El mesías de Händel
Tuve la suerte de que me invitaran a un concierto en el auditorio de Madrid que organizaba la Caixa. Se trataba de escuchar la obra de Händel, El Mesías y los intérpretes eran The Sixteen, un nombre que les viene de su constitución: 16 músicos y una coral con 16 voces. Pero la novedad del tema es que se celebraba un concierto participativo para estimular la práctica social del canto con cantantes aficionados que podían unirse a una reconocida obra en un gran auditorio.
No los conté, pero fácilmente eran 250 personas, más mujeres que varones, los que participaron. Debían tener una cierta formación musical y trabajar previamente las piezas del programa para presentarse a las convocatorias. Un equipo de profesionales se hacía cargo de la preparación de los participantes y de los ensayos, con muchas horas de trabajoo pero que dieron sus frutos ya que parecían profesionales y no cometieron ningún fallo.
Quiero que hagan un esfuerzo de imaginación para verse en una gran sala en la que un tercio del público se va a unir al coro. Una experiencia única e impactante. Si además eres seguidor de Jesucristo te sientes arrebatado por las melodías que alaban al Mesías. Los textos triunfantes de Isaías hablando de su llegada, las ilusiones de Sión, las exclamaciones esperanzadas de Israel, seguidos de la cruda realidad, el fin de la utopía. No era lo que esperaban, no creyeron en su persona y lo maltrataron.
El público escuchó emocionado a la contralto cuando desgranó la profecía de Isaías sobre el hombre despreciado lo que corroboró el coro. Pero al luto siguió la resurrección y el canto triunfante del Hallelujah. Como es una composición conocida, todos queríamos unir nuestras voces pero lo hacíamos con los labios no fuéramos a dar una nota equivocada.
Aunque el concierto terminaba con el Amén, corroboración de todo lo que habíamos escuchado, el director de orquesta, quiso darnos una propina cantando de nuevo el Hallelujha. Fueron más de tres horas de concierto pero les aseguro que se me pasaron rápido, tan rápido que sentí que se acabara, y volví a casa con el corazón henchido de esperanza.
No los conté, pero fácilmente eran 250 personas, más mujeres que varones, los que participaron. Debían tener una cierta formación musical y trabajar previamente las piezas del programa para presentarse a las convocatorias. Un equipo de profesionales se hacía cargo de la preparación de los participantes y de los ensayos, con muchas horas de trabajoo pero que dieron sus frutos ya que parecían profesionales y no cometieron ningún fallo.
Quiero que hagan un esfuerzo de imaginación para verse en una gran sala en la que un tercio del público se va a unir al coro. Una experiencia única e impactante. Si además eres seguidor de Jesucristo te sientes arrebatado por las melodías que alaban al Mesías. Los textos triunfantes de Isaías hablando de su llegada, las ilusiones de Sión, las exclamaciones esperanzadas de Israel, seguidos de la cruda realidad, el fin de la utopía. No era lo que esperaban, no creyeron en su persona y lo maltrataron.
El público escuchó emocionado a la contralto cuando desgranó la profecía de Isaías sobre el hombre despreciado lo que corroboró el coro. Pero al luto siguió la resurrección y el canto triunfante del Hallelujah. Como es una composición conocida, todos queríamos unir nuestras voces pero lo hacíamos con los labios no fuéramos a dar una nota equivocada.
Aunque el concierto terminaba con el Amén, corroboración de todo lo que habíamos escuchado, el director de orquesta, quiso darnos una propina cantando de nuevo el Hallelujha. Fueron más de tres horas de concierto pero les aseguro que se me pasaron rápido, tan rápido que sentí que se acabara, y volví a casa con el corazón henchido de esperanza.