Esto de los hombres, de los seres humanos,
parece no tener remedio. Pueden soñar pero sus sueños se pierden contra un límite. Para quienes tenemos ya una edad,
primero fue la guerra civil o la posguerra. Luego la guerra mundial, después la guerra fría. Tras la
caída del muro, de los muros, cuando parecía que el mundo podía entrar por fin en una edad dorada, sobrevino
el juego atroz de los terrorismos. Y siempre un Oriente próximo en trance de explosión. Siempre una siembra de guerras asesinas esparcidas por el mundo. Siempre, al fondo de
la paz de los “ricos satisfechos”, la pobreza y la miseria en el trasmano del Tercer mundo. (La historia del futuro nos considerará como una generación entregada a la indiferencia helada y heladora, a la ferocidad del olvido). Ahora lo que llaman
crisis económica nos mantiene angustiados, apretados sin resuello contra nuestro propio rincón, maltratados por nuestros propios errores y por manejos más o menos conocidos u ocultos.
No.
El hombre no parece tener remedio. Lleva a fuego la marca de su de limitación. Contingencia en raíz. Paraíso perdido. (Al fondo siempre, la llamada de Dios hacia la luz y la justicia).
El siguiente poema dice sólo lo que dice. Cuando uno escribe versos no enseña ni predica. Primero sufre y goza. Luego sueña con la inmerecida atención de un lector benévolo.
COMO HOMBRES
Desde el principio fue el árbol soñado,
el paraíso fue, fuisteis vosotros
y la ciencia imposible bajo las altas ramas,
fueron los rojos frutos
bellos hasta el dolor, hasta la muerte.
Podéis dormir desnudos a la sombra,
mas en vano será que alcéis vuestro deseo
a las manzanas únicas, los soles
en que se queman los alzados ojos.
Escrito está, apagado
en vuestro propio aliento: "En adelante
seréis como hombres"
.
(De “Escribe por tu herida”,
Obra poética, p. 528).