Y bajó a los infiernos

Reconozco que me ha sido siempre difícil comprender, cuando rezo el credo, la frase de que Jesucristo “bajo a los infiernos” - una frase desafortunada que quería expresar que las generaciones anteriores no quedaban fuera de la salvación - pero que leyéndola literalmente era una vista a unos condenados para siempre ¿Por qué Jesús se molestaba con ese acto?

Entendí su significado cuando vi la visita del Papa a Auschwitz y su descenso al lugar donde había muerto de hambre y sed Maximiliano Kolbe y otros muchos, cuyos nombres no hemos conocido. Francisco bajó a ese infierno del dolor humano y lo hizo solo lo que me pareció un acierto pues en ese acto se podía ver a través de su persona a Jesucristo. El silencio y la soledad acompañan al hombre que sufre aunque algunas personas estén a su lado pues presienten que con frecuencia sus palabras sobran. Para el creyente, en esos momentos de gran dolor, la figura del Nazareno, que sienten presente puede ser apoyo, comprensión y cercanía.

De aquí, que un lugar privilegiado para encontrar a Cristo sea el dolor humano,el infierno de muchas personas. Los niños maltratados o huérfanos, las mujeres vilipendiadas, los emigrantes rechazados, los perseguidos, los que sufren las bombas o los resultados de las guerras… la lista es muy extensa porque nuestro planeta se ha llamado, y con razón, el Valle de Lágrimas. Por eso el Dios encarnado tuvo que sufrir, como uno más, para que su descenso a la tierra no fuera como la de los dioses griegos, un disfraz. Desde su condición humana podía comprender la angustia, la soledad y el dolor porque los había sufrido en su propia carne.

En este año dedicado a la misericordia esta imagen del papa en Auschwitz nos puede dar un empujón para que los cristianos, imitando al Maestro, bajemos a los infiernos donde moran muchos compañeros de nuestro camino. Nuestra presencia será nimia pero recordará que tras nuestras personas se oculta una mayor. En una sociedad visual como la nuestra vale más una imagen que mil palabras.
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