando dependemos de los otros para los más íntimos actos de nuestro cuerpo, con lo que tenemos la tentación de valorar más en la ecuación, el dar que el recibir, que es más fácil y satisfactorio. Pero debemos pensar que, aunque las relaciones de cuidado son asimétricas, sin sujetos con carencias, no podríamos cumplir el desarrollo de nuestro ser, la meta a la que somos llamados. De aquí, que la satisfacción y los frutos que produce nuestra ayuda nos convierten, a su vez, en dependientes de los que reciben de nosotros.
Los que seguimos a Cristo reconocemos el ciento por uno, Mt 19,27-29, en esta forma de actuar por la que el egoísmo da un paso atrás y cede el protagonista al necesitado, enriqueciendo nuestra alma. Pero, como todo en la vida, el cuidado exige superar la rutina y ser capaces de ser cariñosos y estar atentos a las necesidades que, por vergüenza, no se manifiestan para poder atenderlas. Cuando nos toca recibir, la mejor actitud es la del agradecimiento, salvo que seamos tratados con falta de respeto o malos modos en cuyo caso, es nuestro deber hacerle ver al cuidador que está equivocado. ¿Por qué me pegas? Le dijo Cristo al soldado Lc 18, 19-23 haciéndole ver su error.