¿Eclesial o eclesiástico?
No importaría gran cosa el equívoco si no sucediera que para muchos la Iglesia es sólo el Vaticano, el Papa con su Curia, los obispos y quizá en algunos casos, no siempre, los curas de base. Reservando, siquiera predominantemente, lo “eclesial” a estas instancias, escaso servicio haríamos a la realidad de toda la Iglesia de los bautizados.
Pero mi intriga y hasta un cierto malestar de miembro de la Iglesia y de amante de la lengua no parecen estar tan desprovistos de razón si nos asomamos al “Diccionario esencial de la lengua española” de la Real Academia, editado en 2006. ¿Acudir a la Academia de la Lengua y no a algún sesudo teólogo para dilucidar la cuestión? ¿Por qué no? La Academia ha cuidado mucho el lenguaje religioso y ha contado en su historia con ilustres eclesiásticos. En la nómina histórica de académicos de número aparecen unos cuantos prelados. Entre los más recientes, el obispo Eijo Garay y el cardenal Tarancón que, por cierto, gozaba de un excelente manejo de la lengua hablada y escrita. Y, en todo caso, la RAE sabe acceder a expertos y asesores en las diversas especialidades.
Pues bien, el Diccionario incide claramente en mi objeción y alivia mi ligero malestar. Dice así: “eclesiástico, ca. I ADJ. 1. Perteneciente o relativo a la Iglesia y en particular a los clérigos. Jerarquía eclesiástica. II. M. 2. clérigo (hombre que ha recibido las órdenes sagradas).” Luego, a modo de ejemplo, aplica el calificativo “eclesiástico” a año, calendario, cómputo, derecho, disciplina, latín, providencia...Por lo que toca a "eclesial" aclara: “ADJ. Perteneciente o relativo a la comunidad cristiana o Iglesia de todos los fieles”. Ignoro cuándo se introdujo esta distinción. Supongo que es reciente. El famoso “Diccionario ideológico” de Casares desconoce el término “eclesial”. Pero quien influyó para que entrara con esta definición en el de la RAE debía de saber teología... O, simplemente, tenía sentido común.
¿Eclesial? ¿Eclesiástico? Quien esto escribe es un clérigo, un eclesiástico que no manda nada y se siente bastante feliz sin mandar. Pero, por favor, aunque los límites no sean siempre nítidos, apliquemos el término “eclesial” con más ahorro. No lo derrochemos para asuntos que afectan a pocas personas o tocan sólo tangencialmente la propia vida de toda la comunidad de creyentes.